De vuelta al lápiz

Busque un lápiz de carbón. Revise si está bien afilado. Como lleva demasiado tiempo arrumbado en una gaveta, lo encontrará con la punta roma. Busque y rebusque a ver si encuentra por algún lado un sacapuntas. A mí me gustan los metálicos, pero vale cualquiera que aparezca. Pruebe a ver si recuerda aquella sensación de introducir el lápiz, girarlo y ver salir una viruta reluciente que, si lo hace bien, será continua y festoneada del color del vestido del lápiz.

Listo. Ahora pruebe a escribir una frase en letra cursiva sobre una hoja de papel en blanco. Si todavía recuerda cómo se hace, verá surgir, como por arte de magia, un trazo continuo en el que, a poco que nos acerquemos, podemos apreciar el brillo y la textura del grafito. La lentitud del trazo a mano lo obligará a pensar lo que va a escribir; le recordará que, si no presta atención y se equivoca, se verá obligado a buscar una goma de borrar y a rehacer lo escrito. Estará obligando a su cerebro a trabajar con intensidad, a concentrarse; pondrá en marcha tres capacidades cerebrales: la motora, la visual y la cognitiva.

Cuando deje el lápiz sobre la mesa, el teclado le seguirá siendo imprescindible, pero no olvide, sobre todo si es responsable de educar a un niño, que el lápiz (o el bolígrafo, o la pluma) y la escritura a mano desarrollan nuestra capacidad de análisis, de redacción, de memoria y de comprensión lectora. Y tal y como están las cosas estas capacidades nos son más necesarias cada día.

© 2015, María José Rincón.

 

 

El perejil de todas las salsas

Hablábamos la semana pasada de signos ortográficos humildes; los hay humildes sí, pero que nos aparecen hasta en la sopa. Ese es el caso del apóstrofo, que no apóstrofe, que es otra cosa muy distinta.

Un apóstrofe es algo así como una pela de lengua breve, si me lo permiten (según el DRAE, ‘dicho denigrativo que insulta y provoca’). El apóstrofo, en cambio, es un signo ortográfico que a veces, demasiadas, empleamos para reproducir por escrito las elisiones que se producen en la lengua coloquial: pa’l trabajo o el mucho más frecuente pa’l cara…

Siempre les escribo sobre lo que debe hacerse; hoy déjenme que les insista en lo que no se debe hacerse.

No debemos usarlo para indicar la supresión del final de una palabra cuando la palabra que le sigue no se ve afectada: nada de *pa’ mañana. Si lo que queremos es reflejar la pronunciación vulgar, y puesto que mañana no se altera, lo correcto es escribir pa mañana.

Olvídense del apóstrofo para abreviar los años. Nada de generación del ’60; basta con generación del 60. Y, ya que hablamos de años, no lo utilicen para expresar las décadas: *los convulsos 90’s (copiada del inglés, por cierto) se escribe los convulsos 90.

Y, sobre todo, evítenlo para pluralizar las siglas: *CD’s. Si queremos expresar el plural de una sigla marquémoslo con su artículo y dejemos la sigla invariable: los CD.

El apóstrofo es humilde; respetemos su condición y no queramos que sea como el arroz blanco o que se convierta en el perejil de todas las salsas.

© 2015, María José Rincón.

Cafeses – decursar – indocumentado

CAFESES

“. . .se encuentran tiendas, bancos y también pastelerías, CAFESES, hoteles y restaurantes”.

Todo hablante de buen español sabe a ciencia cierta que el plural de café es cafés. En esta sección se va a aprovechar la ocasión que ofrece el error del redactor itinerante para introducir la palabra cafese(s) con un significado propio del español dominicano. Todo parece indicar que ha perdido vigencia la voz cafese(s) en el habla de los dominicanos, pero se documentará el uso que tuvo con ese significado y un poco de historia de la voz.

Sesenta años atrás en República Dominicana, un café no era solo un establecimiento para expendio del “néctar negro de los dioses blancos”, sino también, un lugar de diversión con la venta y consumo allí de bebidas alcohólicas.

Este tipo de café descrito hasta este punto existió en otros países. En Francia tuvieron (y quizás tienen todavía) un café donde se baila: el «café danzante». Otro café en el que se hacían representaciones teatrales y se escuchaba música interpretada por personas presentes: café-concert. Algunos de estos sitios, sobre todo el último, se le conoció además con el nombre de cabaret.

Los cafese(s) dominicanos eran hermanos gemelos de los cabareses. Una de las características de estos sitios era que en ellos se traficaba con sexo, es decir, se podían contratar las prostitutas que frecuentaban el sitio. Los hombres en esa época después de una noche de bebentina podían decir “vamo pa´lo cafese” y eso equivalía a lo que más tarde se convirtió en “ir pa´villa”.

La invitación para ir a los cafeses podía en algunos casos cambiarse por su semejante, “coger pa´lo cabarese”, que indicaba hacia la misma dirección.

En los dos casos, del café y del cabaré, el plural anómalo lo formó el vulgo o simplemente lo adoptó el hablante porque estaba consciente de que mencionaba con esas voces lugares de baja reputación moral.

Dos observaciones finales. Una. Los dominicanos no creen necesario en casos como estos tener que pronunciar la ese /s/ final en el plural los porque se sobreentiende que es plural en esta posición. Además el artículo definido está seguido de cafese que es plural vulgar. La otra. Café y cabaré terminan en letra /e/ acentuada é, por lo tanto el plural de esas palabras se hace añadiendo la letra ese /s/, para formar cafés y cabarés. Esa es la tradición en el español predominante.

 

DECURSAR

“Una de las arterias más comerciales de la ciudad. . . En su DECURSAR se encuentran tiendas, bancos y también algunas pastelerías. . .”

