Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier

Por Miguelina Medina

  “Hay que tomar conciencia de lo que uno es y de lo que uno puede hacer y testimoniar, sabiendo con plena conciencia que nosotros tenemos un punto de contacto en el Universo y ese punto de contacto es único, exclusivo, personal y singular” (Bruno Rosario Candelier).

 

Don Bruno Rosario Candelier tiene una singularidad, y es que ese  punto del Universo, que solo es suyo, ha sido privilegiado. Su visión profunda y luminosa alcanza lejanas palabras que solo él puede traducir con el lenguaje que solo a él se le ha permitido develar.  Por esa conciencia que él alcanzó a muy temprana edad trabaja sin desmayar a favor de nuestra sociedad y de todos cuantos con él tienen contacto. Él es como el agua del estanque del que habla Pedro Salinas, que “tiene en el fondo joyas y pedrerías, misterioso tesoro celado, pero el que  hunda la mano más allá, más adentro, nunca la sacará sin provecho”. Por eso, con la energía divina con que fue dotado al venir a la vida, en virtud del Logos de la conciencia que él enfatiza con tanto esmero, con ese mismo amor divino devuelve a la humanidad sus conocimientos. ¿Y por qué no decirlo de él, pues hace eso mismo con todos y da testimonios en sus libros y conferencias de las virtudes de los demás antes de dar inicio a sus estudios?

Perfil del español dominicano es producto de esa conciencia que tiene don Bruno sobre la valoración del trabajo de los demás y de una visión respetuosa de los mismos. Esa misma conciencia le ha dado la visión de ponderar los trabajos que tantos estudiosos dominicanos han realizado en favor del habla peculiar dominicana.  Ha observado, además,  una continuidad genealógica en esos estudios, por así decirlo, a través de la historia: frutos de un árbol al que podemos llamar “árbol genealógico de estudios del habla dominicana”. De ese árbol genealógico ha nacido un nuevo fruto que es Perfil del español dominicano.

El epígrafe que he colocado al inicio de esta reseña es una expresión que muestra la integridad espiritual del autor y esa espiritualidad le desparrama a esta obra un deleite que se nos transmite a la  conciencia de la lengua; les descubre el amor a nuestro patrio suelo a muchos que lo llevan dentro sin notarlo. Dicha frase nos lleva a leer esta otra del autor: “El hablante consciente de su lengua usufructúa tres potencias de la conciencia con la que intuye, habla y crea; formaliza con su lengua las creaciones verbales en su dimensión discursiva o literaria; canaliza sus sensaciones y emociones, expresa lo que sacude su interior profundo y, con la imaginación y la memoria, desarrolla el poder de la invención y la retentiva generando una nueva creación”.

En un bosquejo general de la intuición del autor, con respecto a esta creación, él ha percibido la necesidad, ha visualizado la creación y ha estudiado sus argumentos para comprobar su validez y luego de aprobarlos los plasma en un ensayo que decide mostrar a los lectores, a los observadores y estudiosos para su conocimiento. He notado que esta creación tuvo su tiempo de gestación: a los 20 años del siglo XXI llega esta obra con su aporte singular: Perfil del español dominicano es, pues,  una obra de reflexión, de intuición, de creación donde cada pasaje es como un poema que construyó el tiempo en la voz de don Bruno Rosario Candelier.

Ahora bien, ¿por qué encumbrar estos estudios en la palabra perfil? Porque en esta obra su autor ha estudiado las características que definen el perfil del español dominicano. Estos rasgos, todos, ya están estudiados en esta obra que sustenta el postulado del  Perfil de español dominicano. El autor lo recalca en el subtítulo: Voces y expresiones del habla criolla. Bruno Rosario Candelier presenta este ensayo con estudios que avalan y sistematizan la variante dominicana de la lengua española en América.

