Literatura mística de autores puertorriqueños: experiencia de lo trascendente en la lírica teopoética

Por Bruno Rosario Candelier

Después de la sutil locura
se agranda mi Dios
en los lirios…
(Francisco Matos Paoli)

A Ada Hilda Martínez,
Quien vive la Llama que embriaga.

Varios investigadores y estudiosos puertorriqueños del fenómeno místico han dado a conocer en sendas obras literarias su valoración de la vivencia de lo divino y la creación poética inspirada en esa singular manifestación de la espiritualidad contemplativa.

El poeta, sacerdote y traductor puertorriqueño, fray Ángel Darío Carrero, da a conocer los epigramas místicos del monje alemán Ángelus Silesius, en la obra Las monedas místicas de Ángelus Silesius, en la que podemos apreciar el fenómeno de la mística mediante la expresión lírica, según la creación poética del contemplativo europeo. Ángelus Silesius vivía místicamente el mundo y expresaba sus vivencias contemplativas a través de la fusión de la palabra, la cosa y la esencia que lo unifica con el alma de lo viviente en su dimensión divina. La traducción del texto alemán al castellano, hecha por Ángel Darío Carrero, refleja la pureza seráfica que condensa la sustancia lírica y mística de la obra original El peregrino querubínico.
Asimismo, el profesor y escritor puertorriqueño Emilio Ricardo Báez Rivera escribe su ensayo Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, en el que enfoca el misticismo de la santa peruano-boricua. Fundado en un exhaustivo trabajo de investigación y una ponderada valoración del sentido de la mística, el escritor puertorriqueño apoya su labor exegética en la vida de la religiosa americana, la primera santa de América en escribir un testimonio místico. Según el estudioso puertorriqueño, la espiritualidad rosariana, en su estado alterado de conciencia, comparte imágenes visionarias, sueños y voces reveladas por la Divinidad, que la propia monja americana dio a conocer según el testimonio holográfico de su experiencia extática.

A su vez, la estudiosa puertorriqueña de la literatura mística, Luce López-Baralt, prevalida del instrumental teórico, místico y crítico, aúna la historia de la mística, la historia de la literatura y la historia biográfica de Ernesto Cardenal, al estudiar la poesía del contemplativo nicaragüense desde el lenguaje de la mística, al tiempo que enfoca la trayectoria literaria del reconocido poeta en cada una de sus creaciones, todas asociadas al fenómeno místico, tan caro a las vivencias entrañables de ambos autores. Una rica exposición exegética y crítica, ilustrada en El cántico místico de Ernesto Cardenal, bajo la inspirada conducción de la escritora puertorriqueña, introduce al lector en el fascinante ámbito lírico y místico del vate nicaragüense.

Por su parte, la escritora puertorriqueña Sylma García González, discípula de la profesora Luce López-Baralt, en Originalidad y modernidad de la literatura mística de Ernesto Cardenal, también da cuenta de la trayectoria espiritual y estética de Ernesto Cardenal en un estudio crítico sobre la voz mística del poeta nicaragüense, con cuyo trabajo se amplía el caudal de obras místicas en la literatura boricua.

Ángel Darío Carrero: El fenómeno de la mística en Ángelus Silesius

Con el lenguaje de la lírica en la forma del epigrama, el contemplativo alemán Ángelus Silesius canaliza poéticamente la percepción del mundo a la luz de la realidad de sus vivencias espirituales. Esa identificación del sujeto de la criatura humana con la esencia divina del Creador del Mundo fue la motivación que impulsó a Ángel Darío Carrero (1) a traducir y publicar esta obra poética de Ángelus Silesius (2) cuya lírica aborda el estado de vida bajo la llama de la vivencia mística; la experiencia del sentimiento místico canalizado en actitudes y conductas; la vocación mística expresada en su manifestación testimonial; y la apelación contemplativa encarnada en forma ejemplar y seráfica. Estos versos lo confirman:

Mil veces
podrías nacer en Belén
pero si no te dejo
nacer en mí
andaré perdido para siempre
(Inquietud de la huella, p. 87)

En sus epigramas se refleja la mansedumbre del espíritu de un monje que siente a Dios en su corazón. Es la mística consustanciada en un alma diáfana y pura. En efecto, su lírica plasma la consustanciación de Dios en las cosas y la compenetración del alma humana con la Esencia divina:

Si me sumerjo
y me pierdo en ti
como hacen tus elegidos
me hallarán
completamente ebrio
de la divinidad
(Inquietud de la huella, p. 236)

La inspiración poética y mística se consustancia entrañablemente en el Peregrino querúbico ya que el agraciado autor de tan celebrados versos experimentó en el hondón de su sensibilidad la unión de su alma con el alma de las cosas y con el alma de lo divino en una fusión de su vivencia estética, fruición espiritual y entusiasmo místico:

Las aves
              en el aire
la piedra
                  en la tierra
el pez
                     en el agua
y mi espíritu
                  en tus manos
cada cosa en su lugar
(Inquietud de la huella, p. 106)

Mediante expresiones antitéticas, tautológicas y paradójicas, los versos del místico de Silesia encauzan una manera de ver las cosas en su simplicidad ocurrente para dar a entender que las cosas son lo que son y son en virtud de su talante originario.

