Luz de oscura llama, de Clara Janés

Por 

Miguelina Medina

 

Cuando conocí a la señora Clara Janés me deslumbré. No fue personalmente. Fue mientras hacía una de las consultas a la página web de la RAE. Allí vi la noticia donde se anunciaba la ceremonia de toma de posesión de su Sillón U en dicha institución académica. De mirada tranquila y confiada. Sus años enorgullecían la sabiduría. Su discurso fue fascinante. Lo compartí en mi red social y a él volvía solo para deleitarme en la paz de su hermosa palabra. Todo el evento fue esplendoroso. Luego, en mi primera reunión con don Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, y fundador del Interiorismo, tuvimos que hablar de Clara Janés, necesariamente. Él valora altamente su poesía mística y a ella misma.  No sé si tengo el protocolo adecuado para expresar lo que he testimoniado, pero siento que he entrado a un camino con el cual tenía yo una deuda. Anhelo que mi apreciación de esta obra sea edificante y aporte a la esperanza, al pensamiento y al arte de las personas.

Clara Janés, autora de Luz de oscura llama, confiesa que esta es la primera obra que ella crea de esta índole.  Es el libreto de la ópera del mismo nombre. Yo jamás había leído óperas. Sí, en cambio, había leído obras de teatro como Edipo Rey, y Teatro, del dominicano Iván García Guerra.

En este estudio que estoy presentando abordaré, primeramente, una visión social de la obra, escenificada, en donde muestro mi impacto sobre la misma; y, en segundo lugar, haré la presentación de la opera como la hizo la autora, y la comento.

Visión social de la obra: argumento escenificado y comentado 

Imaginemos que nuestra poeta va paseando por una de las plazas de Bruselas, con un libro en la mano.  Una mujer se le acerca, como venida del pasado, la aborda delicadamente. Alcanzó a leer el título de su libro blanco: “Luz de oscura sombra”. La mujer ante ella, antes era culta; pero había olvidado cosas. “Me robaron a mi hijo de brazos, en esta plazoleta, hace tiempo, y ya no vivo más —le dice—. Gracias por la luz que me han brindado sus ojos”. Y se marcha. Pero Clara la devuelve y le regala su libro, impresionada. Ella da las gracias, nuevamente, con un gesto de la cabeza y se va.  La mujer silente se sienta en un banco de la plazoleta y abre el libro: ha imaginado la alfombra de luz que la envuelve, entra a su teatro, se sienta y piensa: “Todo el teatro está vacío, me dejaré llevar por sus dominios”.  Es un escenario hermoso. En él estaba un hombre que se llamaba Juan. Y empezó a contarse, dentro de sí misma, la obra. A veces le parecía que era otra persona:

«No sé quién es Juan. Pero ese Juan es un sacerdote con un llamado especial de Dios. Los personajes muestran que no todos los llamados divinos de los sacerdotes son cumplidos fielmente. No todos los religiosos —hombres y mujeres— son conducidos por sus propias vocaciones ni aceptan los propios sometimientos de la carne ni luchan. En la obra queda expuesto que se comenten infamias contra Juan. Pero Juan tenía adeptos porque habían visto en él un sacerdote con un llamado especial de Dios y una fidelidad fervorosa y verdadera:

¡Tanta dureza hacia un alma / que todo lo soporta en mansedumbre!”.

Muchos habían visto a Juan expulsar los demonios de almas poseídas. Con palabras bien pronunciadas y firmes, en una ocasión, una monja poseída, le habló a Juan y este con la más Grande palabra pudo exorcizar a aquella moja en el seminario. Muchos temían a Juan como se teme a Dios. En el confesionario la boca de Juan era divina y los confesados alababan a Dios por Juan y decían que él era inocente de las calumnias que le hacían:

Mas él sana al enfermo, / ataja las tormentas, / vence las casas que se derrumban”.