Argumentos generales de la observación

  1. a) Dice el autor que: 1. Los hablantes dominicanos canalizan el potencial de la lengua con sus atributos idiomáticos: es decir, plasman su percepción de la realidad natural, sociocultural y espiritual. 2. Ponderan y activan los valores establecidos. 3. Reflejan el influjo de la tierra, la historia y la realidad sociocultural. 4. Cultivan y expresan  su pensar y su sentir en lenguaje directo, comunicativo y espontáneo.
  2. b) Explica que desde la publicación del Tesoro de la lengua  castellanao española en 1611, dado a conocer por Sebastián Covarrubias, el Diccionario de autoridades, editado por la Real Academia Española, en 1736, y las diversas ediciones del Diccionario, la Ortografía y la Gramática de la lengua española, se tienen los modelos para la confección de obras lexicográficas, ortográficas y gramaticales a la luz de las orientaciones lingüísticas establecidas.
  3. c) Con el surgimiento de las diferentes variantes de la lengua española en los países hispanohablantes han surgido voces y expresiones idiomáticas como seña sociocultural de identidad  que dan valor y vitalidad al talento creativo de sus hablantes desde su fuero léxico- morfosintáctico y semántico, y de esa peculiaridad idiomática particular figura el español dominicano adscrito a la zona dialectal del español antillano.
  4. d) Nuestra expresión idiomática ha merecido estudios de autores dominicanos como son: Pedro Henríquez Ureña, quien en 1940 publicó El español de Santo Domingo; Maximiliano Arturo Jimenes Sabater: Más datos sobre el español de la República dominicana, en 1975;  Orlando Alba, en 2004,  Cómo hablamos los dominicanos, y  otros textos de otros autores que estudian facetas léxicas, fonéticas y morfosintácticas del español dominicano.
  5. e) El autor nos recuerda que todavía en el siglo XVIII predominaba en la isla de La Española el habla al modo castellano, con las voces y las formas del habla patrimonial de Castilla, y en ese mismo siglo afloraron los antecedentes o rasgos iniciales de la voz genuina del habla criolla; es partir del siglo XIX cuando se desarrolla la criollización del idioma español en esta isla del Caribe Hispano y adquiere la distinción de variante dominicana del español en América. Luego en el siglo XX, con la creación de una genuina expresión propia, se consolida el perfil del españoldominicano, con sus atributos o rasgos peculiares de su habla criolla.

(II) Es esta, pues, la tesis de Perfil del español dominicano: Con la creación de una genuina expresión propia del español dominicano, con sus atributos o rasgos peculiares de su habla criolla, se consolida en el siglo XX el perfil del español dominicano (p. 10).

¿Cómo se produjo la consolidación del español dominicano?

Lo recalcamos un poco: el hecho determinante fue el reconocimiento de la criollización del idioma español en esta isla del Caribe Hispano, lo cual hizo que adquiriera la distinción de variante del español dominicano en América. Entonces este hecho imprescindible ocurrido en nuestra historia de  nuestra lengua “dio paso a la genuina expresión propia”, como ya se dijo anteriormente.

¿Qué contiene  esta obra, Perfil del español dominicano?

Esta genuina expresión del habla criolla, que se ha venido estudiando desde 1940, por estudiosos dominicanos hasta 2019 en todas sus facetas idiomáticas: semántica, léxica, fonética y morfosintáctica, don Bruno Rosario Candelier compila esos estudios, los sistematiza, resalta sus enunciados y los encumbra en esta obra, como escritor y académico; pero además,  cuenta con la facultad que le confiere su investidura como filólogo de la Complutense, teórico de la lengua y director de la Academia Dominicana de la Lengua (ADL), por lo cual la institucionaliza. Recordemos que la ADL es correspondiente de la Real Academia Española y, en tal virtud, copartícipe en sus objetivos y sus metas (…), “tiene consignado en su Estatuto original lo siguiente: ‘siendo el fin principal de esta Academia cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana, desterrando todos los errores que en sus vocablos, en sus modos de hablar o en su construcción ha introducido la ignorancia, la vana afectación, el descuido y la demasiada libertad para innovar (…), observando en todo las reglas y preceptos que están puestos en la planta acortada por la Academia, fundada en el año de 1713” (Sexismo lingüístico y doble género, ADLSanto Domingo, 2012, p. 14).  Es decir, que cualquier obra  de esta índole debe estar avalada por los organismos autorizados para la fiscalización e institucionalización de la misma.

Desde luego que, conociendo la didáctica del autor y su entrega a la verdad científica, en una edición de esta obra, y bajo válida argumentación,  podrían tomarse en cuenta las observaciones que a partir de su presentación pudieran producirse, especialmente de estudiosos  de nuestra habla, los cuales conocen la intríngulis del decir criollo, y de otros hispanohablantes.

Desarrollo de la tesis y opiniones del autor 

Expone el autor los argumentos en los siguientes temas o subtítulos: 1. Perfiles idiomáticos. 2. Estudios lingüísticos. 3. Códigos lexicográficos y 4. Estudios literarios.