Soy todas las cosas
         Si siento alguna carencia
 es que aún ignoro
mi propia riqueza
(Inquietud de la huella, p. 166)

Ángelus Silesius vive la dimensión espiritual de la palabra como expresión de la dimensión interior de la conciencia y la dimensión profunda de las cosas en cuya esencia se instaura en su condición de amanuense del Espíritu:

Habito en mí mismo
más allá del espacio y del tiempo
escucho claramente
el rumor de tu palabra
¿quién osaría negarlo?
(Inquietud de la huella, p. 119)

A pesar de la condición inefable de la mística, solo el lenguaje de la poesía da cuenta, en términos simbólicos y estéticos, de la más intensa experiencia de los sentidos, como se infiere del contenido de los epigramas de Ángelus Silesius.

Fue Jorge Luis Borges, el poeta argentino, quien habló de “las monedas místicas” de Ángelus Silesius, que Ángel Darío Carrero (3), poeta y correligionario del místico alemán, tradujo a nuestra lengua el texto original conocido en alemán como El peregrino querubínico. El título indica el anhelo místico del contemplativo alemán para alcanzar la pureza seráfica, como lo revelan estos versos de Ángelus Silesius, quien  en el siglo se llamaba Johannes Scheffler. Su anhelo de purificación lo expresó así: “Amor /piedra filosofal/ separa el oro del barro/ haz algo útil de esta nada/ ¡Transmútame!”.

Ángelus Silesius intuyó que la esencia de la Divinidad fluía en su corazón en cuya virtud se sentía uno con el Todo y vivió para decir ese vínculo entrañable con lo Eterno.

No clamaré a ti
pues el manantial
lo llevo dentro
si no cierro la salida
manará sin cesar
(Inquietud de la huella, p. 81)

Cuando Silesius deja que las cosas fluyan, una manera mística de sentir y canalizar el acontecer de lo divino, empalma el modo oriental de ver el mundo con la actitud occidental de interpretarlo, fruto de una sensibilidad abierta a todo lo viviente en virtud de su coparticipación con el devenir de lo existente, que su alma seráfica encarnaba. También una manera panteísta y cristocéntrica de concebir el mundo:

Tú eres fuego y mi corazón
la bóveda donde se consumen
los devaneos de mi vanidad
Tú eres el fuego
de mi corazón ardido
(Inquietud de la huella, p. 92)

En Las monedas místicas de Ángelus Silesius apreciamos el lenguaje de la mística, según el decir poético del místico alemán. Ángelus Silesius vivió místicamente la fusión de la palabra, la cosa y la esencia que lo unificaba con el Uno:

Soy un árbol
te siento    florecer
en mis ramas
Tu divinidad
es mi savia y mis hojas
(Inquietud de la huella, p. 107)

La traducción del texto alemán al castellano, hecha por Ángel Darío Carrero, refleja la pureza espiritual que condensa la sustancia lírica y mística de El peregrino querubínico:

El caracol lame
el rocío
y yo tu sangre
ambos recibimos
un fruto preciado
el rocío de tu sangre
(Inquietud de la huella, p. 146)

Quien tiene la capacidad, como la tuvo el autor de El peregrino querúbico, de sentir que todo tiene voz y sentido y, desde luego, que en cada cosa se manifiesta la revelación divina, encarna una visión mística naturalista y cristiana. Por eso pudo el místico franciscano auscultar la voz de las cosas, que la interpretaba como la voz de Dios, según podemos inferir de sus epigramas poéticos:

¡Qué locura!
Beber en charcos ajenos
cuando en el centro
de mi propia casa
una fuente mana sin cesar
(Inquietud de la huella, p. 326)

El mismo sentimiento se repite en varias estrofas, impregnadas con la onda de efluvios trascendentes, bajo una honda vivencia espiritual:

Nada ni nadie hay
que no posea una voz
tú escuchas en todas partes
en toda criatura
Tú escuchas
una alabanza y el eco
de una alabanza en todas partes
en toda criatura
Tú escuchas
Nada ni nadie hay
que no posea una voz
una alabanza
y el eco de una alabanza
(Inquietud de la huella, p. 290)

La fruición del ser, según esa visión mística de lo viviente, es ser per se. El gozo de la creación, como el esplendor de lo viviente, justifica la esplendorosa expresión de Ángelus Silesius: “La rosa es sin porqué / florece porque florece”.
Internarse en el centro de la vivencia espiritual, lo mismo del estado contemplativo que del fenómeno de la conciencia, como sin duda lo experimentó el místico de Silesia, explica no solo la creación de tan sorprendentes dísticos, sino la convicción del fluir místico de lo viviente en la sensibilidad del creador. Así fluye el lenguaje de la mística en un autor compenetrado con el misterio de lo divino:

Si de todo corazón
me convierto en un niño
el cielo será mío
aquí mientras camino.
(Inquietud de la huella, p. 279)

El hecho de que el sacerdote y poeta puertorriqueño Ángel Darío Carrero se decantara por la poesía del monje místico silesiano indica que en ambos poetas, el puertorriqueño y el alemán, místicos y franciscanos los dos, opera una comunión de amor con lo divino a la luz de la llama que purifica los sentidos y del aliento que eleva la conciencia, como sin duda hace la poesía y la mística, fusionadas en la lírica teopoética.

