Cómo hablamos los dominicanos, de Orlando Alba

Por Ana Margarita Haché de Yunén

 

Agradezco a la Academia Dominicana de la Lengua, en especial a su director, el Dr. Bruno Rosario Candelier, y al equipo que ha organizado esta actividad, la invitación para participar en este interesante coloquio sobre el español dominicano. Ya habrán podido observar en el programa que nos corresponde reseñar el libro Cómo hablamos los dominicanos del destacado investigador dominicano Orlando Alba.

Alba estudió Filosofía en el Seminario Santo Tomás de Aquino, en Santo Domingo y Teología en la Universidad de Laval, Quebec, Canadá. Se licenció en Educación en la Universidad Católica Madre y Maestra; completó una maestría en Lingüística Hispánica en la Universidad de Puerto Rico y se doctoró en Filología Española en la Universidad Complutense de Madrid.

Estudió bajo la tutela de destacados profesores como, por ejemplo: Rafael Lapesa, Manuel Alvar, Humberto López Morales, María Vaquero y Amparo Morales. En 1985 obtuvo una beca Fulbright de investigación, donde tuvo el honor de trabajar con el padre de la sociolingüística William Labov y sus colaboradores, David Sankoff y Shana Poplack, lo que le permitió profundizar en la metodología sociolingüística con el concepto de regla variable que explica cómo se produce la variación lingüística y qué factores intervienen en ella. En 1974 se inició como profesor en la Universidad Católica Madre y Maestra; diecisiete años después partió hacia Estados Unidos y en la Brigham Young Unversity en Provo, Utah, trabajó como académico de Lingüística Hispánica en el Departamento de Español y Portugués durante 27 años.

Es miembro de número a la Academia de Ciencias de la República Dominicana, miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y miembro distinguido de la Asociación Lingüística de América Latina (ALFAL), de la cual fue tesorero, para el periodo 1999-2005. Ha publicado más de treinta artículos académicos y alrededor de veinte libros. Entre ellos se destacan los siguientes libros: Para comunicarnos mejor. Respuestas a cuestiones lingüísticas (Santo Domingo, 2019); Una mirada panorámica al español antillano (Santo Domingo, 2016); Observación del cambio lingüístico en tiempo real (Santo Domingo, 2014); Nombres propios de persona en la República Dominicana (Santo Domingo, 2013); La identidad lingüística de los dominicanos (Santo Domingo, 2009); Lengua y béisbol en la República Dominicana (Santo Domingo, 2006); Cómo hablamos los dominicanos (Santo Domingo, 2004) para citar unos cuantos.

A partir de estas obras y desde su cátedra universitaria, ha formado numerosos investigadores dominicanos y dominicanistas, que han seguido su impronta y que continúan sus pasos en cuanto a la descripción científica del español dominicano. La extraordinaria labor investigativa de Alba ha sido reconocida, dentro y fuera de República Dominicana, y le ha valido homenajes, designaciones y condecoraciones. Entre estos, cabe destacar el libro Estudios de Lengua y Lingüística Española con el que sus colegas y exalumnos lo homenajearon con motivo de su retiro en el 2018.

El libro que nos ocupa reseñar salió a la luz en 2004 auspiciado por el Grupo León Jimenes en su colección Centenario para festejar los cien años de la empresa.

Consta de 9 capítulos antecedidos por una presentación de dicho empresarial, unas palabras preliminares del autor y un prólogo escrito por el destacado académico Humberto López Morales, en ese momento, director de la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Estos acápites iniciales sirven de marco contextual de la obra y ayudan al lector a comprender la intención del autor y la tesis que va a sustentar a través de los nueve capítulos subsiguientes. Como muy bien afirma el Grupo León Jimenes en la presentación, su publicación constituye un homenaje al instrumento básico de comunicación que empleamos los dominicanos y representa un esfuerzo de esta empresa para contribuir a la reflexión sobre nuestra identidad; estos propósitos permean las 395 páginas del libro, materializándolos a cabalidad en cada una de ellas.