  1. EN PERFILES IDIOMÁTICOS el autor expone el perfil general del español dominicano. Dice que los hablantes de la República Dominicana tienen el privilegio de hablar  la lengua española que vino asignada desde sus orígenes por una impronta espiritual impregnada en la prosapia de su fuero idiomático. Y ocurrió en el monasterio de San Millán de la Cogolla en el año 977 de nuestra era cristiana. Ahí fueron pronunciados los primeros balbuceos de la “lengua de Gonzalo de Berceo, santa Teresa de Jesús y Miguel de Cervantes” y desde entonces, dice, “con la obra luminosa de Garcilaso de la Vega, fray Luis de León y san Juan de la Cruz, entre otros grandes creadores de poesía y ficción, el idioma de Castilla tiene un peculiar aliento trascendente que responde a la esencia primordial de la estirpe castellana”. Resalta el autor que esta canalización de la palabra viene dada por el Logos de la conciencia, fuero y cauce de la más alta espiritualidad.
  • Dice que elperfil idiomático de un hablante, una comunidad o un país se manifiesta en la fonética y el léxico del habla. Por eso, cuando escuchamos hablar a personas en la televisión, en lengua española, por la entonación y las voces que emplean se puede inferir el país hispanohablante al que pertenece. Esto indica, expone el autor, que hay una lengua general o lengua estándar; una lengua particular o lengua regional o local, que se plasma en las palabras con sus acepciones correspondientes. La lengua general es la que habla todo el mundo hispano sin importar la región donde viva. Las variantes  idiomáticas del español son las que tienen vocablos regionales y figuran en el diccionario académico, como por ejemplo españoles, hispanoamericanos, filipinos, ecuatoguineanos y sefarditas. Los países de otras lenguas,  donde se habla español, como los Estados Unidos, Filipinas, Israel y Guinea Ecuatorial, tienen academias cuyas corporaciones idiomáticas forman parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española, consigna Bruno Rosario Candelier.

El autor muestra una especie de radiografía del castellano, y le llama “ADN del castellano”, porque contiene tres aspectos claves  que el español dominicano avala con sus rasgos dialectales diferenciales que fueron tomados en cuenta para  la valorización de las voces incorporadas al Diccionario de la lengua española (p. 14); así también los propios de cada país hispanohablante. Esos tres aspectos claves son los siguientes: filiación latina, filiación castellana y filiación espiritual. La filiación latina ya que la lengua española que hablamos los hispanohablantes procede del latín y en tal virtud conserva rasgos propios de esa antigua lengua del Latio, que era la lengua latina. Nos enseña el autor que las lenguas derivadas del latín se denominan lenguas romances, pues el latín fue la lengua del Imperio Romano que extendió su uso en varios países de Europa, como Italia, Francia, España, Portugal, Rumania, etc. Estas lenguas también se denominan neolatinas entre las cuales figura la lengua española. 2. La filiación castellana, en virtud de que el idioma español nació en Castilla, región de España donde por primera vez brotó el balbuceo original de nuestra lengua. Este texto primordial se conserva en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla en uno de cuyos códices están consignadas las primeras manifestaciones de esa original expresión del decir hispano, que terminaría denominándose lengua castellana o lengua española. (Y aquí comparto la emoción que sentí cuando el autor testimoniaba su experiencia al haber tenido la distinción y el privilegio de mirar el documento donde está resguardado el virginal  trozo literario, nacimiento de nuestra lengua española.  Y la filiación Espiritual gracias a la circunstancia de haber nacido la lengua castellana en el seno de un monasterio de la Iglesia Católica, hecho que concita una “marca prístina del ab origine con un rasgo de espiritualidad inherente a nuestra lengua”.

En cuanto al rasgo arcaico del español dominicano, de una parte de su vocabulario, dice que Pedro Henríquez Ureña lo advirtió en su obra El español de Santo Domingo, señal de que la variante dominicana del español en América conserva el aire antiguo de la lengua castellana como se puede contactar en las voces arcaicas que aún usan nuestros hablantes, como aldabacurcuteardizque. Cita el autor (p. 15), que en la página 40 del libro citado consignó: “Santo Domingo, como toda la zona del Mar Caribe, se distingue por el sabor fuertemente castellano de su vocabulario y de su sintaxis, en combinación de una fonética que se asemeja más a la andaluza que a la castellana”.  Y del atributo espiritual dice Rosario Candelier: “Dámaso Alonso sostenía que un atributo de la lengua española, como se evidencia en su literatura, es la dimensión mística de la creación estética” (p. 15). Esta faceta mística floreció de un modo ejemplar entre los poetas místicos de Ávila, como fueron santa Teresa de Jesús, san Juan de la Cruz y fray Luis de León, añade el autor; y además que “esta tendencia mística la conserva la literatura dominicana, ilustrada en la lírica de Domingo Moreno Jimenes, Martha María Lamarche y Máximo Avilés Blonda”,  e igualmente la poesía inspirada en el ideario estético del Interiorismo que aplican en su lírica Freddy Bretón Martínez, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Roberto Miguel Escaño, Jit Manuel Castillo, Ofelia Berrido, Rocío Santos, Gloria Nolasco y Juan Santos, poetas cuya obra ha sido estudiada por Bruno Rosario Candelier.

