Claves narrativas en la obra de Rafael Peralta Romero

Por Bruno Rosario Candelier

A Manuel Salvador Gautier,

Cauce de creaciones ejemplares.

Claves de la intuición creadora

Rafael Peralta Romero es el creador epónimo de Miches, apacible pueblo del lejano Este, que ha dado al país cuatro escritores importantes, comenzando con Rafael Peralta Romero y siguiendo con Sélvido Candelaria, Rossalinna Benjamín y Josanny Moní. Es decir, ese paraje esteño es ya un polo literario en la geografía cultural dominicana, puesto que tiene presencia y significación en el cultivo de las letras.

En efecto, este reconocido periodista, narrador y estudioso del lenguaje (1) ha puesto su atención a los hechos que narra en cuentos y novelas, así como a la forma correcta de las palabras en el aspecto gramatical y ortográfico; y tiene el mérito de publicar una columna periodística en El Nacional, donde aborda temas de nuestro lenguaje.

La dimensión intelectual de este valioso académico de la lengua se manifiesta en su instinto narrativo, literario y lingüístico. El instinto narrativo de Rafael Peralta Romero se perfila en su capacidad de ver en hechos y fenómenos el patrón ancestral que plasma al modo primordial del comportamiento de los predecesores.

Como escritor, Peralta Romero tiene tres singulares condiciones. En primer lugar, posee un instinto creador que le permite aprovechar hechos y anécdotas como sustancia de su narrativa; en segundo lugar, un instinto lingüístico mediante el cual capta y valora la faceta idiomática de voces y expresiones; y, en tercer lugar, un instinto narrativo para captar la clave de historias y pasiones. ¿Qué quiero significar con la mención de esos tres instintos? Su instinto creador se manifiesta en una fecunda vocación para la ficción, para inventar mundos imaginarios y crear ficciosas fábulas. Fabular es crear una nueva realidad articulada en el lenguaje. Cuando Peralta Romero fabula, atribuye rasgos y facetas a nuevas vertientes de la realidad, generando una dimensión significativa para la narrativa. Es decir, crea y recrea facetas inéditas en la realidad ficticia, y esa es una singular cualidad de quien tiene talento intuitivo para la ficción. De hecho, la palabra ficción quiere decir invención. Quien inventa con el lenguaje, crea una obra de ficción, que es un tipo de fabulación. La primera fabulación que hace el hombre es inventar nuevas realidades verbales y eso es un atributo de los narradores de garra, que lo llevan a crear nuevas realidades imaginarias, aunque tengan un fundamento en hechos reales o sean de factura imaginaria. Ese instinto creador se manifiesta en el hecho de asignar sentido a la narración, aspecto importante porque el narrador literario, para distinguirse del periodista, el sociólogo o el historiador, tiene que atribuirle un cauce convincente a lo que inventa. Normalmente el periodista no le busca el sentido a lo que narra, ya que cuenta lo que ocurre y nada más;y el narrador historiográfico tiene que ajustarse a la realidad de lo que aconteció; pero el narrador de literatura no solo cuenta lo que ocurre, igual que el periodista o el sociólogo o el historiador, sino que además presenta otra dimensión a los hechos y peripecias, que cifra en el sentido de acontecimientos y anécdotas y, desde luego, presenta en su narrativa la dimensión que aborda un modo de edificación y trascendencia. Rafael Peralta Romero cuenta no solo por contar, sino que cuenta para edificar, dimensión que supera la mera referencia anecdótica.

Dije también que él tiene un instinto lingüístico, como lo ha demostrado no solo en la dimensión metalingüística de varios pasajes narrativos, o en la explicación de algunos vocablos en su narrativa, sino que también publica artículos sobre el lenguaje dando cuenta de su interés por el valor de la palabra. Peralta Romero valora lo que las palabras son como estructura léxica, fonética y semántica, y por lo que significan su forma y su sentido, que enfoca a la luz del lenguaje del buen decir, señal de una cabal preocupación en este buen hombre que, en su condición de intelectual y escritor, tiene una alta conciencia lingüística.

Pocos escritores dominicanos dan notaciones de un dominio de la normativa del lenguaje, de tal manera que la mayoría tienen que valerse de un corrector de estilo para que le corrija su obra, hecho que evidencia una falta de preocupación por el instrumento de comunicación y creación. Lo que estoy diciendo es un mal generalizado en los escritores dominicanos, disposición que debemos asumir como un reto para que se desarrolle la conciencia del lenguaje ya que nosotros, como escritores, intelectuales, profesores, académicos, comunicadores, usuarios ejemplares del idioma, tenemos en el lenguaje el canal de creación y, por consiguiente, hemos de dominar esa herramienta, no ya de manera superficial, sino con pleno conocimiento de los códigos de nuestra lengua.

