NUESTRA ACADEMIA RECIBE AL PBRO. TULIO CORDERO
Al iniciar la presentación del invitado, consigné: “Tres poetas dominicanos han consagrado toda su creación poética a la poesía mística -Freddy Bretón, Teresa Ortiz y Tulio Cordero- y entre ellos Tulio Cordero es quien ha logrado la más pura y luminosa lírica mística. Este valioso creador dominicano aúna, a su estado sacerdotal, su condición de místico y su vocación de poeta, triple don que enaltece su persona. Su formación teológica, su dotación espiritual y su sensibilidad estética reflejan su Humanismo trascendente con una entrañable ternura empática. Sus cuatro libros de poesía, Latido cierto, Si el alba se tardara, La sed del junco y La noche, las hojas y el viento confirman esa trayectoria lírica, espiritual y estética”.
Señalé que la persona lírica de estos dolientes versos se siente “gacela herida”, expresión bíblica de El cantar de cantares que nuestro poeta emplea como símbolo de lo divino, para reflejar el movimiento del alma, la agitación que experimenta su espíritu cuando se lanza, en medio del fragor humano, a la búsqueda en que culminan todos los anhelos, que ilustré con este ejemplo: “Y mi sangre fue gacela herida,/como la suya,/ y que el tiempo entonces corría /con estridente prisa./ Y quería atraparlo todo./Y todo se me iba./ Y un buen día el tiempo se detuvo / porque Tú apareciste”.
Subrayé que el carismático creador interiorista vuelca su corazón hacia lo viviente. Su sensibilidad trascendente, motor de su labor pastoral, educativa y poética, se conjuga admirablemente con su apelación espiritual y estética para hacer más amable el Mundo con su visión edificante y luminosa. Cada uno tiene una expresión espiritual afín a su sensibilidad para vivir interiormente ese carisma del Espíritu. Dotado de una poderosa sensibilidad, este ilustre varón de la Iglesia combina, con su rol de sacerdote, poeta y místico, el cultivo de la mística, la pintura y la poesía, con su anhelo de saciar su sed de lo divino.
En otra parte de mi presentación, ponderé: “Los antiguos místicos sufíes hablaban de la “noche luminosa”, misma que incendia el corazón en llamas del lírico dominicano Tulio Cordero. El místico se deslumbra ante la luz inmaterial que resplandece con su hechizo. La inspiración mística precisa de la iluminación interior que alumbra la connotación divina. A eso aludía William Blake cuando decía que se puede “ver un mundo en un grano de arena”. Los poetas místicos son amanuenses del Espíritu y, en tal virtud, saben canalizar las señales trascendentes: la inspiración de las Musas, como creía Platón; el Soplo del Espíritu, según los místicos de la Kábbalah; los efluvios del Inconsciente Colectivo, como creía Jung o las intuiciones del paleocortex, como cree Fredo Arias de la Canal, ya que esas fuerzas superiores eligen a los poetas como canales de revelaciones de la cantera del infinito. Desde que Heráclito intuyó la energía interior de la conciencia y la sabiduría espiritual del Universo, coligió un vínculo de todo con el Todo, en cuya virtud los humanos somos copartícipes de lo divino”.
La persona lírica de estos amartelados versos ausculta la sombra, se compenetra con la noche, nido de lo Eterno, con particular atención a los pájaros y plantas para sentir en el espíritu el eco del misterio desde la contemplación del Mundo. Sabe el filólogo, a la luz del sentido de la palabra y el soplo de la intuición, que el símbolo expresado en ave, sombra, llama, viento o paloma, alude al aliento divino que el poeta otea desde el horizonte enhiesto de su mirada intensa.
Finalmente fundamenté la elección de Tulio Cordero como Miembro Correspondiente de nuestra Institución, señalando: “La creación poética de este valioso poeta dominicano cautiva por su ternura lírica, la frescura de su lenguaje y la onda sutil de los susurros intangibles. Tulio Cordero posee la voz lírica y mística más pura y elevada, no solo del Interiorismo, sino de las letras dominicanas y americanas”.
Por su parte, al presentar su discurso de ingreso, el sacerdote y poeta manifestó: “Mozuelo era yo escaso de pan y flores cuando quise adivinar de dónde los caminos interiores venían. Porque eran hartas las noticias del viento. Y un día cualquiera de los primeros verdores de adolescencia, me desperté con las ganas irresistibles de deletrear el aleteo nervioso de una libélula o de otear en el horizonte cualquier leve sonrisa recostada en una ventana triste. Y brotaron en manojos las palabras que fueron los versos primeros. Así nacieron Latido Cierto y Si el alba se tardara”. Y de inmediato consignó: “Pero otro día tuve la suerte de tropezarme con Bruno Rosario Candelier, esbelto él, con mirada cálida y discreto hablar y me habló de lo que yo ya buscaba, que él y un grupo selecto de iniciados, “interioristas” ellos, parecían ya haber encontrado”.
Tulio Cordero nació en San Juan de la Maguana en 1957. Se ordena sacerdote por la Congregación de los Padres Paúles en 1984. Licenciado en Filosofía y en Teología de la Espiritualidad por la Universidad Teresianum de Roma. Ha sido profesor de Teología, párroco y misionero. Actualmente dirige en las Antillas, con sede en Puerto Rico, la congregación a la que pertenece. Ha publicado los poemarios: Latido cierto, Si el alba se tardara y La sed del junco. Dirige el Grupo Literario “Francisco Matos Paoli”, del Ateneo Insular en San Juan de Puerto Rico. Este sacerdote y poeta místico tiene una obra densa y caudalosa en imágenes y símbolos deícticos de lo divino que lo refleja en el rocío, las cascadas, el viento, los cañaverales, la paloma y las espigas en una visión de lo natural percibido como expresión de lo sobrenatural mediante el impacto emocional que el emisor de los versos humaniza en la theopoiesis, centro de su vocación creadora y núcleo de su vivencia espiritual. Santo Domingo, Casa de las Academias, 24 de noviembre de 2009.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir