Claves de la intuición mística en la lírica de Rocío Santos

Por Bruno Rosario Candelier

A Ramón Antonio Jiménez,
Quien vive imantado al Infinito.

 

Son tus alas el sostén de esta llama.
Mientras despierto me vuelvo
para ver
que ya no soy quien aguarda.
Somos más que aquel aliento de vida
perdido en la memoria de la nada.
(Rocío Santos)

El poemario de Rocío Santos, Una gota en el mar(1), canaliza en una lírica impregnada de imágenes y símbolos arquetípicos las vivencias entrañables de una sensibilidad profunda en las que manifiesta una alta ponderación de lo viviente, una interiorización de la conciencia y una intuición mística del mundo, dimensión esencial para entender la onda de lo divino desde lo material hasta lo espiritual.

En la solapa de esta auspiciosa obra poética escribí: “Rocío Santos emerge al escenario de las letras nacionales con una voz fresca, original y auténtica, sumando su talento intelectual, su vocación artística y su luminosa personalidad al cauce fluyente y cautivador de la lírica trascendente. Desde el fuero de su sensibilidad espiritual y el ámbito de su inclinación estética, esta nueva creadora de las letras mocanas ausculta el fluir de lo viviente y la dimensión sutil de fenómenos y cosas a la luz de la onda metafísica y mística que el Interiorismo postula y promueve para hacer del arte de la palabra, como lo plasma Rocío Santos, una fuente de los más altos ideales de la conciencia cósmica. Integrante del grupo literario “Octavio Guzmán Carretero”, del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular en Moca, esta nueva portalira de la creación poética da cauce y sentido a la tradición artística de su familia y a la tradición literaria de la mocanidad, dando un nuevo aliento al cultivo de la intuición mística. Creadora auspiciosa para las letras dominicanas, Rocío Santos encauza en Una gota en el mar una rutilante llama de la sabiduría espiritual del Numen”.

Rocío Santos expresa en su lírica señales provenientes de lo no visible, en virtud de su sensibilidad trascendente con que captura verdades profundas de las ondas misteriosas. Ella sabe muy bien que tenemos un fecundo pasado, un presente cautivador y un hermoso destino y, con el arte de la poesía, el lenguaje de la mística y el amor divino, encauza la honda apelación de su íntima urdimbre.

En efecto, en su lírica mística Rocío Santos trilla el camino que conduce hacia la interiorización de la conciencia mediante la auscultación del sentido y, con el modo de creación que asigna a la teopoética una amorosa atención a la realidad trascendente, consigna su alta concepción de lo viviente. En su visión estética, metafísica y simbólica, hasta la nada se resiste a seguir no-siendo por lo cual, en la simbología de nuestra poeta, la persona lírica lucha para potenciar el sentido existencial de fenómenos y cosas:

Ya no hay dentro ni fuera
en Ti todo es paz,
mientras florecida en Ti
grita con fuerza el alba.
Contra tu mar
la nada batalla
y de un sigilo prende mi alma
Mas ya no hay miedos,
ni sombras, ni espumas, ni anclas…
Uno, en perfecta armonía calma.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 37).

Rocío Santos enrumba hacia su más alto sendero la tradición mocana de la creación poética. Moca tiene un puesto relevante en las letras dominicanas; de hecho, los movimientos literarios que han tenido vigencia y significación en nuestro país cuentan con representantes mocanos. Lo que ese gran pueblo del Cibao ha hecho por las letras hay que rastrearlo en los autores que se han destacado en el escenario literario. Desde los años 30 del siglo XX, la Villa del Viaducto ha parido valiosos creadores en el arte de la creación poética, siendo Manuel Valerio la figura procera cuya lírica metafísica se encima en la cumbre de la poesía dominicana. Esa huella poética ha sido retomada, con renovados aportes literarios, por valiosos creadores mocanos entre los cuales sobresalen Freddy Bretón, Sally Rodríguez, José Frank Rosario, Iki Tejada, Pedro Ovalles, Carmen Comprés, Camelia Michel, Gerardo Mercedes, Roberto Miguel Escaño y Fari Rosario, a los que se suman los hermanos Juan y Rocío Santos (2). Todos los autores citados, desde la gestación del Movimiento Interiorista, han abordado la vertiente creadora que orillaron los escritores de poesía metafísica, mitopoética y mística.

