Hacer (el, su, un) mambo – puente – mecenas (*mecena) – coña

HACER (EL, SU, UN) MAMBO

Como es sabido de la mayoría, el mambo es un ritmo tropical de origen cubano obtenido de la mezcla de rumba, pero más rápido que esta, y swing. Este ritmo musical se presta para bailarlo con pasos fantasiosos y muy elaborados. En esta oportunidad el mambo de la frase del título tiene música y se lo recuerda por haberla oído de labios de dominicanos.

En la República Dominicana hay un mambo que se considera una ‘variedad del merengue de ritmo más intenso y letras repetitivas’. Con esta acepción aparece en el Diccionario del español dominicano (DED).

Cada país ha hecho una frase diferente con el mambo atendiendo a su idiosincrasia y modo de entender. Los cubanos pueden reclamar la paternidad de la palabra y hay que reconocerle el derecho a que se enumere primero lo que ellos desean expresar con su mambo. Ellos dicen “estar duro el mambo”. Así expresan ‘estar muy difícil una situación, especialmente en el aspecto político o económico’. De este modo lo consigna el Diccionario del español de Cuba (2000).

Ese mambo cubano da lugar a “entrar en el mambo” que significa ‘coger dinero’, con el sentido de “entrar en posesión de” y no de “robar”. Esta locución la registra el Diccionario mayor de cubanismos (1999).

En América hay seis países que tienen locuciones construidas con el vocablo mambo, entre ellos la República Dominicana, en la vertiente de ‘mentira, engaño’. Así aparece en el Diccionario de americanismos (2010). Hay que dejar claro que este mambo no lo reconoce el autor de estas reflexiones acerca del idioma dominicano.

De vuelta al centro de atención de esta sección, la locución dominicana del título tiene más música que algunas de las ya enumeradas, pues se la usa para significar ‘maniobra que se realiza para obtener algo’. De esta manera coincide con el término “movida”. Por eso se copió la definición que para el último aparece en el Diccionario del español dominicano.

Se sostiene aquí que el mambo de la frase estudiada necesariamente no conlleva engaño o mentira, aunque sí es una operación que se hará para conseguir algo. No puede evitarse en convenir en que la diferencia entre los mambos dominicanos que se encuentran en esta sección es muy tenue.

 

PUENTE

“A los tres días de nacimiento, se le sometió a una cirugía para instalarle un PUENTE en su cabeza que drena el exceso de fluido. . .”

Hay que pensar (con la cabeza) en qué cabeza cabe que a alguien se le pueda practicar una cirugía para instalarle en la (no, su) cabeza un puente. Es probable que el puente (conexión entre cables que permite el paso de) lo necesite en el cerebro la persona que revisó o tradujo el texto.

Es una vergüenza que aún en el siglo XXI hay quien confíe enteramente en las traducciones mecánicas; o que bien, una vez hechas estas, se las entreguen para revisión a personas sin cultura.

Al pobre bebito le instalaron una desviación o derivación para establecer una comunicación entre partes de su cuerpo para drenar el exceso de fluido, como muy bien lo dice la reseña del periódico.

En español los puentes que existen no se prestan para que le asignen este tipo de función y, sobre todo, en el interior del cuerpo humano.

Este tipo de error se produce porque en inglés sí puede utilizarse esa voz, bridge,que en inglés significa “puente” para definir lo que en esa lengua lleva el nombre de shunt. Esto, en terminología corriente, consiste en crear una comunicación entre partes de cuerpo humano para desviar fluido.

En el caso de la cita le instalaron un conducto con el propósito de drenar el exceso de fluido.

No se puede confiar a ciegas en las traducciones que hacen los sistemas computarizados, pues en muchos casos eligen la primera opción sin parar mientes en que en cada caso hay más de una palabra adecuada. Es más, en algunas ocasiones hay un vocablo más apropiado que todos los demás.

 

MECENAS *MECENA

“Su primera obra de arquitectura construida en Europa la realiza en 1969, cuando a solicitud de R. A., importante MECENA y coleccionista de arte el Centro y de negocios. . .”

Algunos errores en las redacciones, en las composiciones de reseñas se deslizan por desconocimiento de las reglas de redacción, por falta de conocimientos de la ortografía o por confusiones en cuanto a los significados de algunas palabras. La enumeración que se ha hecho en las frases anteriores no pretende ser limitativa. En el caso que se estudia en esta sección el error surge de la falta de cultura del redactor.

