Luz sobre Luz: desde la teología a la iluminación poética de Luce López Baralt
Por Luis Quezada Pérez
PRESENTACIÓN: EL APERITIVO
Todavía no salgo de mi asombro. Hace tiempo que no entraba dentro de un corpus poético que me desafiara tanto. Desde mi ámbito filosófico-teológico, me ha deslumbrado este libro que me llegó a través del Dr. Bruno Rosario Candelier, con la finalidad de que hiciera un estudio a la luz de la teología a esta poesía de la conocida y laureada escritora puertorriqueña Luce López Baralt.
Tengo que señalar de entrada, que a la distinguida poeta López Baralt la he tratado personalmente una sola vez, en el marco de una conferencia de la Feria Regional del Libro, donde un servidor presentó una ponencia.
Agradezco al Dr. Bruno Rosario Candelier el brindarme la oportunidad de sentirme desafiado desde la poesía de Luce López Baralt a producir algunas reflexiones teológicas en torno a la misma. Es una feliz coincidencia que el manuscrito de esta obra que voy a comentar, me fue entregado por el Dr. Bruno Rosario Candelier en septiembre de 2020, mes dedicado a la Biblia y en un año tan especial marcado por la pandemia del COVID 19.
Tengo que confesar de entrada que he quedado absorto ante la sublimidad mística de esta obra, LUZ SOBRE LUZ, que me honro en comentar desde un registro teológico. Debo reconocer que con la lectura de esta obra de López Baralt he degustado un gran banquete. Por eso, esta breve presentación la he denominado Aperitivo, para abrir el apetito a los lectores que junto a un servidor se embarquen en sumergirse en las profundidades de la poesía mística de esta mujer, que llena de orgullo el alma puertorriqueña, caribeña, latinoamericana y a toda la geografía universal de habla hispana.
Es mi primer contacto con la obra poética de Luce López Baralt. Estoy convencido que no será la última. Este BANQUETE sobre la poesía mística de López Baralt, lo he organizado de la siguiente manera:
- Plato de Entrada: Cántico de las Luces
- Cinco Platos Fuertes:
- Luz sobre Luz
- En la cima del éxtasis
- Muy allá de la música-poesía
muy atrás de los cantos sin palabras
- Los raptores de lo inefable
- Heu! Recidere in mea compellor
- El Postre: Coda final
Disfrutemos pues, de este hermoso banquete de su poesía mística.
INTRODUCCIÓN: Para comprender el planteamiento
Cuando el teólogo se acerca a una poeta, que además de poeta es mística, lo hace con temor y temblor. Lo primero que hace es que se descalza, porque ante la poesía mística, está pisando terreno sagrado.
La poesía trabaja siempre con “la loca de la casa”; la mística traduce la experiencia amorosa de haberse encontrado con el Misterio, dimensión profunda de sentido de la existencia y de toda la creación. El teólogo, aunque trabaja con el LOGOS, sabe muy bien que su logos se maneja mejor con el corazón que con la razón, pues busca acercarse al logos-de-Dios, que es sencillamente AMOR. De ahí que el gran teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación, defina la teología como “una carta de amor”.
Confieso que he temido al acercarme a la poesía mística de esa gran mujer latinoamericana, orgullo de las letras hispánicas, Luce López-Baralt.
Mi temor reside en que mi teología no sea un aliento que opaque la belleza de sus imágenes lírico-místicas. Por eso, ante el aliento teológico que puedan reflejar mis reflexiones, siempre estaré pasando el paño para lustrar en su luminosidad natural la belleza exquisita de este riquísimo y profundo poemario.
Pienso que LUZ SOBRE LUZ emerge como un verdadero Canto al Misterio, que solamente una persona que aúne en su ser la dimensión poética y la dimensión mística, es capaz de lograr. Y Luce López-Baralt posee en demasía ambas dimensiones.
Mi humilde trabajo consistirá en muchos casos en glosar su belleza lírica y su profundidad mística; en otros casos, hilvanar la lógica estética que ella ha diseñado para hacernos esta entrega tan exquisita; y sacarle filum teológico a una poesía cargada de mística, o a una mística magistralmente expresada en un hermoso lirismo.