Dios conoce la carne interior de Juan y sabe que Juan lo ama entrañablemente, que su mayor anhelo era permanecer en el “silencio y la contemplación” donde se integra a su Ser y recibe la mayor exaltación de su espíritu. Los que amaban a Dios esperaban Su consuelo para Juan:

¿Y vencerá también este proceso, / esas difamaciones / que hasta el hábito / pretenden despojarle?”. // “Nada podrán. / Y cuando el alma liberada / a la tierra ese cuerpo ya abandone, / el pueblo todo irrumpirá en su celda, / y celebrará gozoso sus milagros”.

En el éter de esta tierra Juan tenía una misión que inflamaba el bien: era su obra en favor de las almas que Dios le había asignado: su prójimo. Juan amaba a su prójimo como lo amaba Dios. En su anhelo de consagrar su misión desde un lugar santo, se le hicieron acusaciones por parte de altos prelados y fue condenado, pues no cedió a presiones fuera de la misión encargada directamente por el Creador.

Desde mi banco en el teatro, sufro mirando el sufrimiento de Juan: le llegaban dudas y temores. A veces, podría decirse, alucinaba. Llegó a ver el día de “su final”:

 

¡Qué sima! 

¡Qué aflicción esa discordia! 

¡Qué impotencia! 

¡Qué a oscuras, 

por senderos de ignorancia, 

sabiduría secreta, 

lleva el Alto 

a este flaco entendimiento! 

¡Es el rayo de tinieblas! 

[…] 

¿Qué viento es ese 

que se cierne sobre mí? 

Y siento que avanzamos 

amenazados por procelosas olas, 

por el cierzo agitadas. 

Veo al Padre Vicario y a los definidores 

que se adentran en ellas. 

¡Deténganse, hermanos, 

que les vencerá el noto! 

La famélica bestia se adelanta, 

ya desata sus látigos de espuma. 

¡Deténganse, les digo! 

 

Ya con furia en su red ilimitada, 

guiada de relámpagos y truenos, 

de galernas urdida, 

los envuelve. 

¡Deténganse, hermanos! 

En tempestad de ira 

sus fauces precipita sobre ellos. 

¡Deténganse! 

 

Ya los devoró el mar. 

Sosiéganse las ondas. 

[…] 

¡Oh, si me escucharan! 

 

Más así no será, 

me arrojarán a un rincón, 

y en otro pozo oscuro, 

en el fin de mis días, 

víctima acaso también yo 

de un mar tempestuoso… 

 

Luego de esta visión de Juan comprendo el sentido de la “Luz de oscura llama”: escenifica una grandiosa Luz que quita la propia luz. Pero el sentido del dolor de Juan se consagraba en su oculta resistencia interior: la interna visión que a cada momento Dios le revelaba a Juan y que él traducía en amor a los demás:

  Esta luz injertada en el interior de Juan lo reafirmaba en el borde de sus fuerzas, y de ellas se asía en la fragilidad de su alma y de pensamiento. Acudía a la palabra de Dios, a unos versos que lo alentaban en demasía: los cantos del “Cantar de los Cantares, de Salomón”:

 

¡Cuántas veces en aquella cisterna, 

en el vientre cruel de la clausura, 

ballena de mi anhelo, 

acudía en mi alivio Salomón. 

Mas ahora, renovado sentido 

cobran sus versos.

[…] 

¡Cuánto ese rey sabía! 

¡Cómo veía en la natura 

el rostro oculto de Dios! 

¡Y qué bellas palabras 

el Alto le otorgaba!

 

Así recibió Juan, en el “pozo de la desesperación”, las revelaciones de las verdades de aquella alta poesía del Cantar (un símbolo distinto de la “Luz de oscura llama”); ya la llama no era oscura sino clara. Y postrado ante al Altísimo esta luz habita en su espíritu:

 

¡Oh cuánta luz 

tras tanta oscuridad, 

que eterna parecía, 

y ahora ante los ojos 

la belleza que en el fondo del pozo 

sombra fuera… 

Todo es anuncio de plenitud, 

la flor, el ave, el astro 

que en su cenit se muestran. 

