Discurso de María José Rincón en la presentación del "Diccionario del español dominicano"

Si una lengua justifica y necesita los diccionarios dialectales esa lengua es la española. Su extensión humana y geográfica y sus características internas hacen de nuestra lengua un campo de trabajo e investigación inagotable y proporcionan ingente materia prima para la aplicación práctica de la tarea lexicográfica.

Los diccionarios del español americano nacen con los glosarios de voces amerindias en el siglo XVI. Los cronistas de Indias fueron responsables del registro detallado en sus obras de las voces extrañas y de las palabras patrimoniales que empezaban a desarrollar un sentido particular en América.

La fundación de la Real Academia Española, de la que este año celebramos el tercer centenario, está propiciada por el objetivo fundamental de elaborar un diccionario de la lengua española. Así se hace saber en el primer párrafo del Prólogo: “El principal fin, que tuvo la Real Académia Españóla para su formación, fue hacer un diccionario copioso y exacto (…). Esta obra tan elevada por su assunto, como de grave peso por su composición, la tuvo la Académia por precisa y casi inexcusable, antes de empeñarse en otros trabájos y estúdios, que acreditasen su desvelo y aplicación”.

Su empeño era demostrar el lugar preponderante de la lengua española en el conjunto de las lenguas europeas. Para los académicos era intolerable que, siendo la lengua española la primera en disponer de un verdadero diccionario monolingüe, como lo era el de Covarrubias, hubiera quedado rezagada ante otras lenguas en la elaboración de un diccionario general más adaptado a los tiempos, obra que ya se había llevado a cabo por otros países europeos, que habían tomado ejemplo del gran lexicógrafo español del siglo XVII.

El Diccionario de Autoridades demostraría “la grandéza y poder de la Léngua, la hermosúra y fecundidád de sus voces, y que ninguna otra la excede en elegáncia, phrases, y pureza: siendo capáz de expressarse en ella con la mayor energía todo lo que se pudiere hacer con las Lénguas mas principales […]: pues entre las Lénguas vivas es la Españóla, sin la menor duda, una de las mas compendiosas y expressívas […]: y en lo elegante y pura es una de las mas primorosas de Európa […].

La presencia de palabras americanas en los diccionarios peninsulares del español es temprana, aunque escasa. La conciencia de la peculiaridad de los usos léxicos americanos fue tomando forma con lentitud hasta que en el siglo XIX asistimos al surgimiento en América de dos líneas lexicográficas, paralelas en muchos casos; una primera línea la constituyen los llamados diccionarios de provincialismos o de voces provinciales, dedicados a la recogida de dialectalismos; la segunda línea está formada por los diccionarios de barbarismos, dirigidos a registrar los considerados errores o desviaciones de la norma académica peninsular.

Según Humberto López Morales (1998: 151), desde la aparición en 1836 del Diccionario provincial de las voces de Cuba de Esteban Pichardo –dominicano, por cierto–, reeditado en tres ocasiones, no han dejado de publicarse diccionarios de regionalismos. En la obra de este primer lexicógrafo dominicano aparecen ambas tendencias: el registro de voces diferenciadas diatópicamente, es decir, por el lugar en el que se usan, y el afán normativo contra las palabras o giros considerados incorrectos.

La fundación a partir de 1870 de las academias americanas de la lengua, entre las que se encuentra la Academia Dominicana de la Lengua, fundada en 1927, contribuye a una presencia cada vez más notable de americanismos en los diccionarios académicos.

Con la creación en 1951 de la Asociación de Academias de la Lengua Española la incorporación de los términos americanos al DRAE recibe un impulso fundamental, así como el reconocimiento de las distintas variedades americanas del español.

La combinación de diccionario contrastivo y normativo tuvo mucha difusión en la lexicografía americana y caracteriza especialmente la producción lexicográfica dominicana. En  nuestros diccionarios, hasta ahora, se observaba un aprecio por la expresión criolla al mismo tiempo que una actitud purista en la que el español peninsular era tomado siempre como punto de referencia.

Esta dualidad caracteriza a nuestros diccionarios; Rafael Brito y su Diccionario de criollismos de 1930; el académico Manuel Antonio Patín Maceo y sus Dominicanismos de 1940 y 1947; y el también académico Carlos Esteban Deive y sus dos ediciones del Diccionario de dominicanismos de 1986.

En la senda de estos antecesores nos vimos ante una necesidad prioritaria para la lexicografía dominicana: el diseño y la construcción de un diccionario que respondiera a técnicas y criterios actuales y que pudiera ofrecerse al hablante dominicano y al usuario que se acerque a esta variedad dialectal con las suficientes garantías de rigor científico y metodológico. Un diccionario de uso, que registra lo que decimos y cómo lo decimos, casi sin tomar partido académico sobre cómo deberíamos decirlo.

Del resultado de estos apasionantes cuatro años de trabajo hablan las cifras reveladoras del Diccionario del español dominicano (DED).