En sus palabras preliminares, Alba nos advierte que, y cito: “Este trabajo no pretende ser una investigación académica, dotada de un riguroso formato y de un complejo aparato bibliográfico. Ha sido escrito con fines simplemente divulgativos, pensando en el público general y, sobre todo, en profesores y estudiantes de español. Su objetivo consiste en ofrecer un acercamiento sencillo y objetivo al habla dominicana desde una perspectiva sociolingüística. Y para que la presentación sea recibida con mayor facilidad por el lector no especializado, se ha intentado mantener la redacción alejada de tecnicismos no imprescindibles, así como de la formalidad de citas y notas incómodas, y de cualquier otro recurso erudito innecesario. Esto no impide, sin embargo, que los comentarios y las observaciones que se realizan se apoyen en testimonios tomados de la lengua oral”. Con ese fin, se han aprovechado principalmente muchos de los materiales que Alba ha reunido durante más de 25 años de trabajo y que han servido de base para diferentes publicaciones, así como las informaciones, de conocimiento más o menos general, contenidas en la bibliografía disponible sobre el tema.

Esta advertencia sirve para atraer al lector, que pudiera estar interesado en el tema, pero temeroso de adentrarse en una temática repleta de conceptos y términos desconocidos. Tiene también un carácter democratizador al intentar y, sobre todo, lograr que su obra sea accesible a un público general, sin que con ello lo infantilice o desvirtúe la rigurosidad metodológica propia de un trabajo científico. Luego de los consabidos, pero bien justificados agradecimientos, Alba confiesa que “alberga la ilusión de que la lectura de su libro ayude a obtener una visión general, clara y auténtica de la realidad lingüística dominicana y que se sentiría satisfecho si las ideas expuestas en él contribuyeran, al menos un poquito, a la autoestima de muchos dominicanos que viven arrastrando una especie de complejo de culpabilidad porque creen que su conducta verbal no es correcta”. Concluye afirmando que “nuestro modo de hablar es nuestra principal tarjeta de identidad y que debe ser motivo de orgullo nacional”. Con estas afirmaciones, devela la tesis que está presente en toda la obra y que muy bien explicita en las conclusiones que aparecen en el capítulo 6.

En el Prólogo de la obra, Humberto López Morales califica a Cómo hablamos los dominicanos como un libro singular. Basa su elogio en el hecho de que sin ser una obra especializada, escrita por un especialista para otros especialistas, siempre repleta de tecnicismos y de complejos cuadros estadísticos y, además, sin poder ser catalogada como obra de divulgación que, con la intención de hacerla comprensible al público general, aparece llena de ingenuidades o inexactitudes, propias de aficionados; en fin, que, sin ser una cosa ni la otra, cumple con su objetivo de ser una obra de consulta para especialistas y legos, pues se trata, y cito, “de un libro hecho por un auténtico especialista (su producción bibliográfica lo pregona sobradamente), pero pensado y realizado para todo tipo de lector. Y lo ha conseguido”. Efectivamente, este hecho es uno de los tantos aciertos de esta obra.

El capítulo uno es de carácter introductorio. En él, Orlando Alba presenta el propósito central de este libro, que no es otro que “ofrecer algunas ideas sobre la identidad de la atractiva modalidad lingüística hispánica que se habla en la República Dominicana, con la esperanza de que el lector obtenga una visión de conjunto del habla del país desde una perspectiva sociolingüística”. Creo, sin temor a equivocarme, que dicho propósito se ha cumplido y con creces.

En este capítulo introductorio, se ofrece al lector una caracterización global del español dominicano y se exponen brevemente sus orígenes andaluces y canarios. Luego, explica un concepto clave del libro: la variación lingüística y la define como un rasgo inherente, esencial y necesario de la estructura de todo sistema lingüístico. Clasifica sus diferentes tipos y pasa a definir lo que es la conciencia lingüística y la relaciona con los conceptos de prestigio y estigma, inseguridad lingüística, lengua, dialecto, sociolecto y estilo.  Este capítulo es clave para comprender la interpretación que hace el autor de los datos recolectados y que aparecerán en los capítulos 2, 3, 4, 5 y 6; también es esencial para conocer los fundamentos teórico-metodológicos en los que se sostiene la obra. Su argumentación se basa en el concepto de regla variable del modelo variacionista que se opone a la variación libre. Detrás de esta perspectiva, se encuentra el andamiaje epistemológico de William Labov y que el subtítulo de la obra: “Un enfoque sociolingüístico” nos lo recuerda y no lo deja mentir.

