VENTANA – FLEBOTOMISTA – INUSUAL

“Pero hay una VENTANA de una o dos semanas, dijo el. . .”

Hay una ventana en inglés que no existe en español. Ésta es la responsable de que se cometan tantos errores en traducción. La verdad es que la responsabilidad no recae sobre la “ventana”, sino sobre quien traduce o interpreta esta ventana por la otra. La ventana del inglés como se sabe es window, que además de los significados del español posee otros que su hermana hispana no lleva.

Hay una ventana en inglés por la que se pueden asomar las cosas o hechos que se aprovechan de un espacio de tiempo. Hay que asomarse al diccionario del inglés americano para aclarar el asunto. La definición es más o menos ésta, “período durante el cual existen ciertas condiciones u oportunidades”. Ofrece como ejemplo a window of vulnerability.

El empleo de la dichosa ventana está de moda en el lenguaje español de los Estados Unidos, sobre todo en el léxico de la medicina, en el cual se habla de este “período de vulnerabilidad” durante el cual se puede colar una enfermedad a través de esta “ventana”.

Se escucha el uso de la mentada ventana con frecuencia, en las explicaciones de las enfermedades infectocontagiosas cuando pueden estar incubándose sin que puedan detectarse. Ocurre mucho en las explicaciones acerca del virus de deficiencia inmunológica adquirida (virus de inmunodeficiencia adquirida.)

Para expresar en español correcto el asunto, se puede emplear lo que se escribió antes, “período de vulnerabilidad”, que destaca la incubación durante este lapso. En el caso que se desee destacar la imposibilidad de detectar el mal, es acertado decir o escribir eso, “lapso de imposible detectabilidad”.

FLEBOTOMISTA 

“. . .dijo el FLEBOTOMISTA. . .”

Esta especialidad en la medicina está reconocida, es decir, la flebotomía existe como una división o particularización en el seno de la medicina que se ocupa de la extracción de la sangre.

En un principio, la flebotomía era el arte de sangrar los enfermos para tratar de este modo las enfermedades. No era raro leer que se hacían sangrías para bajar las fiebres y para sanar otras enfermedades.

Estos tratamientos a través de las sangrías hace mucho que sólo pertenecen a la literatura del siglo XIX y aún de antes de ese siglo. Ya desde principios del siglo XX se fue abandonando este tipo de tratamiento.

Con el transcurso del tiempo se recurrió al auxilio del *flebotomista para otros fines. Se llamó así al especialista que extrae la sangre, que ayuda o coopera en el proceso de la transfusión. Cuando el técnico en extraer la sangre lo hace en la actualidad no lo hace para “echarla a perder”, o para desperdiciarla, sino para analizarla y para que sirva como objeto de análisis.

Como se nota al instante, el arte de extraer la sangre mediante instrumentos se ha hecho algo más refinado. La flebotomía existe desde hace largo tiempo en la medicina, pero en nuestra lengua no se le ha apartado un nombre al especialista que se dedica a esta especialidad.

Como con muchas otras palabras de las ciencias modernas, entró primero a través del inglés, porque es en los Estados Unidos de Norte América donde se produce la mayor especialización. En un principio, los encargados de extraer la sangre para su análisis en los laboratorios fueron considerados “técnicos”. Los empleados y especialistas en analizar la sangre pasaron a ser *laboratoristas, aunque este término nunca logró aceptación en el seno de la lengua. Más tarde se les bautizó con el nombre de “tecnólogos médicos” porque auxiliaban a los médicos con sus análisis.

No hay que olvidar que el vocablo “tecnólogo” apareció con posterioridad a técnico y cobró de inmediato mayor valor y respeto que el anterior. Cualquier persona puede ser un técnico, aún sin calificación especial certificada, mientras que el “tecnólogo” ocupa un grado superior al anterior. Se estableció así una categorización y el peldaño superior lo ocupó el tecnólogo con relación al técnico.

Si en los hospitales modernos existe un personal especializado en extraer sangre para su análisis, y cuyo único trabajo es éste, debería otorgársele un título que los distinga de los demás. Si en cambio ese personal sólo existe en los Estados Unidos, entonces el problema sólo se presenta cuando hay que traducir el término del inglés al español.

Hay que aceptar que no existe en español un vocablo solo que exprese la idea del inglés. Cualquier expresión o palabras que se utilicen para transmitir la idea caerán en una descripción de la labor del técnico que extrae la sangre.

INUSUAL

. . .algo muy INUSUAL hace sólo tres décadas

Ya se le debe retirar el sambenito a la palabra del título. La Academia la santificó en su diccionario, en la edición de 2001.