El decurso más conocido es el que se refiere a tiempo. Es el transcurso del tiempo, la fase de declive de una enfermedad y un período de la luna. Resulta extraño que se encuentre en este entorno el verbo decursar.

Es muy probable que el periodista haya querido utilizar una palabra parecida a decurso, pero más corta, curso. Curso cabría aquí si se le da un estirón al significado que esta tiene en lo que se refiere a “recorrido, movimiento, circulación”.

Se ha expresado muy claramente que se aceptaría en último recurso la inclusión de este vocablo -curso-, haciendo gala de gran tolerancia, teniendo en cuenta que en casos específicos este término equivale a las tres palabras que se mencionaron y que podrían tener cabida con respecto de una arteria en tanto sinónima de calle, avenida, paseo.

A pesar de la extrañeza que se consignó antes con relación al encuentro de este vocablo en esta compañía, ha de hacerse notar aquí que no es la primera vez que este uso se detecta, o la utilización, como aquí, de decursar. Es muy probable que exista una razón que explique este desliz. Tal vez en algún dialecto se acepta este uso u otro parecido.

Lo que se ha propugnado en muchas ocasiones anteriores se repite de nuevo. La mejor forma de alcanzar la transmisión de un mensaje es utilizando un lenguaje recto, por medio de un español que se encuentre al alcance de todos los lectores. El recurso a palabras rebuscadas expone a quien eso hace a incurrir en errores y a complicar más la comprensión del escrito.

 

INDOCUMENTADO

“. . .se han promulgado leyes que permiten la expedición de licencias de conducir para INDOCUMENTADOS”.

Antes de entrar en la materia de estas observaciones, no puede dejarse pasar la ocasión para mencionar que la palabra que rige la preposición en la segunda proposición es “expedición” y que antes de ella está el verbo permitir. Todo esto empuja a adoptar una preposición acorde con ese sustantivo y el verbo mencionado. Conforme con lo que las costumbres de la lengua han impuesto en este caso no es indicado utilizar “para”, sino A. De acuerdo con lo expuesto, la frase sería así: “. . .que permiten la expedición de licencias de conducir a indocumentados”. “Para indocumentados” haría pensar que se trata de permisos de conducir especialmente diseñados para indocumentados.

Con mucha frecuencia en el español de los Estados Unidos de Norteamérica se emplea este adjetivo del título en funciones de sustantivo para aplicárselo a las personas que viven en ese país sin los permisos para ello. El vocablo sometido a estudio se ha traducido directamente del inglés undocumented sin cuestionar su validez.

La dificultad para usar esa voz en español con el propósito de llamar así a las personas que se mentaron antes estriba en que de acuerdo con lo que la corporación madrileña de la lengua entiende, indocumentado es quien no lleva consigo documentos que lo identifiquen. En los casos en que se refiere a una persona esta no tiene arraigo ni respetabilidad. En los dos casos puede desempeñar las funciones de sustantivo.

Con el adjetivo se califica a la persona ‘que no tiene prueba fehaciente o testimonio válido’. Por último, y más grave, este adjetivo se aplica a la persona ‘ignorante, inculta’.

Los únicos diccionarios que se ocupan de documentar el término “indocumentado” son dos diccionarios mexicanos, que actúan de ese modo afectados por la condición de muchos de sus nacionales del otro lado del Río Grande. El Diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua asienta la palabra con la índole de sustantivo exclusivamente, ‘persona que emigra ilegalmente a Estados Unidos para trabajar y lograr mejores condiciones económicas’. Si se examina de cerca la definición se verá que limita su manto a los que emigran para trabajar y mejorar sus condiciones económicas. Es una definición acorde con el propósito de la emigración ilegal.

El Diccionario del español usual en México, del Colegio de México, recoge una acepción parecida a la anterior, ‘persona que emigra ilegalmente a Estados Unidos con el fin de trabajar y ganar dólares’.

En la actualidad en la República Dominicana se está produciendo un fenómeno parecido al mencionado antes con los inmigrantes haitianos que no poseen documentos y los descendientes de estos nacidos en territorio dominicano. A los últimos no se les ha proveído de documentos legales. Existe una distancia que separa los dos casos y que no viene al caso tratar en este escrito, pero en algunos casos los dos tipos de haitianos pueden considerarse indocumentados.

© 2015, Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

Afincar – menta – aprehensión (aprensión)

AFINCAR

El verbo afincar posee una acepción exclusiva de la República Dominicana que todavía no ha sido recogida en los lexicones del habla dominicana. No hay que extrañarse si es así, porque es de uso casi exclusivo en una expresión muy dominicana que se traerá más adelante en este estudio para ilustrarlo.

Afincar desde hace largo tiempo cuenta con dos acepciones aceptadas y usadas en el lenguaje común. Una es la de comprar fincas; la otra, la de establecerse firmemente en un lugar. Existe otra acepción cuyo uso es menor (con respecto a esto hay opiniones), que es hincar, fijar, asegurar, apoyar o clavar.

Aparte de estas significaciones generales, existen otras particulares, como por ejemplo en Cuba, donde afincar es prepararse muy bien para un examen o una disertación. Así mismo, allí sirve para expresar ‘propinar un golpe’. En Venezuela, en la región del Zulia el verbo expresa ‘asegurar o sostener algo que se ha dicho’. El verbo desempeña además funciones pronominales, transitivas e intransitivas que le confieren a este, en algunos casos, variantes en el significado.

El Diccionario de americanismos de la Asociación de Academias reconoce otros significados al verbo en otros países. En Puerto Rico es ‘pegarse mucho una pareja de bailadores’. En Cuba es prestar dinero con garantía hipotecaria sobre inmuebles.