Pues bien, al enfocar las claves narrativas en la novelística de Rafael Peralta Romero, voy a abordarlas pautas de creación que aplica en su literatura de ficción. Como buen narrador, nuestro distinguido periodista y novelista aplica una pauta narrativa para vertebrar sus relatos, cuentos y novelas, según procedo a detallar a continuación:

1.Uso de formas arquetípicas (enfoque del suceso cardinal que explica el comportamiento primordial).

2.Creación de expresiones simbólicas (simbolización de lo acontecido asociándolo a la fuerza ancestral que remite al inconsciente colectivo).

3.Interiorización de la conciencia (instalación del sujeto narrativo en el interior de los hechos o de los personajes para percibir el sentido de los acontecimientos).

4.Dramatización del hecho contundente (formalización de un lenguaje estremecedor que concite la identificación del lector).

5.Intuición de verdades narrativas (creación de verdades metafísicas que iluminan la conciencia).</ol>

En primer lugar, he podido apreciar en la novelística de Peralta Romero el uso de formas arquetípicas, es decir, el enfoque narrativo de un hecho que, al abordarlo, procura el suceso cardinal que le da novedad a las peripecias, una forma de explicar el comportamiento primordial de los predecesores, ya que según este procedimiento, los narradores experimentan la necesidad de contar las cosas como sucedieron al principio, es decir, procuran hallar el patrón del hecho que asumen como parangón primordial para apreciar la manera como lo hicieron los que nos precedieron, y eso implica cierta profundización en el sentido de la narración.

En segundo lugar, hay una creación de connotaciones simbólicas con la vocación de simbolizar hechos asociados a la fuerza ancestral, que remite al inconsciente colectivo.

En tercer lugar, el instinto narrativo conduce a Peralta Romero a curcutear en el interior de su conciencia, como podría advertir un lector agudo. Correlativamente, parte de la clave narrativa en nuestro narrador es la interiorización de la conciencia. En algunos de sus pasajes narrativos, el sujeto narrativo a ratos ausculta la conciencia del narrador, una forma de instalarse en los propios personajes para percibir el sentido de los acontecimientos. En estos textos hay datos para entender la filosofía de la narración subyacente en la narrativa de Peralta Romero.

En cuarto lugar hay una dramatización del hecho acontecido. Ya que se trata de una novela, en ella se narran varios hechos; en un cuento se narra un solo hecho; en un relato se narran dos o más hechos, que forman una historia; y en una novela se narran dos o más historias mediante episodio que narran varios hechos, aunque haya un hecho protagónico, que es el que guía al narrador para articular su trama en torno a ese hecho.

Y en quinto lugar, en las claves narrativas de este narrador aprecio una intuición de verdades de hechos, como hace la poesía, que ausculta verdades poéticas en las vivencias en procura de un esclarecimiento, que la narrativa efectúa en pos de verdades metafísicas, y esas verdades siempre iluminan la conciencia.

Técnicas de composición narrativa

Lo más importante en cualquier narración no es solo lo que cuenta, sino la forma como se cuenta, y esa forma se manifiesta en el empleo de técnicas y procedimientos narrativos. ¿Cuáles son las técnicas en las novelas de Rafael Peralta Romero?

1. Empalme de un hecho real con un suceso evocado. Mediante este procedimiento, nuestro autor combina el pasado y el presente en una asociación de hechos que el narrador empalma al mundo circundante: “Ráfagas de ayer lejano asoman tímidas ante el recuerdo. Una voz remota, insegura, quiere decirme el poema que yo escribí desde el claustro materno y cuyo olvido ha provocado una de las penas más íntimas de mi vida. Un niño llamado Lucas habría estado presente con otros familiares cuando mi madre exclamó un conjunto de frases que coparon de extrañeza y asombro a los presentes, tanto por lo poético como por lo conceptuosos. “Mi tía habla lenguas extrañas”, habría expresado el niño Lucas. “Misericordia, misericordia”, dijeron los adultos. Pienso que ese primer poema pude habérselo dedicado a Gilbert, pero es hasta ahora una especulación, una corazonada. Su hazaña marca el inicio de la ocupación gringa y ésta termina en el año de mi nacimiento y no creo que sea pura casualidad. No, no puede ser fortuita, pues la historia se mueve como un sistema en el que todos sus componentes actúan conforme a una correlación” (2).