LUZ SOBRE LUZ es una obra septenaria, y como toda construcción septenaria, apunta a la perfección, a la plenitud. Entreveo la siguiente lógica en su septenarismo: El CÁNTICO DE LAS LUCES nos lleva al encuentro de la LUZ SOBRE LUZ, haciéndonos vivir EN LA CIMA DEL ÉXTASIS, donde nos situamos MUY ALLÁ DE LA MÚSICA-POESÍA Y MUY ATRÁS DE LOS CANTOS SIN PALABRAS, convirtiéndonos en LOS RAPTORES DE LO INAFABLE, que desde nuestra pequeñez nos hace sentir la sensación limitada del AY! TENER QUE REPLEGARME UNA VEZ MÁS DENTRO DE MÍ MISMO, para terminar como un cometa luminoso, con una CODA FINAL, es decir, una cola terminal que sintetice el recorrido realizado.
Para que los lectores se ubiquen en lo que estoy planteando, muestro a continuación la siguiente tabla que grafica la estructura de este grandioso poemario:
Bloques | Título de cada bloque | Poemas que lo forman |
I | Cántico de las luces | Un solo Canto |
II | LUZ SOBRE LUZ | 7 |
III | En la cima del éxtasis | 34 |
IV | Muy allá de la música-poesía
muy atrás de los cantos sin palabras |
22 |
V | Los raptores de lo inefable | 20 |
VI | Heu! Recidere in mea compellor! | 10 |
VII | Coda final | 5 |
- PLATO DE ENTRADA
Cántico de las luces: el caldo caliente
Una frase de Ibn´Arabi encabeza esta entrada: “Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma”. Una actitud abierta, ecuménica, acogedora, inclusiva, inicia este “Cántico de las luces”, que constituye una verdadero canto a la creación.
Todo inicia con un ascenso: “Asciendo” para un teólogo tiene una resonancia de plenitud. Por la resurrección, Jesús ascendió de categoría y ahora no es el siervo Jesús sino el Señor Jesús.
Las religiones orientales, ven el devenir de la vida como un “asciendo”, hasta llegar a la perfección y plenitud total.
“Asciendo por escalas de plata”, dice la autora. Este verso me recuerda la “escalera de Jacob” (Génesis 28, 10-22). A este texto, los exégetas lo llaman la epifanía de la bendición”: “Por ti y por tu descendencia todos los pueblos del mundo serán benditos” (Gen.28, 14).
En ese camino de ascenso, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”.
Todo desciende como “cascada”, como “torrente”, “me anego”, es decir, me sumerjo en un “abismo de estrellas”.
“¿Quién me ha amado tan adentro?”, se pregunta Luce López Baralt en su hermoso poema iniciático “Cántico de las luces”, con que ella da inicio a su prodigiosa obra LUZ SOBRE LUZ, verdadero monumento místico, donde sobreabunda una poesía sapiencial poco común en estos tiempos. ¿Quién me ha amado tan adentro?, pregunta ella. Pues aquel que está en nosotros más adentro que nosotros mismos, le respondo. Como expresara genialmente San Agustín: “Deo intimo, intimo meo”. Dios está más dentro de mi que yo mismo. Dios es la ultimidad más última de mi intimidad e interioridad. En esa ultimidad de mi intimidad, como hermosamente expresa López Baralt, “los horizontes se abolen, estallan las palabras”. Y “estallan las palabras” porque ya “no hay orilla”. Entramos en aquello que la poeta denomina “nuestro lecho encendido”, donde solamente existe “luz sobre luz”, verso que da título a toda la obra y al primer texto de los cinco que componen lo que yo llamo “plato fuerte”.
