Barón – franquicia – monetización – exhorto

BARÓN

“Además, la muy publicitada captura del narco más rico del mundo ayudará a combatir la percepción de que BARONES de la droga gozan de impunidad en este país, afirman”.

Barón es un título de nobleza. Venía inmediatamente debajo del vizconde en el orden jerárquico. El origen de la palabra es, según algunos tratadistas del fráncico y, según otros del germánico, pero en los dos casos en esas lenguas el significado era “hombre libre, guerrero”. El femenino de barón es baronesa. Algunas personas de sexo masculino eran bautizadas con el nombre de Barón.

El título podía provenir del hecho de ser el así llamado el marido de una baronesa. En la historia se utilizó el nombre para designar a un “gran señor”, especialmente el que poseía un castillo. Este vocablo extendió su campo semántico cuando en el ámbito de la política se denominó con ese nombre, barón, a la persona importante y poderosa de un partido político o de otra organización.

Desde hace relativamente corto tiempo se ha notado una tendencia a aplicar el nombre “barón” a personas poderosas en el ramo de las drogas ilícitas. Esta tendencia que se detecta en los periódicos todavía no ha logrado reconocimiento ni siquiera en los diccionarios de uso del español.

La tendencia que se señala en el párrafo que precede inmediatamente a este proviene de la lengua inglesa, lengua en la que se llama baron a una persona que posee gran poder o influencia en cualquier campo de actividad.

En portugués brasileño la voz barão sigifica lo mismo que en español, pero tiene un valor que no se conoce en el español general. Es una “persona poderosa y conocida por el valor, por la posición o por la riqueza”. Solo se retiene esta acepción y se dejan otras que existen en portugués brasileño porque las demás que son diferentes no vienen al caso.

En francés desde el año 1901 entró en el argot y luego pasó al lenguaje familiar que baron era “protector, cómplice”. Más tarde tomó el cariz de “personaje importante” en una actividad.

Al final del examen puede verse que de modo internacional existe una tendencia a expandir el alcance del vocablo barón e incorporarle nuevas acepciones.

La suerte de los analistas, comentaristas y otros que emplean el término expandiendo su alcance es que la nobleza está en decadencia y no se ha quejado del uso abusivo y degradante del título nobiliario.

Una vez más, algunos escribientes se dejan llevar por el narigón inglés, es decir, imitan las voces de lengua inglesa llevándolas al español con el contenido que estas poseen en inglés. Este comportamiento los hace “siervos” del inglés.

 

FRANQUICIA

“. . .mostró preocupación ante la posibilidad de que el drama de su país termine convirtiéndose en una FRANQUICIA para traficar con el dolor de un pueblo”.

En las lenguas existe un movimiento natural a ensanchar el terreno que cubre un vocablo. En la mayoría de las ocasiones este fenómeno se produce hacia áreas relacionadas con el sentido o los sentidos propios de la palabra.

Como se ha estudiado antes por medio de estas reflexiones acerca de la lengua, el fenómeno se produce también por imitación de lo que acontece en lenguas extranjeras que así ejercen su influencia unas sobre otras.

Lo extraño en el caso del término examinado en esta sección es que el uso que hace el redactor de la frase transcrita no obedece a ninguna de las tendencias que se señalaron con anterioridad.

Más abajo se estudiará el significado primero de la palabra franquicia, así como las acepciones que se han incorporado como resultado del desarrollo de la economía moderna.

La primera franquicia era la exención que se concedía a alguna persona para no pagar derechos por las mercaderías que introducía o extraía.

La franquicia moderna, que reconoce el derecho del empresario, es la que se desprende del contrato mediante el cual una empresa concede a otra el derecho de explotación de un determinado negocio con el mismo nombre comercial. Naturalmente esta negociación conlleva el pago de una cantidad de dinero.

Con el nombre de franquicia se conoce también el establecimiento que se encuentra bajo las condiciones del contrato de franquicia.

Este término ha generado otros derivados de su sentido primero. Existe el vocablo “franquiciado, da” que funciona como adjetivo y sustantivo para designar a la persona o empresa que tiene una franquicia o ha firmado un contrato de uso de marca y venta de productos. También hay un “franquiciador” que es el que concede sus derechos de uso de marca y de venta de sus productos. No podía faltar el verbo “franquiciar” que relacionado con un negocio es ponerlo a disposición de alguien por medio de un contrato de franquicia. Esta acepciones se extraen del Diccionario Clave del español actual, 2009 [2012].