El español dominicano como variante dialectal del español de América tiene la distinción de haberse fraguado por primera vez en el Nuevo Mundo a raíz de la colonización de este continente y con el paso del tiempo los hablantes que se establecieron en esta isla de La Española generaron nuevas voces y expresiones que en el plano léxico-semántico han enriquecido la lengua castellana o española como han señalado estudiosos del habla criolla”, consignó Rosario Candelier (p. 16).

  • En cuanto a los rasgos lexicográficosdel español dominicano, expone el autor, que sus voces, acepciones y significados se denominan dominicanismos. El caudal de los dominicanismos lo componen la creación léxica y semántica de las voces del español dominicano. Los hablantes tienen la capacidad de crear nuevos vocablos, mediante la gestación de voces y expresiones indicativas de la variante creadora de la lengua. En ese tenor los dominicanos han creado nuevos términos que conforman  el arsenal léxico de la lengua española, sostiene Rosario Candelier. Entre las palabras que emplean los dominicanos hay vocablos creados por dichos hablantes, además del léxico propio del español general. Las creaciones originales del español dominicano se denominan creación léxica, aunque algunos de esos vocablos se usen fuera de nuestra frontera geográfica, como bachatacaliéchiviricafucúmangúpariguayo. Esas voces dominicanas constituyen el aporte de una nueva forma léxica con un significado, y este hecho confirma, no solo una creación nominal o verbal del español dominicano, sino la vitalidad de esta vertiente americana de la lengua española (p. 17).

La creación semántica alude a la vertiente significativa de una palabra que es peculiar a cada vocablo. Explica el autor de la obra que hay creación semántica cuando una palabra de la lengua española tiene un significado diferente del significado básico de la palabra consignada en la lengua general registrada en el Diccionario de la lengua española. Por ejemplo “arrebatar” (‘quitar’ y ‘experimentar un rapto extático’) y “arrebato” (‘éxtasis’), pertenecen a la lengua general, pero en el habla dominicana “arrebatado” significa ‘dominado por la pasión’, ‘enloquecido’. Asimismo, la palabra “cuero”, que en la lengua española es el  ‘pellejo de un animal’, en el español dominicano significa ‘prostituta’; es decir que el concepto ‘prostituta’ es la creación semántica asignada a la palabra “cuero” en el habla dominicana. Esa misma palabra en México tiene la creación semántica de “mujer bella” (p. 17).

En tanto, la creación léxico-sintáctica es una variante semántica de la creación idiomática y está integrada por dominicanismos léxico-semánticos en una composición hecha con un vocablo compuesto y una derivación, según la explicación que da Rosario Candelier: La composición de una palabra compuesta y derivada, con un significado peculiar. Por ejemplo medalaganario (medalaganariamente) es una composición derivada de la locución “me da la gana”.  “Medalaganario” alude a una acción caprichosa signada por un antojo o capricho. “Medalaganariamente” significa  ‘de manera antojadiza o caprichosa’ y es una creación léxico-gramatical del español dominicano, que la misma la Gramática de la lengua española ya la tiene registrada como aporte dominicano. Igualmente conchoprimo y viejevo.

  • Otro rasgo peculiar de español dominicano, nos enseña el autor, es la supervivencia del léxico patrimonial, es decir, la conservación de voces antiguas procedentes de la lengua de Castilla y que aún usan nuestros hablantes, como agora, aguaitar, tutumpotezamuroaguinaldo, y otras mencionadas anteriormente. Pedro Henríquez Ureña escribió al respecto: “Hay en Santo Domingo muchos rasgos arcaicos. Pueden atribuirse, en parte, al hecho de haber sido la isla, la primera región de América donde se sentaron los españoles” (p. 19).
  • La herencia aborigende voces latinas es otro rasgo peculiar del español dominicano, dice el autor, con vocablos heredados de la lengua de nuestros aborígenes, que era la lengua taína. Algunas de esas voces han pasado a la lengua general, como bohío, cacique, hamaca, huracán que registra el diccionario académico de nuestra lengua. Algunas voces taínas solo se usan en el español dominicano, como areito, buhitiho o ciguapa, que figuran en obras de autores españoles con los rasgos de la época colonial, en narrativas de autores contemporáneos  y en autores dominicanos (pp. 20-26).   “Todo lo anterior mencionado revela que: 1. Cada país tiene sus propios atributos, como lo tiene el español dominicano. 2. Las lenguas son mecanismos vivos, creaciones activas del léxico. 3. Esas creaciones se van renovando, actualizando y potenciando. 4. Cada nueva generación aporta cambios y adiciones, y cuando se acumulan cambios de generación tras generación las variantes son notables”, explica Rosario Candelier. Además nos dice que la vertiente creadora de los hablantes es una señal de las manifestaciones del genio de la lengua de que tiene: 1. El poder de generar nuevos términos inspirados en la realidad sociocultural. 2. La capacidad de dotar de nuevos significados a vocablos de la lengua española. 3. El poder de creación de diminutivos con valor afectivo. 4. La capacidad de componer voces formadas con derivaciones léxicas y morfológicas endosadas en nuevos sentidos. 5. La capacidad de creación  léxica inspirada en voces de otras lenguas. 6. Y la capacidad de dotación de una hondura espiritual fraguada en la obra de nuestros escritores.