Las estéticas de la trascendencia han propuesto modos de creación que han superado las estéticas de la inmanencia establecidas por los grandes movimientos del pasado, como el Romanticismo, el Realismo, el Criollismo y el Socio-realismo, tendencias que pusieron su proa en la realidad sensible para abordar el mundo circundante desde la instancia de la inmanencia; y los movimientos literarios que han puesto su atención a la faceta opuesta a la inmanencia, que es la trascendencia, como el Misticismo, el Simbolismo, el Trascendentalismo y el Interiorismo, han dirigido su mirada hacia la dimensión interna, esencial y mística de lo viviente, cuyo ideal estético enseña que todo ser ocupa un lugar en el Universo y, en tal virtud, estamos instalados en un espacio-tiempo con la posibilidad de acceder a vetas y señales profundas bajo el contacto con lo viviente, ya que cada uno tiene una conexión con todo y, desde el interior de nuestro ser, nuestra conciencia entra en comunión con la dimensión sensorial de fenómenos y cosas, o con la dimensión sutil de las emanaciones sensibles que irradian las fuerzas estelares, como lo expresa en su modo lírico la agraciada poeta mocana.

Las palabras producen un eco en el corazón humano, y la poesía, como expresión estética del lenguaje, ahonda en los meandros interiores de la conciencia y genera altas vivencias que el hombre experimenta cuando se pone en contacto con el mundo, o cuando abre su intuición y sus sentidos para captar y expresar cuanto percibe de la realidad trascendente y, sobre todo, para intuir su propia verdad poética. Cuando el amor fluye en la sensibilidad, todo adquiere valor, encanto y sentido con un fuego entrañable o una intuición de vida, cifrada en una verdad poética. La verdad poética es un hallazgo de la intuición con un singular aprendizaje para sintonizar la certeza de las cosas y la relación que se establece entre nuestra interioridad y la realidad del mundo circundante, como en su forma estética y simbólica expresa nuestra poeta:

Con sigilo peligroso te acercas a mí
ave gris
inmolada eres en el sueño de la noche
mas, tu transfigurado espanto inmaterial
grita una memoria perdida.
Tu eco retumba en la mañana
en la que estás inmersa en mí
dejando aquí un canto distinto
en el ojo encendido
que transita los caminos de mi ser.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 44).

Cuando nuestra energía entra en contacto con la energía de lo viviente, se produce una chispa activadora de la creación para que el contemplador canalice lo que siente ante el fluir de fenómenos y cosas. Lo que les estoy diciendo es lo que ha hecho Rocío Santos al asumir la palabra con un propósito creador, no solo para testimoniar la llama interior que la subyuga, sino para encauzar su visión estética y mística de lo viviente con la singular dotación que la Energía Espiritual del Mundo la distingue como amanuense del Espíritu o interlocutora de verdades y mensajes provenientes de los mundos sutiles, o de los susurros y emanaciones sensoriales y supra-sensoriales del Universo.

Dotada con tres dones singulares, la gracia mística, la gracia poética y la gracia de la hermosura, este ángel de luz sabe sentir y entender lo que el Destino le ha reservado, porque a Rocío, como a cada uno de nosotros, el ordenamiento superior del Cosmos la sorprende con especiales apelaciones dirigidas al crecimiento del espíritu. La alquimia divina que inspira lo grande y hermoso de la vida, permea la lírica de Rocío, índice y cauce de ondas místicas con la irradiación cósmica inmersa en sus entrañas. Para que eso acontezca, es necesaria la participación de determinados circuitos interiores de las neuronas cerebrales, que traumáticos episodios atizan para poder sintonizar imágenes y símbolos procedentes de la cantera infinita que tocan nuestra sensibilidad con las especiales estelas de la Fuente primordial. Se trata de señales, imágenes, sonidos, celajes y mensajes secretos, indescifrables para la mayoría de los mortales, que tocan nuestra sensibilidad o espabilan nuestra conciencia; y son los poetas, con la sutileza del poder receptivo de sus antenas interiores, quienes captan esas señales secretas para plasmarlas en el lenguaje de la poesía, que los exégetas y filólogos interpretamos.