2. Enfoque de la dimensión inédita de fenómenos y cosas, como sentir la música de lo viviente en medio de la naturaleza, una forma de poner en sintonía su sensibilidad espiritual con el aliento cósmico del mundo, como se pone de inferir del siguiente pasaje: “En un bosque poblado de uveros y almendros, frente a la Playa del Muerto, muy cerca del centro de la Ciudad, había unos árboles extraños, su rareza consistía en que producían música. Pero no me digas que todos los árboles lo hacen. Si claro, el origen de la música parte del movimiento de los árboles combinados con el viento, pero aquello era diferente. Brotaban verdaderas melodías, como conjunto de violines y flautas. Allí me pasaba horas deleitándome con esos conciertos naturales y todos los visitantes observaban silencio para disfrutar mejor el espectáculo. Yo vi allí músicos que acudieron con papeles pentagramados para copiar las bellas composiciones regaladas por la naturaleza. Iba mucha gente, pero a mi madre no le despertó gran interés aquello, salvo que no fuera para alegrarse de saber que cuando yo estaba allí, permanecía quieto como una estatua y que no me daba con inventar nada. De verdad, la música ejercía sobre mí un efecto seductor, quizás embriagante” (3).

3. Relación de los meandros mitificados de la realidad sociocultural, con la que da sustancia y sentido a su novelación: “La ciencia del bruto es estar callado, se oyó decir a una voz firmemente varonil, era un hombre con gran dominio de la escena, ancho de pecho, con brazos vigorosos y rojizos, hablaba rodeado de compueblanos que se desplazaron para ver el juicio. Él procedía de la zona del crimen y dijo lo que dijo, porque según él, la misma noche en que mataron a Dino Bidal la esposa de quien hablaba tuvo una visión, de acuerdo con la cual pasó Dino Bidal por el camino, frente a la casa, quejándose ay, ay, iba quejándose, añade el hombre, pero a la hora de la revelación ya lo habían matado. Ella, cuando nos despertamos por la mañanita me preguntó, después de contármelo “¿Tú crees que lo hayan matado?” Yo le respondí: “Yo no sé, la vida está llena de misterios”. En Guaco todo el mundo tiene la boca amarrá y yo no tengo que ser el lengua suelta, porque yo sé cómo son las cosas. Si a mí me hubieran encontrado esa noche, de seguro estuviera yo metido en el lío, porque yo soy que le guardo el bote a la guardia, o le guardaba, pues ni lo permita la Virgen que me vuelva a meter en eso. Pero, sea como sea, fue una muerte atroz. Yo siempre he dicho que el hombre debe morir cuando llegue su hora, aunque a veces hay muertes que el hombre se las busca” (4).

4. Narración objetiva, dramática y concitadora, concebida y realizada para exacerbar el ánimo del lector y lograr que se identifique con la trama de la narración de una historia vinculada a la realidad natural, social y cultural, como el mar, afín a la vida en Miches, y al caudal de intuiciones y vivencias de sus protagonistas, como su experiencia marina ya que es natural que en un habitante de Miches el mar esté presente en su visión del mundo porque ha crecido junto al mar, lo que indica que Peralta Romero escribe alimentado por vivencias conocidas desde niño: “El tiburón no usó toda su capacidad de movimiento, tal parece que se encontraba confundido, como si teniendo facultad de raciocinio se percatara de que cometió un error. El tiburón lucía fuera de sí, mientras el hombre actuaba conforme se moviera el pez, y lo hacía con derroche de agilidad y tino, tal vez confiando demasiado en sus brazos, recios como palo de guayabo. La gente de la costa siempre ha creído que el tiburón solo ataca después que se vira, lomo abajo, debido a que la mandíbula superior es más larga que la inferior, nunca podría morder, por eso todos corearon el grito en el momento, quizás el único, en que le animal enseñó su panza blanca, pues consideraron contados los días de Dino Bidal. O quizás las horas. Pero qué va, después de ese movimiento del pez, el hombre sacó sus reservas de destreza y dando un brinco montó sobre el lomo del tiburón como si de un cuadrúpedo se tratara. El pez aprovechó entonces para cambiar la dirección de su cuerpo y emprendió el nado mar adentro, que en el habla de los costeños es mar afuera. Pero las situaciones de grandes dificultades vuelven a los hombres valientes o más creativos, según lo que demanda la circunstancia y Dino Bidal no tenía otro camino que vencer a su enemigo antes que éste dispusiera de él” (5).