El lenguaje balbuciente de su lirismo logra expresar con las mejores imágenes, aquello que ella percibe en su intimidad más última que la trasciende: “asciendo…cascada…torrente…me anego…latido…entro…comprendo…certeza…nupcias…cántico…no hay orilla…la palabra estalla…he llegado…donde me aguardabas…no te vayas…Simurg inacabable…trasciendo…la infinita luz del día…?quién me ha amado tan adentro?…psalle et sile…Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob…luz sobre luz…las esferas danzan…nuestro lecho encendido…no te ausentes…estuve…lo supe…lo sé para siempre. Este cántico de singular belleza y exquisito lirismo místico, nos sumerge en una tradición de cánticos hermosos, que superan toda comparación. Iniciando por el Cantar de los Cantares, cuando la poeta dice:
Nupcias nupcias nupcias
Cuerpo es alma
Y todo es boda
Cántico cántico cántico
Del Cantar pasamos al místico San Juan de la Cruz, patrono de los poetas, cuando la poeta expresa:
entréme donde yo supe
y quedéme sabiendo
toda ciencia trascendiendo
De ahí la poeta nos transporta al místico mundo oriental:
Mi corazón es capaz de asumir cualquier forma (Ibn’Arabi)
zohar zohar zohar
me enciendo me enciendo me enciendo
me incendio me incendio me incendio
Subhani subhani subhani
Ana l-Haqq al-Haqq al-Haqq
‘Ayn al-qalbi al-qalbi al-qalbi
Y no podía faltar el hermano universal, el poverello de Asís:
fratello sole
sorella luna
Deus meus et Omnia
et Omnia et omnia
De ahí nos recuerda a Calderón de la Barca
Psalle et sile
Sile et psalle
Hasta llegar a la noche luminosa vivida por la razón y el corazón de Pascal:
Dieu d’Abraham Dieu de Isaac Dieu de Jacob
FEU
Para concluir con una luminosidad incandescente:
luz sobre luz…
las esferas danzan…
y la rosa es sin por qué…
¡Nuestro lecho encendido!…
no te ausentes…
estuve…
lo supe…
lo sé para siempre.
La luminosidad es tan intensa, que la poeta la denomina “abismo de estrellas!”
Sus versos traslucen aquel lirismo luminoso experimentado por Pascal que lo llevó a descubrir que “el corazón tiene razones que la razón no conoce”:
Latido latido latido
diástole
sístole
diástole
sístole
sístole
diástole
La poeta ha llegado al latir mismo de la ultimidad de la intimidad:
Sístole / diástole
Yin / yang
Zahir / batin
Psalle et sile
Y paradójicamente, al llegar al fondo abismal, asciende hacia lo infinito:
Águila sideral
Alondra de espuma
Quetzal de la nada
¡Simurg inacabable!
Comprendo…
Trasciendo…
¡la infinita luz del día!
Puedo resultar empalagoso si sigo glosando un cántico que parodiando una obra de Mons. Fulton Sheen, solamente podríamos decir: ¡Este poema merece vivirse!
- CINCO PLATOS FUERTES
- LUZ SOBRE LUZ
Un trozo de la cita del Corán (Cap.34, verso 35) conocida como “Sura de la Luz”, inicia este bloque:
Luz sobre luz:
Dios guía a su Luz a quien Él quiere”.
Esta sura nos indica que es una iniciativa de Dios el que podamos acceder por pura gratuidad a su Luz. Esa luz es tan sabrosa, que podemos degustarla como el mejor vino, cuya embriaguez nos hace cantar de alegría y gozo:
Quien gusta el vino que yo bebí
aunque no tenga palabras
se debe al canto
Y continúa la autora haciendo énfasis en la embriaguez:
El vino que bebí
fue un licor imposible
que me embriagó
antes de la creación de la viña.
Cantar y embriagarse son en la tradición mística, dos expresiones del alma que experimentan todos aquellos que se han acercado al Misterio. Pero la poeta subraya, que aquello que más experimenta el místico es la sensación de luminosidad:
Acerqué a mis labios
un elixir de Luz
Pero esas sensaciones de canto, embriaguez y luminosidad se viven desde tierra extraña, donde nos rodea el sufrimiento, el dolor, la angustia. Eso hace a la autora referirse de alguna manera al drama que vivió el pueblo hebreo en el exilio a Babilonia, según lo recoge el hermoso salmo 137, al cual hace alusión:
¿Cómo entonar en tierra extraña
Los cánticos de Yahvé?
¿y cómo dejar de entonarlos?
Ni el sufrimiento, ni el dolor, ni la angustia, ni la muerte, pueden impedir que cantemos y nos alegremos. Es que esa luminosidad que vive el místico es pura amorosidad:
entonces logré escuchar
lo que mi Amado me susurraba
tan de cerca
Eso lo lleva a cantar todo, pues al encontrarse con el Todo, hasta la nada se convierte en canto:
Supe bien del Todo
y por eso canto la Nada.
Hay pues una lógica poética en este primer plato fuerte: La luz que recibo gratuitamente, me hace cantar y embriagarme, pues ese elixir de luz es tan fuerte, que me hace cantar hasta en tierra extraña, porque siente a su Amado susurrándole de cerca, que ese Todo me hace cantar hasta la Nada.
- En la cima del éxtasis
El éxtasis es el orgasmo de los místicos. Llegar a la cima del éxtasis es llegar al delirium de la contemplación, de la experiencia de Dios. Ante vuelos místicos tan altos de Luce López Baralt, la teología lo único que puede hacer es glosar sus versos, sin mancillar la belleza poética que los trasciende.
Este segundo plato fuerte nos invita a ASCENDER:
…y la caballería
a vista de las aguas
de súbito con alas
ascendía
Acercarse al manantial de la vida, a la fuente del amor, es convertirse en El mismo, en su imagen y semejanza:
Bebí de la fuente
que mana agua de estrellas
hasta que me convertí en lucero
La poeta reconoce nuestra fragilidad, debilidad, poquedad, pero a la vez descubre la grandeza que albergamos, que nos hace recordar aquello de San Pablo: “Cuando soy débil, entonces es que soy fuerte”, pues llevamos un tesoro en vasijas de barro:
Dentro de este mísero cuerpo de arcilla
giran todas las esferas del universo
Los vuelos místicos de la poeta son tan altos, profundos y abismales, que descubre a través de su lírica aquello que decía San Agustín: “La medida del amor es el amor sin medida”:
Me vestiste de Ti mismo
para poderme amar,
pero me quedaba grande el vestido
Entonces lo ajustaste compasivamente
a mi medida
que en un abrir y cerrar de ojos
fue sin medida
El místico, una de los grandes descubrimientos que percibe en su experiencia de Dios, es que acercarnos a Dios es identificarnos a Él, no como su espejo que lo refleja, sino como su rostro que nos identifica:
Aspiré a ser Tu espejo
pero he aquí que me convertiste
en tu propio rostro
El místico siente la cercanía, la proximidad, la intimidad. Más que trascendencia e inmanencia, lo que vive es la transparencia:
Más lejos que Aldebarán
y más cerca que mi propia vena yugular
Ante el amor tan grande que recibe el contemplativo de la Fuente, hace que ya no sea posible invocar a ninguna creatura, por grande o sublime que sea:
Me amaste con tal ímpetu,
que retrocedieron, avasallados,
los serafines
los querubines, enmudecieron,
inútil ya su canto
¿por qué he de invocarlos ahora?
Todo desaparece, pues llegué a El:
Desaparece el invocante
y el invocado:
llegué a Tus brazos
La poeta percibe que el místico ha llegado al manantial de la existencia, al Misterio:
y llego a la tierra verde del Misterio
en donde me aguardas
Y al llegar, descubre algo maravilloso:
¡la dicha de ser infinito!
yo misma soy la alfaguara
Y aquí reaparece la experiencia misma del Cantar de los Cantares:
Tu beso se prolonga
como el choque imposible de las estrellas
Hasta culminar con una expresión feliz:
Cuando me besó el Todo
cesó todo
Hasta el asombro cesa:
Cuando estoy en Tus manos asombrosas
lo más asombroso
es que ya no hay asombro
La poeta vive el éxtasis como “torbellino de luz y alegría” y no se percata de su pequeñez al estar junto a El:
Que no se me ocurrió considerar
que no lo merecía
La poeta mística percibe que nada de lo que existe, por sublime que parezca, se puede asemejar a Él, a quien ha visto:
La fragancia del sol
los témpanos azules
el águila sideral
los levantes del aurora
la danza de los astros
la música callada
no eres así
lo sé
porque Te he visto
Esa relación amorosa que establece el místico con el Misterio nos convierte en su reflejo:
Al hacerme tuya
me inscribiste en tu delicada geometría de luz
Heme aquí:
tu gozosa taracea de luz
Tu espejo
El contemplativo se convierte “en un mosaico encendido” al experimentar:
El misterio del Amor
cuando estalla en Luz
Es tal el arrebato de placer, que le hace decir a la poeta con elocuente hondura:
Te abracé rotundamente
sin brazos
el beso fue tan hondo
que me volví beso:
te amé con Tu propio amor
La experiencia arrebatadora le hace decir “quedé libre del numeral tormento”, pues se da cuenta que “el Sol era yo” y puede afirmar con certeza: “se cumplió mi esperanza”, pues ya no hay distancia que le limite su desbordante alegría:
En un instante al blanco vivo
rompiste los 70,000 velos
que me separaban de Ti
¡perdonen mi alegría!
Y la poeta, con una intuición mística muy elevada, puede hacer un acto de fe y decirnos “lo que supe” cuando entré en contacto con El, pues trascendí el tiempo y el saber, al llegar a la plenitud sencilla del Amor:
Es más sencillo estar al margen del tiempo
que estar inmerso en el tiempo
es más sencillo saberlo todo
que no saber
es más sencillo ser el Amor
que simplemente amar
El efecto de ceguera queda plasmado en unos versos que recogen la dialéctica opuesta entre la luz y las tinieblas:
Hay quien queda cegado
por las tinieblas
yo quedé cegada por la Luz
La mística te introduce en una gran verdad que nos envuelve con su simplicidad:
accedo a una extraña certeza:
la eternidad es sencilla
El místico se sabe pecador, limitado, imperfecto, a pesar de estar rozando con lo sublime, lo sagrado, lo perfecto y por eso siempre está suplicando aquel perdón que lo sana:
Una palabra tuya bastará para sanarme
Y, en efecto, bastó
El místico se sabe que no es merecedor de tal cercanía amorosa que lo envuelve:
Nadie es capaz de merecer
tu abrazo inmarcesible
la caricia infinita de tus epifanías
Lo que si sabe el místico y lo refleja ella con su lírica es que la vida se vuelve tan alegre, que todo danza:
debajo de tus pies
el suelo baila
El místico entra en una dimensión que prácticamente trasciende el tiempo:
y pude medir lo eterno
en un instante
Luce López-Baralt culmina este segundo plato fuerte con una luminosidad y alegría desbordante:
Danza incesante de epifanías:
así fue Tu amor
quien lo probó lo sabe
- Muy allá de la música-poesía
muy atrás de los cantos sin palabras
La poeta ha intuido que llega un momento en el camino de la contemplación, donde todo sobra: el sonido, la palabra, el canto.
A Pascual bailón, el místico de la Eucaristía, lo único que se le ocurrió fue bailar, danzar.
Los novios cuando llegan al cenit de su encuentro amoroso, dejan de hablar, dejan de cantar, solamente se miran y acarician.
La Teología comienza con la Contemplación, que es un momento apofático; continúa con la comprensión-compromiso, que es un momento fáctico; y culmina con la Celebración, que también es un momento apofático.
Ante la contemplación, el SILENCIO.
Sobran los sonidos, sobran las palabras, sobran los cantos.
Porque el silencio es el sonido, el silencio es la palabra y el silencio es el canto.
La angustia de los místicos es no tener palabra, no tener sonido, no tener canto que pueda expresar lo contemplado. La poeta lo intuye desde el principio:
Me lo diste Todo:
incluida la angustia
de no poder cantarlo
La Contemplación es una experiencia tan profunda y tan desbordante, que hace estallar todo, inclusive las palabras:
Nunca más habré de creer en las palabras:
cuando llegaron a Tu umbral
estallaron como vidrios rotos
Al contemplar, el lenguaje, aquello que sale del ser que es polvo-con-aliento, se esfuma, se hace ceniza:
Las palabras han muerto
y celebro con ellas
la feria de la ceniza
Inspirándose en aquel discurso métrico-ascético del gran Pedro Calderón de la Barca, se apaga el canto, se entona el silencio y sencillamente el místico canta y calla:
Psalle et sile
canta y calla
Sille et psalle
calla y canta
entona el silencio
apaga el canto
entre el canto y el silencio
la música callada
La experiencia de Dios para el místico es tan fuerte, que encuentra dificultades para comunicarlo, porque se desvanecen las palabras:
Lo que me dijiste
no se lo puedo contar a nadie;
cuando me lo susurraste
las palabras colapsaron.