En los siguientes cinco capítulos (2, 3, 4, 5 y 6), Orlando Alba describe científicamente el español dominicano a partir de datos de sus investigaciones y otros aportados por estudios de reconocidos lingüistas del mundo hispánico; las propias corresponden a informantes dominicanos de diferentes niveles socioculturales y fueron obtenidas a través de sus muchos años dedicados al estudio de la variante nacional. En todos estos capítulos, que constituyen el núcleo central de la obra, se destaca el interés del autor, ya explicitado en sus palabras preliminares, de hacer comprensible la terminología propia de la sociolingüística a los lectores aficionados. A saber, el título de cada capítulo va seguido de dos puntos que explican los tecnicismos usados para denominarlos. Por ejemplo, capítulo 2. Rasgos fonéticos: la pronunciación, capítulo 3. Rasgos morfosintácticos: la forma de las palabras y de las oraciones, y así con los demás capítulos. Igualmente, a través de los diferentes capítulos aparecen secciones explicativas iniciales que crean en el lector el armazón necesario para entender los fenómenos y procesos lingüísticos a los que se alude. Una manifestación de esto se verifica en las páginas 32-40 que explican, de manera clara y sencilla, la producción y organización de los sonidos del español.

El capítulo 2, correspondiente a los rasgos fonéticos, es uno de los más extensos, lo que evidencia la predilección del autor por esta temática. De hecho, gran parte de sus investigaciones giran alrededor del nivel fonético-fonológico. Esta sección se inicia, como ya hemos dicho, con explicaciones sobre la producción y organización de los sonidos del español; le sigue la presentación de los fenómenos vocálicos propios del habla popular, en los que no se detiene demasiado, por no ser el foco de sus estudios. Luego profundiza en los procesos que afectan a las consonantes, tratando la pronunciación de la jota, de la /d/ intervocálica, de la /s/ final de sílaba, de la /l/ y la /r/ implosivas y de la /n/ en posición de coda. La descripción de estos fenómenos sociolingüísticos que caracterizan el habla dominicana viene sustentada con datos estadísticos extraídos de sus numerosas investigaciones. Trae a colación, de manera pertinente, otras investigaciones de estudiosos del mundo hispánico, así como también se refiere a trabajos realizados por otros dominicanos como Pedro Henríquez Ureña, Arturo Jiménez, Sabater, Rafael Núñez Cedeño, Pablo Golibart, Carlisle González, Eliana Martínez y una servidora.

Este capítulo es un sí mismo un gran aporte al estudio del español dominicano por los hallazgos encontrados, a saber: la aspiración de la /s/ como la variante prestigiosa, la importante incidencia del factor sociocultural en la elisión de la /s/, la mayor retención de dicha sibilante en el habla de las mujeres, la influencia de los factores lingüísticos como el acento o la consonante siguiente en la retención de la /s/ final de sílaba o de palabra, la ultracorrección y la hipercorrección, la comparación de la pronunciación de la /s/ en la conversación libre y en los noticieros, la estigmatización de la vocalización cibaeña y su prestigio encubierto, el resumen de los fenómenos estudiados clasificados según su estima social y, de manera especial, el carácter innovador con el que clasifica y valora, desde el punto de vista sociolingüístico, nuestra habla.

Si un fenómeno caracterizador del habla dominicana debiera haber sido tratado con mayor profundidad y rigor científico es la entonación, al que Alba le dedica solo una página, no sin antes reconocer las puntualizaciones hechas por Jiménez Sabater y avizorar los alentadores estudios experimentales del investigador y exalumno suyo, Erik Willis. El mismo Alba, conocedor de su limitación, cataloga los estudios de fonética acústica requeridos para el estudio de la entonación, diciendo que se trata de un “campo prácticamente inexplorado” hasta el 2004, fecha de publicación de su obra.

