ANGLICANIZAR

“Los creadores del mapa entendieron que era la traducción del latín del Dios Júpiter y ellos ANGLICANIZARON el nombre de Jove a Júpiter. . .”

Hay errores en los que se incurre, inducidos quienes así actúan, por palabras semejantes que tienen carta de ciudadanía en la lengua corriente.

Se está en presencia de un verbo que ha formado el redactor para significar que algo se hace para volverlo inglés, tornarlo inglés, convertirlo en inglés.

Las palabras semejantes que se mencionaron más arriba son: anglicado/a, anglicano/a. Aparte de estos términos, aunque no muy lejos, está anglicismo. Este tipo de falla que se detecta en la cita es la que se denomina desliz, que no es otra cosa que una equivocación involuntaria debida a la falta de reflexión o descuido de quien redacta.

El verbo anglicanizar no lo reconoce el DRAE. No obstante, esa corporación  recoge en su seno las palabras anglicanizado/a que en sus funciones de adjetivo significa influido por las costumbres, ideas, etc., de los ingleses o por su lengua.

Con respecto a la palabra anglicano es, “que profesa el anglicanismo” o que es perteneciente o relativo a este. La última acepción para este vocablo es sencillamente: “inglés”.

Las lenguas están siempre en un manso movimiento constante que las rejuvenece, que las adapta a los avances de las ciencias y al progreso humano. No hay poder que pueda detener este avance de las lenguas. Esta evolución de la lengua viva es una característica intrínseca a su condición de facilitadora de la comunicación humana.

Lo que se lee en el pasaje reproducido es un fruto de ese progreso, de esa evolución antes mencionada. Se trata de un verbo formado para llenar el vacío que se pretende que existe en la lengua con respecto a este concepto.

Ya hay algunos diccionarios que aceptan el verbo como de uso en la lengua española. Entre ellos se puede citar el Gran diccionario de la lengua española de Larousse que asienta el verbo del título con el valor de: “extender, adoptar el carácter, las costumbres y la cultura inglesas en un lugar”.

El inconveniente se ve de inmediato porque la redacción del verbo se ciñe a “en un lugar”. Ese lugar debe entenderse como denominador de una sociedad, de un pueblo o país. Esa redacción le cierra las puertas al uso que hace el redactor en su pasaje. Eso a menos que no se aplique aquí al verbo creado, el primer verbo de la redacción del diccionario: “extender”. Verbo este que significa y se ha definido en muchas otras ocasiones en estos comentarios como “estirón”, por lo abusivo del ensanchamiento.

*IDENTITARIO

“. . .se convierte en el último un refugio IDENTITARIO donde el individuo atesora su pasado, y aquilata su futuro.”

Esta es una vez más un ejemplo extraído de una crónica acerca de obras de arte. De la misma forma en que ha acontecido en ocasiones anteriores, se encuentra uno con voces que no son tan castizas como el resto de la redacción.

El fenómeno que se observa aquí es el producto, quizá, del ímpetu poético que se desencadena con la redacción hecha bajo la influencia del disfrute de la obra pictórica o escultórica. Es probable que haya que culpar la estrechez del español que no permite -sin sanción- que se incurra en estos excesos. Claro, la sanción es solo moral.

El término del título es uno más fruto de la inventiva de esta clase de persona que no puede acomodarse a los límites que le fija la decencia de la lengua practicada por los demás y aceptada por la mayoría. A veces este tipo de audacia semántica “prende” en el vocabulario general y llega a ocupar un sitio, por lo menos, en diccionarios de uso.

La voz del título no se encuentra en ninguno de los diccionarios conocidos. La búsqueda terminó  en frustración.

CINTILLO

“De nuevo la noticia del aumento del valor de las propiedades inmobiliarias aparece en los CINTILLOS  de la prensa nacional.”

No hay lugar a sorpresas de que en unos comentarios de la naturaleza de estos se haga espacio para tratar una palabra tan manoseada como cintillo. Casi todos los lectores se preguntarán qué importancia o qué nueva cosa puede traer un vocablo tan conocido. Más abajo se despejarán las incógnitas.

El cintillo conocido en los diccionarios es el adorno en forma de cinta estrecha que se ciñe a los sombreros. Es además una sortija con piedras preciosas. En Cuba es una diadema. En un diccionario abierto a incluir vocablos de uso en el español hablado consignan que es también un “collar pequeño”.

Ahora bien, cabe la pregunta: ¿Dónde está el cintillo de la cita? No debe descartarse la veracidad de la existencia y de su vigencia solo porque no aparece en el DRAE.

La respuesta acertada la suministra el DAA que en la última de las acepciones para cintillo afirma que en Honduras cintillo es: “Anuncio o noticia breve que se pone en la parte inferior de una hoja de periódico o de la pantalla de televisión sin interrumpir las imágenes”.

