Jabón de olor – congoleño (congolés) – húmedo (hidráulico) – surrealista
JABÓN DE OLOR
Es muy fácil deducir lo que para un dominicano significa “jabón de olor”. No hay problema cuando un dominicano entra en un colmado para ser servido y pide un jabón de olor. Lo que recibirá a cambio lo dejará satisfecho. Ese jabón se conoce también como “jabón de baño”, pues para eso se utiliza, para bañarse la persona y despedir un olor agradable. Ese perfume que tenía ese jabón era el rasgo que le confería el nombre de “jabón de olor”.
Hay que tener en cuenta que estas denominaciones eran muy acertadas cuando ese jabón solo se presentaba en pastillas o pastas de jabón; cuando todavía no existía el jabón líquido para el aseo personal. En ese tiempo todo el “jabón de lavar” era en polvo, a excepción del “jabón de cuaba”.
En esos tiempos en República Dominicana podía pedirse “Ace”, que era una marca de fábrica que los anuncios radiofónicos convirtieron en sinónimo de jabón en polvo para lavar la ropa. En Cuba luego pasó a llamarse “Fab” a un jabón del mismo tipo que compitió con el anterior.
No era de extrañarse que las personas entraran a un colmado o a una pulpería y solicitaran un “Palmolive”, que fue el producto líder en el mercado durante largo tiempo como jabón para el aseo personal. De forma parecida se compraba “Gillette” para afeitarse, sin parar mientes en la marca que se recibiera, porque era el producto que predominaba en el mercado.
En esa época “El Caribe” era el periódico nacional y los demás podían ser El Caribe de la tarde o del domingo. Hay que destacar que aquí se escribe “El Caribe” con el artículo en mayúscula porque se considera que este es parte del nombre del diario, a pesar de que en la mayoría de los casos otros escriben “el Caribe”. Piénsese que muy rara vez, por no escribir nunca, una persona se refiere a este periódico como “Caribe”, periódico Caribe.
CONGOLEÑO – CONGOLÉS
“La periodista CONGOLEÑA C. A. ha sido galardonada el miércoles con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014”.
En el título están los dos gentilicios que se utilizan para designar las peársonas oriundas del Congo. Poco importa que la persona haya nacido en la República Democrática del Congo o que sea natural de la República del Congo.
Es muy posible que el gentilicio “congolés” derive del francés congolais, congolaise, que en esa lengua el masculino tiene una pronunciación parecida al español, sobre todo si se tiene en cuenta que estos países -los dos Congo- fueron colonias de países francófonos.
El nombre oficial para la república que no lleva la palabra “democrática” en su nombre oficial es República del Congo. A esta se la conoce en los despachos internacionales con la simple mención de Congo, mientras a la otra se la denomina por su nombre completo.
Estos gentilicios se traen a estos escritos porque hay quienes dudan todavía acerca de cuál de los dos es el propio para mencionar a los ciudadanos de esos países, sobre todo porque hay dos países que llevan el nombre Congo.
A lo recién mencionado hay que añadirle el ingrediente de las nacionalidades que han surgido en años recientes, con las proclamaciones de nuevos países que es algo que ha complicado la tarea de los periodistas. En algunos casos el idioma del país recibe un nombre diferente del gentilicio aplicado a los naturales de ese país.
Durante algunos años las denominaciones para los oriundos de las dos repúblicas del Congo fue diferente, según se tratase de los nacidos en el Congo francés o en el Congo belga. Ya esta distinción no tiene validez por lo que hay que abandonarla.
HÚMEDO – HIDRÁULICO
“. . .y emplea un diseño de embrague seco -en oposición a la disposición de embrague HÚMEDO- visto en muchos otros productos. . .
¿Cómo es posible que una persona que tiene por costumbre escribir sobre un mismo tema en un diario de vasta circulación pueda confundir los dos conceptos del título?
La única explicación que puede producirse es que esa persona no se detiene a pensar cuando escribe, que esa actividad la hace de una manera casi automática. Luego de estas reflexiones se expondrá la diferencia que media entre los dos vocablos del título para demostrar que no comunican la misma idea.
Por una parte, húmedo se dice de lo que está ligeramente mojado. Se refiere a lo que es de agua o que participa de su naturaleza. Por otra parte, hidráulico se usa para mencionar lo que se mueve por medio del agua o de otro fluido.
El Gran diccionario de la Lengua Española de Larousse recoge en sus páginas la acepción para “hidráulico” que despeja todas las dudas con respecto del término conveniente en esta materia: ‘que funciona mediante un líquido bajo presión: el camión tiene freno hidráulico’.
Sin titubeos puede afirmarse que el redactor faltó a su deber de entregar un mensaje claro y comprensible. Este tipo de redacción induce a los lectores comunes a que más tarde en sus conversaciones adopten malas selecciones de palabras para expresarse.
Para cerrar esta sección es procedente que se cite lo escrito por D. Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua en Lengua, norma y creación en el rol de la comunicación, donde escribe: “La propiedad es la cualidad del lenguaje que adecua las palabras apropiadas al contenido del mensaje para la cabal comprensión del receptor”.
SURREALISTA
“Pero ahora me parece absolutamente SURREALISTA”.
En las conversaciones y en los escritos durante los últimos años se ha abusado del empleo del adjetivo del título; se lo utiliza con sobrada libertad y, casi siempre de manera inconveniente. De modo somero aquí se revisarán las acepciones para aclarar el concepto.
Como en la mayoría de los casos se lleva el adjetivo más allá de su campo de acción normal, es natural que aquí se enfoque directamente ese uso. En muy pocos casos se utiliza el adjetivo para referirse a un adepto al surrealismo que fue un movimiento literario y artístico que surgió en Francia hacia 1920.
En la actualidad se considera surrealista aquello que evoca el surrealismo por su carácter irracional o llamativo. Cuando se aplica a una persona con ello se destacan las ideas extravagantes o absurdas que esta tiene, o por las cosas incomprensibles que dice.
Se ha de demostrar cautela en la utilización del adjetivo porque en lugar de halagar a la persona a quien así se caracteriza, lo que puede lograrse es denigrarla por estrambótica. Debe reservarse el término para aquello que sobrepasa la realidad a la vez que impulsa lo imaginario y lo irracional.
© 2014 Roberto E. Guzmán