Incluso el escribir se convierte en un imposible para el místico traducir sus experiencias:
La pluma corría veloz sobre el papel
cuando llegó Tu amor
se quebró para siempre
También siente el místico que la palabra no logra decir lo que él experimenta:
Me convertí
en el cálamo y la tinta
y aun así no logro cantarte
La poeta, con gran precisión teológica, califica de impostura el querer expresar con el papel, lo inefable que envuelve la experiencia mística:
Cometí una abominable herejía:
intenté anegar en tinta
el éxtasis, el vuelo y la epifanía.
Inspirada en Borges, la autora, en un arrebato de lirismo, logra plasmar aquello que dice el maestro:
Lejos de mí la tentación de nombrarlo,
porque detrás del nombre
está lo que no se nombra
Al casi finalizar este plato fuerte, la autora desgrana el suicidio de las palabras, pues ellas no son capaces de transmitir lo que experimenta el místico en su cercanía con el Misterio:
Según escribo
someto cada palabra que me diste
al exilio
Si tuviera palabras
enseñaría a cantar a los ruiseñores
las palabras huyen
pero desde mí
brota como agua oculta
el canto sin palabras
Y concluye hermosamente:
Es cierto:
mis palabras se derritieron
al tocar Tu Luz
pero no cambiaría esta afasia
por todos los versos del mundo
- Los raptores de lo imposible
Luce López-Baralt, en este cuarto plato fuerte, nos invita a hacer un recorrido a través del tiempo. No he encontrado una mejor definición del místico que el título de este plato fuerte que ella nos sirve: “los raptores de lo imposible”. Los místicos raptan aquello que parece imposible: la insondable dimensión del Misterio, dimensión profunda de sentido de todo lo existente.
La poeta nos invita a entrar en ese mundo interior, un pozo profundo, manantial que no se seca, a través de un recorrido por aquellos grandes místicos de diferentes épocas, lugares y confesiones religiosas, que han sido “raptores de lo imposible”.
Ella nos empieza este plato fuerte con el Simurg de los persas, para que nos acompañe en un vuelo especial, donde los espacios siderales están dentro de nosotros mismos:
Águila sideral
Simurg de los persas
quetzal de la Nada
Volé con todas las aves de brillante pluma
el más alto de los vuelos:
el que se emprende
hacia uno mismo
¿Quiénes nos acompañarán en “el más alto de los vuelos”?
Primer vuelo: Angelus Silesius
No sé lo que soy
pero sé bien
que no soy lo que sé
Segundo vuelo: Attar de Nishapur
Fuera de si, ´Attar de Nishapur glorificó a Dios,
Que le había otorgado el lenguaje de los pájaros:
fue entonces que enmudeció para siempre
Tercer vuelo: Ibn ´Arabi
Ibn ´Arabi decía
que las gacelas le mostraron el Sol
en la forma de estatuas de mármol
Cuarto vuelo: Machnún
Cuando Machnún se enduendó de Layla
adoptó un nombre anochecido: Machnún Layla.
Todos evocaban un misterio más alto
que los teólogos llaman el Unus Ambo
con erudición no exenta de afasia y de melancolía
Como ellos, también yo he perdido mi nombre
Quinto vuelo: De nuevo Angelus Silesius
La rosa es sin por qué. Florece porque florece
un día florecí en la Rosa
también sin por qué
Sexto vuelo: Abu al-Hasan
Alcanzó la ironía suprema del juego del Amor:
supo que él mismo era la tabla y la pluma
el amante y el Amado
Séptimo vuelo: Chuang Tzé
El que lo sabe, no lo dice
y el que lo dice, es porque no lo sabe
Y yo, que tan bien lo sé,
¿qué hago hablando?