Veamos otros conceptos del autor sobre los atributos semánticos de las voces dominicanas  y autores que los han plasmado en sus obras:

  • El español dominicano tiene su forma peculiar de expresión y el cuidar de la lengua española es una manera digna de enaltecer la identidad dominicana ya que es la base de nuestra cultura, signo y cauce de nuestra idiosincrasia intelectual psicológica y espiritual, leemos en Perfil del español dominicano. Con sobrada justificación el lema de la Academia Dominicana de la Lengua reza “La lengua es la patria”.
  • “Decir que los dominicanos hablan mal el español porque “se comen” las eses, no pronuncian la zeta, cortan las palabras o hablan con la “i” es desconocer que esa forma de hablar tiene una explicación histórica y una justificación sociocultural que responde a una singularidad de la variante dominicana del español en América. (Al leer estas palabras sentí el sentimiento con que fueron plasmadas por el autor).
  • El uso del seseo, el yeísmo, la neutralización de la “r” y la ‘”l” al final de la sílaba o la aparición de la “s” en muchos contextos no es exclusivo del español dominicano, sostiene el autor.
  • Tenemos un léxico diferencial y unos usos idiomáticos que perfilan nuestra variedad dialectal, reitera el autor como parte de la tesis central de esta obra lingüística.
  • A la luz de la sociolingüística cada país habla a su modo y manera, en lo que influye el aliento telúrico y celeste la historia y la idiosincrasia de la cultura, aunque ese legado no privilegie la norma culta del buen decir ni enaltezca la pauta académica del habla esmerada, afirma Rosario Candelier.
  • He aquí escritores que “hacen uso de la lengua local y la enaltecen en sus creaciones literariasy este hecho no es casual: escritores como estos son los que mejor conectan con su pueblo”. De los creadores dominicanos que usan en sus obras voces y expresiones de habla criolla, citados en esta obra, están: Pedro Henríquez Ureña, Domingo Moreno Jimenes, Sócrates Nolasco, Ramón Emilio Jiménez, Juan Bosch, Joaquín Balaguer, Alfredo Fernández Simó, Bienvenido Gimbernard, Manuel Rueda, Manuel Mora Serrano, Marcio Veloz Maggiolo, Federico Henríquez Gratereaux, Manuel Núñez, Franklin Domínguez, José Miguel Soto Jiménez, Nicolás de Jesús cardenal López Rodríguez, Ricardo Miniño Gómez, José Rafael Lantigua, León David, Fabio Guzmán Ariza, María José Rincón, José Enrique García, Tony Raful, Manuel Matos Moquete, Andrés L. Mateo, Odalís Pérez, Rafael Peralta Romero, Manuel Salvador Gautier, Freddy Bretón, Emilia Pereyra, Leonel Fernández, José Alcántara Almánzar, Miguel Solano, José Mármol, Ofelia Berrido, Emelda Ramos, Rafael Hernández Figueroa, Carmen Comprés, Carmen Pérez Valerio, Luis Quezada, Kenia Mata Vega, Andrés Ulloa y otros.

En cuanto a las voces patrimoniales del habla criolla varios autores las recogen en sus respectivos diccionarios:

  1. Rafael Brito, en 1930, Diccionario de criollismos.
  2. Manuel Patín Maceo, en 1947, Dominicanismos.
  3. Carlos Esteban Deive, en 1986, Diccionario de dominicanismos.
  4. Orlando Inoa, en 2010, Diccionario de dominicanismos.
  5. Academia Dominicana de la Lengua, 2013, Diccionario del español dominicano.