Nuestro diccionario incluye casi once mil entradas. Si nos imaginamos el diccionario como un inmenso edificio en el que cada palabra vive en su propio apartamento, el edificio del DED tiene 10900 apartamentos, algunos con una habitación (palabras con una sola acepción), algunos con varias (palabras polisémicas). Hay apartamentos amplios, como el de vaina (4 acepciones y 10 locuciones) o el del verbo tirar (16 acepciones y 6 locuciones); algunos parecen verdaderas mansiones, como el de palo, con 56 locuciones, 2 frases proverbiales y 10 acepciones, entre las que se encuentra aquella que se podría ejemplificar como Este diccionario es un palo (disculpen la inmodestia).

Las locuciones tienen también un papel destacado en nuestro diccionario. Algunas palabras combinadas adquieren significados insospechados que poco tienen que ver con los significados de las mismas palabras pero aisladas. Si tienen que consultar qué significa guindar los tenis, tragarse un cable o estar en el círculo de espera tendrán que buscarlos entre las 4200 locuciones que incluye el Diccionario del español dominicano.

Unos 400 extranjerismos sin adaptar dan cuenta de una tendencia preocupante en nuestra variedad del español; pero también hay muchos de ellos que registran una forma castellanizada que también aparece en el DED.

Las palabras referidas a la flora y la fauna dominicanas, hasta ahora escasamente representadas en nuestros diccionarios, tiñen de verde las páginas del diccionario: más de 1300 voces relacionadas con nuestra naturaleza, con una definición detallada que incluye su nombre científico. El tumbarrocío y el zumbador vuelan entre la guazábara y los mayales.

El vocabulario propio de las peleas de gallos aporta unos 200 términos, mientras que el beisbol, nuestra pelota, batea casi para 400 palabras y expresiones.

Los ejemplos en el diccionario ayudan al lector a ver las palabras en funcionamiento. En el DED hemos incluido más de 8000 ejemplos. La mayoría, unos 6000, procede de obras literarias de autores dominicanos; los restantes se han extraído de páginas electrónicas, revistas o periódicos, o han sido redactados por el equipo de redacción.

Con ser apabullantes, estas cifras son solo datos. Lo verdaderamente importante es el inmenso caudal de información sobre nosotros y sobre cómo hablamos que mana de sus páginas.

Cuando nos embarcamos en el gran proyecto del Diccionario del español dominicano, en  su diseño, construcción y redacción, nos parecía que nunca podríamos llegar a este momento. Y, cuando digo nos embarcamos, no estoy utilizando el plural de modestia: este diccionario nace del esfuerzo mancomunado de la Academia Dominicana de la Lengua y de la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua.

Para hacer realidad los grandes proyectos son imprescindibles los conocimientos y el esfuerzo pero también la inmensa generosidad de compartirlos para lograr una obra común.

Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, tiene los conocimientos, la capacidad de trabajo y una inmensa generosidad intelectual para compartirlos.

Para hacer realidad los grandes proyectos es imprescindible el entusiasmo y nosotros lo hemos mantenido incluso en los momentos más difíciles.

Fabio Guzmán Ariza, presidente de la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua, y académico correspondiente, transmite este entusiasmo con su pasión por la lengua y por el trabajo hecho con tesón, honestidad y exigencia.

Para hacer realidad los grandes proyectos son imprescindibles la tenacidad y el rigor.

Roberto Guzmán, académico correspondiente, que los ejerce como nadie, los ha puesto al servicio de este diccionario.

Para hacer realidad los grandes proyectos es imprescindible que muchos pongan su mejor granito de arena. Muchos han sido los que han trabajado duro en esta obra lexicográfica, cada uno en la tarea que se le ha asignado.

Loli Jiménez, Domingo Caba, Teresa Melián  y Yolanda Garisoain han leído muchas obras literarias dominicanas y han localizado y seleccionado entre sus miles páginas los usos propios del español dominicano.

Ruth Ruiz ha revisado una a una, y son 800, las páginas de esta obra. Nos ha ayudado a buscar con un ojo extraordinario los gazapos y las erratas que se nos escondían entre palabras y definiciones.

Miguelina Frith ha diseñado el ropaje para este hermoso cuerpo. En los diccionarios las formas son casi tan importantes como el contenido y su trabajo ha logrado que la consulta agradable de nuestro Diccionario del español dominicano ayude a sacarle el mayor provecho.

Todos pueden sentirse orgullosos de su trabajo y del resultado.

Cuando Bruno Rosario Candelier me ofreció la elaboración del proyecto de un diccionario del español hablado en la Rep. Dominicana me ofreció con él el sueño de cualquier lexicógrafo: el proyecto apasionante de diseñar y construir un diccionario.

Cuando Fabio Guzmán Ariza puso a la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua como sustento de este proyecto el sueño empezó a hacerse realidad.

Hoy cuando lo ponemos en sus manos despertamos de este sueño y nos encontramos con la extraordinaria realidad, más extraña en nuestros días de prisas y e improvisaciones, todo lo opuesto a lo que exige una obra como esta, con la extraordinaria realidad del Diccionario del español dominicano. Bruno, Fabio, Roberto, académicos, misión cumplida.

Santo Domingo, 21 de noviembre de 2013.

 

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