5. Narración de una temática vinculada a las vivencias cotidianas. La suya es una novelística inspirada en la experiencia social, histórica y cultural de su pueblo por lo cual, siendo de Miches, comarca esteña ubicada a la vera del mar, lógico es que el tema marino sea usual en su narrativa, con lo que esa dimensión de la naturaleza está presente en sus cuentos, relatos y novelas. La suya es una narración natural, fresca, limpia, espontánea y fluyente, libre de artificios compositivos y, por ende, de fácil percepción y comprensión. La técnica que usa el narrador es el empalme de un hecho real con un suceso evocado, eso quiere decir que de la realidad de la vida cotidiana puede surgir un hecho y ese hecho puede llamarle la atención al narrador, pero ese hecho después de asociarlo con un hecho del pasado que evoca, lo vincula al hecho presente, esa es una técnica narrativa apropiada que emplea a la que le saca provecho en sus creaciones; mediante ese procedimiento narrativo él combina el pasado y el presente en una asociación de acontecimiento que el narrador empalma al mundo circundante. Fíjense cómo el narrador contando un hecho se distrae entre comillas porque le llama la atención la música de la naturaleza, entonces indica que su sensibilidad está abierta para sentir las voces de las cosas.: “Ráfagas de ayer lejano asoman tímidas ante el recuerdo. Una voz remota, insegura, quiere decirme el poema que yo escribí desde el claustro materno y cuyo olvido ha provocado una de las penas más íntimas de mi vida. Un niño llamado Lucas habría estado presente con otros familiares cuando mi madre exclamó un conjunto de frases que coparon de extrañeza y asombro a los presentes, tanto por lo poético como por lo conceptuosos. “Mi tía habla lenguas extrañas”, habría expresado el niño Lucas. “Misericordia, misericordia”, dijeron loa adultos. Pienso que ese primer poema pude habérselo dedicado a Gilbert, pero es hasta ahora una especulación, una corazonada. Su hazaña marca el inicio de la ocupación gringa y ésta termina en el año de mi nacimiento y no creo que sea pura casualidad. No, no puede ser fortuita pues la historia se mueve como un sistema en el que todos sus componentes actúan conforme a una correlación” (6). Esa es una muestra de ese empalme de un hecho real a un suceso evocado; evocado no quiere decir imaginario, sino recordado.

6. Auscultación de la dimensión natural de fenómenos y cosas. Esta técnica entraña una manera de sentir el fluir de lo viviente en medio de la naturaleza, es decir, una forma de poner en sintonía la sensibilidad espiritual del narrador con el aliento cósmico del mundo, como se puede inferir del siguiente pasaje: “En un bosque poblado de uveros y almendros, frente a la Playa del Muerto, muy cerca del centro de la ciudad, había unos árboles extraños, su rareza consistían en que producían música. Pero no me digas que todos los árboles lo hacen. Sí, claro el origen de la música parte del movimiento de los árboles combinado con el movimiento, pero aquello era diferente. Brotaban verdaderas melodías como conjunto de violines y flautas. Allí me pasaba horas disfrutando de esos conciertos naturales y todos los visitantes observaban silencio para disfrutar mejor del espectáculo. Yo vi allí músicos que acudieron con papeles pentagramados para copiar las bellas composiciones regaladas por la naturaleza. Iba mucha gente, pero a mi madre no le despertó gran interés aquello, salvo que no fuera para alegrarse de saber que cuando yo estaba allí. Permanecía quieto como una estatua y que no me daba con inventar nada. De verdad, la música ejercía sobre mí un efecto seductor, quizás embriagante” (7).

7. Revelación de los entresijos socioculturales de la realidad cotidiana, es decir, el narrador conoce la realidad porque la ha vivido en su contacto directo con el mundo, con lo que ha sucedido. No vive inmerso en burbujas o conchas de cristal, sino que es un conocedor de la realidad social, histórica y cultural, y trata de captar la sustancia y el sentido de su experiencia de vida para llevarla a la novela, como lo ilustra el siguiente ejemplo:“La ciencia del bruto es estar callado, se oyó decir a una voz firmemente varonil, era un hombre con gran dominio de la escena, ancho de pecho, con brazos vigorosos y rojizos, hablaba rodeado de compueblanos que se desplazaron para ver el juicio. Él procedía de la zona del crimen y dijo lo que dijo, porque según él, la misma noche en que mataron a Dino Bidal la esposa de quien hablaba tuvo una visión, de acuerdo con la cual pasó Dino Bidal por el camino, frente a la casa, quejándose ay, ay, iba quejándose, añade el hombre, pero a la hora de la revelación ya lo habían matado. Ella cuando nos despertamos por la mañanita me preguntó, después de contármelo “¿Tú crees que lo hayan matado?” Yo le respondí: “Yo no sé, la vida está llena de misterios”. En Guaco todo el mundo tiene la boca amarrá y yo no tengo que ser el lengua suelta, porque yo sé cómo son las cosas. Si a mí me hubieran encontrado esa noche, de seguro estuviera yo metido en ese lío, porque yo soy que le guardo el bote a la guardia, o le guardaba, pues ni lo permita la Virgen que me vuelva a meter en eso. Pero, sea como sea fue una muerte atroz. Yo siempre he dicho que el hombre debe morir cuando llegue su hora, aunque a veces hay muertes que el hombre se la busca” (8).