Ya aquí puede adentrarse el estudio en la República Dominicana. En muchas ocasiones, se recuerda, cuando una persona propina un golpe a otra al mismo tiempo le dice que es “para que afinque”. Con ese sentido también se emplea en sentido figurado cuando una persona da una lección a otra lo hace “para que afinque”, como si le dijera “para que aprenda”.

El otro caso en el que tiene el verbo afincar un valor distinto al general, es cuando antes de marcharse una persona de un lugar en el que se ingieren bebidas alcohólicas, una de ellas invita al que está a punto de ausentarse a que tome otro trago “pa’ que afinque”. Aquí se piensa que es “para que aplome”, para “dar firmeza” a lo ya tomado con anterioridad.

Ha de dejarse bien claro que lo expuesto aquí con respecto del verbo afincar, sobre todo en los ejemplos, son casos específicos en que la locución fraseológica funciona como tal, es decir, como una unidad de significado.

 

MENTA

“Los padres han de estar pendientes de que las mascotas no ingieran caramelos de mascar con azúcares, MENTAS y pasas”.

La menta es un género de plantas herbáceas. El uso de esta planta se ha esparcido por todos los rincones del mundo porque se aprecia por su aroma refrescante. Una vez industrializada esta se reconoce por el color verde del caramelo o del licor.

El motivo principal por el cual se trae esta palabra y, por ende, la planta es porque el nombre en República Dominicana tiene un alcance mayor que en otros países. La prevalencia del vocablo menta en el uso del habla dominicana es tal que es el equivalente de “caramelo”.

El caramelo en sí es una golosina hecha con azúcar fundido y aromatizado con esencias y otros ingredientes. Los sabores varían con las preferencias y cubren una amplia gama: naranja, uva, chocolate, mandarina, limón y muchos otros más.

No se sabe a ciencia cierta el porqué, pero es un hecho que durante largo tiempo fue el caramelo preferido en la República Dominicana. Tampoco se sabe el fundamento para llamar a la menta real, la de ese sabor, la “menta de guardia”.

En el Santo Domingo de hace más de 60 años existían los paleteros que deambulaban por las calles pregonando sus productos y era casi un estribillo oírlos clamar: “paletero, llevo menta, cacaíto, llevo cigarrillos Hollywood y Cremas”. Entre los paleteros también había algunos que tenían su esquina o puesto fijo. Entre ellos algunos se situaban en los parques para detallar sus productos.

En aquellos años los únicos dominicanos que utilizaban la hierbabuena en su cocina eran los descendientes de árabes asentados en el país dominicano que  usaban la hoja para imprimirle un gusto distintivo a algunos de los platos que se conocían como “comida turca”. Si la memoria no falla incluían este condimento en el quipe (quibe) y en el tipile (tabouleh).

No era raro oír a un dominicano pedir una menta de frambuesa, de fresa, etc. Esta menta está debidamente documentada en el Diccionario del español dominicano (2013), con la acepción, “caramelo de cualquier sabor”.

 

APREHENSIÓN – APRENSIÓN

“Ante la gran oferta, algunos de estos compradores expresan cierta APREHENSIÓN y se preguntan qué pasará con el precio de estas unidades cuando todas salgan al mercado”.

Las dos palabras del título son casi homófonas. No se pronuncian igual, mas hay una manera descuidada de decir aprehensión que suena muy parecida a aprensión.

Este gran parecido que existe entre los dos vocablos ocasiona que en la práctica los hablantes incurran en el error de atribuir el significado de una de ellas a la otra. El caso que se trae en la cita es una prueba al canto de lo que se enunció más arriba.

Al abundar en el asunto se dejarán bien establecidas las diferencias que median entre los dos términos del epígrafe. Con eso se espera desterrar de la mente de algunas personas las confusiones que al respecto puedan perdurar.

El verbo aprehender deriva del latín apprehendère que en español pertenece el registro culto de la lengua. Este verbo posee varias significaciones: asir, coger, a través de los órganos aptos para ello, como por ejemplo captar intelectualmente (percibir), aprender, que equivale a comprender (reconocer el sentido de algo); o captar a través de alguno de los sentidos; coger, (atrapar), en el sentido de sorprender; apresar, capturar (apoderarse de algo).

De estas acepciones del verbo, al pasar al sustantivo femenino aprehensión, generalmente se refiere a la captura o a la percepción. Este sustantivo posee una acepción en psicología, de acuerdo con la Real Academia que se refiere a la ‘captación y aceptación subjetiva de un contenido de consciencia’.

La aprensión, en cambio, es el recelo, el temor instintivo que generalmente se refiere a un mal indefinido. Cuando este sustantivo femenino se utiliza con respecto de un rechazo que una persona hace de otra, este rechazo puede ser consecuencia de la existencia previa de un hecho real (escrúpulo), o de una idea extraña, sin fundamento (por opinión o figuración).

En ciertos casos puede tomarse la aprensión como un grado de reparo o vergüenza; o de inquietud, y hasta de presentimiento.

Conforme con lo que los diccionarios portugueses consignan, la voz apreensao, con una virgulilla sobre la segunda /a/, tiene su origen en el latín apprehensione. La Real Academia entiende que en español tiene su origen en el español aprehensión. En francés hay una sola voz para las dos vertientes semánticas, así como ocurre en inglés.

Algunas personas confunden los dos vocablos porque en algunas de sus significaciones las dos palabras del título pueden considerarse sinónimas. Quien estas notas escribe entiende que la sinonimia entre aprehensión y aprensión se reduce a la acción y efecto de coger, asir, prender a alguien o algo.