 

Emilio Báez Rivera: El sentido de la mística en santa Rosa de Lima

Prevalido de una sólida formación humanística y de una indiscutible vocación mística, el profesor puertorriqueño Emilio Ricardo Báez Rivera escribe Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable (4), estudio en el que enfoca el misticismo de la santa peruano-boricua (5).
Fundado en un exhaustivo trabajo de investigación y exégesis crítica, el escritor puertorriqueño apoya su labor biográfica en el aporte holográfico de la religiosa americana considerada la primera santa de América en escribir una expresión mística. (La lengua española nació en un monasterio -el de San Millán de la Cogolla, en la Rioja, España- y ese origen religioso fecundó el surgimiento de la lírica mística en las letras hispánicas. Era natural, entonces, que los habitantes de las Américas, herederos de la lengua y las letras de Castilla, cultivasen la poesía mística desde los albores de las letras americanas).
En este estudio exegético sobre la vida, la creación y la concepción mística de la santa americana, el autor puertorriqueño (6) aborda el sentido de la mística en su expresión vivencial, estética y simbólica.  Santa Rosa de Lima tuvo fecundas vivencias extáticas y dio testimonio en breves versos y en imágenes holográficas de esa vivencia espiritual.
En un iluminador pasaje de contenido reflexivo sobre el proceso místico, leemos en la obra de Báez Rivera:

“Desde el punto de vista de la Psicología, la noche oscura se ha asociado con la ley de reacción por la tensión nerviosa. Es una inercia emocional -no depresiva, pero sí atribulante en el aspecto espiritual- necesaria como respuesta a la fatiga y la extenuación del sistema nervioso, causadas por la progresiva tirantez que se desarrolla en la vida iluminada y sus periodos de intenso fervor y de contemplación profunda. De ahí que los místicos la considerasen como la antesala a una etapa espiritual superior; de hecho, suelen llamarla “juego amoroso” en el que Dios se divierte -como jugando al esconder- con el alma agraciada, a la que se le oculta adrede y sin aviso. En ese preciso instante, el alma ha perdido su antiguo equilibrio, fundamentado en la afirmación placentera del conocimiento vivencial de la Divinidad, y se aventura a recuperarlo en la negación dolorosa que supone este estado emocional en el que todo parece estropeársele y andar mal. El místico cree que -de modo precipitado- da marcha atrás en su camino espiritual, ya que pensamientos malignos y abruptas tentaciones lo asedian y atormentan de nuevo con mayor tenacidad. La duración de este intervalo de caos y de miseria puede fluctuar entre meses y años, hasta que la conciencia del contemplativo vuelva a unificarse y a establecer un nuevo centro de afirmación en su personalidad transformada” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 60).

Pese a sus dolencias físicas, la vida virtuosa y santa de la joven mística le granjearon grandes mercedes en recompensa de su vida ascética, entre las que sobresalen los estados del éxtasis contemplativo. Una de las visiones místicas de la santa doncella da cuenta, con el lenguaje de la época, de lo que sus palabras revelaban:

“Dios (…) fue servido que un día, poco antes que me viniese esta enfermedad, tuviese un grande arrobamiento en el cual vide una muy grande luz que parecía una cosa infinita y, en medio de ella, vide un arco muy lindo y muy grande y de muchos (sic) y muy varias pinturas. Y, sobre aquel primer arco, vide otro arco tan lindo y hermoso como el primero y, sobre el segundo arco, vide una cruz donde Cristo fue crucificado. Y luego vide a nuestro Señor Jusucristo debajo del primer arco, con tanta grandeza y majestad y hermosura que no lo puedo ni se puede explicar. Y vídele muy diferentemente de cómo las demás veces le he visto, porque las demás veces le veía que pasaba de través; ahora, le vide rostro a rostro mucho espacio de tiempo. Y fue su divina majestad servido de darme fuerzas para estarlo mirando mucho tiempo rostro a rostro, todo entero, de pies a cabeza. Y de su rostro y cuerpo le venían a mi ánima y a mi cuerpo unos rayos y llamaradas de gloria que pensé que había acabado con este mundo y que estaba en la misma gloria” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 70).

Según el escritor puertorriqueño, la espiritualidad rosariana, en su estado expandido de conciencia, comparte imágenes visionarias y voces reveladas por la Divinidad. Báez Rivera infiere una estrecha relación entre el impacto de una imagen física y el efecto de una visión metafísica, al subrayar:

“De otra parte, la mística rosariana tiene directa relación con su culto a las imágenes sacras, algunas de central relevancia como la de la Virgen del Rosario en el templo dominico y las pinturas de la Virgen y el Niño, de las cuales obtuvo numerosas mercedes. La imagen tallada de la Virgen del Rosario en la iglesia de Santo Domingo significó para Rosa un objeto litúrgico de contemplación, el cual le sirvió de canal comunicativo de las revelaciones divinas. Existía entre la imagen plástica y su representación una afinidad platónica que permitía estos diálogos entre Rosa y la Virgen por la oculta simpatía que se reciprocaban” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía del Inefable, p. 73).