8. Interiorización en la trama de escenas y personajes, es decir, en una narración realizada para que el lector se identifique con la trama de la narración de una historia con implicaciones humanas, como el siguiente pasaje:“El tiburón no usó toda su capacidad de movimiento, tal parece que se encontraba confundido, como si teniendo facultad de raciocinio se percatara de que cometió un error. El tiburón lucía fuera de sí, mientras el hombre actuaba conforme se moviera el pez, y lo hacía con derroche de agilidad y tino, tal vez confiando demasiado en sus brazos, recios como palo de guayabo. La gente de la costa siempre ha creído que el tiburón solo ataca después que se vira, lomo abajo, debido a que la mandíbula superior es más larga que la inferior, nunca podría morder, por eso todos corearon el grito en el momento, quizás el único, en que le animal enseñó su panza blanca, pues consideraron contados los días de Dino Bidal. O quizás las horas. Pero qué va, después de ese movimiento del pez, el hombre sacó sus reservas de destreza y dando un brinco montó sobre el lomo del tiburón como si de un cuadrúpedo se tratara. El pez aprovechó entonces para cambiar la dirección de su cuerpo y emprendió el nado mar adentro, que en el habla de los costeños es mar afuera. Pero las situaciones de grandes dificultades vuelven a los hombres valientes o más creativos, según lo que demanda la circunstancia y Dino Bidal no tenía otro camino que vencer a su enemigo antes que éste dispusiera de él. Por de pronto, el tiburón se encaminaba a su propio hábitat mientras el hombre se apartaba del suyo. Sabía que pelear en terreno del enemigo nunca ha resultado ventajoso, porque hasta el ambiente se torna hostil. De los tiburones, jamás se oyó historia grata y Dino Bidal lo conocía más que nadie, aunque disimulara su temor, si acaso lo albergaba. Todo su corazón, todas las células de su cuerpo, su espíritu todo, sobrecogidos, actuaron a una y dictaron, en el instante preciso, la recomendación que el momento demandaba, y el brazo firme y vigoroso del gladiador levantó el agudo cuchillo y lo clavó en el cuerpo del pez, en el punto medio entre la espalda y la cabeza y repitió la acción, hasta ver que la sangre restaba cristalinidad al agua y que su enemigo declinaba hacia los lados como un barco perforado en el fondo, cundo se hunde. Se agarró de las aletas, quiso detener la marcha, ahora sin rumbo, como pájaro con el vuelo interrumpido. “Ahora la sangre llamará a otros tiburones”, se dijo y actuó con prontitud para arrastrar hacia la orilla el casi cadáver de la temida bestia de los mares. Lo logró nadando con un brazo al tiempo que sujetaba con el otro la cola del moribundo. Cuando lo tendió sobre la arena, sacudió su cuerpo, sin soltar el cuchillo, abrió los brazos, miró hacia arriba y expresó con marcada fuerza interior: “Carajo, yo sé que tú no me fallas” (9).

9. Temas, historias y anécdotas vinculados a las vivencias cotidianas. Peralta Romero es un novelista que escribe sobre historias, hechos, sucesos, acontecimientos del mundo que le ha tocado vivir; por esa razón, su novelística está basada en la experiencia social, histórica y cultural de su pueblo. Este es un detalle importante porque él da cuenta de lo que ha vivido en su comunidad de origen y eso lo convierte, automáticamente, en un narrador dominicano por la temática que cuenta y, desde luego, por el lenguaje que usa. Miches, una comunidad marina de nuestro país, está presente en toda la narrativa romérica. Desde luego, su novelística tiene los rasgos de una narración natural, fresca, limpia, espontánea y fluyente, libre de artificios compositivos y, por ende, de fácil captación y comprensión: “Por de pronto, el tiburón se encaminaba a su propio hábitat mientras el hombre se apartaba del suyo. Sabía que pelear en terreno del enemigo nunca ha resultado ventajoso, porque hasta el ambiente se torna hostil. De los tiburones, jamás se oyó historia grata y Dino Bidal lo conocía más que nadie, aunque disimulara su temor, si acaso lo albergaba. Todo su corazón, todas las células de su cuerpo, su espíritu todo, sobrecogidos, actuaron a una y dictaron, en el instante preciso, la recomendación que el momento demandaba, y el brazo firme y vigoroso del gladiador levantó el agudo cuchillo y lo clavó en el cuerpo del pez, en el punto medio entre la espalda y la cabeza y repitió la acción, hasta ver que la sangre restaba cristalinidad al agua y que su enemigo declinaba hacia los lados como un barco perforado en el fondo, cundo se hunde. Se agarró de las aletas, quiso detener la marcha, ahora sin rumbo, como pájaro con el vuelo interrumpido. “Ahora la sangre llamará a otros tiburones”, se dijo y actuó con prontitud para arrastrar hacia la orilla el casi cadáver de la temida bestia de los mares. Lo logró nadando con un brazo al tiempo que sujetaba con el otro la cola del moribundo. Cuando lo tendió sobre la arena, sacudió su cuerpo, sin soltar el cuchillo, abrió los brazos, miró hacia arriba y expresó con marcada fuerza interior: “Carajo, yo sé que tú no me fallas” (10).