Octavo vuelo: Chuang-Tzú
Para poder hablar,
quiso encontrar a alguien
que hubiese olvidado las palabras
(lamento
que me separen de él dos milenios)
Noveno vuelo: El Corán (Azora XXIV, 35)
El nicho de las luces
guarda un candil encendido
en un recipiente de cristal
si lo miras
te transformas en estrella
Décimo vuelo: Machnún, de nuevo
Entre dunas y fieras
al enamorado Machnún
accedió a la locura
fue, desde entonces,
la más alta cordura
Undécimo vuelo: Shiva y Shakti y La Sulamita
Shiva y Shakti hacen el amor
eun jardín de jazmines
la Sulamita se acopla con su amado
a par de los lirios
en una noche oscura
los amantes olvidan su cuidado
entre las azucenas
sobre un lecho encendido de estrellas
Duodécimo vuelo: Santa Teresa
¡Cómo ardía la luz
en lo interior del sexto castillo!
Pero lo que me ocurrió en el séptimo
no es para ser contado
Décimo tercer vuelo: San Pablo
Si en el cuerpo
o fuera del cuerpo
no lo sé
ascendida
al tercer cielo
me atreví a increpar
el aturdimiento del apóstol
pero aquí ya no importa
Décimo cuarto vuelo: A Annemarie Schimmel
Los copos blancos
urdían extrañas mandalas
los témpanos azules
evocaban el tormento dantesco del frío
la aurora boreal
parpadeaba su cielo inventado
hasta que descubrí que había ruiseñores
cantando bajo la nieve
Décimo quinto vuelo: San Francisco de Asís
la Vía Láctea
el ave del Paraíso
la sangre del alma
las campanas de la iglesia escuchadas más allá de las estrellas
(no acertamos a decirlo)
Décimo sexto vuelo: Jorge Guillén
Sé bien de la geometría celeste:
Fui la circunferencia de un círculo
que estaba en todas partes
y su centro en ninguna
sé bien de la geometría celeste
Décimo séptimo vuelo: Machnún otra vez
noche luminosa
mediodía oscuro
Décimo octavo vuelo: Eggidio di Assisi
Vi a Dios tan de cerca
que perdí la fe
Décimo noveno vuelo: Dante, Ernesto Cardenal, Borges, Pascal
Los entendí a todos
Pero no explico
Ha sido un recorrido sublime, de un grupo selecto de “los raptores de lo inefable, cargados de luminosidad estelar, que enciende hasta los témpanos de hielo. Por eso, concluyo utilizando sus propios versos finales:
Pascal sólo pudo enunciar el
FUEGO
- Heu! Recidere in mea compellor
La frase conocida de Thomas Merton, Heu! Recidere in mea compellor (Ay, tener que replegarme una vez más dentro de mí mismo), encabeza este sexto bloque de la obra de Luce López-Baralt, donde a mi humilde entender, la autora plantea 10 aspectos que conforman la experiencia mística.
El primer aspecto de la experiencia mística suele expresarse como una vivencia de FUNDICIÓN:
Yo, que una vez
me fundí con el Sol
El segundo aspecto de la experiencia mística es que está más allá del tiempo cronológico, es decir, del tiempo cuantitativo (Cronos), aunque no del tiempo cualitativo (Kairós):
yo, que viví más allá de las horas…
El tercer aspecto de la contemplación mística es que supera las coordenadas espaciales:
Una vez supe
del mapa exacto de las aguas
¿Cómo cartografiar ahora el Océano
envuelta a mi remota orilla?
El cuarto aspecto de la dimensión mística es que nos convierte en una “corriente inversa”, como dice la poeta López-Baralt:
Soy un río
y en un instante del no-tiempo
desemboqué en el mar de las luces
para volver a ser río.
El quinto aspecto de la experiencia mística es la dialéctica entre la luz y el brillo falaz:
Una vez reflejé el Sol
ahora sobrellevo el brillo falaz
de una estrella extinta
El sexto aspecto es consustancial a la vivencia mística: la sed.
