¿Seremos capaces?
La preocupación por el manejo del lenguaje por parte de los jóvenes ha existido siempre. Hagamos un pequeño esfuerzo y recordemos que no hace tanto -o quizás sí- nosotros mismos queríamos diferenciarnos a toda costa de los adultos y parecernos lo más posible a nuestros amigos. La jerga juvenil, cuya razón de ser es estar lo más alejada posible del lenguaje de los “viejos” y resultar incomprensible para ellos, es parte de la adolescencia. Cambia con las épocas y las modas y, como ellas, es efímera.
Los jóvenes intuyen desde muy pronto que el lenguaje es parte de su identidad y que, como tal, los identifica como individuos y como grupo. Me gustaría transmitirles a padres y docentes que en la jerga juvenil en la que muchos no ven más que riesgo podemos ver también una oportunidad.
Ayudemos a que nuestros jóvenes tomen conciencia de que usan esta jerga juvenil y de por qué la usan; aprovechemos esta toma de conciencia para que sepan cuándo deben utilizarla y en qué momentos resulta inapropiada. No se trata de que la abandonen. Se trata de que sepan adaptar su forma de hablar al momento y al interlocutor. Pero para poder ofrecerles esta posibilidad no podemos olvidarnos de lo primordial. Tenemos la responsabilidad de enseñarles una forma de expresión correcta y adecuada que será la que vayan adoptando como propia con la madurez y que los acompañará durante toda su vida. Si queremos que la descubran de nuestra mano tenemos que enseñar con el ejemplo. ¿Seremos capaces?
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