¡Oh Calvario de gozo, 

alto lugar de las nupcias del alma!

 

A pesar de esta saciedad sublime de Juan lo vi en medio de tentaciones: impurezas para su obra, como eran la necesidad de la carne del varón en sacrificio y la desesperación de liberarse de aquella prisión. La tentación personificada le incitaba a creerse que todo lo podía, como Dios. Pero acudió a él el Conocimiento que había alcanzado en Él. A una de esas tentaciones Juan le respondió firmemente:

¿Me he envanecido acaso? / ¿Por qué iba a ser/ el camino que he elegido yo, el certero? / ¿No están los superiores en el lugar de / Dios?”.

 

Cuando le llegó el consuelo de la poesía, que para él era honda y grandiosa, espacio donde podía adorar a Dios en plena libertad, cedió a su seducción y se entregó. Podría decirse que a esa tentación no se pudo resistir.    Pero Juan, en el más alto dolor, también, vivió un momento hermoso, símbolo distinto de la “Luz de oscura llama”, que le llegó como Luz en el pozo de la oscuridad: cuando era niño, una Virgen lo había salvado de morir en un pozo. Y se dijo a sí mismo que si ella una vez lo había salvado en esta ocasión lo salvaría nuevamente:

 

En un pozo muy hondo 

caíme siendo niño 

y una señora con una blanca capa 

sobre el agua me sostuvo amorosa… 

Ella me ha de salvar ahora, 

abrir la puerta de esta celda 

y de aquella ventana 

cuya altura medí con hilo y piedra, 

sostenerme en el salto… 

¡Oh, Señora! 

 

Ahora he salido del teatro. Estoy reconfortada y he de acompañar a Juan en su nueva dimensión.  La esperanza de realizar mi propia misión en este éter debe ser como la de Juan. Hasta que mis propias visiones de la muerte se integren con las visiones del Altísimo he de luchar, como lo hizo Juan. He ahí la verdad del sentido del dolor, su esencia espiritual: la nueva Luz del espíritu, alcanzada en la más oscura desesperación, es el misterio develado a las almas sublimes. Desde el dolor profundo, desde la clausura de nuestras propias luces, nuestro canto gime y nuestros dones dejan de existir. Pero Él se nos revela como ha establecido, a pesar de esta carne desvanecida. Juan aconseja a la razón humana y le recuerda que Dios se revela a quien Él desea en la circunstancia que Él desea, en su unilateral soberanía:

 

¿No entienden ellos, 

que a Dios representan, 

lo que más conviene? 

Mas también yo lo fui… 

 

La voz divina…  

¡Y con todo, obediencia 

prefiere Dios a sacrificio!»

 

Fin de mi argumento escenificado (Pueden leerse los versos citados en las páginas, en el mismo orden: 26, 27, 87-89, 62, 64, 61, 51, 54, 51)

  Las obras de teatro tienen esa gran virtud de entrarnos a actuar en ellas aportando nuestros propios personajes a la historia: es la compenetración del lector desde el escenario de su circunstancia.  Todas las obras literarias así son. Pero en las obras de teatro, como en las óperas, los personajes salen de las páginas escritas y se nos presentan y nos enfrentan y los enfrentamos con o sin conocimiento.  Confieso que busqué en las plataformas de Internet la ópera: para escuchar las notas del libreto escuchando las notas de su música. Pero no fue posible. Un poco más adelante veremos algunas descripciones de su compositor. La obra fue pensada y elaborada con la definición de los rasgos característicos del personaje real, y la época histórica que envolvía dicho personaje: San Juan de la Cruz en su apostolado. Leamos la estructura explicada por la autora.