Mecenas, con la letra ese /s/ al final tiene relación con el nombre de una persona que vivió antes de la Era Cristiana. Él fue el amigo y protector de Horacio y Virgilio. El nombre de este señor se ha convertido en sinónimo de generoso patrocinador de artistas e intelectuales.

Generalmente, a través de los tiempos, las personas que han ejercido el mecenazgo son personas poderosas política o económicamente. El patrocinio que provee el mecenas es casi siempre desinteresado y no es retribuido por el artista al protector. El patrocinador obtiene, aunque no lo busque, el prestigio que trae consigo el respaldo al desarrollo de las artes, la literatura, u otra actividad semejante.

El nombre de Mecenas se convirtió así en un epónimo sinónimo de favorecedor de actividades artísticas e intelectuales. En la actualidad podría extenderse la designación a las personas que financian investigaciones científicas sin esperar pago por ello.

 

COÑA           

“Pero a pesar de todo, ni yo ni los que me leen nos debemos quejar, y aunque parezca una COÑA no lo es”.

No hay que alarmarse con motivo de esta coña, pues no tiene relación alguna con el coño. Lo primero, porque el coño no tiene femenino, aun cuando en la mayoría de los casos se utiliza el término para mencionar una parte de la anatomía femenina.

Esta coña está en su lugar en el texto reproducido donde debe leerse con la intención de entender que equivale a “guasa, burla disimulada”. También sirve para mencionar lo que resulta molesto o pesado.

Acompañada de otras palabras forma locuciones que expresan un sentimiento, como por ejemplo, “ni de coña”, que expresa “de ninguna manera”. Esa locución adverbial, junto con la otra, “en coña”, son más conocidas en España que en América. La última comunica “en broma, de burla, de manera informal”.

En América coña es marihuana, así se la denomina en Chile. En Ecuador es la marca que deja sobre un trompo el golpe dado con la púa de otro.

En Brasil llaman de maconha la marihuana. Quizá existe alguna relación entre la coña de Chile y la maconha de Brasil. Los brasileños reconocen que este nombre deriva de una lengua africana que es hablada en Angola. La familia de lengua a la que pertenece se la conoce con el nombre “quimbundo, kimbundo”. Esta familia de lenguas le han metido muchas palabras al portugués europeo y al americano.

Si alguien desea coñearse de los contertulios puede comenzar a emplear este verbo delante de oyentes de menos luces para dejarlos atónitos sin ofender oídos doctos.

© 2015 Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

Chiquito pero matón

Los lectores de esta “Eñe” semanal ejercen como tales y nos proponen sus dudas. Esta vez ha sido la tilde diacrítica. Cierto es que las nuevas normas ortográficas académicas han suprimido algunas de las clásicas, pero la tijera no ha llegado a la que distingue más de mas.

La conjunción adversativa mas podemos considerarla como un sinónimo de pero. En nuestros tiempos ha quedado circunscrita al lenguaje escrito más formal y con un barniz de antaño. No debe llevar tilde por tratarse de un monosílabo átono.

Es esta condición de palabra átona, sin acento, lo que la diferencia en el habla del adverbio, el adjetivo, el pronombre y el sustantivo más, que, como monosílabo tónico, debe llevar tilde en la lengua escrita. No puede ser más sencillo (adverbio). Cada vez más hablantes se preocupan por la ortografía (adjetivo).

Más, sustantivo masculino con el significado de ‘signo de la suma’, también es tónico y, por lo tanto, lleva tilde diacrítica: Debes escribir el más para indicar que esa operación es una suma.

Ya habrán notado que los más/mas son chiquitos pero matones. Curiosamente existe un uso de más que distingue el español del área del Caribe, Andalucía y Canarias. En nuestra habla coloquial anteponemos el más; así Nunca más nos equivocaremos y Nadie más dejará de poner la tilde cuando sea necesaria se transforman en Más nunca nos equivocaremos y Más nadie dejará de poner la tilde diacrítica.

Hasta las palabras de apariencia más sencilla tienen su uso correcto. Si entendemos cómo funcionan y les prestamos más atención no tienen que darnos guerra nunca más, o más nunca.