A juicio de Rosario Candelier, tres hechos fundamentales de alta inspiración gestan una lengua y plasman una variante idiomática en una comunidad de hablantes. Esos hechos generan los conceptos que están en la raíz de un idioma encarnado en el léxico de su vocabulario, y añade este planteamiento clave: “Tengo una intuición lingüística inspirada en el fuero de la lengua, según la cual recibimos tres savias esenciales: la savia primordial (la sustancia originaria que reciben los hablantes en virtud de la dotación del Logos de la conciencia); la savia patrimonial (la singular energía lingüística que nace de las entrañas de una lengua); y la savia cardinal (la sustancia que una variante de la lengua concita en la inteligencia de los hablantes)”, dice el autor (pp. 33, 56).

El español dominicano ha alcanzado un notable desarrollo en el arte de la creación verbal, sostiene Rosario Candelier. Ejemplos ilustres en el plano literario le han dado categoría al español dominicano, no solo con las figuras cimeras de la producción narrativa, sino mediante los valiosos estudios de nuestra modalidad idiomática, que han contribuido al conocimiento, el cultivo y la producción de nuestra lengua, como son Pedro Henríquez Ureña, Ramón Emilio Jiménez, Manuel Patín Maceo, Emilio Rodríguez Demorizi, Carlos Federico Pérez, Mariano Lebrón Saviñón, Celso Benavides, Carlisle González, Lourdes Camilo de Cuello, Orlando Alba, Rafael González Tirado, Manuel Matos Moquete, María José Rincón, Manuel Núñez, José Enrique García, Rafael Peralta Romero, Fabio Guzmán Ariza, Ana Margarita Haché, José Miguel Soto Jiménez, Roberto Guzmán, Domingo Caba y otros.

Los hablantes hacen uso de su idioma y aplican diversos procedimientos léxicos, fonéticos y semánticos que el autor de esta obra consigna y explica mediante las diferencias diatópicas (regionales), diferencias diastrásicas (de niveles) y diferencias diafásicas (expresivas) que se corresponden con los diferentes tipos, niveles y estilos de lengua en la variedad de los modos idiomáticos configurados por el espacio, los estratos sociales y los registros culturales en las variopintas formas expresivas de los hablantes (p. 93).

En este libro se señalan expresiones y vocablos propios de los hablantes campesinos (por ejemplo: furnia, jaida, jarana, callejón) y otros asociados a los hablantes urbanos (cine, restaurante, teatro), y locuciones originadas en los ambientes campestres (comer gallina, freír tusas, dar del cuerpo) o citadinos (hacer esquina, escribir un correo electrónico, irse de bonche).  Hay palabras que tienen registros cultos, como otear (‘ver desde lo alto’) o vislumbrar (percibir); y vocablos del nivel popular, como vaina (‘problema’), jodienda (‘dificultad’).

  1. ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS. El estudio de la lengua,  dice Bruno Rosario Candelier, requiere disciplina, pasión y dedicación; y el cultivo de las letras implica intuición, talento y consagración al acto creador. Como hablantes, estudiosos y académicos de la lengua, dice que les corresponde velar por la lengua española, “y en tal virtud estamos llamados a potenciar el conocimiento de nuestro sistema de signos y de reglas”. Similar exigencia reclama el español dominicano, reitera. Y advierte que  “la operación léxico-semántica que el hablante ejecuta al hablar, lo hace al formalizar una expresión, pero no podría dar una explicación de la actividad lingüística cuando aplica las artes del lenguaje al hablar, escuchar, leer y escribir, ya que son los gramáticos quienes tienen la capacidad de describir la estructura formal de la lengua que usa el hablante cuya fórmula internaliza en su conciencia”. Esa operación verbal la realiza el operador lingüístico del cerebro, inconsciente para nosotros pero real para el cerebro humano, cuando la mente se dispone a hablar, entender, escribir o interpretar lo escuchado o leído (p. 256, 257).

   Manuel Patín Maceo fue el primer académico de la ADL en consagrar su vocación intelectual al estudio de nuestra lengua con un aporte a partir de las observaciones a la expresión idiomática de los dominicanos. Él era un gran observador del habla criolla. Su libro Obras lexicográficas (Santo Domingo, Corripio, 1989) contiene dos importantes estudios de este miembro fundador de la Academia Dominicana de la Lengua: Dominicanismos y americanismos en el lenguaje dominicano, editado en 1940 por la ADL y otra edición de 1947  por la Librería Dominicana. Americanismos en el lenguaje dominicano se publicó en la prensa nacional. Patín Maceo se dedicó al estudio del habla criolla y a mejorar el uso de la lengua. Entendió que enriquecer la cultura idiomática era enaltecer nuestra condición de hablantes de esta hermosa lengua heredera del tesoro lingüístico de Castilla, enseña Rosario Candelier.  Por eso se dedicó claramente a promover el estudio de la lengua, a sembrar inquietudes lingüísticas en nuestros hablantes, a crear conciencia de lengua en profesores, estudiantes, intelectuales y escritores para enriquecer el legado lingüístico de la cultura hispana de la que formamos parte en esta porción del Caribe insular (pp. 257, 258).