Presentación de la obra: argumento y escenificación 

La autora ha expresado la ardua labor de creación de este libreto. De una manera consciente, intuitiva y sensible Clara Janés conduce sus voces hacia las voces inexplicables que descubre en su transitar secreto con su creación. En ese sentido, comparto lo que expresó el poeta interiorista dominicano León David en una ocasión¹: “La escritura literaria es un camino, un puente, una puerta…  un camino hacia una zona, hacia un país inexplorado, hacia un lugar en donde vamos a encontrar lo imposible, lo que creemos que no se puede hallar en ninguna otra parte; un puente porque es la manera de vincular, de unificar, de fusionar, de unir dos seres humanos de corazón a corazón y es una puerta, no hacia afuera, sino hacia los hontanales de uno mismo, hacia aquella zona misteriosa, recóndita de mi propia persona, de mi yo”.

En la presentación de su libreto la autora da testimonio de su creación y nos comenta lo que para ella representó (p. 9): “En septiembre de 1989 el compositor Eduardo Pérez Maseda me pidió que escribiera el libreto para una ópera, titulada luego Luz de oscura llama, que se proponía componer por encargo del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas, y cuyo tema, por elección propia, era San Juan de la Cruz. Dado mi entusiasmo por la figura y la poesía del santo no dudé en aceptar el reto que suponía tocar un género nuevo para mí”.

 

“Transmitir con la voz la emoción”

Tiene la obra especiales aportes en cuanto a la visión armoniosa de los objetivos. La autora nos transmite su fulgor al compartir lo siguiente: “Transmitir con la voz la emoción, he aquí el móvil del canto, y cuando digo canto me refiero también a la poesía, tan estrechamente vinculada a la música”. Y expone: “Tras una etapa inicial de recogida de materiales, durante la que estudié las obras de San Juan y Santa Teresa y diversas biografías del santo, como la de Crisógono de Jesús o la de Gerald Brenan, amén de otros libros referentes a la época y la cuestión religiosa, sostuve con Pérez Maseda varias conversaciones para delimitar los puntos en torno a los que tendría que girar el arco dramático del texto. Fue una labor conjunta de gran interés dado que nuestros enfoques respectivos, en cierta medida divergentes, acababan siempre por resultar complementarios y generar un enriquecimiento. Se dio incluso el caso de que, cuando por limitaciones de tiempo hubo que cortar alguna escena, él respetó ideas mías y suprimió una parte sugerida por él, un Intermezzo, siendo yo la primera en lamentarlo”.

El argumento de la ópera consta de un Prólogo y tres Actos. Luego de la primera escena del segundo acto, está el Intermezzo, y siguen las tres escenas que componen el tercer acto.  Veamos un ejemplo.  En el prólogo inicia la dramatización de la obra. 

Presentación (p. 17): “Juan de la Cruz tiene la visión de su final: un hermano lego que le cuida en su dolencia, y la Doncella que lleva las vendas para curarlo, dialogan sobre la dureza del trato que recibe por parte de los monjes y alaban sus virtudes y santidad”.

 

Escenificación del Prólogo y acotaciones (p. 25):

(Interior de un convento. 

Juan tiene la visión de su final).

1 ͣ VOZ MASCULINA

(En off) 

(Severa, odiosa)

“¡Que muera en soledad,

que goce de este último tormento!”

 

LEGO:

“¡Tanta dureza hacia un alma

que todo lo soporta en mansedumbre!”

 

 Sobre la “Aspillera de tres dedos” de la celda de Juan

La palabra “aspillera” para nuestra autora es impactante. Confieso que también para mí. Si la pensamos, a veces, en esa palabra podemos encontrar consuelo en nuestras propias prisiones. Estudiar la luz desde la iluminación es tan difícil como estudiarla desde la oscuridad. Cuando abrimos nuestros ojos y nos encontramos con la espesa neblina blanca es tan desesperante como la completa oscuridad: nuestros ojos oculares y los internos ensordecen los sentidos del entendimiento y no dan paso al entendimiento del Espíritu —donde nuestro espíritu parece deshonrado y se aleja de nosotros—. San Juan de la Cruz ha sido muy estudiado por nuestra autora y su rubor y esplendor lo ha trasmitido en esta obra, que colma de alabanzas el alma del lector. Leamos esta escenificación de Juan en la celda (pp. 46, 47):

  

(En la celda prisión de Toledo. Es media tarde, un poco de luz entra por la aspillera de tres dedos que hay cerca del techo. Juan está reflexionando) 

Doce son las estrellas de perfección: 

amor de Dios, amor de prójimo, 

obediencia, pobreza y castidad; 

el asistir al coro, 

humildad y penitencia, 

oración, silencio, olvido y paz. 