Recursos y procedimientos narrativos

Otro aspecto importante en la obra de Peralta Romero son los procedimientos narrativos, en los que aprecio un aporte, a mi juicio, de nuestro admirado escritor. ¿Qué aporte ha hecho este narrador a la narrativa dominicana? Veamos.

1. Procedimiento de verificación colateral. Es decir, cuando escribe, igual que cuando habla o cuenta un hecho, Peralta Romero va describiendo el hecho y, para que se entienda mejor, lo aborda en sus contornos como si le diera la vuelta al asunto, dando la impresión de que se sale de lo que está diciendo, que lo hace como un procedimiento al que le saca provecho, y eso no lo aprendió en ningún libro, ya que es su manera de decir y contar las cosas. A eso le llamo procedimiento de verificación colateral. Vamos a presentar un ejemplo de lo que esta manera de narrar enuncia: “Al regresar a casa, tras la jornada de trabajo, notó que el recibimiento de su esposa no tuvo la calidez de cada día. Más tarde supo que ella le había dejado una carta en la mesita de noche. Para que no se volara, fue pisada con una estatuilla, que de ordinario no iba en ese lugar. Ángel Amado comenzaba a intrigarse. Apareció algo extraño en la atmósfera hogareña. Se portaba como si la carta hubiese sido un objeto ardiente. Que sí era ardiente, pero jamás para quemar las manos. Si quemaba habría de lacerar más allá de la piel. Tomó la carta con miedo y leyó”.“Amado sintió considerable alteración en los movimientos del corazón, cuando entró a su correo electrónico y descubrió que en la lista de mensajes aparecía uno enviado por Yiraisis. “Vaya, me ha escrito”, expresó con sobresalto interior. Poco faltó para emular la emoción de Arquímedes cuando exclamaba: “¡Eureka!” El estímulo tuvo mayor justificación por el enunciado del asunto: En mi soledad te busco”, qué mejor de ahí. “La esperanza no ha muerto –reflexionó- ella está lejos, pero sigue pensando en mí, y qué frase más hermosa y rica de contenido la que le ha motivado el deseo de verme” (11).

2. Imbricación de datos de la realidad natural y la realidad social. Es decir, cuando cuenta un hecho, busca la relación del hecho con la naturaleza, que lo inserta en un ámbito natural, como se puede apreciar en esta muestra: “Acepta la idea, atribuida a García Márquez y repetida por Amado, de que venimos al mundo con los polvos contados, y polvo que se pierde, no se recupera. Repite la frase con naturalidad, lo que hubiera sido imposible en el pasado. También ha aprendido a clasificar los polvos: sencillo, todo incluido y polvo gritado. Como si pretendiera desquitarse todo el tiempo –dos décadas- en que le fue prohibido chillar durante el coito, grita como becerra herida y expresa ardientemente deseos, ruegos, agradecimientos y hasta maldiciones. Por ejemplo: “Maldito, ¿por qué tú no apareciste antes para que me hicieras venir de esta manera?”. La pausa fue suficiente. Solo hablaron hacia dentro. En el instante, se esparcieron en el ambiente las notas que sacaba del teclado un pianista, y se miraron con ternura. -¿No dirás nada? –expresó ella. –Te he oído, ahora me deleita esa música que complementa tu presencia. -¿Sabes una cosa? –dijo de nuevo la mujer. –No la sé, pero tú me la dirás, siempre me dices algo bueno” (12). 