Otras obras lingüísticas sobre el perfil del español dominicano, citadas en esta obra, son:

  1. Ramón Emilio Jiménez: Del lenguaje dominicano, Savia dominicana, Del amor al bohío. El autor resalta la modalidad y las características del habla popular vernácula.
  2. Emilio Rodríguez Demorizi: Lengua y folklore en Santo Domingo. Habla de la raza, la lengua, las costumbres, la religión y el carácter de nuestra gente.
  3. María José Rincón: De la eñe a la zeta, pondera el valor de las formas y sentidos léxicos de la creación de los hablantes, los “dos idiomas”, el español y el dominicano.
  4. Fernando Sainz: Estudio sobre sicología y educación dominicana.
  5. Tomás Navarro: “Apuntes sobre el español dominicano”.
  6. Consuelo Oliver Vda. Germán: De nuestro lenguaje y costumbres.
  7. Vicenta Caamaño de Fernández: La lengua campesina en la narrativa dominicana.
  8. Rafael Núñez Cedeño: Fonología moderna y el español de Santo Domingo.
  9. Celso J. Benavidez G.: “El dialecto español de Samaná”.
  10. Francisco Javier Trujillo Temboury: El habla de Santo Domingo.
  11. Ana Margarita Haché de Yunén: “La N al final de la palabra”.
  12. Lourdes Camilo de Cuello: Pautas,usos y costumbres en el lenguaje dominicano.
  13. Carlisle González Tapia: El habla campesina dominicana.
  14. Andre Klump: Aspectos históricos de la lengua de Santo Domingo.
  15. Max Uribe: Diccionario de dominicanismos y americanismos.
  16. Mariano Lebrón Saviñón: Usted no lo diga.
  17. Rafael González Tirado: Palabras para compartir.
  18. J. Toribio Almeida y B. E. Bullock: “Reconsiderar el español dominicano”.
  19. Odalís Pérez: Lengua y sociedad.
  20. Rafael García Bidó: Voces del bohío, vocabulario de la cultura taína.
  21. Erick W. Willis: “Entonación del español dominicano”.
  22. Ana Marchena: La doble negación del español dominicano.
  23. Roberto Guzmán: De palabra en palabra.
  24. Fabio Guzmán Ariza: El lenguaje de la constitución.
  25. Freddy Bretón Martínez: Mis amigas las palabras.
  26. 2 Hannah Schilimpen: “El léxico socialmente valorado del español dominicano”.
  27. Francisco Padua Morales y María J. Garrido: Aiguna palabra dominicana.
  28. Toribio Almeida y Moreno Clemons: “Se comen las [s] pero a veces son muy fisnos”.

 

  1. CÓDIGOS LEXICOGRÁFICOS.  El vocabulario de un idioma propicia un horizonte intelectual, la conceptualización de las cosas y la manera de entender el Universo, explica Rosario Candelier. Por falta de conceptos y vocablos muchos no pueden desarrollar su creatividad o su talento intelectivo, dice  el autor: “Cuando nos ponemos en contacto con el mundo circundante, las palabras se convierten en aliadas del conocimiento que se fundan en el dominio de las cosas. Mediante la palabra se afianzan los saberes y se ensancha el horizonte conceptual” (p. 394).  Veamos estas obras, algunas ya se han mencionado en acápites anteriores según la lógica de los argumentos y razonamientos del autor:
  1. Palabras indígenas de la isla de Santo Domingo, de Emiliano Tejera.
  2. Diccionario de criollismos, de Rafael Brito
  3. Diccionario de dominicanismos, de Carlos Esteban Deive
  4. Diccionario didáctico avanzado, de Concepción Maldonado/SM/ADL
  5. Diccionario de dominicanismos, de Orlando Inoa
  6. Diccionario del español dominicano, de la ADL
  7. Diccionario fraseológico del español dominicano, ADL
  8. Diccionario de símbolos, de Bruno Rosario Candelier
  9. Diccionario de mística, de Bruno Rosario Candelier
  10. Diccionario de refranes, de Bruno Rosario Candelier

 