Explora el catedrático boricua, en rigurosa investigación bibliográfica, el movimiento místico de los alumbrados y otras tendencias espirituales de la época de la santa peruano-boricua para situar y perfilar la cosmovisión religiosa de la contemplativa:

“Como en algunos focos tardíos de la Península (Córdoba, Baeza y Úbeda), el alumbradismo en la Colonia no refleja el menor asomo de amenaza doctrinal para la institución, sino de alegadas teatralizaciones de éxtasis y de revelaciones falsas con el fin de ganar prestigio y progresar en la sociedad patriarcal. Tampoco abundan los casos de lubricidad (como en los grupos de Francisca Hernández, Llerena, Jaén y Sevilla) ni mucho menos los de herejes relajados al fuego secular. Más que todo, en la Colonia se pretende extirpar la falsedad de una conducta y de unas experiencias que desdicen del canon de perfección para la humanidad, según la tradición cristiana” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 100).

Según Báez Rivera, Rosa de Lima es la primera mística criolla con una obra de calidad estética. Pondera el ensayista puertorriqueño la relación iconoléxica en la obra rosariana:

“A Rosa de Lima le bastaron dos medios pliegos de papel para, con un lenguaje ingeniosamente híbrido, musitar el testimonio de sus 15 silencios 15 veces recortados y poetizados en los que comporta nada menos que el primer discurso conscientemente creativo del pensamiento místico a este lado del Atlántico” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 102).

Sin formación artística, como infiere Báez Rivera, la contemplativa de Lima crea una obra iconográfica y poética que da cuenta de sus visiones místicas, según el testimonio de la santa que consignó: “Solo sana quien iá (ya, ahí) la/bra con amor”. Comenta el analista boricua:

“Así es como la voz lírica rosariana se desplaza, con fluidez (hay aun unas armas que remiten a otras de manera secuencial), de una a otra merced, de un corazón a otro, fijados en su mente con el propósito de comunicar el proceso de su madurez espiritual en la dimensión más íntima del simbolismo de las armas de Cristo y de una gradas conducentes a la unio mystica. Así ensayó el modo de ilustrar las muertes y los riesgos insoportablemente bellos a los que se expone el espíritu cazado por la voluntad imperativa y deseante del Dios deseado. Así se ayudó a rememorar, como en vía crucis, los catorce momentos de agonía y de éxtasis antes de experimentar la plenitud esférica de la “amada en el Amado transformada”. Y así fijó para la historia de la literatura hispanoamericana la piedra angular de su expresión más inefable en lo que toca a su estructura clásico-mnemotécnica. Con todo, la imagen en sus emblemas significa una aportación medieval al arte de la memoria rosariana que conviene revisar con más cuidado” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 165).

Estas fueron las 15 mercedes que le fueron concedidas a la santa doncella, según las imágenes visionarias que ella misma dio a conocer en forma gráfica y letrada:
1.    Primera merced de eridas que recevi de Dios. Con lansa de asero me irio i se escondio.
2.    Aqui descanso Jesus abrasandome el corazon.
3.    buela para Dios. El campo del corazon lo lleno Dios de su amor asiendo morada del.
4.    Aqui padece el alma una impaciencia Sta. Corazon lleno del divino amor aqui escribe fuera de si.
5.    Corazon traspasado con rayo de amor de Dios.
6.    Corazon erido con flecha de amor divino.
7.    Alle al que ama mi anima. Tendrele i no le degare.
8.    Odi choso corazon que receviste en arras el clabo de la passion.
9.    Llagado corazon con el fuego del amor de Dios en cuya fragua se labra.
10.    Enferma estoi de amores ofiebre quemuero de ella. Fulcite me flóribus, stipate me malis. Quia amore langueo.
11.    Dulce martirio que con arpon de fuego me a erido.
12.    Corazon erido con dar do de amor divino da boses por quien la irio.
13.    Purifícate corazon rrecibe centella de amor para amar a su creador.
14.    Amor puro. Temorsanto. La vida es crus. Desata Señor el nudo que me detiene.
15.    Arobo. Embriaguez en la bodega, secretos del amor divino, o dichosa unión abrazo estrecho con Dios (7).

Tras ponderar las diversas mercedes que la Divinidad concediera a Rosa de Lima, Báez Ricardo enfatiza que es “su propio corazón el locus de la unió mystica, en el cual cabe todo el amor de Dios, concretado en un segundo corazón superpuesto al de ella, como dejó ilustrado en la tercera y última merced de su primer hológrafo, las “heridas del alma” (Ibídem, p. 176):

“Es justo decir, por consiguiente, que las “Mercedes” o “Heridas del alma” y la “Escala espiritual”, espacios visuales donde la voz lírica de la santa panhispánica de ultramar desgarró las costuras de sus silencios vulnerados, son nada menos que los textos iniciáticos de la literatura mística hispanoamericana, aún desatendida por los colonialistas en su etapa fundacional. Y a su autora, Rosa de Santa María, le cabe la dignidad no solo de ser la primera persona y mujer canonizada del Nuevo Mundo, sino de ser la primera poeta mística de Hispanoamérica, honores que la modesta doncella boricuo-peruana ni siquiera osaría pensar, de puro impensables para ella” (Las palabras del silencio de santa Rosa de Lima o la poesía visual del Inefable, p. 186).

