Temas idiomáticos
Por María José Rincón
MÁS QUE UN SÍMBOLO
La palabra mangú es más que un símbolo para los dominicanos
En febrero del año pasado una campaña publicitaria de los supermercados Jumbo nos sorprendió preguntando «¿Sabías que la palabra mangú no aparece en el diccionario?». Curiosamente a lo largo del año 2021 el sustantivo mangú fue la palabra más consultada por los dominicanos entre las que no estaban registradas en este diccionario, solo superada por teteo. Esta iniciativa publicitaria puso en marcha una acción conjunta de CCN y Jumbo, el Instituto Guzmán Ariza de Lexicografía y la Academia Dominicana de la Lengua para proponer la inclusión de mangú en el Diccionario de la lengua española.
En diciembre de 2021 vimos aparecer mangú entre las entradas incorporadas al Diccionario de la lengua española en su actualización anual. Y los dominicanos hemos seguido buscándola en el diccionario; de hecho, es la palabra más buscada por los dominicanos en el último mes. Casi tanto como otras, hermosísimas y relacionadas con la época navideña, que desplazaron a teteo, como soñar, cabalgata, infancia o prosperidad.
Una palabra más o menos se pierde en el mar desbordante de palabras que es un diccionario del español. Sin embargo, cuando la palabra habla de nosotros, de quiénes somos, de nuestro pasado y de nuestro presente, se convierte en un símbolo del aprecio por nuestras expresiones, por lo que aportamos de distintivo, pero también por lo que compartimos con tantos que hablan nuestra misma lengua. Esa es la trascendencia real de que mangú esté en el DLE. Esta iniciativa nos ha mostrado que el compromiso social de las empresas puede ser un buen aliado para promocionar el buen uso del español, para animar a valorar nuestra lengua, para promover la lectura. No dejemos que se quede solo en un símbolo.
25/01/2022
UNA TRAMPA PRODIGIOSA
Recién salida de una exposición asombrosa, modesta en su exterior y resplandeciente en su interior, renuevo mi pasión por las letras, por las palabras, por los libros
El viaje no es solo el traslado de un sitio a otro. El viaje es la transformación que ese traslado opera en nosotros. Si la lectura es un viaje, leer no es solo recorrer hileras de letras y pasar páginas; leer es la transformación que esas letras y esas páginas operan en nosotros.
Recién salida de una exposición asombrosa, modesta en su exterior y resplandeciente en su interior, renuevo mi pasión por las letras, por las palabras, por los libros. La Universidad de Sevilla organiza «Imago mundi. Libros para tiempos de barbarie y civilización». En su introducción leo: «Cada cierto tiempo el mundo se para. Entonces algunos en el mundo observan, leen el mundo y tratan de representarlo».
Conforme escribo estas líneas pienso que debe haber algunos leyendo el mundo y tratando de representarlo, porque, sin duda, en estos tiempos hemos visto al mundo pararse. La mayoría de las representaciones de este mundo nuestro serán recogidas en los libros.
No se dejen engañar por la fragilidad aparente del libro. El libro guarda en sí mucho poder. Desde que las letras nos permitieron dejar de confiar en nuestra memoria imprecisa y leer y releer las voces más diversas, hemos conquistado el tiempo. Emilio Lledó nos dijo una vez que «el libro es, sobre todo, un recipiente donde reposa el tiempo. Una prodigiosa trampa con la que la inteligencia y la sensibilidad humana vencieron esa condicio´n efi´mera, fluyente, que llevaba la experiencia del vivir hacia la nada del olvido».
Este viaje por la «Imago mundi» me ha recordado la magia que atesora ese objeto humilde, extraordinario, que hemos heredado y sobre cuyas alas se extienden, como dijo Borges, la memoria y la imaginación.
1/02/2022
NO VOLVERÁN A SER LOS MISMOS
Se trata de ponerse metas alcanzables durante el año
Ya bien entrado el mes de enero ha llegado la hora de ponernos en serio con los propósitos –que no resoluciones– para 2022. No sé si entre los que se han trazado para este año se encuentra aprender más sobre nuestra lengua. Si ni siquiera se les había pasado por la cabeza esta idea, los invito a mejorar la ortografía, acrecentar y afianzar el vocabulario o habituarse a la lectura. Cualquiera de estos objetivos puede ayudarnos a desenvolvernos mejor con las palabras. Tomen lápiz y papel, celular, tableta o computadora y dispónganse a anotar pequeñas metas que puedan ir alcanzando cada semana.
Deben elegir objetivos concretos, útiles y realistas. Si se trata de ortografía, elijan cada semana una palabra de esas que siempre les provocan dudas; manoséenla, consúltenla en el diccionario, escríbanla unas cuantas veces, aprendan las razones que hay detrás de su escritura correcta. Palabra a palabra irán salvando esos escollos.