En el español cotidiano la aprensión se reserva para recelo, temor. Aunque no está expuesto de este modo, el Diccionario del español actual (2012) implícitamente comparte esta opinión, pues no cita a uno u otro como sinónimos. Ese es el uso que se impone destilado a través del tiempo. Ese mismo tipo de juicio se deduce de las acepciones que se encuentran en el Diccionario de uso del español actual (2011) de Clave.

© 2015, Roberto E. Guzmán.

 

 

 

 

 

 

 

Meterle – palestra *pública – que (adonde)

METERLE

Con respecto del verbo meter, este posee en el español dominicano varias acepciones que se apartan de lo conocido del español internacional. Esos significados se mencionarán en el desarrollo de este estudio, mas lo que se pretende aquí es llamar la atención sobre el verbo utilizado del modo en que aparece en el título, es decir, sin necesidad de complemento alguno.

Lo interesante de este verbo es que en tanto verbo reflexivo, pronominal o de acción recíproca cubre una vasta gama de acciones en el español dominicano.

La persona que invierte dinero en República Dominicana, “mete cuartos en un negocio”. Cuando un agente de la policía de tránsito atrapa (en dominicano, “agarra”) a una persona en el momento de una infracción, “le mete una multa”. El individuo que gusta de consumir drogas, lo que hace es que “le mete a las drogas; o mete drogas”. Si a alguien se le ocurre comprar algo, sobre todo si lo compra a plazos, entonces “se mete en deudas”. Si acaso la persona padece de modo súbito de algún malestar, y comienza a estornudar, se dirá que “se le metió una estornudadera”. Si se propasó en su conducta, el dominicano dice que “se metió en rojo” y pagará las consecuencias por ello. Del mismo modo, si uno cambia de profesión sin la debida preparación, o porque está improvisando, dicen que “se ha metido a carpintero”. Si algo inesperado le sobreviene a un dominicano lo describirá diciendo que eso “se le metió en el cuerpo”. Se deja constancia aquí de que esta enumeración no es exhaustiva.

Con respecto del verbo meter, funcionando como tal en locuciones verbales, el español dominicano cuenta con una treintena de ellas. Quien esto escribe se auxilió del Diccionario del español dominicano (2013), publicado por la Academia Dominicana de la Lengua, para esta lista y para la mención de la cantidad de locuciones.

El meterle que se prometió al principio de esta sección, así solo y con el pronombre incorporado, tiene relación directa con “una pela, unos correazos, fuete, una fuetiza”. No es raro oír a un(a) joven dominicano(a) decir que si se porta mal en su casa “le meten”, es decir, lo castigan. Y ese castigo por necesidad es corporal, implica violencia física. A esta acepción hay que hacerle un espacio en los diccionarios del español dominicano. Adrede se deja sin mencionar el verbo meter en los casos en que se trata de metérselo, que es otro cantar.

 

PALESTRA *PÚBLICA

“Durante este tiempo, cada vez que alguien trate de pasar una nueva ley de inmigración, el nombre de este matrimonio de indocumentados va a salir a la PALESTRA PÚBLICA”.

La historia de la palestra se remonta a la época de Grecia. Era un lugar público. Sirvió al principio para ejercicios de índole física. Más tarde se abrió para aceptar discusiones públicas también. Para comodidad se repasarán las descripciones de palestra y se comprobará que en la oración que se trae en esta ocasión para ilustrar, se está en presencia de lo que se conoce con el nombre de pleonasmo.

Esta figura que se acaba de mencionar se conoce con varios nombres que giran alrededor de la abundancia de palabras innecesarias, del exceso o sobra de términos. Se considera un vicio cuando la sobreabundancia mentada no le añade belleza o utilidad alguna a la locución. Este recurso se acepta en los casos en que sirve el propósito de imprimir mayor fuerza o colorido a la expresión. Algunas de estas redundantes expresiones están consagradas en el uso y se han convertido en lugares comunes.

Esta figura en cierto modo se asemeja a otra que tiene mayor amplitud, que se denomina tautología, que es cuando la repetición se hace sobre una idea. El pleonasmo puede producirse por la simple utilización de sinónimos o perífrasis. En retórica ya caída en desuso, algunos oradores se permitían estas repeticiones de sinónimos con la intención de aclarar los conceptos. En otros casos se recurría a este procedimiento para demostrar conocimientos, que es algo que desembocaba en pedantería.

En República Dominicana se recuerda que en el estilo forense los abogados utilizaban estas repeticiones sinonímicas para no dejar cabo suelto que pudiese prestarse a interpretaciones aviesas o para no dar pábulo a la parte contraria a esgrimir argumentos irrefutables. En los casos en que estas repeticiones de sinónimos son ociosas se llama de “datismo”.

En algunas ocasiones en estilística puede recurrirse al procedimiento de la redundancia para surtir un efecto determinado, como es el caso del ya famoso ejemplo, “lo vi con mis propios ojos”, que en República dominicana se completa añadiendo “que se comerán los gusanos”.

Para regresar al punto de partida. En el caso de la “palestra pública”, la definición de la palabra palestra lleva en su seno el dato de que es “un sitio, plaza, lugar” público. Es el sitio donde se discute de forma pública. “Salir a la palestra”, que es la expresión usada por el redactor, es participar en una discusión pública.

 

QUE – ADONDE

“Fue allí QUE V. y su hijo, quien es dueño del taller llegaron en su Altima a recoger algunos equipos”.

En la cita el redactor omitió la (,) coma que debe ir después de “taller” y antes de “llegaron”. El signo ortográfico omitido sirve para indicar la división de frases o elementos de ellas y haría más fácil de entender el sentido de la frase.

Cada día que pasa se observa mayor confusión en cuanto al uso de, que, (a)donde y cuando. Los equívocos llegan hasta el extremo. Algunos redactores piensan que donde puede hacer las funciones de todos los demás. En esta sección se limitará el estudio a que utilizado en lugar de adonde.

Lo que cabía en la frase que se ha transcrito era adonde, porque este adonde, sin acento, es un adverbio relativo de lugar, que en el caso específico de la cita de más arriba tiene relación con “allí”, su antecedente, que naturalmente se refiere a un lugar. Ese adonde representa por su significado, “el lugar en que, el lugar al que”. El verbo llegar es un verbo de movimiento que hace que el adverbio relativo que deba emplearse sea adonde.

Vale la pena que se escriba una frase parecida a la de la cita, con el mismo sentido, en la que se reemplace ese “que” por “el lugar al que” para aclarar lo que se ha escrito a este respecto. “Fue allí, al lugar al que V. y su hijo, quien es dueño del taller, llegaron en su Altima a recoger algunos equipos”.

No puede dejarse pasar la oportunidad que ofrece este ejemplo y el tratamiento que de este se hace para recordar que donde, como se mencionó antes, es adverbio de lugar y no de tiempo. Esto equivale a decir que no debe usarse donde para aludir a momentos, o tiempo, pues en esos casos lo que corresponde que se utilice es cuando.

No hay que impacientarse si no se estudian todos los casos relativos a estos adverbios en esta sección. Antes se ha escrito sobre algunos de ellos; además, habrá ocasión de examinarlos en otras oportunidades, cuando se presenten los textos (citas) extraídos de la prensa escrita con usos indebidos de estos.

© 2015, Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Barra y punto

Si de signos ortográficos hablamos, el acento y la coma se llevan todo el protagonismo. Hay otros más humildes, menos frecuentes, que realizan su labor calladamente y que se merecen también que sepamos usarlos correctamente.

 

Los signos ortográficos se clasifican en tres tipos: los signos diacríticos (la tilde y la diéresis); los signos de puntuación (el punto, la coma, el punto y coma, los paréntesis, etc.); y los signos auxiliares (los más comunes en la lengua española son el guion, el apóstrofo y la barra).

 

Ojo, no esa barra que todos han imaginado… Esta barra: /. Esa a la que la mayoría, por parejería denomina slash (como si slash no fuera lo mismo que barra solo que en inglés). Seguro que esos mismos cuando hablan en inglés se cuidan mucho de no usar palabras en español para demostrar lo bien que lo hablan.

 

Entre las funciones de la humilde barra se encuentra marcar la abreviatura de algunas palabras. Habrán visto abreviar calle como c/.

 

También nos ayuda a relacionar dos elementos; cumple así la función de una preposición: 80 km/h (kilómetros por hora) o 300 pesos/mes (pesos al mes).

 

Yo la uso mucho en esta columna como signo auxiliar para indicar la existencia de dos opciones posibles: béisbol/beisbol, fútbol/futbol. Seguro que la han encontrado en el encabezamiento de las cartas: Estimado/a señor/a.

 

Chiquita pero matona. Al final no parece tan humilde. En todos estos ejemplos debemos asegurarnos de no dejar espacio entre la barra y las letras que la preceden o que la siguen. Y de llamarla por su nombre: barra. Y punto.

© 2015 María José Rincón.

 

Ganas de fuñir

Decían en mi tierra, que poco a poco hila la vieja el copo. Yo, muy aficionada a las labores de aguja, pretendo hilar poco a poco el copo de los adjetivos. La semana pasada los dejé con la miel en los labios (¿?).

Entre los adjetivos distinguimos dos tipos: relacionales y calificativos. No se trata de embotellarse la información. Se trata de conocerlos mejor para saber cómo trabajan y ponerlos a funcionar correctamente en nuestro beneficio.

El rasgo principal de un adjetivo relacional es que nos sirve para clasificar personas o cosas. Lo explica muy bien la Nueva gramática básica de la Asociación de Academias. Una actividad comercial se refiere a ‘un tipo’ de actividad, frente a una actividad intelectual, deportiva, etc. Una crisis económica es un tipo de crisis distinto de una crisis sentimental, una crisis gubernamental o una crisis humanitaria. Clasificamos el tipo de actividad o de crisis al que nos referimos mediante un adjetivo relacional.

Los adjetivos calificativos suman cualidades o propiedades al significado del sustantivo al que se aplican: una alumna ejemplar, un profesor dedicado. El adjetivo no los clasifica sino que destaca una de sus cualidades.

Me encantó el ejemplo que propone la Nueva gramática básica de las Academias para diferenciarlos. Recuérdenlo como modelo. Un perro ladrador (adjetivo calificativo) frente a un perro labrador (adjetivo relacional); un gato sibilino –yo, con el permiso de las Academias, lo dominicanizaría en un gato barcino– (adjetivo calificativo) frente a un gato siamés (adjetivo relacional).

No crean que me levanté con ganas de fuñir. Cada tipo de adjetivo se comporta de una forma y esto afecta su uso. Practiquen, que para la próxima nos toca aprender a usarlos bien.

© 2015, María José Rincón.

Periquito – quicio – elaborar

PERIQUITO

Un periquito dominicano es algo que salta a la vista. Un periquito en toda propiedad es un ave que se hace notar. Emite sonidos que hacen que las personas vuelvan la mirada para reconocerlos.

En la República Dominicana un periquito es algo que llama la atención, que se hace notar, algo que resalta, que no puede pasar inadvertido. La gran diferencia entre el pájaro y el periquito dominicano es que el dominicano no tiene voz sonora y desafortunadamente pasa desapercibido para muchas personas.

Un periquito dominicano es una falla (fallo), una falta, un error en que se incurre por descuido, olvido o ignorancia. Ese desacierto a que se refiere esta sección ocurre en los escritos ajenos. Esta columna acerca del idioma español se nutre de esos periquitos.

En algunas ocasiones esos periquitos son una suerte de verruga que en medio de la piel tersa y uniforme de una beldad llaman la atención del lector. Es algo que en medio de la redacción de un artículo revela un desliz.

En muchas ocasiones los columnistas prestan poca (por no decir ninguna) atención al estilo, a la claridad, al encadenamiento de las ideas. Del mismo modo desprecian el cuidado con que deben ponderar el valor real de las palabras.

En otras ocasiones los periodistas escriben estos periquitos apremiados por la celeridad o los plazos porque no disponen del tiempo para revisar textos que escriben a la carrera para cumplir con compromisos.

Esos periquitos son el material primario que nutren estos comentarios. Además, se simpatiza con la voz periquito para denominar esos gazapos porque la última voz suena forzada en América con esa zeta trabada en esa posición que la hace sonar ajena al habla americana.

Hay que dejar bien claro que el autor de estas apostillas no se regocija cuando encuentra un periquito, sino que reacciona con pena, y a veces, con sentimiento de contrariedad. No se pasa por alto mencionar que los periquitos de los escritos tienen voces para quien esto escribe.

 

QUICIO

“El poeta de. . . merece un QUICIO aparte también porque él tiene talento y coraje para decir lo que piensa en cualquier sitio”.

Al leer esta frase “la alarma se disparó” como se acostumbra a decir ahora. Con el empleo del vocablo quicio en el contexto, los conocimientos previos indican que algo andaba mal. Mas, como el español es una lengua vasta hay que recurrir al diccionario o a los diccionarios para sacar en claro el valor de quicio aquí. Se llegó hasta el diccionario del tipo de español del país del escritor. Ahí se encontró satisfacción a la búsqueda. Eso se develará más abajo.

En el español de todos los días quicio es la parte de la puerta o ventana donde se colocan las bisagras o goznes. Además, es el rincón entre la puerta y la pared por el lado sobre el que gira la puerta.

Con la ayuda de esa acepción no podía sentirse conforme una persona porque el significado del rincón no se aviene con las demás partes de la oración. Antes de llegar al concepto cubano del quicio privativo de ellos vale la pena mencionar más abajo algunas locuciones formadas con ese vocablo que son de uso en el español habitual.

“Fuera de quicio” es una locución adverbial que el diccionario de las Academias tiene por ‘fuera del orden o estado regular’, pero que en el uso americano es “tener una persona alteradas sus facultades mentales”. “Sacar de quicio” es exasperar una persona hasta hacerle perder el tino. Cuando se trata de una cosa es violentarla, sacarla de su estado normal.

La locución que no aparece en esos lexicones españoles es la dominicana que solo consta en el Diccionario del español dominicano (2013), la locución adjetiva, ‘más haragán, na que un quicio’ que fue de uso preferido de la tía Nena. Es una definición exacta de la haraganería si se tiene en cuenta que esa parte de la puerta o ventana no se mueve, en contraste con el elemento (hoja) que abre y cierra. En República Dominicana el quicio es también el ‘muro pequeño que separa el hueco de la puerta de la acera’, así consta en el recién mencionado diccionario.

¿Dónde está el quicio de la cita? Solo logró localizarse en el Diccionario del español de Cuba (2000) donde está asentado así: ‘Escalón muy alto o conjunto de dos o tres escalones que da acceso a una casa o un edificio situado a un nivel más alto que la acera’. Inmediatamente después de la lectura de esa acepción se constata la afinidad entre el quicio dominicano y el cubano. Dicho sea de paso, ninguno de los dos quicios destacados en esta sección, propios de República Dominicana y Cuba, constan en el Diccionario de americanismos (2010) de la Asociación de Academias.

Para volver al texto que dio pie a esta sección, la utilización que hace el redactor de la voz quicio en sentido cubano hay que tomarla como afín a “pedestal, peana”. ¡Alabados sean los manes de la semántica!

 

ELABORAR

“. . .G. declinó ELABORAR las declaraciones que hizo por el radio”.

Este uso del verbo “elaborar” en este contexto es un caso flagrante de anglicismo en idioma español. Es propiamente el empleo en español de un vocablo inglés de escritura semejante al español (parónimo) con el significado del inglés. El verbo elaborar está usado en la frase reproducida atribuyéndole el significado que tiene en inglés. Los detalles de lo enunciado aquí se desarrollarán más abajo, en el curso de esta sección.

Este verbo, elaborar, se ha prestado para que en la redacción de los lexicones pueda definirse de manera distinta, aunque conserve en el fondo su significado primigenio. Hace siglos que en español el verbo elaborar lleva en su seno la idea de “gran aplicación, dedicación, cuidado con el detalle, refinado”. Esto corresponde a “trabajar con primor y perfección alguna cosa”. Es “preparar de modo esmerado”.

El origen mismo del verbo trae el mensaje de trabajar con diligencia, pues en latín era elaborare, formado de ex y laborare para “trabajar con fatiga”. En latín elaborare correspondía a “perfeccionar”.

En la actualidad el contenido del verbo sirve para representar la transformación de una cosa ‘por medio del trabajo adecuado’, que es la manera como la Real Academia redacta una parte de su definición. Esa institución en su segunda acepción, escribe: ‘Idear o inventar algo complejo’. Con términos parecidos lo expresa el Gran diccionario de la lengua española de Larousse en una de sus acepciones: ‘Crear una estructura mental compleja’. En el Diccionario integral del español de la Argentina, la segunda acepción recoge: ‘Inventar, planificar o diseñar algo’.

Como puede deducirse de los términos empleados en las definiciones precedentes para el verbo, el proceso de elaborar conlleva una serie de acciones o transformaciones, es en conclusión, someter algo a transformaciones para obtener un producto terminado.