Rosa de Santa María aunó la intuición estética y la vivencia mística en una expresión holográfica y poética que revela la hondura de su experiencia teopática a la luz de su formación espiritual y su vocación religiosa, que la joven contemplativa peruano-boricua cultivó en los albores de la Colonia española en América.

 

Luce López-Baralt: El lenguaje de la mística en Ernesto Cardenal

Si en el silencio se nos revela el ser que somos, en el cántico, que es la expresión sonora hecha poesía, se manifiesta el sentimiento que nos embarga, como lo expresa en su lírica el contemplativo nicaragüense Ernesto Cardenal, que la gran estudiosa de la mística, la puertorriqueña Luce López-Baralt (8), comenta y pondera a la luz de sus conocimientos estéticos y espirituales.
Dios es la suprema conciencia del Espíritu y, en tal virtud, era natural que el tema de lo divino concite la lira de los poetas que viven y vibran con la llama que atolondra los sentidos. Bajo el fecundo y luminoso magisterio de Luce López-Baralt, ve la luz pública El cántico místico de Ernesto Cardenal (9), reconocido poeta de la lírica mística en cuya obra la ensayista puertorriqueña despliega su sabiduría mística para dar a conocer el aporte del contemplativo nicaragüense (10).
Luce López-Baralt presenta a Ernesto Cardenal, no solo como un poeta contemplativo, sino como un maestro espiritual que configura la lírica teopoética en América.
La experiencia mística genera una clara conciencia de que se ha experimentado una vivencia sobrenatural. Enseña Ernesto Cardenal que a esa experiencia espiritual sigue un orden unificado con el Universo, como apunta López-Baralt. Desde que experimentó el éxtasis místico, el poeta nicaragüense asegura que esa experiencia permeó toda su poesía. Según revelara el poeta centroamericano a Raquel Fernández, el poeta místico entiende que a él le correspondió “unificar ciencia y poesía”, como también, “misticismo y ciencia” (López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 15).

“El poeta nicaragüense ha legado a la espiritualidad occidental una obra contemplativa que reviste una importancia capital dentro del discurso místico cristiano en el que se inserta por derecho propio. Cabe afirmar que hasta ahora ha sido un legado silencioso, porque hemos tardado mucho en aquilatar en sus propios términos la existencia y, más aún, las consecuencias del discurso místico cardenaliano. Es más fácil asumir la protesta política que la contemplación mística. Y ello va dicho sin menoscabo de una u otra dimensión de vida, pues de ambas, como he dejado dicho, se ha hecho eco Cardenal. Pero lo cierto es que estamos ante el fundador de la literatura mística hispanoamericana moderna y ante uno de los místicos cristianos más originales de los siglos XX y XXI” (El cántico místico, p. 24).

La lírica mística plasma la realización de una apelación sagrada: perfila, en forma estética y simbólica, la certeza de la Presencia a la luz de una vivencia espiritual. Sostiene Luce López-Baralt que la gracia mística subyace en todo lo que ha hecho Cardenal, en su acción social y su obra literaria.
Aborda la autora boricua el lenguaje de la mística y subraya, mediante una adecuada ilustración de textos iluminados, místicos y poetas, tanto de Oriente como de Occidente, la limitación del lenguaje humano para dar cuenta de la vivencia divina, como es el éxtasis místico que, según Ernesto Cardenal, parece generar un “nuevo órgano de percepción” para canalizar ese “rayo de tiniebla” de que hablaba Pseudo-Dionisio:

“Más allá de las circunstancias históricas y culturales en las que se encuentren, los espirituales que han saboreado la theopoiesis saben que lo único que han logrado compartir es su perplejidad. La literatura mística comparada no es sino la historia de un prolongado asombro. Los “dislates” verbales de los extáticos (shatt los llamaron los sufíes) constituyen un informe radicalmente incompleto de su experiencia, pero por ello precisamente es posible intuir que han experimentado el mismo estado espiritual inenarrable. Los místicos, como observa Evelyn Underhill, terminan por persuadirnos de que algo sobrenatural les ha acontecido de veras” (López-Baralt, El cántico místico, p. 29).

El amor es la más clara señal de la vocación mística, que Vida en el amor apuntala como la urdimbre del Universo, según infiere López-Baralt. Una hermosa manera de cantar el anhelo del encuentro con el Amado lo plasma Ernesto Cardenal en el cántico de la esquirina, hermoso epigrama inspirado en una cancioncilla folklórica de Nicaragua:

Como canta de noche la esquirina
al esquirín que está sobre otra rama:
“esquirín,
si querés que vaya, iré,
si querés que vaya, iré”
y a su rama la llama el esquirín:
“esquirina,
si querés venir, vení,
si querés venir, vení”,
y cuando ella se va donde él está
el esquirín se va para otra rama:
así te llamo yo a ti,
y tú te vas.
Así te llamo yo a ti,
y tú te vas.
(El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 50)

Fascinante es también la forma como el poeta se siente visto por el Contemplado, como bien recoge la estudiosa puertorriqueña:

Yo apagué la luz para poder ver la nieve.
Yo vi la nieve tras el vidrio y la luna nueva.
Pero vi que la nieve y la luna también eran un vidrio
y detrás de ese vidrio Tú me estabas viendo.
(El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 51)

Quien descubre el sentido de la mística, encuentra el cauce del sentido. Y a cada uno se le ilumina el camino para hallarlo. La estudiosa del fenómeno místico así lo plantea:

“El poeta ha compartido con nosotros la certeza recién adquirida de la teoría amorosa que expone al principio de su tratado: todo el universo tiende hacia el amor porque está hecho de ese amor que se verifica vivencialmente en el éxtasis. El misticismo de Cardenal es, ya desde este ensayo, unitario: el cosmos está en gozosa interdependencia y todo es sagrado en él, desde Romeo “en oración” ante Julieta hasta el ratón que cantara Whitman y que nuestro poeta evoca con tanta fraternidad” (López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 62).