Si se trata de conocer más voces, busquen cada semana un término desconocido que hayan oído o leído por ahí; búsquenlo en el diccionario, aprendan sus sentidos y sus usos; incorpórenlo a su conversación diaria, aunque sea de relajo; háganlo suyo.
Si se trata de lectura, nada más fácil. Pónganse una meta poco ambiciosa. Pueden organizarse, por ejemplo, reservando un periodo de tiempo diario para leer. No tienen que ser dos horas; bastaría para empezar con dedicar quince minutitos de nada. Róbenselos a WhatsApp, por ejemplo, y me lo agradecerán. Tienen la opción de marcarse un número concreto de páginas para cada día. No importa el formato, lo verdaderamente importante es que la lectura pasará a ser parte de su vida diaria. Ni ustedes ni su lengua volverán a ser los mismos.
8/02/2022
SALDAR UNA DEUDA
Hoy quiero saldar una deuda, aunque toda una carrera no me permitirá saldar las que he contraído con don Manuel Seco, quien falleció el pasado 16 de diciembre en Madrid. Don Manuel Seco Reymundo nos ayudó, y nos seguirá ayudando, a resolver escollos e inseguridades en el uso de la lengua española gracias a su Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, cuya consulta aconsejo fervientemente a todos aquellos que escriban y quieran hacerlo con corrección.
Ingresó en la Real Academia Española como miembro de número en 1980 para ocupar el sillón A. Rafael Lapesa, otro gigante de la filología, le respondió por parte de la Academia. Pronunció Seco el extraordinario discurso titulado Las palabras en el tiempo: los diccionarios históricos, que pueden leer en la página electrónica de la RAE (www.rae.es). Pocos sabían tanto como él de diccionarios históricos. Desde el Seminario de Lexicografía de la RAE trabajó durante treinta y un años en el Diccionario histórico del español, pasando desde redactor a director.
Escribió una de las obras de mesilla de noche para los que nos dedicamos a esto tan raro de hacer diccionarios. Todos los lexicógrafos del español hemos bebido, o deberíamos haberlo hecho, en la fuente de sus Estudios de lexicografía española.
Lexicógrafos o no, todos los que hablamos español tenemos un diccionario de referencia fundamental en los fabulosos dos tomos de su Diccionario del español actual, que dirigió y redactó con Olimpia Andrés y Gabino Ramos, una obra imprescindible, concienzuda e innovadora. Manuel Seco no solo nos enseñó cómo hacer diccionarios; también nos enseñó a tener siempre presente que, como él dijo alguna vez, «Una lengua es patrimonio de una comunidad, y quien la hace y la deshace es mayoría».
15/02/2022
LA AVENTURA DE VIVIR
Coincidir es más que estar de acuerdo
Coincidí con Inés Aizpún hace unos días. Y coincidí con ella en más de una acepción del verbo coincidir. Concurrimos simultáneamente al auditorio de Unibe convocadas por esta universidad y por la Fundación Felipe González para escuchar al expresidente del Gobierno de España hablar sobre gobernanza y globalización. Desde luego yo no había logrado zafarme aún de la extraña sensación de volver a la normalidad, aunque fuera descafeinada. Coincidí con ella además en el sentido figurado de ‘estar de acuerdo en una idea, opinión o parecer sobre algo’. Y lo sé porque Aizpún se hizo eco en su AM del hincapié que hizo González en la prioridad de la educación como clave para el desarrollo humano.
Felipe González le pidió a la universidad que se centrara en educar sobre la condición humana. El conocimiento científico es esencial y prioritario, el conocimiento técnico también; pero ninguno de esos conocimientos, ni ningún otro, se sustentan si olvidamos el conocimiento sobre la naturaleza, el carácter, el pensamiento, la imaginación o los sueños; sobre todo aquello que nos hace humanos, para bien y para mal. Recordó González, con su don para contar, que, como suele suceder, se ha aquilatado con el paso de los años, que Aristóteles, Shakespeare y Cervantes siguen tan vigentes como el día en que tomaron el calamus aquel y la pluma estos para narrarse a sí mismos y también a nosotros, que los leemos –¿?– muchos siglos después.
¿Estará esta universidad de ahora preparada para asumir el reto? ¿Estará la universidad de nuestros días dispuesta a hacerse cargo de formar profesionales, de cualquier área – incluso, mientras más técnica mejor– que tengan presente la condición humana? ¿Por qué no una lectura de Don Quijote como materia transversal para salir al mundo preparados para la aventura de vivir?
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