El capítulo 3 aborda los rasgos morfosintácticos característicos del español dominicano, con las adecuadas explicaciones para los lectores aficionados y la presentación del andamiaje que provee los conocimientos previos necesarios para comprender los rasgos con valor diferenciador de la nuestra variante, con el entendido de que ellos no son necesariamente exclusivos de nuestra habla.

Entre los fenómenos estudiados por Orlando Alba se encuentran los siguientes: el uso del morfema –ico/a para el diminutivo, la presencia del pronombre sujeto en contextos donde la concordancia permite la recuperación de la persona gramatical, la no inversión del orden sujeto-verbo en las oraciones interrogativas, el uso del neutro ello junto a la forma hay, la personificación y consecuente pluralización de haber y hacer, el valor focalizador del verbo ser, el uso preferente del pretérito simple en lugar de la forma compuesta correspondiente, la ausencia de la preposición a como marcador de persona en el caso de los verbos transitivos, los pronombres personales inacentuados, los pronombres posesivos, la doble negación y las formas de tratamiento. El análisis de estos fenómenos es producto de una adecuada recolección de la información, donde está presente el tratamiento estadístico de dichos datos. Asimismo, en su interpretación, el autor retoma trabajos de otros estudiosos, como Jimenes Sabater, Amparo Morales, Armin Schwegler e Irene Pérez Guerra. Cabe destacar en este capítulo el agudo análisis que realiza Alba al abordar la recuperación de la información del plural ante la pérdida de la /s/ implosiva como marca de plural. Este hecho lingüístico ya fue abordado por Jiménez Sabater, a quien le preocupaba lo que llamó confusión entre la oposición singular-plural producto de la elisión de la /s/ de naturaleza morfémica. En su caso, lo valora como, y cito, “un conato de readaptación de la categoría de número en el español dominicano”. La interpretación de Alba presenta las alternativas que la misma lengua española posee para desambiguar la posible confusión entre plural y singular. Ellas pueden ser de carácter morfológico, sintáctico o semántico.

El capítulo 4 se refiere a los rasgos léxicos, es decir, el vocabulario. Es la sección más extensa; tiene un total de 185 páginas. Se inicia con las explicaciones de lugar para que el lector comprenda los datos y el análisis presentados. Se abordan los arcaísmos, los marinerismos, los indigenismos, los afronegrismos, los anglicismos, la influencia haitiana, el léxico de la pelota, el léxico disponible, la densidad léxica en las noticias, la onomástica, la toponimia, los refranes y frases hechas.

Definitivamente, en este capítulo se comprueba la calidad investigativa de Alba y sus aportes al estudio del léxico dominicano. La recolección de los datos de los estudios de disponibilidad y densidad léxicas que, bien domina el autor, le permiten llegar a conclusiones fiables y válidas. Muchos de esos estudios fueron realizados bajos proyectos de investigación de naturaleza panhispánica, lo que permite comparar el vocabulario de los dominicanos con el habla de Madrid, Puerto Rico, México, Cuba y Chile.

En este acápite es importante destacar las conclusiones a las que arriba Alba, y que puede catalogarse como estudios en tiempo real, al analizar la predominancia de los arcaísmos, indigenismos, marinerismos y africanismos examinados por Pedro Henríquez Ureña. Este destacado lingüista se refirió al matiz arcaico del vocabulario usado por los dominicanos. En este sentido, Orlando Alba construye una argumentación que le permite concluir que “en la actualidad el arcaísmo no parece constituir un rasgo significativo ni tampoco exclusivo del vocabulario de los dominicanos”. Con relación a sus estudios sobre los marinerismos a partir de la recolección de datos en Santiago, Alba sostiene que se puede “afirmar con fundamento que el componente léxico de origen marinero en el español dominicano es modesto cuantitativamente, pero sumamente valioso e importante desde el punto de vista de la significación social de muchas de sus unidades”.

Sobre los indigenismos, el autor de Cómo hablamos los dominicanos concluye que “en la actualidad, la mayoría de los estudiosos concuerda en que la influencia de las lenguas indígenas sobre el español americano es insignificante… Tal situación, válida en general para toda Hispanoamérica, es aún más obvio para República Dominicana”.

Los indigenismos estudiados por Alba parecen estar marcados por el factor sociocultural en el español de Santiago; el uso y la comprensión de vocablos antillanos son exclusivos del habla de informantes del nivel sociocultural denominado bajo, mientras que los vocablos del quechua, náhuatl y la lengua caribe caracterizan al habla del nivel sociocultural alto.

Para el estudio de los africanismos, el autor elaboró un cuestionario de unas 171 entradas; sus datos muestran que el dialecto dominicano tiene un índice de vigencia más alto que en Puerto Rico. Sin embargo, la mayoría de esas palabras pertenecen al léxico pasivo de los hablantes encuestados.

Los estudios de disponibilidad léxica realizados por este distinguido lingüista permiten la comparación con otros lugares del mundo hispánico; sus datos muestran la compatibilidad léxica entre el dialecto dominicano y los demás dialectos comparados (Madrid, Chile, Puerto Rico y México), destacando que es mayor de la que se suele creer, aunque varíe según el centro de interés. Sobre los anglicismos, Alba parte de la hipótesis de que se trata de uno de los rasgos más notables del español dominicano actual. Para su estudio, adopta la noción de anglicismo que López Morales conceptualizó en 1999 con relación al léxico de Puerto Rico. Al analizar la densidad léxica de 25 conversaciones libres de informantes dominicanos, Alba concluye que cifra de anglicismos es notoriamente baja, lo que “no parece indicar un alto valor funcional de esas unidades léxicas dentro del uso ordinario, conversacional, del español dominicano”. Ahora bien, al examinar los resultados de acuerdo con el nivel sociocultural, se observa que el grupo alto aventaja al bajo en una proporción de 3 a 1. Frente a esta realidad, el autor de Cómo hablamos los dominicanos concluye diciendo que, y cito: “el hecho de que el grupo de mayor estatus social sea el más permeable y propenso al préstamo es un indicio de que el empleo de anglicismos constituye un fenómeno prestigioso en el español dominicano”.

En este capítulo, Alba presenta una investigación sobre disponibilidad léxica que realizó en 1995 con una muestra de 347 estudiantes pertenecientes a once universidades dominicanas. Producto de la técnica de asociación de palabras para cada uno de los dieciséis campos estudiados, este lingüista pudo determinar que el 5.7 % de los vocablos disponibles eran anglicismos, cifra menor que el 8.1 % obtenido por López Morales para Puerto Rico, pero superior al 4.29% de Madrid, según los datos de Benítez. En el español dominicano, los tres centros de interés particularmente ricos en anglicismos fueron medios de transporte, juegos y diversiones y vestido. En este campo de estudio, Alba ha sido pionero, marcando la pauta para que nuevos investigadores continúen estos análisis.

Sobre el léxico de la pelota, Alba presenta datos preliminares de las investigaciones que luego aparecen publicadas en el libro Lengua y béisbol en la República Dominicana en 2006. Cabe destacar que, en el libro que reseñamos, los datos fueron recolectados a partir de una prueba asociativa de palabras. Alba señala que, cuando se les pidió a estudiantes universitarios dominicanos las palabras relacionadas con el béisbol que acudían a su memoria, de cada cuatro palabras, una era un anglicismo. Asimismo, destaca la presencia de dobles léxicos en competencia, es decir, de pares de palabras equivalentes, una de las cuales es un anglicismo y otra no lo es, aunque, en varios casos, el anglicismo era la primera opción que venía a la mente del informante.

En cuanto a la influencia haitiana, Alba reconoce que se trata de un fenómeno de contacto lingüístico muy poco estudiado; en este caso, se refiere a las tareas que la lingüista Irene Pérez Guerra ha planteado al respecto. Salvo una investigación de Luis Ortiz titulada El español y el criollo haitiano: contacto lingüístico y adquisición de segunda lengua, el estudio de la influencia haitiana en el habla dominicana sigue siendo una tarea pendiente para los nuevos investigadores.

El capítulo 5 aborda el tema de la inseguridad lingüística de los dominicanos. Reconoce el aporte inicial a esta temática realizado por González Tirado, quien planteó el llamado complejo de inferioridad de los dominicanos. Luego de algunas precisiones y explicaciones de los conceptos de inseguridad y lealtad lingüísticas, el autor presenta los datos de investigaciones realizadas por Alvar en 1986, Turley en 1998 y las suyas. Concluye diciendo que los resultados demuestran una complejidad mayor que lo que se le suele asignar a esta temática. Todo ello le sirve de acicate para la publicación de su obra La identidad lingüística de los dominicanos en el 2009, la cual comenté ampliamente en el Coloquio de la Lengua que organizara esta Academia el 10 de octubre de 2013.

Alba concluye en el capítulo 6 con la siguiente tesis: “el español utilizado por los dominicanos es fundamentalmente el mismo que se habla en todas partes, pero coloreado por unos rasgos superficiales que le dan una apariencia peculiar en sus diferentes niveles, el fonético, el morfosintáctico y el léxico-semántico”.

Con esta importante conclusión, Orlando Alba pasa a explicar el concepto de lengua estándar y suscribe la noción de español estándar, entendido como un sistema inclusivo, no exclusivo y constituido por un conjunto de posibilidades que admite diferentes realizaciones. Al mismo tiempo, sostiene que “es indudable que la base unitaria sobre la que se sustenta en español estándar es abrumadoramente mayoritaria en comparación con el componente diferenciador, idea que le sirve de apoyo a su tesis sobre el español dominicano. Luego de un recorrido sintético por los rasgos diferenciadores de la variante dominicana, Alba ratifica que no hay un español mejor, sino un español de cada sitio para las exigencias de cada sitio. Trae a colación una afirmación de su maestro Manuel Alvar (1996): el español mejor es el que hablan las gentes instruidas de cada país: espontáneo, sin afectación, correcto sin pedantería, asequible por todos los oyentes.

Todo lo anterior le permite concluir contundentemente que “el español ideal de los dominicanos debe ser la modalidad culta, la utilizada por las personas instruidas o educadas del país, y no un modelo extranjero”. Al respecto, es muy válida su idea de que “aceptar la imposición de la norma de un lugar sobre la de otro supone un craso desconocimiento de la esencia social de la lengua, que adquiere en cada país su color peculiar”.

A seguidas, como buen maestro, advierte sobre la aberración que constituiría la enseñanza de la variante española en las escuelas dominicanas. En este sentido, es categórico al decir que “aparte de que por razones teóricas resulta totalmente improcedente el intento de la escuela de proponer como modelo una modalidad extranjera, en la práctica tal empeño es inútil y está inevitablemente condenado al fracaso”.

Para finalizar, Alba responde la pregunta que da origen al título del libro, diciendo que “desde el punto de vista de la lengua como instrumento comunicativo, hay que decir que hablamos bien, ya que nos entendemos, podemos comunicarnos, no solo con los demás dominicanos sino también con los hispanos del resto del mundo”.

Asimismo, agrega que, desde la perspectiva de la lengua como fenómeno social, “se tiene que admitir que los dominicanos hablamos como debemos hablar, en decir, como lo que somos, como dominicanos, y no como mexicanos, españoles ni peruanos”.

Los capítulos 7, 8 y 9 se tratan de apéndices que revelan el grado de rigor y sistematicidad que caracteriza a Alba. El siete presenta una muestra de textos conversacionales que constituyen los materiales en los que se basan los análisis del libro. Los capítulos 8 y 9 ponen a la disposición del lector dos extensas bibliografías; la primera versa sobre el español dominicano y la segunda es de carácter general. Reflejan también el dominio y el conocimiento que durante años este investigador ha acumulado producto de la lectura de los trabajos de otros lingüistas.

Cómo hablamos los dominicanos sintetiza la obra precedente de Alba, pero, al mismo tiempo, proyecta sus futuras investigaciones.  El léxico, la inseguridad lingüística son temas que luego Alba abordará a profundidad en libros posteriores, a saber, Observación del cambio lingüístico en tiempo real (Santo Domingo, 2014); Nombres propios de persona en la República Dominicana (Santo Domingo, 2013); La identidad lingüística de los dominicanos (Santo Domingo, 2009); Lengua y béisbol en la República Dominicana (Santo Domingo, 2006).