© 2015 María José Rincón

El verbo es el motor de la lengua

Tradicionalmente, las palabras del idioma español se clasifican, según su función, en nueve tipos o clases: sustantivos (abogado, justicia), pronombres (él, quien), adjetivos (sabio, inescrupuloso), verbos (argumentar, ser), adverbios (bien, conjuntamente), artículos (el, la) , preposiciones (de, durante) , conjunciones (y, o) e interjecciones (eh, uepa).  De estas diversas clases, se destacan por su importancia dos: los sustantivos o nombres —que designan individuos, grupos, cosas e ideas— y los verbos, que denotan, generalmente, una acción, un movimiento, un hacer.  Existen idiomas que carecen de artículos, preposiciones, etc., pero no hay ninguno que prescinda de sustantivos o verbos.

Los sustantivos, por su naturaleza, tienen una significación más bien estática: representan personas, cosas o ideas que perduran; los verbos, al contrario, son generalmente dinámicos: reflejan las fuerzas y el movimiento de un mundo eternamente cambiante. Cuando leemos un sustantivo, pensamos que se trata de algo o de alguien; cuando leemos un verbo, pensamos en lo que sucede con algo o alguien. En general, los sustantivos son menos directos y más abstractos que los verbos y, por tanto, más difíciles de intuir y entender.

De ahí que se considere al verbo la clase de palabra por antonomasia en la lengua humana. No es casualidad que su nombre se deriva del latín verbum, que significa, precisamente, palabra. Como explica Álex Grijemo en su obra La gramática desomplicada:

El verbo es el motor de la lengua. El verbo representa la fuerza del idioma, una potencia que él traslada al resto de las palabras y que las atraviesa como un pincho […]. Todo el entramado de vocablos que empleamos para expresarnos se vendría abajo si no supiéramos usar el verbo o si no lo hubiéramos inventado…

Muchos profesionales del derecho parecen desconocer estas verdades. Solo así se explica la costumbre que tienen de eliminar sistemáticamente de sus escritos todos los verbos de acción, sustituyéndolos por expresiones siempre menos directas. Por ejemplo, hay letrados que preferírían colgar la toga antes de decir simplemente Esta sentencia viola la Constitución, en lugar de La decisión judicial ut supra citada in extenso es violatoria de principios y paradigmas fundamentales incorporados por el constituyente en nuestra ley de leyes o Constitución, en fecha veintiséis (26) del mes de  enero del año  dos mil diez (2010), actualmente vigente en todo el territorio nacional.

Ejemplos como este ultimo abundan en el lenguaje jurídico dominicano, pese a la recomendación unánime de los manuales de redacción de que, para expresar una acción, se deben preferir los verbos y las formas verbales (gerundios, infinitivos) a los sustantivos, adjetivos y expresiones nominales y adjetivales.

A continuación ilustramos esta recomendación con textos tomados de diversas fuentes. Se han resaltado con negritas tanto los verbos y formas verbales como las expresiones nominales, adjetivales y circunloquios criticados:

La sentencia es violatoria de la Constitución  (La sentencia viola la Constitución).

La utilización de cámaras ocultas para perseguir los fines del periodismo de investigación resulta atentatoria a derechos fundamentales de los particulares    (Utilizar cámaras ocultas en el periodismo de investigación atenta contra los derechos fundamentales de los particulares).

Es un objetivo principal de la política social del Estado promover la reforma agraria y la integración de forma efectiva de la población campesina al proceso de desarrollo nacional, mediante el estímulo y la cooperación para la renovación de sus métodos de producción agrícola y su capacitación tecnológica ( Es un objetivo principal de la política social del Estado promover la reforma agraria e integrar de forma efectiva la población campesina al proceso de desarrollo nacional, renovando sus métodos de producción agrícola y su capacitación tecnológica).

Se llegó a esta conclusión mediante el estudio de… (Se llegó a esta conclusión estudiando…).

En definitiva, si lo que se quiere es un escrito vigoroso, claro y comprensible, venza la tentación de convertir verbos en expresiones nominales y adjetivales. Sus lectores se lo agradecerán.

© 2015 Fabio J. Guzmán Ariza

Bajo una yagua

Ya saben que dicen por ahí que, de cualquier yagua vieja, sale tremendo alacrán. Con los errores en el uso de las palabras pasa algo similar. La ortografía suele ser la más evidente fuente de sorpresas pero también las encontramos en el empleo inapropiado de las palabras El calco de los significados de palabras extranjeras nos hace resbalar con frecuencia.

