DISERTACIÓN SOBRE LA LENGUA Y LA PERSONALIDAD
Así como genéticamente heredamos unas condiciones físicas que nos marcan biológicamente, de la misma manera heredamos unas condiciones metafísicas, de las cuales no siempre somos del todo conscientes, afirmó Rosario Candelier. Esas condiciones determinan la naturaleza de nuestro ser y la vocación por la que nos inclinamos en la vida; las tendencias intelectuales, morales, estéticas y espirituales que pautan nuestra inteligencia y nuestro talante; la disposición de nuestras facultades creativas con relación a nuestros gustos y apreciaciones en el arte, la ciencia, la religión, la filosofía y la espiritualidad; la misión que por un designio trascendente hemos de cumplimentar en nuestra existencia temporal para darle sentido y trascendencia a la vida. En otras palabras, el lenguaje, la cultura, el afecto y el terruño o, lo que es lo mismo, la lengua que hablamos, el numen que se nos insufló, el amor con que nos criaron y el lugar donde crecimos, marcan nuestra existencia y determinan lo que pensamos, hacemos, queremos y creamos en la vida, afirmó.
Asociados a la lengua, la cultura, la familia y la sociedad, están los valores que dan fundamento moral a los individuos y los pueblos. Los cimientos espirituales de los valores morales y los ideales superiores, así como la suprema aspiración del ascenso del espíritu, que norman la vida fundada en los principios de la conciencia, dan cuenta de la más alta condición humana, subrayé en la ponencia inaugural del cónclave.
En este Encuentro Internacional me correspondió presentar otras dos ponencias sobre dos destacados poetas hispanoamericanos. En efecto, presenté una ponencia sobre la lírica de la poeta colombiana Helena Ospina Garcés, como parte del Encuentro Mesoamericano en Costa Rica. La reconocida creadora de poesía mística cultiva el arte de la creación poética mediante el concurso de la palabra que ilumina y edifica, haciendo de la poesía contemplativa el canal de su sabiduría espiritual y el vehículo de su ideal sublime a la luz de la inspiración teopoética. La poeta caleña radicada en San José de Costa Rica ha hecho de la creación poética una fértil llama de la más fecunda apelación de la conciencia. En sus versos fluye la llama del verbo increado con un alto sentido de la conciencia espiritual. Cristiana devota y mujer de fe, la poeta suramericana amasa su verbo amartelado en la sustancia de lo divino mismo. En tal virtud, verbaliza en la imagen poética un lenguaje impregnado de intuiciones y reflexiones metapoéticas. La creación de esta seguidora de San Juan de la Cruz y Teresa de Jesús activa y actualiza, con la sensibilidad espiritual de una mujer de nuestro tiempo, el numen alado y simbólico que se manifiesta, sustanciado y edificante, en su misterio perenne.
Hay una llama interior que se expresa en poesía, canto y oración. Desde que sintió el esplendor de la Creación, Helena Ospina sintió el fuego sagrado que alienta a iluminados y contemplativos. La canción que lleva dentro se hizo danza y armonía; luego, poesía y plegaria y, en ambos casos, un himno de amor al Creador. Ella misma, como flor de la Creación, testimonia en su palabra y en su poesía, la llama sutil que transmuta en belleza y sentido bajo la gracia lírica y la lumbre divina. Helena Ospina está conectada de un modo visceral a la fuente de la Belleza. Desde su íntima unión con Dios, vive a plenitud el don de la Creación la pasión de la palabra desde el vértice de su espiritualidad.
La segunda ponencia que presenté en Costa Rica versó sobre la poesía de Gustavo González Villanueva, sacerdote y poeta místico de Guatemala, que plasma una creación lírica inspirada en los valores entrañables de lo sagrado. Con honda vocación contemplativa y aliento trascendente, la creación poética de este ilustre autor centroamericano se inspira en la rica veta del romance y la lírica tradicional española, mediante coplas, rondas y zéjeles con el remozamiento espiritual y el acoplamiento al ambiente local y la cultura centroamericana que impregna a su creación. El paisaje americano, la tradición nacional, el tono del habla y los matices folklóricos se suman a una visión fresca y espontánea de un creador que pone su sensibilidad al servicio de una causa elevada, como es iluminar las conciencias y cristianizar la visión del Mundo a la luz de la doctrina evangélica. Con ingenioso juego de palabras para despertar la conciencia profunda, nuestro poeta logra una honda cavilación trascendente que enriquece la hermosa lírica de su creación poética. El poeta antigüeño acude a un lenguaje diferente para expresar su creación. Consciente de que la poesía es fruto de condiciones especiales que disfruta el ser humano, González Villanueva asume la dimensión interior de lo que acontece en la vida. Resalta la faceta espiritual de lo viviente cuya apelación mueve su sensibilidad y su conciencia. Esas sensaciones entrañables reclaman la participación de las facultades intelectuales, imaginativas, afectivas y espirituales para captar y expresar el sentido que la intuición atrapa.
Poeta de la contemplación, González Villanueva vive y disfruta plenamente el esplendor de la Creación y, desde luego, el más hermoso sentido de la vida desde la onda de la espiritualidad que el numen de lo sagrado imprime a su alma de poeta, de sacerdote y de místico. Revive ese valioso creador el zumo castigo de la lírica hispana, razón por la cual atrapa la huella de los poetas aureoseculares españoles, como Luis de Góngora y Francisco Quevedo; asume el influjo de los modernos juglares de la lírica peninsular, como Federico García Lorca y Antonio Machado; recrea en la copla festiva, las rondas tradicionales y el zéjel andaluz que tanta vida ha insuflado al arte del verso popularizante, una manera de interpretar, desde la creación poética, el alma de los pueblos.
Ambas ponencias fueron presentadas por el Director de la Academia Dominicana de la Lengua en el auditorium del Instituto de México, en el centro de la citada ciudad centroamericana, como parte de la celebración del IV Encuentro de Literatura Mesoamericana, copatrocinado por la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica. San José de Costa Rica, 12 de agosto de 2009.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir