PADECER – ELEGIBLE – PAPELES LEGALES
Quienes “padecen” son los sufridos lectores que tienen que soportar estas “perlas”, con un verbo como el del título usado de una manera que no es conveniente. Se examinará el significado del verbo y luego de eso se propondrá otro verbo en lugar del empleado por error para devolverle el sentido a la oración del texto.
El verbo padecer se refiere al daño, dolor, enfermedad, pena o castigo cuando el sujeto siente física y corporalmente estos males. También indica “soportar agravios, injurias, pesares, etc.” La tercera acepción es “sufrir algo nocivo o desventajoso”. En su cuarto significado el verbo en estudio es sinónimo de “sufrir”. La quinta y última es cuando se le aplica a una cosa, “recibir daño”.
En algún momento, durante la redacción de la reseña, el redactor patinó y se le escapó el verbo conveniente. Con este verbo en ese lugar la oración no tiene sentido.
Lo que se puede hacer en este lugar es colocar le verbo “reunir”, para que la frase sea, “…que reúnen las características requeridas para ser declaradas…”
Como se desprende de las definiciones del diccionario de la lengua española, las características no se padecen, se reúnen o cualquier otro verbo que le imprima sentido a lo expresado.
ELEGIBLE
“…calcula que sólo el 60 por ciento de las personas ELEGIBLES a nivel nacional solicitan asistencia”.
El vocablo del título va cobrando cada día mayor importancia en el ámbito del uso del español de los Estados Unidos de América del Norte. La alta frecuencia en el empleo del término se debe a su parecido con la palabra del inglés eligible, que se lee a cada paso en inglés.
No hay nada que se oponga al uso del vocablo examinado. El punto está en que se han relegado al desván las palabras que se usan en otros países de habla hispana donde se padece menos influencia angloamericana.
En realidad, las personas que “reúnen las condiciones”, son personas “aptas” para solicitar la asistencia a que se refiere el texto comentado. Otra palabra que cabe en estas circunstancias es “digno”, pues en una de sus acepciones es “merecedor de algo”. Con la mención de “merecedor” se introduce otro término que permite expresar la idea.
Como se nota enseguida, las posibilidades son muchas, pues no se ha agotado el caudal de palabras que existe en español y que son capaces de sustituir a la omnipresente del título.
PAPELES LEGALES
“…y representan el segmento de más rápido crecimiento en la población, según los PAPELES LEGALES de Kmart (…) … según los PAPELES de la corte”.
Sólo en el español angloamericano es posible que en lenguaje jurídico se mencionen los “documentos” legales con el mote de “papeles”.
No se puede negar que en el español de todos los días, en el pedestre, se usa y se entiende. No es menos cierto tampoco que el emplearlo en el español escrito, sobre todo de la pluma de un profesional es una falta de sensibilidad idiomática.
Piénsese por un momento que un acta de nacimiento, la constitución de una compañía, la declaración de quiebra, y todos los demás documentos que se depositan en un tribunal o que se emplean para fines legales y judiciales, ésos son algo más que “papeles”. Por ese respeto que merecen, por el valor intrínseco que poseen y por lo que representan no son meros “papeles legales”, sino, una vez más, “documentos legales”.
GUAGÜERO
“…y a más del oficio de GUAGÜERO, y del billar y la cacería, lo único que se hacía…”
Para los lectores avezados no es problema saber lo que es la palabra del título. Saben que la guagua de las Antillas es el vehículo, y que el conductor del vehículo automotor es el “guagüero”.
La Academia ya asienta, en dos entradas, las guaguas que se conocen en nuestra América morena. En la primera es el “vehículo automotor que presta servicio urbano o interurbano en un itinerario fijo”. En República Dominicana y en Cuba se aplica el nombre a numerosas especies de insectos.
La otra entrada que consta en el Diccionario de las autoridades corresponde a los países andinos, que la Academia define, “niños de pecho”. Otras acepciones se consignan que son de uso menos frecuente.
La literatura latinoamericana está llena de referencias a las diferentes “guaguas” que se conocen en estos ámbitos.
Si se examina con cuidado la definición que la muy ilustre corporación madrileña de la lengua ofrece para la guagua de los antillanos, se verá que se limita a los autobuses de transporte público. Los vehículos privados son entonces autobuses, o autocares. En la práctica, en muchos de los países de guaguas, el nombre se emplea para denominar tanto los autobuses de servicio público como los privados. Claro, para distinguir los unos de los otros, se recurre a las calificaciones, “de servicio público”, o simplemente “público” y los dedicados al servicio privado son “guaguas privadas”.
*CRAYÓN
“…puedan adquirir desde el CRAYÓN de labios hasta las medias.”
Ni con acento ni sin él consta el término del título en el diccionario de la lengua. El mismo vocablo se le ha encontrado escrito con “e”, así, “creyón”. En algunos países se les considera como términos tolerados en la lengua de todos los días.
En muchas ocasiones una de las razones que se esgrimen para adoptar en español palabras de otras lenguas es la pretendida carencia en la terminología nuestra de un vocablo adecuado. Si este es uno de los argumentos que se esconden detrás de los calcos, entonces en este caso no se puede aceptar, porque en español se cuenta con el “pintalabios” que está no solo tolerado, sino consagrado.
Para aquellas personas que se interesan en el asunto, el vocablo crayon es francés y la pronunciación lo torna en “creyón”. No es más que un lápiz. En otros tiempos en la lengua de los franceses al instrumento para colorear los labios se le llamaba “rouge de lèvres, de donde se abreviaba llamándole solamente rouge. Si no se adoptó el último vocablo es muy probable por lo difícil de la pronunciación del vocablo en español.
Consta en el venerado diccionario de la Real, un vocablo de la familia de crayón, es “crayola”, que una vez asentado en ese repertorio merece todo respeto. En los países en los cuales se usa el término designa un lápiz, especialmente el de cera.
Hay que actuar con cautela cuando se trabaja en traducción de textos de arte del inglés al español, pues además del lápiz, puede la palabra examinada designar también una tiza de cera de color que sirve precisamente para escribir y dibujar.
ENFOCADO *PARA
“…ha diseñado un edificio ENFOCADO *PARA los niños, y que contiene los elementos que evocan…”
Ya es bastante con tener que soportar el verbo del título a cada instante en la lengua de los hispanohablantes que viven en contacto directo con el inglés angloamericano. Ha caído casi en desuso “centrado, orientado, dirigido, encaminado, diseñado”.
Si se reflexiona un poco se nota enseguida que en cada caso hay que emplear uno diferente de los verbos que se ofrecieron en reemplazo del “enfocar”.
En el caso del edificio del texto, era muy fácil cambiar las palabras y hacer que fuera “…construido pensando en los niños…” Mejor aún, “…diseñado pensando en los niños…”
El problema no estriba sólo en el empleo constante del verbo comentado, sino en que la preposición no es conveniente en este caso. Si algo se enfoca, se hace “en”. En los verbos que se proponen para sustituir al criticado las preposiciones que los acompañan varían de acuerdo con las funciones y el “entorno”.
Las personas que entienden el inglés saben que el verbo del inglés es to focus, que llevado al español más simple es sin duda, “enfocar”. En los primeros tiempos el verbo del español se utilizó sólo para las cámaras y la fotografía, y por extensión, para el cine. En propiedad sería “enfocar sobre”, pero se puede transigir y admitir “enfocar hacia” en casos específicos. En la mayoría de las hipótesis la preposición “en” desempeña su papel con satisfacción para todos.
ROBADOR – LADRÓN – ESTAFADOR
“…uno de los mejores ROBADORES de bases de la historia de las Ligas Mayores…”
Aquí, como se sabe desde el principio, se trata de béisbol. El comentarista de deportes no quiere emplear el vocablo “ladrón” porque es muy fuerte, es de tonos muy subidos.
Recurrió el especialista en deportes al vocablo “robador”, porque le pareció más acertado en este contexto, pero se olvidó que son palabras sinónimas. Hay que convenir que el término que empleó es mejor, porque generalmente lo que se dice y escribe que el jugador hace es que “se roba” la base.
Por las circunstancias del juego y por los matices de la jugada, algunos comentaristas prefieren usar el verbo “estafar”, porque se aviene mejor a las reglas. Lo que el jugador hace es que se aprovecha del descuido del lanzador, o se lanza confiado en su velocidad, contra la reacción y velocidad del receptor. El estafador no es un intruso en el campo de juego.
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