Mas la primera, de todas es la cifra, 

pues concuerdan en negar el sentido, 

que no en él con ternura, 

sino con fortaleza y en el alma 

se asienta aquel amor. 

Es también osadía, sin embargo, 

entregarse tan ciego en la tiniebla 

de fundar el amor 

en lo que en esta vida no se ve ni se siente, 

lo incompresible: Dios. 

Gobernar las potencias y pasiones, 

domar los apetitos, por voluntad, 

purgar a esta de afecciones… 

 

   Sobre los «“semblantes plateados” de la fe… en aquel silencio de tumba»  

La autora explica que «para escenificar el episodio que se sitúa en la celda prisión de Toledo, donde el carmelita vivió en una gran soledad y en una oscuridad casi total (“contaba solo con una aspillera de tres dedos de ancho”), y donde según la mayoría de estudiosos creó parte del Cántico y otros poemas, como el titulado “Super Flumina Babylonis” y el “Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por fe”, me pareció adecuado hacer de algún modo patente la fuerza interior que le sostenía, con una apoyatura externa. Dado que el Tajo estaba próximo al convento, imaginé un diálogo entre la voz del agua, portadora de los “semblantes plateados” de la fe, y el reflejo de la luz en su seno, que permitía su visión, captado por San Juan en aquel silencio de tumba». Dice que “este diálogo (“dos voces femeninas”) se inicia con la estrofa de una cancioncilla tradicional donde se menciona el nombre de Carillo, por aparecer también dicho nombre en el Cántico, referido al Amado […] Todo el texto, como es natural, contiene ideas, imágenes e incluso palabras y frases de San Juan” (p. 11). Leamos una parte [Las líneas de las acotaciones las coloqué en una sola línea, en mi estudio, solo por espacio, con todo respeto] (pp. 55, 59):

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) (Muy alegre): 

Muérome de amores, 

Carillo, ¿qué haré? 

Que te mueras, alahé. 

 

JUAN (Desesperado) 

Carillo, ¿qué haré? 

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

En el agua clara 

su rostro encontré. 

 

JUAN 

Carillo, ¿qué haré? 

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Fui a lavar al río 

por volverle a ver. 

 

2 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Carillo, ¿qué haré? 

 

JUAN 

Todo es reflejo, 

¡Aparta Aminadab! 

A vista de las aguas, Carillo, 

hay que tenerse. 

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Agua soy, 

cuanto vuela vuela en mí, 

la tórtola y el mirlo… 

 

2 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Y yo luz 

que en reflejo te lo cedo. 

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Y cuando el aire cobija, 

Montes, collados y valles. 

 

2 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Los árboles destrenzados,  

la flor de puro color. 

Yo lo consiento. 

 

1 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Cuanto nada y cuando brinca, 

el pez, la garza y el ciervo. 

 

2 ͣ  VOZ FEMENINA (En off) 

Todos los silbos del viento, 

todas las voces del fuego. 

[…] 

 

JUAN 

¡Ya se sosiega 

esa noche 

Sonoras son las voces de ese río 

que mi desierto cruzan. 

[…] 

Y en el punto del alba 

aparece el lucero. 

¡Oh Stella Matutina, 

penetra también en esta celda! 