A menudo la poesía resulta indescifrable para el lector común porque su lenguaje es un idioma diferente al idioma ordinario, como es el lenguaje de las imágenes, complejo y sugerente, que amerita estudiarlo para entender las complejidades poéticas de su entramado intuitivo, como es el lenguaje de la metafísica, que formaliza las percepciones profundas de la realidad trascendente y los símbolos místicos de la sabiduría espiritual del Universo. Los antiguos griegos llamaron Numen a esa sabiduría cósmica registrada en ignotas capas ocultas del Universo, porque todo está registrado en el ordenamiento del Cosmos en una memoria del saber acumulado que de alguna manera toca nuestras puertas, pero la mayoría de los humanos no tienen desarrollada su sensibilidad trascendente para sentir esos efluvios de la trascendencia. Los poetas con singulares vivencias, como las que experimenta Rocío Santos y canaliza en esta obra lírica, mística y simbólica, evidencia que ha sido dotada de singulares atributos, razón por la cual decía Platón que los poetas son intermediarios de los dioses y las musas para canalizar las verdades del infinito, ya que a través de su intuición y su poder de recepción pueden acceder al cauce de la revelación mística mediante la interiorización, el silencio y la contemplación para plasmar el encanto de la belleza con el fulgor del sentido, y pueden expresar el fluir de su propia interioridad, como lo hace esta nueva portalira, que ausculta su propia conciencia para sentir el mundo en su genuina dimensión y sintonizar desde su íntimo ser el Ser del mundo, con una huella de la conciencia sutil, la llama impoluta de la pureza mística y, desde luego, con la expresión sagrada de la Divinidad. Esa es la grandeza de la poesía metafísica y la lírica teopoética, que esta amartelada poeta nos brinda en su mensaje sublime. Esa es la importancia del arte que profundiza los niveles de la conciencia y ausculta los mundos esenciales y sutiles, que están a nuestro alcance, para cuya percepción necesitamos desplegar las antenas de la sensibilidad y la conciencia conectadas con el mundo de lo no visible y percibir, no ya las manifestaciones tangibles, sino las ondas intangibles que dan sentido y trascendencia a la gran poesía y que, en esencia, permite a los poetas crear una obra que genere la emoción estética y la fruición espiritual.

Cuando el aletazo del Misterio roza la conciencia, nos brinda la opción de seguir orillando el cauce profundo de la cantera infinita.

En su experiencia de vida y creación, esta nueva poeta interiorista cultiva la interiorización, el silencio, la contemplación, la verdad profunda, la belleza sutil, la imagen interior, el símbolo arquetípico, la irradiación mística y la unificación cósmica, aspectos que comprenden las claves místicas de su decálogo poético, según paso a explicarlo a continuación.

Interiorización. Rocío Santos acude a la interiorización de la conciencia para auscultarse a sí misma, profundizar en la esencia de fenómenos y captar el sentido de los efluvios trascendentes. Quien experimenta fenómenos de conciencia, afina su intuición, cambia su visión del mundo y se abren sus sentidos metafísicos para apercibir el arcoíris de un horizonte espiritual inconmensurable, como le acontece a Rocío. Todo se conecta cuando somos tocados por la onda indescriptible de la Esencia sutil. Se descubre que hay una conexión en todo, un propósito en todo y un sentido en todo. La conexión mística de lo viviente es el sentido. Por eso la estética interiorista privilegia la vertiente esencial y mística mediante un proceso la interiorización. Se trata de despertar los niveles de conciencia para que cada uno encuentre y modele el cauce de su ruta hacia lo eterno. En la presentación de su poemario en Moca, Rocío Santos dijo: “La única manera de lograr los cambios verdaderos es ir hacia dentro porque todo lo demás empieza a desmoronarse y la forma de percibir la vida y el entorno es distinto: la dirección cambia, la conciencia cambia si empezamos a vernos hacia dentro y poder descubrir lo que realmente Es” (3). Poéticamente lo expresa de la siguiente manera:

Eres la mies infinita
que avanza y ahonda en su camino.
No hay muerte
solo una senda que recorrer
materia y luz se funden
para afluir a una experiencia.
Renacer y retornar es nuestro camino.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 62).