En el Cántico cósmico, según Ernesto Cardenal, la tierra canta en él el canto místico del Universo. En el Cántico cósmico Cardenal canta la experiencia mística, desfilan los iluminados y los científicos, recoge la tradición contemplativa de Oriente y Occidente y procura, como enseña López-Baralt, una alianza espiritual con todos los místicos y todas las culturas. Escribe López-Baralt:

“Aquel contemplador de las estrellas que se sentía conciencia del universo en Vida en el amor ahora mira el firmamento estrellado -el de mi patria puertorriqueña, por cierto- y advierte el abismo de su desolación: “Abro la ventana opaca de mi hotel y miro las estrellas/piso 20 del Caribe Hilton./Estoy solo en tu universo” (El cántico místico de E. Cardenal, p. 70).

Luce López-Baralt analiza la poesía del contemplativo nicaragüense a la luz de la tradición poética, a la luz de la tradición mística y a la luz de la tradición cosmológica, como se puede sintetizar en este enjundioso párrafo de la ilustre boricua:

“El poeta, versado en astrofísica, superimpone conscientemente el instrumento moderno de exploración astral al antiguo término técnico de la noche de los sentidos, que prestigiaron primero los sufíes musulmanes y luego san Juan de la Cruz. Estamos ante la puesta al día de la prestigiosa simbología mística de antaño. El poeta, no cabe duda, ha acuñado una metáfora novedosa con este telescopio “a lo divino”, que viene a representar aquel ápice, hondón del alma, ojo de luz u órgano de percepción mística con el que los antiguos contemplativos aludían a esa indecible capacidad cognoscitiva del místico que opera en niveles alterados de conciencia” (López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 76).

En una carta del poeta nicaragüense a la puertorriqueña, se decanta con el mismo tema:

“El autor usa una imagen muy tradicional y clásica como es la de la noche oscura y desea contraponer a ella una imagen moderna y un instrumento de la ciencia actual como es el telescopio. También esta contraposición quiere decir que así como en la noche oscura no vemos ninguna de las luces celestes con los ojos carnales, sin embargo con el telescopio pueden verse estrellas y galaxias que a simple vista no se observan. También el autor considera que el telescopio es un instrumento propio de la noche -no se sabe que se usen telescopios de día- como también es propio de la noche, a veces, el ser totalmente oscura, no pudiéndose concebir una noche oscura en pleno día. Podría interpretarse también que este título implica visión y no visión, siendo el telescopio un instrumento para ver y lo otro es un no ver, y ambas cosas coexisten a la vez en la vida mística. Igualmente se puede entender este título como una expresión de la dualidad o dialéctica que hay constantemente en el poema: un gozo de tener a Dios y un dolor de no sentirlo: lo cual se figura en la contradicción de una noche cerrada y un telescopio para ver las estrellas” (López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, pp. 76-77).

Cuando el poeta se pregunta por el sentido del Universo hace metafísica. Cuando canta el esplendor del Cosmos como expresión de lo divino hace mística. Y cuando da una explicación de los astros, aun desde la contemplación, hace astrofísica. Luce da cuenta de la inclinación del poeta en los siguientes términos:

“Al contemplar el firmamento, Cardenal hace escuela de entrada con los grandes cantores de las estrellas: con Boecio, que dialoga con la simbólica dama Filosofía en De consolatione Philosophiae; con Ibn Gabirol, el cultísimo cantor hispanohebreo de los astros, cuyo Meter Malkut o Corona real sigue tan de cerca fray Luis de León; con Dante, que cierra la Comedia celebrando l’amor che move il sole e l’altre stelle [“El amor que mueve el Sol y las demás estrellas”] (Paraíso XXXIII, 144). En esta lista literalmente estelar no puede faltar el contemporáneo Neruda, que pudo escribir sus versos más tristes una noche de cielo estrellado en el que tiritaban azules los astros, a lo lejos. (Aunque los versos melancólicos del chileno siempre ha constituido la gran tentación estética de Cardenal, hay que decir que en este nuevo poemario sigue fiel a los postulados poéticos de Ezra Pound). Tampoco olvidemos a José Martí, que una noche en alta mar contempló el cielo estrellado junto a un niño e intuyó que había una razón última que explicara aquella maquinaria celeste tan perfecta” (López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 108).