Ahora bien, ¿cómo es eso de que una persona pueda declinar elaborar las declaraciones que hizo en la radio? Esto se debe a una confusión entre la lengua española y la inglesa. El verbo intransitivo elaborate, se traduce al español con ayuda de “dar detalles, dar explicaciones, explicarse, extenderse, extenderse en consideraciones, ampliar una referencia”. Estos datos se han tomado del Diccionario de dificultades del inglés (1976), de Torrents dels Prats.

El fenómeno que se produce entre el español y el inglés también ocurre entre el inglés y el francés, pues para el verbo elaborate del inglés en los casos similares a los examinados más arriba, en francés se utiliza entrer dans le détail. Algo parecido se suscita con la lengua portuguesa, porque en esta el significado del verbo es similar al del español. Otro tanto acontece en italiano, lengua en la que el verbo transmite la misma idea que en las demás lenguas latinas.

Antes de concluir con el tropiezo del “refreidor” de noticias (aspirante a traductor), hay que llamar la atención sobre otro significado del verbo elaborar en español que, por desgracia, ha caído en desuso como consecuencia de la influencia de otro verbo inglés. Se trata del significado de elaborar en tanto “fabricar, manufacturar, procesar, preparar”, que por economía de espacio y copia servil del inglés se traduce por “hecho”, porque en inglés escriben made. Piénsese en los productos que llevan inscritos el país de fabricación Made in Dominican Republic, que escriben “Hecho en República Dominicana”. Antes en la etiquetas se escribía, “fabricado en. . .”

Para cerrar esta sección. El verbo elaborate en tanto transitivo tiene significaciones muy parecidas al español, pues corresponde “a trabajar con (o en) detalles, construir algo complejo”.

© 2015, Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antes o después

El nombre adjetivo puede hacernos creer que estas palabras son accesorias, pero su colocación puede hacer la diferencia entre un texto bien escrito y otro no tanto.

Si pudieran verme por un agujerito mientras corrijo un texto, notarían que, conforme voy encontrando adjetivos mal colocados, me voy poniendo roja y empieza a salirme humo por las orejas, como si me hubiera transformado en un personaje de muñequitos.

Los adjetivos son complejos y, mientras más de cerca los miramos, más detalles nos ofrecen. No nos dejemos abrumar, que hoy es martes y nos queda mucha semana por delante.

Adjetivos y sustantivos van indefectiblemente unidos. La lengua española no obliga a que los adjetivos ocupen una posición fija; pueden colocarse antes o después del sustantivo, aunque lo normal es la posposición: directora actual/ actual directora, mango frondoso/ frondoso mango.

El latín anteponía el adjetivo al nombre. En la lengua romance la anteposición se convirtió en rasgo característico del lenguaje literario: transformar la lengua de todos los días para ganar en expresividad artística. Quizás por esta razón, los que toman una pluma o un teclado para componer textos recurren al adjetivo antepuesto, muchas veces de forma inconsciente, como si esto pudiera darles un marchamo de calidad literaria. El abuso de la anteposición logra exactamente el efecto contrario; los adjetivos se convierten en fórmulas manidas que pierden impacto.

Tanto para la escritura del día a día como para la que aspira a literaria, apliquen la regla sencilla de la naturalidad: el adjetivo después del nombre. Reserven la anteposición para casos muy excepcionales y su escritura ganará muchos enteros.

Aunque no siempre es cuestión de estilo. Como todo en la lengua, hay razones muy concretas para que un adjetivo pueda colocarse o no antepuesto al nombre. Prometí no abrumarlos, así que dejemos eso para ahorita.

© 2015, María José Rincón

Removedor – rally – posar

REMOVEDOR

Este sustantivo del título en otras ocasiones ha desempeñado, en tanto nombre para designar un objeto, una función que ha sido olvidada en la literatura diccionarista dominicana. Las aseveraciones contenidas en la oración anterior serán explicadas más abajo.

El Diccionario del español dominicano, DED, (2013) con certeza recoge que un removedor es una ‘sustancia química para quitar pintura o esmalte’. Este removedor líquido lleva en su composición la acetona que es un disolvente.

En el Diccionario de americanismos, DAA, de la Asociación de Academias, aparece mencionada esta sustancia líquida, el removedor, como de uso en Colombia para quitar el esmalte de las uñas. En Chile, Cuba y Uruguay se usa para ‘quitar pintura o esmalte, o para diluirlos cuando están muy espesos’.

Todo lo que consta en los dos párrafos anteriores más próximos a este es exacto. El DED subsanó el olvido del DAA que olvidó incluir a la República Dominicana en esa lista de países. Aquí hay que introducir una noción que no hacía falta en los diccionarios.

En República Dominicana para quitar las manchas de pinturas y para diluirlas se utiliza otra sustancia que se conoce por el nombre en inglés, thinner (tiner) que es un líquido volátil cuyo componente principal es la “turpentina”, conocida en español con los nombres, aguarrás o trementina.

¿Dónde está el papel del removedor olvidado en los diccionarios dominicanos? Figura en el DAA solo para Cuba. Este removedor los diccionaristas se empeñan en definirlo fabricado de plástico; he aquí la definición: ‘Varilla de plástico que se usa para remover bebidas’. Es de conocimiento general que se fabrica también con madera.

Este “palito” que se usa para mezclar las bebidas se conoce o se conoció en República Dominicana con ese nombre, removedor, como muy bien lo recuerda el redactor de estas notas acerca del idioma dominicano. Como consecuencia de lo asegurado aquí, este objeto debería figurar en los diccionarios del español dominicano con una acepción “sin plástico” y con el verbo “mezclar” como se sugirió más arriba.