En la prensa he encontrado estos dos titulares: “La alergia a los alimentos: una condición poco conocida y muy peligrosa”; “El sida, de enfermedad catastrófica o condición crónica”. Si nos acercamos a las acepciones del sustantivo condición en nuestros diccionarios no encontraremos ninguna que pueda aplicarse en este contexto; y es que el uso de este sustantivo, en apariencia sencillo, oculta alguna que otra trampa que debemos evitar. Cuando lo utilizamos con el significado de ‘trastorno, enfermedad’, como en los ejemplos anteriores, cometemos el error de adoptar el significado del inglés condition para una palabra española que no tiene ese significado.

En los parqueos de una frecuentada plaza comercial capitaleña, sin embargo, lo encontramos usado correctamente en una hermosa señal que nos pide respeto por las plazas reservadas para las embarazadas: “Si no tienes su condición, por favor no ocupes su lugar”. En este caso el sustantivo expresa el sentido de ‘estado o situación especial en que se halla alguien’, porque no creo que los autores del mensaje confundan, como a veces ocurre, el embarazo con una enfermedad (¿o sí?, en cuyo caso la elección del término sería incorrecta).

En nuestra condición de ciudadanos y hablantes responsables respetemos a los demás y respetemos nuestra lengua, tan maltratada a veces por quienes deberíamos defenderla con más pasión.

© 2015 María José Rincón González

 

 

Sospechas fundadas

Mi amigo Daniel tiene una imaginación desbordante. Cuando conversas con él puedes verla brillar en sus ojos. Hace unos días recibió uno de esos mensajes de correo tramposos que pretenden acceder a tus datos personales sin tu consentimiento. Me comentaba Daniel que el mensaje le resultó sospechoso por dos razones. La primera sospecha la causó que el mensaje tenía faltas de ortografía; la segunda, que su mamá ya le había advertido que este tipo de mensajes circulaba por la red. Y es que mi amigo Daniel tiene once años y, con sus dos sospechas, me demostró que, además de una extraordinaria imaginación, tiene también perspicacia.

Nuestra forma de hablar y de escribir da pistas sobre quiénes y cómo somos. Delata nuestro nivel de formación académica, nuestra forma de hacer las cosas, de trabajar y de relacionarnos. Con una expresión incorrecta e inadecuada provocamos una pobre imagen de nosotros mismos y de nuestras capacidades.

Si extrapolamos esta imagen a la que produce una deficiente  comunicación empresarial, oral o escrita, podemos hacernos una idea de qué efecto podemos causar en nuestros clientes o nuestros socios. Recuerden que en nuestras interacciones profesionales la lengua escrita adquiere cada día mayor protagonismo. La imagen de nuestra empresa se abre al mundo desde una página electrónica y para nuestra comunicación son indispensables los correos electrónicos, los tuits, los wasaps… Recuerden también que, si tenemos suerte, nuestros clientes y usuarios se parecerán cada día más a mi amigo Daniel.

¿Pueden pasar nuestros escritos personales y profesionales por la criba de un lector preparado y con capacidad crítica? Se nos llena la boca hablando de servicio al cliente. Más y mejores clientes exigen mejor ortografía.

© 2015 María José Rincón González

 

Sobrenombre merecido

Por motivos personales y culturales soy más futbolera que beisbolera (por cierto, un adjetivo este de nueva incorporación al Dicciionario de la lengua española más reciente). Sin embargo, reconozco que la estructura y la complejidad del beisbol han logrado seducirme.

Como en casi toda seducción, en la deportiva tiene que existir un seductor, una figura que nos llame la atención y nos despierte interés por algo que desconocemos. Mi seductor deportivo, en lo que a beisbol se refiere, es Pedro Martínez, de quien tanto hemos leído en estos días, y por tan buenas razones. Aunque nací en Sevilla llevo muchos años viviendo en Manoguayabo por lo que me gusta considerarme, con su permiso, su paisana de adopción.

Hemos visto ensalzado al deportista y al hombre con el sobrenombre de «el Grande», con resonancias reales. Para que nuestra ortografía no desmerezca el objeto de nuestros escritos debemos respetar la inicial minúscula del artículo que antecede a los sobrenombres: Pedro el Grande, Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica, David Ortiz, el Big Papi, el Greco. No se quejará Pedro de la compañía.