La fuente parpadea en la distancia
sus gotas de plata danzan sobre las arenas
desafiando mi sed milenaria
¿Cómo romper el espejismo de las dunas?
El séptimo aspecto que señala López-Baralt es la dialogicidad que se da entre lo permanente y lo pasajero:
Entre azucenas olvidadas
y nubes que van de prisa
dialogo con la ceniza
El octavo aspecto de la búsqueda mística reside en que aquella persona que se sumergió en el Misterio, siempre escuchará su melodía sonora en su interior:
Una vez me sumergí
en el Mar de las luces:
el rumor del agua
aún me canta por dentro
El noveno aspecto se refiere a la irradiación que emite aquella persona que traspasó los umbrales del Misterio:
Un día infinito
logré atravesar al otro lado del Espejo
hoy lo refracto
en mil reflejos
El décimo aspecto es que la persona mística no puede dejar de celebrar su experiencia a través del canto, vehículo sonoro para comunicar lo vivido:
Yo tuve un ayer de ruiseñores:
los mismos que escuchaba ‘Attar
en las noches fragantes de Nishapur
ahora me uno al llanto de Filomena,
que inundó los campos oscuros de Roma
entristeciendo para siempre a Virgilio
- EL POSTRE
Coda final
En apenas cinco versos, Luce López-Baralt pone punto final a su monumental poema místico con una coda final, término italiano que significa literalmente “cola” y que constituye una especie de epílogo corto. “De lo que no se puede hablar, hay que callar la boca” (Wittgenstein, 2016, p.278). Este célebre aforismo del gran filósofo del lenguaje traduce la actitud fundamental del místico ante el Misterio: guardar silencio. Pocas veces lo he visto escrito mejor que estos versos de Luce López-Baralt:
Sólo el silencio
podría custodiar el Misterio
Estamos ante el verso de mayor densidad mística de todo el poemario. Ante el Misterio, lo mejor es callar, para contemplar y celebrar.
La palabra se enmarca en la oscuridad, al llegar a los linderos de la plena luminosidad:
Antes de la palabra
la Noche
El poeta como el místico es capaz desde la oscuridad buscar la iluminación plena:
Entono canciones en la Noche
buscando al Señor del Día
El Día es, jugando con la palabra misma, una llamada, una invitación: Dios nos Invita a Amar.
El Misterio es Palabra que sobrepasa toda palabra. Hermosamente la poeta lo expresa, refiriéndose a El Verbo:
Eres palabra
que se está por decir
Finalmente, la poeta, cual conocedora de la teología, termina su recorrido místico con la Parusía, es decir el retorno, el regreso de Aquel que lo llena todo:
Un pájaro canta lo que va a venir:
Tu regreso
Una acotación: Para los que nos desenvolvemos en las lides teológicas, la Parusía siempre será un “parto de la necesidad”. San Pablo nos dice que “Jesús se fue para llenarlo todo”, que Él es el pleroma, el que lo envuelve todo. Si lo llena y envuelve todo, ¿cómo entender eso de su retorno, de su regreso?
Aquí quiero echar mano de la famosa frase de Oscar Cullmann: YA…pero TODAVIA NO. YA está presente, pero TODAVIA NO en su plenitud. Pero, ¿cuándo estará plenamente presente? La única respuesta la han podido dar los místicos: “Cuando el mundo esté maduro en el amor”, expresó alguna vez Pierre Teilhard de Chardin, ante la pregunta de cuándo será el fin del mundo. El AMOR es que define el FIN. San Agustín decía que “el fin de la vida es llegar a la vida que no tiene fin”. Y esa vida que no tiene fin, porque es lo único que no muere, es el AMOR.
Termino como comencé, expresando mi asombro por la calidad estética y mística de esta mujer, cuya obra nos concierne. Al concluir mi trabajo, pienso que palidece al querer glosar tanta hermosura, tanta hondura y tanta luminosidad, al llevarnos ella de la mano desde su talante poético al hontanar mismo de la existencia, donde lo único que percibimos es LUZ SOBRE LUZ.
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