En un enlace de la poesía con la física cuántica, el poeta americano escribió:

Un creador no solo de uno
sino de múltiples universos
¿infinitos universos con un único infinito Dios?
Universos paralelos con copias exactas de uno mismo
donde vos no podrías distinguir si estás en uno o en otro.
O tal vez uno dentro del espacio del otro.
El gato de Schrödinger muerto en uno y vivo en otro.
Y donde las contradicciones de la cuántica se concilian.
(López-Baralt, El cántico místico de Ernesto Cardenal, p. 113)

En la apelación científica, mística y poética subyace el misterio, que se anida siempre en lo viviente. Desde Platón hasta Thomas Merton, pasando por san Juan de la Cruz, Pierre Teilhard de Chardin, Evelin Underhill y Walt Whitman, el contemplativo nicaragüense forjó su cosmovisión mística con algo de la visión marxista de la historia y mucho de la concepción cristocéntrica, bajo la onda de la visión poética de lo viviente.
Esta obra de Luce López-Baralt comprende un estudio del fenómeno místico, desde la experiencia extática hasta el lenguaje de la teopoética en Ernesto Cardenal. En este estudio se manifiesta la sabiduría mística, la erudición literaria y la exégesis valorativa de la eminente mística boricua.
A la concepción actualizada de la mística, aunada a un fundamento científico y una inclinación erótica, el sacerdote-poeta hace de la lírica un puente de unión entre Dios, la Naturaleza y los hombres, para encender el amor a lo divino.
Con la más hermosa prosa ilustrativa de una escritura ejemplar y luminosa, Luce López-Baralt explaya, desde la hondura de su intuición mística, la voz lírica y contemplativa del poeta místico nicaragüense de nuestro tiempo.

Sylma García González: La voz mística en la poesía de Ernesto Cardenal

El libro de la escritora puertorriqueña Sylma García González, Yo tuve una cosa con él y no es un concepto: Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal (11) viene avalado por un prólogo de la pionera de los estudios místicos en la América hispánica y especialista del Misticismo, la escritora boricua Luce López-Baralt, de quien cito:

Estos poetas, que el poeta estudió formalmente en Columbia University, hicieron posible el lenguaje pragmático y desnudo de expresión que caracteriza la escritura cardenaliana. Importa insistir en el hecho de que este particular estilo literario nunca se había utilizado hasta ahora para la expresión mística. De ahí que la autora privilegie precisamente un verso lapidario al estilo poundiano como título de su libro: Yo tuve una cosa con él y no es un concepto. Difícil expresar el trance unitivo con tanta fuerza y con tanto poder de persuasión. Dios es un concepto para el teólogo, pero no para el místico, que se hace eco de la brasa viva de Moisés y del Fuego de Pascal: esas vivencias experienciales intransferibles conviene decirlas con un lenguaje inaudito y siempre renovado (Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal, p. 11).

Asumiendo como cierto, como efectivamente cierto es, que la conciencia de lo divino, como advirtiera Evelyn Underhill, es la base de la conciencia mística, la doctora Sylma García González arranca de ese postulado para estudiar la voz mística del contemplativo nicaragüense a la luz de su creación literaria. Al respecto, afirma la escritora:

No obstante, interesa hacer hincapié en que la lectura mística de los textos de Ernesto Cardenal es posible más allá de sus afirmaciones en ese sentido, pues, aunque parecen muy reveladoras e interesantes, el discurso literario místico debe poder sostenerse en sus propios términos. Una cosa es la experiencia mística como fenómeno sobrenatural, y otra, el discurso místico-literario. En este caso particular, por tratarse de un estudio literario, interesa más analizar el aspecto discursivo que el histórico. Es decir, interesa menos que Cardenal sea, de hecho, un místico auténtico, que su capacidad para articular todo un discurso místico-literario, aunque se admite que, en este libro, se toman muy en cuenta ambos aspectos, ya que se han seguido de cerca a los principales estudiosos del misticismo (Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal, p. 27).

Discípula de la inmensa escritora y profesora puertorriqueña Luce López-Baralt, como portaestandarte del análisis literario, la nueva escritora aprendió de su ilustre maestra no solo el camino de la formación mística, sino la técnica del arte interpretativo de la creación literaria. En la relación de la trayectoria biográfica del poeta nicaragüense, García González subraya la vocación mística del poeta y su vinculación religiosa con la Trapa en los siguientes términos:

Al año siguiente, ingresó al monasterio trapense Our Lady of Gethsemani, en Kentucky (Estados Unidos), donde fue novicio del reconocido escritor y teólogo norteamericano Thomas Merton. A pesar de la estricta observancia de la orden y de las dificultades de adaptación (se trata de un centroamericano en un monasterio estadounidense), Cardenal aduce: “El mayor milagro es que yo no solamente he podido resistir la vida trapense, sino que he vivido feliz; más aún, he vivido los días más felices de mi vida (Vida perdida 280). En varias ocasiones, el poeta ha indicado las poderosas razones que tuvo para ingresar en un monasterio, específicamente, en el trapense: Sentí la necesidad de buscar una comunidad de gentes que estuvieran en las mismas condiciones mías, donde no tuvieran que guardar etiquetas como en las ciudades, ponerse corbata, ir al cine, a reuniones, beber tragos con los amigos, leer los periódicos, etc. (…). Necesitaba, pues, una sociedad donde uno pudiera prescindir de todo eso sin ser extravagante, donde eso fuese normal. Inmediatamente sentí que lo más normal para mí era vivir entre los trapenses (Ovalles 1964: 100). (Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal, pp. 40-41).