3. Narración desde el punto de vista del narrador y la perspectiva de la sociedad. Es una narración en la que el narrador, cuando narra un hecho, puede contarlo desde el punto de vista de él o de un personaje y desde el punto de vista de algo que no son los narradores sino la ideología, la cultura, la idiosincrasia, es decir, la perspectiva desde la cual se narra, una diferencia sutil que a veces no es fácil diferenciarla pero son dos aspectos diferentes. El empleo del narrador omnisciente, que da cuenta de lo que se ve y lo que no se ve, que el novelista maneja con la destreza de un experimentado narrador: “La arena frente al cuartel fue el primer elemento que llamó la atención cuando llegaron a Guaco. El hoyo que sirvió para el primer entierro de Dino Bidal no quedó cubierto del todo y fue la primera comprobación por parte del Magistrado Lavandier de las informaciones de que disponía. Pensó en el perrito de que le habló Leticia Bidal, la hija de la víctima, y de la sospecha tonta que le manifestó la mujer cuando lo visitó para informarle la desaparición de su padre. “El perrito tenía razón”, pensó el Magistrado Lavandier. Tras el breve examen de la arena removida, en el lugar que señalara el perrito, de inmediato se dirigieron a la zona de manglares, penetrando por el caño, conducidos por Arismendy Mercedes, donde los familiares de DinoBidal verificaron la verdad de sus conjeturas y de lo informado hasta el momento por los testigos. Cavar en el lugar señalado por Arismendy, en medio de llantos y sobrecogimientos, condujo a la verdad más temida, que yacía bajo el cieno. No fue suficiente la astucia del cabo Martínez, todo quedó al descubierto, a pesar del fango y de lo oscuro. Esconder la verdad viene a ser, la mayor de las veces, tan difícil como retener el agua en un recipiente perforado, pero el cabo Martínez no estaba dispuesto a entender estas cosas. El cuerpo fue desenterrado y entregado por las autoridades a los deudos. Previamente el legista certificó las causas de la muerte precisando que Dino Bidal recibió golpe contuso en el cráneo y heridas punzantes en el tórax. El Magistrado Lavandier apreció la distancia del cuartel al manglar y recordó el magullón de Lorenzo Paredes, obtenido cuando cargaba el bote usado para penetrar hasta el recóndito espacio donde los guardias sepultaron por segunda vez a Dino Bidal” (13). 

4. Uso del recurso de la intertextualidad, con el que endosa a un hecho local algún pasaje memorable de una obra literaria, como la experiencia de Jonás con la ballena, según el texto bíblico. En la intertextualidad se va sobreponiendo o insertando historias diferentes a un texto narrativo mediante un hilo de conductor de diferentes situaciones con el manejo del tiempo y los personajes. Y a veces se dan superposiciones que robustecen la intertextualidad: “Por la playa de Juan Dolio andaba yo con mis cofrades una vez que apareció una ballena en la orilla, se varó entre rocas y entorpecida por la dificultad del retorno, murió. Quizás fuera una ballena diferente, un espíritu de contradicción, que en vez de entregar su cuerpo al océano, prefirió entregarlo a la tierra, si hubiese sido un ser humano, poeta tendría que ser. Lo cierto es que esta ballena le habían extirpado las vísceras, de modo que quedó bastante hueca y quién si no yo habría contado la historia de Jonás y siempre tuve envidia de esa hazaña. Convine con los demás muchachos que cerraran el vientre del animal cuando yo entrara. ¡Plaf! Sonaron las dos piezas de barriga cuando se juntaron y mis amigos intentaron mover el enorme cetáceo para echarlo al agua. Por ahí estaban Pedro Mir y Paquito Domínguez Charro, que eran jóvenes juiciosos, con cierto grado de madurez y detuvieron la operación. Dentro, ya me faltaba el aire y el olor no era el más grato. Durante muchos días algunos no me llamaron Chino, sino Jonás. Pedro Mir, como bien decía Paquito, era “un pagano incorregible”, se burló de forma más fina e inteligente, porque era un muchacho de inteligencia graciosa y un fino cultivador de la ironía. Y decía cosas como esta: “Oráculo de Yahvé, he aquí que envío a mi siervo Chino para continuar la obra de Jonás, y atravesará el océano en el vientre de una ballena muerta para llevar mi mensaje a los incrédulos, levántate Chino, permanecerás tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, pero yo estaré contigo” (14).

