DISERTACIÓN SOBRE LA LENGUA Y LA PERSONALIDAD
Al enfocar los factores que intervienen en la formación de la personalidad, subrayé lo siguiente: “Además del lenguaje y el afecto, indispensables en el desarrollo de la conciencia, hay que sumar el influjo de la tierra y la cultura. Se trata de la concurrencia de cuatro factores que, a modo de ejes determinantes en la gestación de la personalidad, troquelan el talante neurofisiológico de nuestro cerebro y, desde luego, pautan actitudes, ideas y conductas que perfilan nuestra persona. Esos cuatro factores marcan y moldean nuestra manera de sentir, pensar, querer y actuar. En tal virtud, la lengua, el afecto, la tierra y la cultura contribuyen a modelar el talante de la persona y marcan la inteligencia, la sensibilidad, la voluntad y la querencia que determinan la idiosincrasia de un individuo y de una cultura y, desde luego, condicionan el temple personal y conforman el modo cultural de los pueblos y las civilizaciones”.
Al subrayar el influjo del Logos en la conciencia, puntualicé: “Los griegos crearon el concepto de Logos, que vincularon a ‘idea’, ‘espíritu’, ‘palabra’, ‘verbo’ y que nuestra lengua emplea en algunos términos especializados, como filólogo, antropólogo, politólogo y en vocablos comunes, como diálogo, monólogo, catálogo. Para los antiguos griegos, Logos es ‘palabra’ y es ‘idea’, porque entraña el principio espiritual que funda nuestro lenguaje, razón por la cual la palabra y el pensamiento están estrechamente vinculados. En tal sentido, Heráclito, el antiguo pensador presocrático, concibió el Logos como la energía interior de la conciencia, que se plasma en la palabra cuando hablamos, pensamos, escuchamos y escribimos. La energía del Logos, en tanto aliento espiritual de la conciencia, procede directamente de la Divinidad”. La Vega, República Dominicana, 25 de marzo de 2010.
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