La obra que reseñamos se publicó justamente a los treinta años de la primera edición de Más datos sobre el español de la República Dominicana de Max Arturo Jiménez Sabater, quien a su vez publicó su obra 35 años después de El español en Santo Domingo de Pedro Henríquez Ureña. Esta secuencia de obras corresponde a lo que podría llamarse una historiografía de los estudios sobre el español dominicano. Ella da cuenta de dinamismo de la lengua y recoge el cambio de la variante dominicana casi en tiempo real ya que Alba tuvo el acierto de comparar fenómenos lingüísticos relativos al léxico que fueron estudiados por Henríquez Ureña; véase por ejemplo el caso de los tainismos y arcaísmos. De igual forma, lo hizo Alba con relación a la pronunciación de la /s/ implosiva analizada por Jiménez Sabater. Cabe destacar también que cada obra refleja el contexto sociodemográfico del momento de su producción, que va desde una población básicamente rural a una mayoritariamente urbana. Compárense las características socioeconómicas de los informantes de cada estudio y se verá cómo reflejan el proceso de urbanización de la vida dominicana. Por otro lado, la línea de tiempo que se dibuja a partir de estas tres obras es también un fiel exponente de la metodología que los dialectólogos y sociolingüistas manejaban y tenían a la disposición en la época en que realizaron sus investigaciones. En ese sentido, el muestreo, la recogida de datos, con su posterior procesamiento y técnicas estadísticas para su análisis, corresponden en Cómo hablamos los dominicanos al aparato metodológico de la sociolingüística en el que la fiabilidad y validez de los datos resultan de la teoría variacionista y de sus métodos. Estas observaciones, lejos de disminuir las investigaciones de los dialectólogos, pretenden calificarlos como verdaderos exponentes de su tiempo, resaltando su importancia y las contribuciones de sus estudios. Sin ellos, la obra que hoy reseñamos no tendría el valor que tiene como resultado de la continuidad propia de los estudios lingüísticos que, como afirma Giovanni Parodi: “en un afán científico de corte acumulativo, busca engarzar la investigación con el pensamiento científico de sus maestros”. Esa aspiración se lleva a cabo en un sentido verticalista e inclusivo, donde el nuevo trabajo se apoya en los hallazgos del precedente.

Podría decirse que el objetivo fundamental de este libro consistía en responder de forma sencilla la pregunta que da título al libro reseñado ¿Cómo hablamos los dominicanos? En ese sentido, dicha interrogante ha sido respondida a cabalidad con el rigor del especialista que conoce la sociolingüística tanto conceptual como metodológicamente. Además, ha sido explicada con la claridad de quien, dominando la ciencia, tiene la competencia de hacerla accesible a los interesados en conocer un aspecto fundamental de la identidad dominicana, que es nuestra habla. Esta obra es fuente de consulta obligatoria para todo investigador que se interese en estudiar el español dominicano. Para conocer su impacto, cabe mencionar también que la misma se encuentra disponible en 48 bibliotecas alrededor del mundo, según los datos del Worldcat, el mayor catálogo bibliográfico que existe en línea. Asimismo, cuenta con más de 7,700 descargas desde los archivos académicos de la Universidad de Brigham Young. Dada su calidad, este libro fue propuesto para el Premio Real Academia Española 2005, según consta en el Catálogo de la Biblioteca de la Real Academia, Legado Dámaso Alonso.

Por todos estos méritos, sugerimos que esta obra sea de lectura indispensable no solo para lingüistas, profesores y estudiantes de lengua española, sino para científicos sociales, comunicadores y diplomáticos que con su accionar enarbolan la bandera de la identidad dominicana, muchas veces, desconociendo el valor de nuestra habla.

 

Ana Margarita Haché

Coloquio del Español Dominicano

Academia Dominicana de la Lengua

Santo Domingo, 18 y 19 de enero de 2022.

 

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