Silencio elocuente. Escrito el poemario después de un proceso de interiorización concebido en un estado expandido de conciencia, la autora descubre un mundo diferente al ordinario, vivencia que no siempre las palabras pueden expresar porque se trata de una experiencia inefable. En Rocío Santos el silencio es elocuente en términos estéticos, intelectuales, imaginativos, espirituales y creativos, porque experimenta una vivencia mística bajo un estremecimiento de fulgores. Se trata de vivir momentos de infinito en un silencio que hace posible la comprensión de lo inefable, que la poeta siente y disfruta en su dimensión sagrada al tener las mejores y más fecundas vivencias del espíritu. De hecho, las grandes experiencias espirituales precisan del silencio, la soledad y la contemplación, ya que en el ruido, el reperpero y la dispersión no hay manera de contemplar, para conectarse a la Energía divina y después crear. Hasta para leer el silencio favorece y, desde luego, para “sentir en el espíritu”, componer y escribir.

Hay palabras que les llegan a los poetas cuando escriben y misteriosamente a veces ni ellos saben que usan expresiones con imágenes y símbolos arquetípicos. Por eso el silencio elocuente de la vivencia mística, la contemplación espiritual y la creación teopoética es ucrónico y utópico, es decir, se vive fuera del tiempo y del espacio. En griego la partícula u quiere decir ‘sin’, y cronos, ‘tiempo’. Ucrónico significa ‘fuera del tiempo’, ‘al margen del tiempo’ o ‘sin tiempo’. Y topos significa ‘lugar’ o ‘espacio’, por lo cual “utópico” es lo que no tiene asidero. Para contemplar, meditar y crear hay que situarse fuera del tiempo ordinario y vivir el espacio interior de la conciencia, el tempus metafísico de místicos e iluminados. En el silencio fluye la energía, se activa la intuición y se captan las señales metafisicas. El silencio es energía y, en tal virtud, integra una energía concentrada, un susurro sutil, un murmullo inconsútil con el eco de la llama incorpórea inmersa en la conciencia, en la “soledad sonora” de las cosas que hablan, con la quietud que atiza la conciencia. El silencio convoca la energía secreta de la Creación. Por eso el silencio se asocia a la mística, vocablo procedente del verbo griego mieyn, que significa ‘cerrar la boca para hacer silencio’ y, en silencio sentir la voz del Contemplado, los efluvios sutiles de la Creación y la voz interior de la conciencia, que es lo primero que se escucha en estado de silencio; por eso quien hace lo indebido no soporta el silencio porque no quiere escuchar la voz que martilla la conciencia. Los místicos buscan el silencio para “sentir en el espíritu” y conectarse al Centro zaherido de la Luz. Y los creadores lo hacen para captar la voz de las cosas, sentir el fulgor de lo viviente o el esplendor del mundo. Cuando las aves se recogen en la noche, permanecen en silencio para sentir el susurro cósmico y, al amanecer, cantan proclamando el gozo de sentir la fascinación de lo creado o destello de lo viviente. En la lírica mística de Rocío Santos el silencio encarna una inefable experiencia interior:

Se cuela una luz plateada
sobre tu plataforma celeste
cual relámpago irrumpen los fulgores
iluminando en el silencio Tu sol alado.
Encendidas las siete copas de Tu infinita pureza
ardes en el canto de cada parámetro de Tu esencia
y su trinar cristalino te eleva para amanecer…
Así se esfuma
la gran noche de tu alma.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 53).