Desfilan por estas páginas, escritas con propiedad y rigor metodológico, pasajes del Cardenal como seminarista en México y Colombia, así como su vida contemplativa y activa en Solentiname, su participación como militante político en Nicaragua, las preseas otorgadas a su obra literaria, las publicaciones en prosa y verso, los estudios publicados sobre la obra del poeta y la labor de un autor en busca de su voz poética. Sylma García González (12) subraya la vertiente dominante en el poeta nicaragüense:

Su profunda espiritualidad, en un principio angustiosa, y más tarde, absolutamente trascendida tras su experiencia mística, ha sido el motor que ha guiado su existencia. Su gran compromiso social con los pobres y los oprimidos del mundo es el resultado directo de su unión transformante con Dios. Hombre de voluntad férrea y sólidos principios, Cardenal ha tenido el valor de alzar su voz de protesta contra una sociedad injusta, donde impera la esclavización del hombre por el hombre, y ha tenido más valor aún, para seguir creyendo en la humanidad. Como testimonio vivo del Amor Infinito, el poeta comprende que el Universo solo puede evolucionar en armonía hasta la fusión total y eterna con el Creador, actitud optimista y conciliadora en estos momentos tan difíciles (Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal, p. 48).

La creación literaria de inspiración mística, que en Ernesto Cardenal arranca con Vida en el amor, tiene un decurso firme y coherente en atención a su experiencia extática, su formación teológica, su vinculación humanizante y su visión de la literatura. Subraya Sylma García que, gracias a los estudios de Luce López-Baralt sobre el poeta nicaragüense, se ha ido valorizando la obra del místico centroamericano y han aumentado los trabajos críticos sobre la vertiente mística del sacerdote-poeta.
En su análisis literario, Sylma enfoca el estilo de Cardenal, su estética literaria y el influjo formal de poetas y prosadores norteamericanos y europeos que perfilaron el talante espiritual y estético del contemplativo nicaragüense. Consigna nuestra autora:

Cardenal articula su discurso mediante la utilización de un lenguaje pragmático, directo, de gran desnudez y claridad expresiva, y el empleo de un vocabulario ordinario, a pesar de que, en este caso particular, su propósito principal es describir un fenómeno que tiene entre sus particularidades la imposibilidad de describirlo a través del lenguaje humano. De esta manera, logra describir su experiencia extática de una manera muy íntima, clara y accesible a todos los lectores, sin desacralizarla. Es decir que, a través de su expresión desnuda y de su estilo particular, el poeta nos permite acercarnos a ese fenómeno tan sublime y tan difícil de comprender para aquellos que no lo has experimentado. El propio poeta admite: “(…) siempre he tratado de hacer una poesía clara; incluso mi poesía peca por ser demasiado clara, ya que siempre estoy interesado en que el lector entienda mi mensaje…” (Originalidad y modernidad en la literatura mística de E. Cardenal, p. 62).

Sabe Ernesto Cardenal conciliar la apelación erótica y política emanante de su sensibilidad y su conciencia, que aúna al lenguaje de la mística sin violencia y con singular armonía a través de su talante contemplativo y su visión social de la literatura. El propio Cardenal, según cita Sylma, revela parte de su cosmovisión mística al escribir:

Un hombre que ha probado una gota de esa dicha ya no puede seguir llevando la misma vida de antes (…), sino es un hombre que se vuelve loco y hace disparates: puede salir a la calle en harapos (…), o predicar en las calles, o encerrarse por el resto de sus días en una celda, o besar a los leprosos. Es lo que la gente llama una “conversión” (Vida en el amor 46). (Originalidad y modernidad en la literatura mística de E. Cardenal, p. 87).

En fin, en esta obra valorativa de la estudiosa boricua se aprecian los talentos del sacerdote nicaragüense: el pensador y el místico, el poeta y el contemplativo, el letrado y el comprometido con la realidad social. Emoción estética y fruición espiritual que marcan la vida y la obra de un singular creador que ha hecho de la palabra el vehículo espiritual para testimoniar su vocación místico-poética, como desentraña Sylma García González:

Por todas estas razones, Versos del pluriverso, el poemario más reciente de Cardenal, se inserta cómodamente en la corriente cósmico-mística de sus dos textos anteriores, así como en la tradición mística universal, como lo revela su sabia erudición teológica. Como hijo aventajado de Pitágoras y de Teilhard de Chardin, el poeta nicaragüense expone poéticamente, con gran originalidad y acierto, la unión indisoluble entre la ciencia y la alta espiritualidad. Del mismo modo, mediante el discurso poético, que se nutre del científico, el poeta logra articular un nuevo discurso para, entre otras cosas, decir lo indecible (Originalidad y modernidad en la literatura mística de Ernesto Cardenal, p. 149).

En esta obra de Sylma García González, con la huella de la sabiduría de Luce López-Baralt, los lectores de lengua española podemos disfrutar, no solo la labor interpretativa de valiosos estudios de autores puertorriqueños sobre literatura mística, sino que va creciendo una positiva y auspiciosa ponderación de la lírica mística en América, que este libro de García González viene a engrosar con la frescura de su talante exegético y la hondura de su valoración mística en el campo de la creación poética.

Bruno Rosario Candelier
Congreso Internacional de Literatura Mística
Ponce, Puerto Rico, PUCPR, 12 y 13 de febrero de 2013.

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