5. Empleo del metalenguaje como recurso narrativo. Se hace metalenguaje cuando se alude al lenguaje mediante la explicación de una palabra o un asunto idiomático. El narrador comenta en qué consiste el recurso que está empleando o algunos términos que usa, manejados como recurso narrativo: “Por la playa de Juan Dolio andaba yo con mis cofrades una vez que apareció una ballena en la orilla, se varó entre rocas y entorpecida por la dificultad del retorno, murió. Quizás fuera una ballena diferente, un espíritu de contradicción, que en vez de entregar su cuerpo al océano, prefirió entregarlo a la tierra, si hubiese sido un ser humano, poeta tendría que ser. Lo cierto es que esta ballena le habían extirpado las vísceras, de modo que quedó bastante hueca y quién si no yo habría contado la historia de Jonás y siempre tuve envidia de esa hazaña. Convine con los demás muchachos que cerraran el vientre del animal cuando yo entrara. ¡Plaf! Sonaron las dos piezas de barriga cuando se juntaron y mis amigos intentaron mover el enorme cetáceo para echarlo al agua. Por ahí estaban Pedro Mir y Paquito Domínguez Charro, que eran jóvenes juiciosos, con cierto grado de madurez y detuvieron la operación. Dentro, ya me faltaba el aire y el olor no era el más grato. Durante muchos días algunos no me llamaron Chino, sino Jonás. Pedro Mir, como bien decía Paquito, era “un pagano incorregible”, se burló de forma más fina e inteligente, porque era un muchacho de inteligencia graciosa y un fino cultivador de la ironía. Y decía cosas como esta: “Oráculo de Yahvé, he aquí que envío a mi siervo Chino para continuar la obra de Jonás, y atravesará el océano en el vientre de una ballena muerta para llevar mi mensaje a los incrédulos, levántate Chino, permanecerás tres días y tres noches en el vientre del cetáceo, pero yo estaré contigo” (15).

En algunas de sus novelas, como en Pedro el cruel, el narrador presenta varias voces y eso le da vitalidad y verismo, por los matices sugerentes y las versiones y expresiones diferentes de cada locutor, en cada parlamento, que aporta una manera peculiar de compartir la realidad de los hechos. El narrador omnisciente lo sabe todo y puede penetrar en el interior de los personajes, como lo hace con naturalidad Peralta Romero.

Como escritor, Peralta Romero suscribe estéticas de tres movimientos literarios : usa el lenguaje popular, y ese hecho hace que él, como narrador, se vincule al Criollismo, por los datos del habla criolla; plantea la vinculación entre la realidad y la fantasía de los protagonistas, lo que lo vincula al Realismo mágico; y por la interiorización en la conciencia de sus personajes, se convierte en un escritor del Interiorismo.

Estamos, sin duda, ante un singular narrador, creador de una ejemplar obra de ficción y, desde luego, titular de un rico arsenal narrativo hermosamente fraguado.

 

Bruno Rosario Candelier
Encuentro del Movimiento Interiorista

Santo Cerro, Ateneo Insular, 24 de julio de 2016.

Notas:
1. Rafael Peralta Romero formó parte del Grupo de Literatura Infantil “Pedro Henríquez Ureña”, que coordinara Oscar Holguín-Veras bajo la inspiración del ideario interiorista del Ateneo Insular en la capital dominicana. Oriundo de Miches, estudió en el seminario diocesano de Licey al Medio y en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se graduó de periodismo. Ha publicado: Ella y tú, Santo Domingo, Ed. Gente, 2015. Diablo azul, Santo Domingo, Ed. Gente, 1992. Círculo de espera, S, Domingo, Ed. Nacional, 2012. Residuos de sombra, S. Domingo, Cocolo Ed., 1997. Los tres entierros de Dino Bidal, S. D, Manatí, 2000. Cuentos de visiones y delirios, S. Domingo, Gente, 2001. Memorias de Enárboles Cuentes, S. D., Manatí, 2004. El conejo en el espejo, Santo Domingo, Ferilibro, 2006. Cuentos de niños y animales, S. Domingo, Norma, 2007. Punto por punto, Santo Domingo, Ed. Colonial, 2008. De cómo Uto Pía encontró a Tarzán, S. D., SM, 2009. A la orilla de la mar, Santo Domingo, Gente, 2011.Pedro el Cruel, Santo Domingo, Ed. Nacional, 2013. La paloma dálmata, S. Domingo, Ed. CP, 2015.
2. Rafael Peralta Romero, Memorias de Enárboles Cuentes, pp. 101-102.
3. Rafael Peralta Romero, Ibídem, p. 62.
4. Rafael Peralta Romero, Los tres entierros de Dino Bidal, Santo Domingo, Editorial Gente, 2009, pp. 100-101
5. Rafael Peralta Romero, Ibídem, pp. 36.
6. Rafael Peralta Romero, Ella y tú, Santo Domingo, Ed. Gente, 2015, p. 153.
7. Rafael Peralta Romero, Ella y tú, pp. 78.
8. Rafael PeraltaRomero, Los tres entierros, p. 84.
9. Rafael Peralta Romero, Memoria de Enárboles Cuentes, S. D., Manatí, 2004. p. 50.
10. Rafael Peralta Romero, Los tres entierros, p. 37.
11. Rafael Peralta Romero, Ella y tú, p. 79.
12. Rafael Peralta Romero, Ella y tú, p. 50.
13. Rafael Peralta Romero, Los tres entierros, p. 85.
14. Rafael Peralta Romero, Memoria de Enárboles Cuentes, p. 50.
15. Rafael Peralta Romero, Ibídem, p. 69.