(El rayo de la luz de la estrella entra por la aspillera)  

 

Sobre las tentaciones de Juan  

Las tentaciones de Juan es otra creación brillante de ilusiones, de una fecunda sensibilidad de la autora. Junto a estas tentaciones de alto vuelo, ella creó apelaciones de Juan a la Divinidad para enfrentarlas. Yo lo he llamado ‘la sublimación de la tentación de Juan, y los hisopos de su excomunión”. Leamos una parte del libreto (pp. 78-90:

 

 (Irrumpe en la estancia la Tentación. Es en primer lugar una mujer real, descarada, que se acerca a Juan con gesto provocativo) 

 

TENTACIÓN 

 

Dicen, Fray Juan, que en el confesionario, 

cuando estáis vos, 

se encienden resplandores. 

Tengo yo un sitio oculto 

que espera esos destellos. 

[…] 

Si no cumplís ahora 

el gusto mío 

diré que lo habéis hecho, 

y que con vuestras manos 

desnudando me habéis de mis vestidos. 

[…] 

Diré que de impaciencia 

el corpiño me arrancasteis, 

y que luego furioso 

me obligasteis a amaros. 

¡Callad cuanto queráis, 

y escondeos, cobarde, en vuestra capa! 

 

JUAN 

 

Un goce extremo acaso, 

que la ebriedad sumiera entre perfumes, 

mas fugitivo y vano, 

brasa cuyo destino de ceniza cumple. 

Para venir a gustarlo todo, 

no quieras tener gusto en nada 

(Violento, como si flagelara con las palabras) 

 

Ahora leamos de la “tentación abstracta de la belleza” (“Aparece la misma mujer ahora estática, es la tentación abstracta de la belleza”): “…los más ricos manjares, / las acordadas músicas / y el canto de las aves.  / Dejas que tus sentidos / por tanta dicha recreados / en ella se desplieguen y confundan”. JUAN: Para venir a poseerlo todo, / no quieras poseer algo en nada…” (pp. 80, 81).

Y he aquí la “tentación de la inteligencia” (“Aparece la misma mujer a un nivel más alto, igualmente estática, es la tentación de la inteligencia”): “Placeres hay mayores / que la misma hermosura: la extrema fantasía… ¡La inteligencia! / Todo abarcarlo, comprenderlo todo, / con luces propias penetrar / el más oculto pliegue del misterio…”. JUAN: Para venir a saberlo todo / no quieras saber algo en nada… Para venir a lo que no gustas / has de ir por donde no gustas. / Para venir a lo que no sabes / has de ir por donde no sabes” (pp. 81, 82).

Ahora miremos la “tentación de la perfección” (“Aparece la mujer ahora a un nivel aún más alto. Actúa igual. Es la tentación de la perfección”): “El esplendor de la perfección / puedes cumplidamente / alcanzar por tus fuerzas. / Es el dominio de la voluntad, / el poder máximo / de vencerte y de vencer todo opuesto” (pp. 82, 83).

Y la “Tentación que representa el consuelo de poesía”: “Acoge los versos de Salomón: / Béseme con su boca a mí el mi amado…” (p. 83).  

Es luego de ser “arrebatado por una visión” (Como se dijo en el prólogo: “Juan de la Cruz tiene la visión de su final”) y “recobrado de la visión” (“en la escena 3 del “tercer acto”), cuando “aparece la Tentación que encarna el consuelo de la poesía” (pp. 87, 90):

 

TENTACIÓN 

Béseme con su boca a mí el mi amado. 

 Son más dulces que el vino tus amores. 

 

JUAN (Como asustado) 

«Vigilavi, et factus sum sicut passer  

solitarius in tecto…»  

 

TENTACIÓN 

Gocemos de este campo tan hermoso… 

 

JUAN 

“¡Ay, quién podrá sanarme! 

 Acaba de entregarte ya de vero. 

 

TENTACIÓN 

Y vente para mí; y esa espesura 

 dejayla de seguir; que es muy escura… 

 

JUAN (En murmullo) 

…desasido de color… 

Y en par de los levantes de la aurora, 

el ave, con su pico erguido, 

aguarda triunfante 

el don divino de las rosas de fuego, 

para en ellas arder sin consumirme. 