Esta definición aunque bastante detallada deja espacio para que se añada que en los periódicos digitales también se incluyen estos cintillos que a veces mueven el texto hacia la izquierda para llamar la atención y para que el lector lea lo que así se anuncia.

No cabe que se censure al columnista que utilizó la voz cintillo porque en el habla se la conoce desde hace varias décadas, por no escribir muchas, y es de uso corriente. No se piensa que sea este un vocablo que solo se estila en la jerga periodística.

DENTRO – EN

“. . .busca educar al público acerca del valor de una prensa libre DENTRO de una sociedad libre y relatar las historias de los eventos más importantes del mundo.”

En otras ocasiones se ha dedicado tiempo al estudio del abuso que se hace en el español escrito de la palabra “dentro”; sobre todo en los casos en que es más sencillo y más apropiado colocar en ese lugar “en”.

Con todo el riesgo que eso implica aquí se calificaría ese desliz como una “ultracorrección” que no es más que un ánimo exagerado de ser correcto; y este es un fenómeno que se produce cuando una palabra correcta se sustituye por una menos correcta.

Algunos escritores habituales de la prensa escrita demuestran una preferencia muy marcada por los vocablos que son más largos que los comunes. Quizá haya que tener este elemento en consideración al evaluar el porqué del desliz.

Para destacar el asunto vale la pena que se examine lo que se entiende por “dentro”. Es “en el interior, en la parte interna; en un grupo, en una serie”. “Dentro de” equivale a “en el interior de”. Hágase el ejercicio que se ha propuesto en algunas ocasiones anteriores para llevar al extremo el asunto. Pregúntese si un hablante o algún escribiente nativo del español dice o escribe “en el interior, en la parte interna, o en el interior de” en un ejemplo como el de la cita.

No hay que ir hasta el extremo de ser más papista que el Papa y evitar la sencilla “en” que deriva del latín in que significaba en o dentro de. En este caso del pasaje con el “en” que se omitió se indicaría el lugar en que sucedía la acción; el medio o ambiente donde se desarrollaba la acción.

Con estas reflexiones basta para dejar en claro la poca simpatía que se profesa por el uso criticado.

APELAR

“También indicó que los traficantes APELAN a métodos cada vez más creativos para transportar las ganancias desde EEUU ahora que hay más control de las transferencias bancarias. . .”

Aquí cabe que se grite la frase: ¡Sálvese quien pueda! Traer aquí esta frase es pertinente si quien escribe estos comentarios confiesa que ha incurrido en el error de utilizar el verbo en cuestión, apelar, del modo en que se critica en esta sección.

El verbo apelar es de uso muy corriente en el lenguaje jurídico. En ese contexto tiene un valor muy bien definido por los significados de que disfruta en el ámbito jurídico. En ese campo manifiesta el verbo que se recurre a un tribunal superior para que revise una resolución de otro tribunal que le es inferior. Es una forma de escalar un peldaño en el escalafón judicial para que se estudie de nuevo una decisión que no favorece en la medida de sus deseos a la parte recurrente.

En funciones intransitivas el verbo del título trae consigo la idea de que se recurre a alguien o algo en cuya autoridad, criterio o predisposición se confía para dirimir, resolver o favorecer una cuestión.

Si se detiene por un instante el curso de los términos para conceder tiempo a que se reflexione sobre lo anterior y se compare con el uso del texto, se estará en situación para no aceptar el uso que se hace del verbo en el pasaje reproducido.

Si se piensa desde el principio, hay que convenir en que el verbo en español deriva del latín appellare que equivalía a “llamar”. De este modo cuando se recurre a una instancia superior en los tribunales lo que se hace es que “se toca la puerta” de ese tribunal para que conozcan de un caso ya fallado con anterioridad.

En otras palabras, es un llamado que se hace en busca de justicia cuando se pretende que no se ha favorecido a la parte recurrente con una resolución que interpreta la ley conforme a sus intereses y, que por tanto, se vulneran sus derechos.

Si se leen con detenimiento suficiente las acepciones que se han mencionado más arriba para el verbo apelar, ha de notarse de inmediato que las dos principales tienen relación con el lenguaje jurídico, ya sea de modo directo en una, ya sea de manera indirecta en la otra.

Si se regresa por un momento a la primera frase de esta sección, el “pecador” que escribe estas reflexiones está en medida de explicar en cuáles casos utilizó el verbo hace más de 30 años, para expresar qué cosa.

El caso del texto en cabeza de esta sección parece expresar que “. . .los traficantes llegan al extremo de. . .” Para dejar claro que no vacilan en llegar a utilizar métodos innovadores. Que echan mano de cualquier medio para salirse con la suya. Que recurren a métodos creativos.

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