Contemplación amorosa. Desde una mirada contemplativa del derrotero existencial, la vida se puede otear como un viaje hacia la plenitud de lo viviente, hacia la Eternidad. Cada uno tiene su propia ruta, con su historia y sus peculiares condiciones materiales y espirituales. En ese tránsito físico y metafísico, la mente intuye un cauce que la poesía, el arte, la religión, la filosofía y la espiritualidad ayudan a perfilar como lo hacen la creación poética, la vivencia religiosa o la experiencia mística. Tenemos unaconexión sutil con la Esencia infinita. Cada uno experimenta apelaciones entrañables y en su momento intuye su vocación y la forma de su realización. A todos nos llegan señales y mensajes de la trascendencia. Se trata de una singular dotación de la que pocos advierten su alcance por su inmersión en faenas cotidianas o en preocupaciones estresantes. Pero quien tiene conciencia de sí mismo, del sentido cósmico y de los dones recibidos, como indican estos poemas de Rocío, va en pos de la irradiación metafísica de lo viviente. Mediante una ardiente contemplación amorosa nuestra poeta descubre no solo el encanto sensorial del mundo, sino el sentido subyacente de fenómenos y cosas, consciente de que todo va dirigido hacia la realización de lo pautado por el ordenamiento cósmico. Cuando se despliega la conciencia, vemos lo que nos corresponde entender, motorizar y realizar. Y se activa la energía creadora en armonía con la naturaleza de las cosas, para hacer el aporte de la intuición al cauce infinito de la conciencia trascendente, como lo hace Rocío Santos en los siguientes versos:

Como caudal de agua
brotas en la oscuridad.
Siempre unida a Ti
por hilos de plata.
Entre dos mundos navego,
en agua y fuego vengo,
con un canto despierto,
en Tu luz yo duermo.
De un lado a otro te mezo
y te vuelvo a mí en un sueño.
En este devenir te tengo.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 21).

Verdad profunda. Hay un mundo de lo no visible hacia el que vamos en ruta inexorable, según revela esta lírica mística. Se trata de entender el rumbo de nuestra existencia junto al descubrimiento de mensajes que tienen significado para nuestra conciencia por lo cual nos corresponde descubrir, desde nuestras intuiciones y vivencias, la verdad que edifica y la belleza que conmueve. Cuando una verdad metafísica toca el hondón de la sensibilidad y el fuero de la conciencia, bajo la intuición de la soledad sonora, el silencio interior o la contemplación mística, se experimentan hondas resonancias espirituales. Rocío sabe que hay experiencias que, aunque contraproducentes y negativas, tienen un alto propósito que a menudo desconocemos, como el de concitar diferentes estadios de conciencia. Nuestra poeta sabe que las adversidades y penurias activan la conciencia, pues como decían los antiguos romanos, “Intellectus desperatus discurrit” (“El intelecto, desesperado, discurre”), una manera de decir que cuando estamos en apuros sacamos de abajo, que es una de las secuelas positivas de contratiempos, traumas y dolencias, que además nutren el arte de la creación y activan la vocación creadora. Se trata de circunstancias indeseables que ocurren para un fin, pues como dijera Leucipo de Abdera, el antiguo pensador presocrático, nada sucede por azar, sino por razón o necesidad. La sabiduría espiritual del Cosmos o los planes secretos del Destino tienen modos peculiares de manifestación para mostrarnos lo que debemos aprender. Todo acontece en su momento preciso y en la forma como conviene que acontezca para que sepamos encauzar el proyecto pautado por la Energía Superior del Universo. Quien procura el disfrute de la belleza sutil bajo el trasfondo de fenómenos y cosas, descubre verdades metafísicas y verdades poéticas que el lenguaje de la poesía formaliza en imágenes y símbolos, como lo evidencia Rocío:

En el ojo del Espíritu habitas
y yo una gota en Tu inmensidad
Tú en la experiencia
que siempre escucha
omnisciente, omnipresente
¿Quién me trae a tu mundo?
Mas, ¿quién me funde en tu instante?
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 39).

