Una preposición entrometida

Dos errores muy frecuentes en la lengua oral y en la escrita y que a mí me causan especial impaciencia son el queísmo y el dequeísmo  (hasta el nombre lo tienen feo). La causa del error no es otra que la ausencia de la preposición de (queísmo) cuando es necesaria o su presencia (dequeísmo) cuando no lo es.

Incurrimos en dequeísmo si utilizamos la preposición de seguida de la conjunción que cuando no es necesaria: *No pensó de que podría llover esa tarde. En cambio, nuestro error es el queísmo cuando eliminamos la preposición de ante la conjunción que cuando es necesaria: *Se olvidó que tenía que recoger a los niños.

A fuerza de oír y de leer estos errores, que son muy frecuentes, hay ocasiones en las que dudo. Para evitar equivocarme uso un truco que me enseñó un querido profesor de lengua en la escuela y que siempre me ha sido muy útil. Siempre que tengo dudas con alguna expresión pruebo a convertir el enunciado en cuestión en una pregunta.

Si la pregunta que resulta no va encabezada por la preposición de, entonces es que debemos prescindir de ella. En el ejemplo de dequeísmo anterior preguntaríamos ¿qué pensó? y no *¿de qué pensó? La preposición de sobra en esta construcción.

Si la pregunta resultante nos obliga a usar la preposición de, entonces es que es imprescindible en nuestra frase. Volvamos a nuestro ejemplo de queísmo. Lo correcto sería preguntarnos ¿de qué se olvidó? y no ¿qué se olvidó? La preposición de es necesaria en esta frase.

Háganse un autoanálisis y descubran si la preposición de les juega a veces malas pasadas. No se dejen vencer por ella. Es chiquita pero tupida pero nosotros lo somos más.

Escribe María José Rincón González.