Muchos puristas y estetas del lenguaje la habían rechazado por su cercanía con el vocablo del inglés unusual que hacía más frecuente el empleo del inusual. Muchos países ya habían aceptado el uso del vocablo desde antes de que la Academia le abriera las puertas del diccionario.

Hay que darle la bienvenida al término porque está formado de acuerdo con los cánones que rigen la formación de las palabras en nuestra lengua común. El prefijo in- antes de la palabra indica ausencia, falta o no de lo que le sigue. Se formó conforme a las reglas, es decir, incorporado a la palabra a la que le confiere negación que en este caso es usual.

En el apartado que la Academia le hace en su Diccionario, le reconoce el significado de “no usual, infrecuente”. Para las personas que no simpatizan con el vocablo, pueden siempre usar el segundo de los dos equivalentes que ofrece la Academia, infrecuente.

*CACHET 

“. . .reluce como una comedia neoyorquina con CACHET muy francés.”

Aquí en este extracto sacado de un periódico no sabe el lector si atribuirle el uso del francés a la inteligencia del periodista, porque no muy lejos del término en francés -destacado al reproducirlo- se encuentra la palabra “francés”. Quizá en el mejor de los casos, el crítico lo que trataba era de que el lector asociara lo francés con el galicismo empleado.

No había necesidad de ir tan lejos para establecer la relación entre lo francés y el vocablo, porque la Academia reconoce la palabra “caché” como el equivalente del francés *cachet.

Con anterioridad a que la Academia definiera el vocablo, los estudiosos del idioma le habían reconocido el valor de “personalidad, sello personal, estilo propio”.

La Real Academia define el término del modo siguiente, “distinción, elegancia”. Además asienta que es la “cotización de un artista de espectáculo o de ciertos profesionales que actúan en público”.

Debe consignarse además que el vocablo ha dado lugar a varias expresiones en diferentes países de nuestra América morena, que las autoridades de la lengua de Madrid asientan en su Diccionario. Entre éstas, la más usada es “darse caché”, que es “darse importancia”, que la Real limita a hacerlo a través del vestido o las palabras.

PULLA – PUYA 

“. . .La PUYITA ejemplar de mandarlo todo a la basura. . .”

Las dos palabras del título tienen su campo de acción en español. La que empleó el periodista no es la que se ajusta al contenido de la frase. La “puya” con la ye, (Y) corresponde en nuestra lengua al objeto de punta acerada que sirve a los picadores y vaqueros para estimular y castigar a las reses. En algunos países de la América del sur es una planta.

La otra, la pulla, es “la palabra o dicho obsceno”. Es también el “dicho que indirectamente humilla a alguien”. Por último, es la “expresión aguda y picante dicha con prontitud”.

En nuestra América Morena, hay otras puyas y más pullas. Escrito de cualquiera de los dos modos, es “un café solo, cargado y sin azúcar”. Con este significado se le conoce en Puerto Rico, y el uso está documentado en la literatura de ese país.

Con cualquiera de las dos ortografías también se conoce en Cuba a la canción satírica. Como se nota enseguida, lo satírico de la canción guarda relación con la puya aguda y picante que humilla indirectamente. La existencia de estas puyas o pullas están documentadas también por los antropólogos.

Consta en la literatura americana que en otros países soporta otros significados, sobre todo cuando se les usa en diminutivo, como “puyita” en Venezuela, con el sentido de “centavo de bolívar”. Según las noticias recogidas, en Colombia y Venezuela una “puya” es también un machete.

*CAMERÁTICO 

“Roberto Carlos, roquero, Jobim CAMERÁTICO.”

Lo que aparece copiado como texto en cabeza de esta sección es un título a toda página en un periódico.

No hay que sorprenderse de que los redactores en esta era moderna, principios del siglo XXI, se encuentren con que el léxico del español corriente es muy reducido para su fértil numen.

El problema con la palabra no reside en el hecho de que sea inventada, creada, forjada, sino con los rasgos que el vocablo tiene, que no pertenecen al español. Por la terminación se presume que es un adjetivo formado sobre un nombre que está ausente del catálogo de términos en uso en español. Es más, el vocablo “cámera”, no existe en español, por lo tanto mal puede existir el engendro del título.

Como en muchos otros casos, la labor que se hace aquí es la de tratar de adivinar, desentrañar, lo que el periodista trató de expresar. Si se le toma por el costado italiano, entonces es un especialista en música de cámara; si en cambio se va por el lado italiano-político, hay que aceptarlo como alguien que es un camarada, y, en este caso no pertenece al dormitorio ni cosa parecida.

Como el redactor del texto anda bajo la influencia del inglés, vale que se fantasee basándose en esta lengua. Quizá trató de dar a entender que el sujeto es “fotogénico”, mediante una adaptación del inglés “camera” que es cámara.

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