Nuestro extraordinario lanzador ha sido elegido para formar parte del Salón de la Fama. Cuidado, ha sido elegido, que no *electo. El único participio del verbo elegir es elegido y, por lo tanto, es la única forma que debe utilizarse para formar los tiempos compuestos. El adjetivo electo no debe usarse con esa función. Este adjetivo se aplica a quienes han sido elegidos para una dignidad y aún no han tomado posesión: la alcaldesa electa prepara su discurso.

Pedro Martínez está entre los mejores pícheres (pícheres, sí) del mundo; o, si lo prefieren con el término patrimonial, entre los mejores lanzadores del beisbol. Los manoguayaberos, y todos los dominicanos, podemos sentirnos orgullosos.

© 2015 María José Rincón González

 

 

 

 

Tener amores mojados – incapacitado (discapacitado) – cibercafé – cocinar

TENER AMORES MOJADOS

No hay duda de que la lengua está en perpetuo cambio. Pero la lengua no se desespera. No lleva prisa en sus cambios. No hay violencia en los cambios perdurables de la lengua.

Todas las frases anteriores son pertinentes en el tratamiento que se le va a dar a la locución del título. Antes de llegar a la definición de esta expresión, se hará un breve recuento de la historia de esta; así como de la desaparición o cuasidesaparición del uso de la locución.

Hubo una época en la historia de los noviazgos dominicanos en la que la expresión se utilizaba para designar un tipo de relación amorosa que se consideraba excepcional. El relajamiento de las costumbres ha dejado fuera el carácter excepcional de este tipo de relación amorosa a la que se refiere la locución “tener amores mojados”.

De manera cierta la locución era o es un eufemismo para denominar un tipo de relación en el que el noviazgo iba más allá de los amores platónicos. En esta suerte de intercambio amoroso los novios mantenían contacto sexual.

Como se dice en la actualidad los novios “hacían el amor” que es otro eufemismo para encubrir la realidad de la fornicación.

No hay motivo para que se pierda o se olvide esta locución, sobre todo si se tiene en cuenta que cada vez es más frecuente esta clase de noviazgo. El prurito no debe evitar que se inventaríe esta expresión en los repertorios de dominicanismos.

INCAPACITADO – DISCAPACITADO

“P. dijo que a unos 350 se les lleva los alimentos a sus viviendas debido a que se trata de personas INCAPACITADAS”.

Existe la posibilidad de que se trate en el caso de la cita de personas realmente incapacitadas; pero existe la posibilidad también de que sean personas solamente discapacitadas.

En el cuerpo de esta sección se harán los esfuerzos para dejar bien claro los límites entre uno y otro de los conceptos, para que no ocurran más confusiones que a veces pueden ofender a las personas que se designan incapacitadas y no lo son. En esta sección solo se tratará la incapacidad que no es jurídica.

La incapacidad es la falta de capacidad o aptitud para algo. Cuando se usa de modo general sin complemento restrictivo, entonces debe entenderse que es total y que la persona que así se designa no puede hacer las cosas (acciones) por sí mismo. Necesita esta persona orientación para hacer las cosas normales de la vida. O precisa que se las haga otra persona.

La discapacidad, calco del inglés disabled, la experimenta la persona ‘que padece una disminución física, sensorial o psíquica que la incapacita total o parcialmente para el trabajo o para otras tareas ordinarias de la vida’. Así consta en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española.

Si se examina con cuidado la redacción copiada, hay que resaltar la presencia de la palabra “disminución” en la definición del estado de la persona. Otros vocablos que deben destacarse son, “que la incapacita”. Pero esta incapacidad puede ser total o parcial.

Es lógico que se piense que si la disminución es parcial o la incapacidad es parcial, entonces es cuando puede usarse al vocablo discapacidad. Una vez que se alcanza este grado en las explicaciones se hace necesario señalar que las definiciones del español difieren de las del inglés. Lo que ha hecho el español es calcar el concepto, mas no así la acepción de la discapacidad.

En la realidad de la lengua los límites son fluidos, grises, no se demarcan en blanco y negro y, en la mayoría de los casos, se utiliza el término discapacidad porque suena menos ofensivo para la persona, a pesar de que se indica con este que existe una incapacidad, una falta total de aptitud.