Belleza sutil. Los antiguos contemplativos aludían a la dimensión física y espiritual de la belleza como canal de gracia y luz. Con una alta valoración de la belleza trascendente, los místicos occidentales sustentaron la idea de que el esplendor de lo viviente es un reflejo de la gracia divina que, entre otros efectos, atiza nuestra dotación espiritual para buscar lo que trasciende y permanece. Se trata de sentir la belleza que cautiva los sentidos con la llama de lo divino. Para esos iluminados la elevación espiritual es una meta inexorable de manera que el sentimiento de la belleza sirva de vía de iluminación de los sentidos en procura del ascenso interior de la conciencia. Es una forma de decir que quien experimenta el sentimiento de lo bello usufructúe la dimensión espiritual de la Belleza sutil, afín a la valoración mística. Lo bello es un reflejo de lo divino mismo, y el sentimiento de la belleza culmina en Dios. Esa belleza inmarcesible mueve la sensibilidad espiritual de Rocío Santos:

En tus vibraciones me elevo,
oh ángel
y en tu presencia plácida
entre las planicies de un Reino
camino y callada te veo.
Como un destello de mañana
en tus ojos mi reflejo despierto,
abrigas en el presente
lo que tejo en mis sueños.
Tras tu ventana soy yo quien habito
mas en las mías te siento
fundida en un regreso del cual amanezco
y me vuelvo a este suelo.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 42).

Imagen interior. La poeta mocana sabe que la imagen puede interpretarse de manera diferente, pues depende del talante del contemplador para percibir el fulgor de lo viviente. Por eso en su poesía habla del agua, uno de los elementos más puros que asume como símbolo de la Creación porque el agua muestra cómo proceder sin fricción en la vida, acoplándose al fluir de las cosas para que todo sea como es. En el acto de presentación de su poemario, nuestra poeta dijo que todo lo que ocurre aquí y ahora aporta una lección edificante. A veces ocurren hechos que hacen que nuestro genio corcovee, y no nos damos cuenta del trasfondo. Por eso nuestra poeta invita a interiorizar hacia dentro para que nuestra conciencia despliegue sus antenas perceptivas y veamos el mundo con su encanto y su sentido, según lo vive en su dintorno:

El corazón me despierta mientras duermo
en un giro me elevó desde el vientre eterno
su estruendo de relámpago
se fundió en mi centro
y en el silencio me escapé
de este mar tempestuoso,
para liberar su canto dentro del mío,
para darme a luz
reverdecida en mi centro.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 51).

Símbolo arquetípico. Las grandes experiencias se viven desde dentro, como entiende Rocío, desde el propio centro, y son personales, singulares e intransferibles. En su momento, todos germinaremos como el árbol, que muere para renacer en otro retoño de sí mismo. Como símbolo arquetípico del crecimiento físico y metafísico, el árbol es un magnífico ejemplo de la auto-superación. Crecemos hacia fuera y hacia dentro. Hacia fuera, en lo material, como un repollo de lo visible; y hacia dentro, en lo espiritual, como un retoño de la conciencia. Mediante el caudal de símbolos, como se aprecia en Una gota en el mar, podemos compartir una experiencia espiritual sublime, fecunda y luminosa, que la poesía, el arte y la mística propician para nuestro crecimiento:

Exhala la flor el eterno secreto que la forja
en espirales flotantes cabalga el arco iris
resplandeciente,
cual celestino reflejo se funde con tierra
para brotar como una flor.
El fractal desnudo azul violeta
se aleja desde Sol y vierte todo lo que es
Amor…Vida que emerge desde Él para ser
en el vientre eterno de la tierra.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 57).

Irradiación mística. El halo de una Presencia inefable atiza nuestra búsqueda mística, que desemboca en la comprensión del Amor, la más alta vibración que nos enlaza a todos con el Todo en una unificación de la conciencia individual con la Conciencia cósmica. A la expansión de la conciencia y la plenitud de los sentidos se llega con la irradiación de la gracia y la asunción de ideales en conexión con lo divino. Esa conciencia unificada de uno con el Todo como centro de la Creación, raíz de la condición divina de nuestra esencia, explica nuestra procedencia de la Energía infinita, a la que estamos integrados bajo el ordenamiento de lo viviente que nos permite ser a nuestro modo hasta hallar el cauce adecuado, según concibe la poeta mocana:

Nos susurran los ecos
de otros mundos
mientras dormimos resuenan
niño… no existe separación…
es una ilusión que has creado
devienes del todo y eres en Él…
Todo lo creado es una canción
entonada al unísono.
Eres en el Espíritu
que se mueve a través de todo.
Eres en cada gota, en cada espacio.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 59).