Una vez llegado a este punto hay que detenerse para tratar de encontrar el punto de coincidencia entre las definiciones anteriores y el sentido que le imprime el articulista a la palabra franquicia en la cita.

Como no hay una acepción propia que confiera derecho a una utilización del tipo que se hace en el pasaje, hay que concluir que se trata de una dilatación desmesurada de una de las acepciones reconocidas.

Se presume que el articulista toma el término franquicia con el sentido lato de licencia que en sí misma es un permiso o autorización o bien, una excesiva libertad para hacer o decir. En el caso del texto copiado, una “licencia para traficar con el dolor de un pueblo”.

El analista de acontecimientos internacionales no reparó en que estaba igualando las palabras contrato y licencia por medio del contrato de franquicia.

Como una curiosidad para los “hispanounidenses”, franquicia es lo que en los Estados Unidos de América del Norte se conoce como “deducible”. Es la cuantía mínima del daño a partir de la cual surge la obligación del asegurador en el contrato de seguro. Es en otras palabras, la parte de las pérdidas que recae inicialmente sobre el asegurado.

Como sucede muchas veces en las lenguas modernas, hay palabras que se asemejan  por su significado sin que ello entrañe que son sinónimas en todas las situaciones en que pueden presentarse. Saber elegir entre una u otra de estas palabras en cada circunstancia es el producto de una selección cuidadosa que obedece al buen criterio del hablante o escribiente.

 

MONETIZACIÓN

“Las arcas de los comités políticos de decenas de legisladores han recibido cientos de miles de dólares de las empresas e industrias privadas. . . En este clima de MONETIZACIÓN es justo y necesario reconocer que. . .”

No se ha de invertir mucho tiempo en demostrar lo aventurado que es el uso de la palabra destacada en el texto copiado. No hay asidero posible que ampare a la columnista.

Monetizar, que se encuentra en el origen de monetización, es no más que “dar curso como moneda legal a billetes de banco u otros signos pecuniarios”. No es otra cosa más que “hacer moneda”, es transformar en moneda.

De lo anterior se deduce que la monetización es la acción de monetizar. No hay secreto en esto. En economía existe una teoría del monetarismo. Mas esa teoría lo que hace es que otorga un papel preponderante al dinero en las fluctuaciones económicas y entiende que reduciendo la masa monetaria se combate la inflación.

Llegar de donde se situó la columnista a lo que se ha expuesto aquí hay un abismo. No hay por dónde colar algo que establezca una relación entre el empleo que ella hace de la monetización y lo que se considera aceptado en el idioma.

No es un clima de monetización. Es una política de dádivas, apoyos financieros y otros mecanismos legales que permiten influir sobre el ánimo de los legisladores.

 

EXHORTO

“. . .cuyos EXHORTOS por la paz y la concordia y ofrecimientos para mediar en la crisis fueron groseramente rechazados por. . .”

A veces por ligereza o por una tendencia a aplicar recursos de la lengua a casos que les parecen semejantes, los escritores llegan a caer en errores. Aquí, mediante la lectura de esta frase, puede detectarse un caso de los señalados en la oración inmediatamente anterior a esta.

El verbo exhortar transmite el mensaje de “incitar a alguien mediante palabras, razones y ruegos a que haga o deje de hacer algo”. Así lo redacta el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española.

Exhorto es en la terminología jurídica un oficio de un juez o de un tribunal que se dirige a otro -generalmente de su misma categoría- recabando  auxilio para realizar una diligencia procesal fuera del ámbito de su jurisdicción. En el lenguaje común este es el único exhorto aceptado por todos.

Recibe el nombre “exhorto” ese oficio porque el juez o tribunal utiliza esa fórmula en su despacho, con el verbo exhortar empleado en la primera persona del singular del presente del indicativo. Los dominicanos entienden muy bien el término “oficio”, que en la jerga administrativa de las “oficinas públicas” corresponde a una comunicación escrita.

El vocablo que se usa para la acción o el resultado de animar a una persona para que haga algo se llama exhortación. Así se llama además a la advertencia o aviso con que se intenta persuadir a una persona de una cosa.

Este tipo de formación de sustantivos, como el que se observa en la cita, lo que tiende es a fomentar una mala costumbre entre los hablantes de español de Hispanoamérica. Debe evitarse esta utilización porque no es recomendable ya que reemplaza al sustantivo de la lengua que desempeña las funciones desde hace largo tiempo.

Escribe Roberto E. Guzmán.