CIBERCAFÉ

“No obstante, se ha abierto una cadena de CIBERCAFÉS. . ., la proveedora de servicios de telecomunicaciones del gobierno. . .”

La palabra del título es de nuevo cuño. Han tomado un elemento compositivo de aceptación reciente y lo han antepuesto al vocablo café.

Ciber como elemento compositivo no existía en el diccionario de la Real Academia de 1992. Lo que aparecía en esa edición era solamente la voz cibernético, ca con una definición muy precisa. En la edición siguiente, la del 2001, ya se consigna ciber– con el valor de cibernético y, ese diccionario trae dos ejemplos, ciberespacio y cibernauta en los que se usa.

La Real Academia reconoce la deuda que tiene con el inglés con respecto de este elemento compositivo, cuando en su diccionario expresa que es tomado del inglés, como un acortamiento de cybernetic, que ‘indica relación con redes informáticas’.

El significado de la voz del título se comprende a la luz de las explicaciones anteriores. En esos cafés existe conexión con redes informáticas. El académico dominicano D. Fabio Guzmán Ariza ya en el año 2009 había anunciado la formación de nuevos términos con el moderno prefijo ciber. Ofreció varios ejemplos de los cuales algunos se reproducen a seguidas: cibercompra, cibercorreo, ciberforo, ciberamigo, ciberpirata, ciberpágina, cibersitio y cibercafé.

Como se nota enseguida las posibilidades de que continúen surgiendo nuevos vocablos así formados parece no tener límite. No puede dejarse pasar la ocasión para recordar que algunos de estos neologismos todavía no figuran ni siquiera en los diccionarios modernos.

No hace falta que los neologismos los reconozca autoridad alguna si son oportunos y sirven para dar nombre a un concepto nuevo. En esto de los “cibers” o de la cibernética hay y habrá muchos conceptos aún por denominar.

COCINAR

“Desde hace cierto tiempo los analistas de asuntos cubanos apreciaban que algo se estaba COCINANDO, pero muy difícilmente consideraron que Washington fuera a tomar. . .”

El verbo cocinar con el sentido con que se emplea en la frase copiada ya está reconocido como del habla común por las autoridades encargadas de velar por la unidad del idioma. Hace años (antes del 2001) se criticó el uso de esta forma de expresarse en español.

Cuando se procedió así en esa época fue porque se consideró un calco del inglés to cook, que en una de sus acepciones equivale a maquinar, tramar, fraguar, urdir.

Ya en la edición del Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias de la Lengua Española se registró el verbo con la acepción de: ‘Tramar alguien o un grupo reducido de personas algo a espaldas de otras personas’. Ese diccionario enumera nueve países en los cuales se utiliza este verbo con ese sentido en el registro culto y en el popular.

El diccionario oficial de la lengua ya introdujo el verbo con esta acepción desde el año 2001 y, en la actualidad, en esa obra aparece así: ‘Dicho de un grupo reducido de personas: Tramar algo a espaldas de otras’. Ese libro solo reconoce dos países en los cuales se emplea el verbo de este modo, Cuba y Venezuela.

No vale la pena mencionar la disparidad que se nota entre las dos obras citadas porque a simple vista presenta visos de falta de coordinación, por no decir más.

Antes de cerrar esta sección hay que citar que en “el habla” de los norteamericanos el verbo en inglés ha ido perdiendo su connotación negativa y la usan de modo general para denotar “qué está pasando” o “qué hacen”, esto de modo interrogativo.

© 2015 Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobrenombre merecido

Por motivos personales y culturales soy más futbolera que beisbolera (por cierto, un adjetivo este de nueva incorporación al Diccionario de la lengua española más reciente). Sin embargo, reconozco que la estructura y la complejidad del beisbol han logrado seducirme.

Como en casi toda seducción, en la deportiva tiene que existir un seductor, una figura que nos llame la atención y nos despierte interés por algo que desconocemos. Mi seductor deportivo, en lo que a beisbol se refiere, es Pedro Martínez, de quien tanto hemos leído en estos días, y por tan buenas razones. Aunque nací en Sevilla llevo muchos años viviendo en Manoguayabo por lo que me gusta considerarme, con su permiso, su paisana de adopción.