Este instrumento también se ha conocido con el nombre de “agitador”, pues se utiliza para mover repetidas veces las bebidas y conseguir con ello que se acelere el proceso de mezcla o disolución que se mentó antes. Este agitador no aparece “ni en los centros espiritistas”. A este igualmente hay que procurarle un espacio en los diccionarios del español dominicano.

 

RALLY

“El ministro presbiteriano R. M., mientras participaba en un RALLY en Los Ángeles por los menores que cruzan la frontera. . .”

A primera vista el vocablo que encabeza esta sección parece estrictamente una voz extranjera. Además, no se presenta como una palabra que se preste a conjeturas y confusiones. Nada de lo anterior está más lejos de la verdad. Se examinará la voz del título con sus “bemoles” para limpiarla de malos entendidos.

La autoridad madrileña de la lengua caracteriza brevemente lo que la voz inglesa significa en lengua española. La tipifica como competición deportiva de resistencia de automóviles y motocicletas que se lleva a cabo fuera de pista y que generalmente se celebra por etapas. Esto se refiere en la mayoría de los casos a terrenos dificultosos, carreteras abiertas y otros caminos, condiciones que ponen a prueba la habilidad de los conductores también.

Otros diccionarios meten en este rally todo tipo de competición deportiva automovilística en relación con la velocidad o el menor tiempo en lograr un recorrido. En deportes se llega hasta a utilizar la voz del inglés para cualquier tipo de carreras.

En español se ha llegado a hispanizar la voz y se la representa “rali” imitando así la pronunciación que tiene en la lengua de origen. Todavía en 1992 no se recogía esta voz en el diccionario oficial de la lengua española.

Hasta aquí todo “anda sobre ruedas”, pues se refiere en principio a automóviles. Ahora bien, si se lee con detenimiento la cita y se añade a la lectura que esta se tomó de una reseña de una reunión en apoyo de los menores que cruzan la frontera entre Estados Unidos y México se verá que el asunto se complica. Aquí el problema se presenta desde las orillas del francés, con una acepción aceptada en inglés.

Este rally se ha combatido en español desde el año 1929, cuando D. Atalo Castañs propuso contra el galicismo ralliement los equivalentes siguientes, “congregación, reunión, asamblea, llamada, convocación”. Se nota de inmediato que la idea que permea todas estas palabras es la de juntarse un grupo de personas. En el caso específico de la cita, pudo escribirse “concentración” (de personas) en apoyo o defensa de los menores que cruzan la frontera.

El rally del inglés cubre con esa palabra los dos significados que se han estudiado en esta sección. El único rally adoptado en español es el deportivo.

 

POSAR

“Desafortunadamente, algunas organizaciones POSAN como obras benéficas para engañar a las personas generosas, pero dan poco o no dan nada. . .”

Este verbo, como casi todos los vocablos de la lengua ha evolucionado con esta. Esa evolución es un fenómeno normal en la lengua. Las palabras adquieren nuevos significados; pierden otros. El uso, como decía William Safire para la lengua inglesa, es norma loquendi. El uso del pueblo que habla la lengua es el que la rige. En español hay más rigidez que en otras lenguas y, sin embargo, cada vez tiene el uso del hablante mayor influencia sobre las normas, sobre todo en lo concerniente a la semántica.

En su principio el verbo posar servía para significar hospedarse, alojarse, relacionado con las palabras posada, posadera y otras. También era descansar, reposar. Significó, asimismo, morar, habitar. Otros significados han permanecido intactos, tal las aves, y por extensión algunas aeronaves, asentarse después del vuelo. Entre las significaciones que posee el verbo algunas han perdido vigencia y se utilizan cada vez menos; por ejemplo, hacer una pausa en el trabajo, soltar la carga que se trae a cuestas, aun cuando en algunos países se use todavía.

En la actualidad el verbo posar se emplea para expresar con este la acción suave de “poner”. Este valor ha alcanzado la acción de los ojos con un reforzamiento de la intensidad abstracta de observar o mirar, de donde que se defina esa acción haciéndola “con atención”. Las partículas sólidas que se encontraban suspensas en un líquido si permanecen en el fondo, posan en este y hacen un poso (con ese). Por extensión de este, el polvo que cae con suavidad se posa sobre las cosas o superficies.

Después de ese repaso impuesto por la claridad en la exposición, se llega al punto en que puede centrarse la atención en el tipo de uso que del verbo posar se hace en la cita, pero antes hay que referirse al posar de permanecer en una postura para que lo retraten, lo pinten o, simplemente para servir de modelo de una pintura o escultura.

El terreno de la idea del verbo está suficientemente abonado para que se introduzca el último movimiento del verbo posar que corresponde en el uso moderno a ‘adoptar actitudes estudiadas y afectadas’. Esta acepción la registra el Diccionario del español actual de Seco, Andrés y Ramos. Ya hace un tiempo que este concepto para el verbo se había asentado en lengua francesa, expresado así, “presentarse como, en tanto que”. Una acepción que se observa también en el uso del portugués de Brasil, así como en inglés. Hasta en el criollo haitiano dice poze con el esfuerzo sobre la /e/ no solo para todo lo anterior, sino también para pedir u ordenar en el sentido de ¡tranquilízate!, del dominicano “cógelo con calma/suave”.

Este nuevo uso y, en consecuencia, nueva definición, se corresponde con la “actitud afectada” de la organización para presentarse a guisa de obra benéfica en el texto reproducido. Es parte de una “postura” para “hacer creer”; es parte de una “simulación” para “aparentar falsamente” que se reúnen condiciones que en realidad no se poseen. Es un vil engaño.

© 2015, Roberto E. Guzmán