Unificación cósmica. Se trata de una poesía en la que nuestra autora ha puesto su mirada, no tanto en la realidad real, sino en la realidad trascendente, porque ha interiorizado en su conciencia la dimensión esencial y ha puesto su atención en las vivencias interiores y los fenómenos metafísicos que generan singulares experiencias vinculadas al crecimiento del espíritu con la Belleza que embriaga y la Verdad que eleva. Se trata de la creación de una poesía con una visión mística del mundo y una línea congruente con la onda de la intuición trascendente, mediante una unificación con el Todo, como lo vive y practica Rocío Santos según indican estos ardorosos versos:

Y voy como un canal de retorno a Ti.
Llevo lo que deviene desde el Todo
…desde mí a Ti,
mientras impetuoso y desde lo más angosto
emerge la primavera
como un eco de tiempos inmemorables
que retumban
desde las profundidades para ser…
Así me vierto,
germino en Ti y en  todo lo que es.
(Rocío Santos, Una gota en el mar, p. 61).

En efecto, todo tiene su cauce en el concierto de la Creación, como una gota en el mar inmenso de la Divinidad. Rocío Santos enseña que somos portaestandartes del Destino, que pauta nuestros pasos hacia un alto sendero. La energía que el Espíritu estampa en la esencia del Logos hace que la estela del Amado fragüe en nuestra conciencia un singular designio. La obra poética de esta singular creadora es un pálido reflejo de lo que la agraciada poeta vive en sueños, visiones y revelaciones, como lo indican el cauce de sus imágenes y símbolos, y el lenguaje arquetípico del Proto idioma de la poesía.

Rocío Santos se ha articulado a la más hermosa tradición poética de nuestras letras con su creación lírica, estética, mística y simbólica, y no dudo de que sea grandioso lo que puede aportar, no solo por su talento intuitivo y su nexo con la conciencia cósmica, sino por su sensibilidad espiritual y su vocación amorosa. El arte de la creación poética es abierto y sugerente mediante el concurso de la intuición y, quien tiene una dotación estética y espiritual puede intuir y canalizar la más honda expresión de la inteligencia sutil y la sensibilidad estremecida. Este auspicioso brote de su creatividad lírica tiene la huella de lo Alto con el signo del amor ágape tónico en conexión con la Esencia infinita.

¿Qué ámbito de cielo brilla en sus pupilas? ¿Qué fuego áurico se anida en su pecho?   Dije que Rocío Santos es la nueva portalira de las letras dominicanas. Ahora digo que hay un faro en sus manos y un pincel en su mirada. Lumbre de lo Alto, la llama que fluye en su alma canaliza en su lírica el fulgor de lo Eterno.

Bruno Rosario Candelier
Encuentro del Movimiento Interiorista
Centro de Espiritualidad San Juan de la Cruz
Moca, Rep. Dominicana, 27 de agosto de 2016.
Notas:

(1) Rocío Santos, Una gota en el mar, Santo Domingo, Ministerio de Cultura, 2015.

(2) La autora de este poemario, Rocío María Santos y Santos, nació en Moca, provincia Espaillat, República Dominicana, el 25 de enero de 1985. Realizó sus estudios básicos en el Hogar Escuela La Milagrosa, de su pueblo natal, donde reveló aptitudes para el canto, integrándose al coro de ese centro escolar. Realizó los estudios secundarios en el Liceo Vespertino de Moca, donde ganó el concurso del “Recital de Poesía”. En el 2008 obtuvo el título de licenciada en derecho por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago. Realizó cursos de maestría en legislación inmobiliaria. Forma parte del grupo cultural Rincón del Arte y del grupo literario Octavio Guzmán Carretero, del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular. Poemas suyos figuran en la Antología de la poesía contemporánea en Moca y en A la zaga de su huella, poesía interiorista del Ateneo Insular (2015).

(3) Palabras pronunciadas por Rocío Santos en la presentación de su poemario Una gota en el mar, durante el acto efectuado en la Biblioteca Municipal de Moca, el sábado 30 de julio de 2016.