Hemos visto ensalzado al deportista y al hombre con el sobrenombre de «el Grande», con resonancias reales. Para que nuestra ortografía no desmerezca el objeto de nuestros escritos debemos respetar la inicial minúscula del artículo que antecede a los sobrenombres: Pedro el Grande, Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica, David Ortiz, el Big Papi, el Greco. No se quejará Pedro de la compañía.

Nuestro extraordinario lanzador ha sido elegido para formar parte del Salón de la Fama. Cuidado, ha sido elegido, que no *electo. El único participio del verbo elegir es elegido y, por lo tanto, es la única forma que debe utilizarse para formar los tiempos compuestos. El adjetivo electo no debe usarse con esa función. Este adjetivo se aplica a quienes han sido elegidos para una dignidad y aún no han tomado posesión: la alcaldesa electa prepara su discurso.

Pedro Martínez está entre los mejores pícheres (pícheres, sí) del mundo; o, si lo prefieren con el término patrimonial, entre los mejores lanzadores del beisbol. Los manoguayaberos, y todos los dominicanos, podemos sentirnos orgullosos.

© 2015 María José Rincón González

 

 

 

 

Estar al día

Un lector preocupado por la ortografía me hizo llegar un artículo publicado a finales de 2014 en el que se calificaba a la República Dominicana como el país del “¡dele un chance!”. La sorpresa estaba en que en el mismo texto encontrábamos también la forma *¡déle un chance!”. Tiene una explicación sencilla.

Cuando en una lengua cambian las normas ortográficas siempre asistimos a un periodo de vacilación en el que los hablantes van conociendo las modificaciones y se adaptan a usarlas en sus escritos.

Las normas ortográficas académicas anteriores a 1999 establecían que las formas verbales que tenían tilde la mantenían cuando a ellas se unía un pronombre. Si la forma verbal (Dé un repaso a la nueva ortografía) se unía a un pronombre (*Déle un buen repaso) mantenía su tilde, aunque las normas generales no la exigieran en esta última forma (en este caso palabra llana terminada en vocal).

La Ortografía académica de 1999 ya estableció que la tilde solo debía mantenerse si la forma verbal resultante de la adición del pronombre enclítico cumplía las reglas generales de acentuación en español: Dele otro repaso a la ortografía; déselo siempre que tenga dudas. Una norma no tan nueva pero que muchos hablantes, al parecer, desconocen.

Este cambio normativo podría explicar la vacilación que nos ha señalado nuestro lector. Desde luego, pudo haberse resuelto con una consulta rápida a la Ortografía académica o al Diccionario panhispánico de dudas. Son herramientas accesibles que debemos tener a mano: consulten sus páginas, lean sus artículos; consúltenlas, léanlos.

© 2015 María José Rincón González

A pares

El seseo, compartido por hispanohablantes americanos, canarios y andaluces, tiene el inconveniente de provocar problemas ortográficos que, como buenos hablantes, debemos evitar. En gran parte de España se distinguen dos fonemas, /s/ y /z/; el fonema /s/ se representa en la escritura con la letra ese y el fonema /z/ puede representarse con la ce o la zeta, según los casos. En el español de América, Canarias y parte de Andalucía, estos dos fonemas se reducen a uno solo, articulado como /s/.

A modo de ejemplo quiero que nos fijemos en algunas parejas que los que seseamos pronunciamos de forma idéntica pero que se distinguen en la escritura por una sola letra.

El nombre de las cotidianas tazas procede del árabe hispánico tássa. Nos sirven el café o el té pero también recogen el agua que mana de una fuente. Las tasas suelen sonarnos un poco peor, por aquello de que son tributos. Mientras no nos impongan una tasa a nuestra taza de café…

Eso sería la gota que colma el vaso y rebosa. Ojo, no reboza. Un líquido que se derrama por encima de los bordes de un recipiente se rebosa. En cambio, para rebozar algo, y eso lo saben bien los aficionados a la cocina, hay que bañarlo en huevo y pan molido, como las croquetas, o en miel, como algunos deliciosos hojaldres.

En español hay infinidad de pares como estos, en los que una letra hace la diferencia. Para los que no las diferenciamos en la pronunciación el reto está en saber diferenciarlas en la escritura. En hacerlo bien o mal puede estar la distancia entre la cima (‘punto más alto de un monte o de un árbol) y la sima (‘cavidad grande y muy profunda en la tierra’). Tómense una taza de café a mi salud y practiquen con los pares más frecuentes.

© 2015 María José Rincón González