Con el pío de los pollitos
Las onomatopeyas son palabras que imitan un sonido que, curiosamente, es representado de distintas formas en diferentes idiomas. Incluso estas palabras especialmente sonoras tienen su ortografía en nuestra lengua.
Las onomatopeyas pueden recrear sonidos producidos por animales. Los cuentos infantiles están plagados de ellas. Son la especialidad de los que les leen cuentos a sus niños. ¡Quién sabe cuántos guau, miau y quiquiriquí pueblan nuestros anocheceres! Si el sonido es continuado nos servimos de la repetición de la palabra (pío, pío, cua, cua), y, en este caso, las separamos con comas, o del alargamiento de las vocales: beeee, muuu.
Los objetos que nos rodean emiten sus propios sonidos, aunque este cambie con los tiempos. Los teléfonos hacen cada día menos ring y los relojes cada vez menos tic tac; aunque, desafortunadamente, los disparos siguen haciendo bang y las bombas bum.
Los seres humanos no nos quedamos en silencio: lloramos (bua), estornudamos (achís), y hablamos sin parar (bla, bla, bla). Cuando nos reímos lo hacemos con gran variedad de matices, que dejo a su interpretación: ja, ja; je, je; ji, ji; jo, jo.
A veces la representación onomatopéyica de un sonido tiene éxito entre los hablantes a lo largo de los tiempos y se fija como un sustantivo, escrito en una sola palabra. Algunos de ellos están incluidos en los diccionarios: El blablabá nos aturde y el tictac del reloj nos recuerda que el tiempo no espera a nadie.
Estarán conmigo en que la letra de la Sonora Ponceña (“con el pío de los pollitos y el zum zum de los mosquitos no se puede descansar”) tiene toda la razón. Pocas cosas hay más molestas que un zum zum rondando nuestras orejas.
© 2015 María José Rincón