 

   *“Rosas de fuego” es “imagen procedente del misticismo islámico con la que la obra del carmelita tiene tantos puntos en común”, explicó la autora (p. 13).   

*El detalle hermoso, que no puedo dejar pasar, del siguiente testimonio de la autora, con respecto a sus conversaciones con el compositor: «Pérez Maseda, que opina que San Juan escribió el Cántico al salir de la celda prisión de Toledo, y no en ella, y lo vincula a una expansión del espíritu y al renacer de la naturaleza, me dijo textualmente antes de iniciar mi labor de escritura: “para el Cántico quiero una escena enloquecida de San Juan con dos mujeres”. Y ella explica: «Tras varios días de reflexión y estudio llegué a la conclusión de que aquellas mujeres sólo podían ser la Doncella (“en su aspecto de alma e inspiración del santo”) y la Sulamita del Cantar de los Cantares, y que el “enloquecimiento” era la ebriedad del momento creador, la confluencia de todos los ecos, populares y cultos, en la mente del poeta. El “Intermezzo” sería, pues, un mosaico, un collage, donde alternarían versos del Cantar y de otros poemas que se reflejan en el Cántico, con versos del mismo Cántico y algunos míos” (pp. 13, 14) (Se puede leer el “Intermezzo” en las páginas de la 61 a la 72).

 

  *Palabras del compositor Eduardo Pérez Maseda 

No es posible transcribir todas las palabras del creador de la música, pero, personalmente agradezco fervientemente todas sus palabras testimoniales (p. 98): “En la ópera se producen casi constantes alternancias entre escenas de acción y escenas de contemplación; me ha importado mucho esa acción musicalmente, pero no en menor medida la introspección de los personajes, su actitud psicológica e interior, desarrollada musicalmente a partir de los distintos acontecimientos en juego.  En relación con todo lo dicho, y desde un punto de vista netamente musical, no me he ceñido a criterios formales preestablecidos; buena parte de la obra está concebida en función del clima dramático y de la acción escénica. La orquesta tiene un papel importantísimo desde todos los puntos de vista, pero también me ha interesado la claridad del discurso cantado, la percepción y la rítmica del texto y la palabra como valor fonético y semántico, de la misma manera que la voz se convierte en distintas ocasiones en un instrumento más con un valor totalmente musical”.

Muchísimas gracias, señora Clara Janés, por esta hermosa y sensible creación, que ha sido, además, un honroso taller de su escritura. Si pudiéramos ver la ópera sería maravilloso. Don Bruno Rosario Candelier, nuevamente, muchas gracias por el privilegio. En esta ocasión este estudio tiene el toque íntimo de haberle podido expresar mi admiración a la poeta, como lo había anhelado hace tiempo.   

(Clara Janés, Luz de oscura llama, Ávila, MIJÁN, Industrias Gráficas Ambulenses, 2002)

 

Notas:

¹ (https://www.diariolibre.com/revista/cultura/iri-david-da-testimonio-de-su-creacion-en-encuentro-del-ateneo-insular-ED21661746)

² “Clara Janés. Académica de número. Barcelona, 6 de noviembre 1940. Elegida el 7 de mayo de 2015. Tomó posesión el 12 de junio de 2016 con el discurso titulado Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el Cantar de los cantares. Le respondió, en nombre de la corporación, Soledad Puértolas”.  (https://www.rae.es/academico/clara-janes

Clara Janés | Académica | Real Academia Española

Elegida el 7 de mayo de 2015. Tomó posesión el 12 de junio de 2016 con el discurso titulado “Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el Cantar de los cantares”. Le respondió, en nombre de la corporación, Soledad Puértolas. Escritora y traductora, Clara Janés, hija del poeta y editor Josep Janés, estudió Filosofía y Letras en Barcelona y Pamplona.

www.rae.es

 

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