Dice el autor de Perfil del español dominicano que Emiliano Tejera (1841-1923) -quien escribió  Palabras indíjenas de las isla de Santo Domingo, indígena con j- fue un apasionado cultor de las voces taínas del español dominicano, que recogió y definió los vocablos que aportaron los aborígenes de Quisqueya a la lengua española y al español dominicano. Este autor recogió dichas voces en los textos de los cronistas de Indias, labor que ha facilitado conocer el tainismo del habla criolla: “Este lexicón de las voces taínas, es el primer diccionario que se escribe en Santo Domingo a principios del siglo XX, y que Emiliano Tejeda no publicó en vida, pues fue completado y editado por su hijo Emilio Tejera, quien dio a conocer la labor lexicográfica de su padre cuando publicó su obra en la capital dominicana en 1951”. En cuanto a esta obra dice Rosario Candelier  que Pedro Henríquez Ureña  consignó en el prólogo de esa obra lo siguiente: “Así organizada, la obra es de excepcional valor. No contiene discusión ni disquisiciones filológicas: se limita a incluir las palabras indígenas que los viejos cronistas recogieron en sus escritos y las que se conservan hoy en el español de Santo Domingo. Todo lo que a los señores Tejera les ha parecido indígena está recogido aquí” (p. 383).

Nuestra lengua, portadora de costumbres, historias y poesías, nos reafirma en esta dominicanidad que amamos y testimoniamos en el lenguaje popular que aflora espontáneamente en la expresión verbal. En este sentido  voy a añadir las palabras de una dominicana en Miami quien expresó de una manera muy emotiva su agradecimiento cuando Bruno Rosario Candelier y María José Rincón presentaron el Diccionario del español dominicano en la Universidad de Miami, el 20 de marzo de 2014: “Yo, como dominicana que vivo en Miami, quiero darle las gracias a ustedes porque tenía tanta preocupación de ese llamado ‘complejo de Guacanagarix’  que tenemos los dominicanos. Gracias por devolverme la identidad, gracias porque como madre de domínico-americano le puedo decir a mi hijo que cuando él dice ‘yo hablo dominicano’ lo está diciendo con la autoridad que ustedes le dan”  (Sitio web “http:// clickeventonline.com /event/ cultura/ 140320- PresentaciondelDiccionariodelEspanolDominicano.html”.

En el Diccionario de mística el autor expone que recoge las voces propias de la mística, sin confundirla con la religión, la metafísica o el mito. Enseña que la mística entraña, como búsqueda de lo divino, la contemplación espiritual de lo viviente en busca de lo sagrado, del Misterio que arroba y anonada. En uno de los segmentos que el autor se refiere a la mística expresa que “desde la lírica mística de Leonor de Ovando, en la temprana fecha del siglo XVII en la Ciudad Colonial de Santo Domingo, hasta la creación teopoética de Freddy Bretón en esta hora luminosa del siglo XXI bajo la lumbre de la Mocanidad, las letras dominicanas han sido eco, fuero y cauce del aliento místico inherente en la lengua española, a cuyo través valiosos creadores dominicanos e hispanoamericanos han recibido la impronta espiritual del genio idiomático de Castilla, que nuestros escritores han honrado con el aporte de sus intuiciones y vivencias a la luz de la dominicanidad”. Bruno Rosario Candelier menciona “el despertar espiritual en la poesía” de Salomé Ureña, Domingo Moreno Jimenes, Martha María Lamarche, Manuel Valerio, Aída Cartagena Portalatín, Máximo Avilés Blonda, Freddy Bretón Martínez, Tulio Cordero, Fausto Leonardo Henríquez, Jit Manuel Castillo, Roberto Miguel Escaño, Gloria Nolasco, Emilia Pereyra, Ofelia Berrido, Leopoldo Minaya, León David, Sally Rodríguez, Iki Tejada, Carmen Comprés, Carmen Pérez Valerio, Rocío Santos y Juan de Jesús Santos (pp. 230-231).

Resalta Rosario Candelier que los antiguos presocráticos, entre ellos Heráclito de Éfeso, Leucipo de Abdera y Pitágoras de Samos, entendían que en virtud del Logos, la palabra encauza una triple expresión figurativa: “El vocablo con su sentido básico, su vertiente simbólica y su connotación mística. La filosofía, la literatura y la espiritualidad abordan la dimensión profunda del decir hondo, traslaticio y sugerente de la palabra” (p. 447).

  1. ESTUDIOS LITERARIOS, de los cuales tomaré un cultor de nuestra lengua como muestra, a Pedro Henríquez Ureña, como aval de argumentos de este estudio del autor, consumado en Perfil del español dominicano. Lo he visualizado como la raíz que hizo que brotara de la intuición de Bruno  Rosario Candelier este nuevo fruto. Todos son frutos del árbol de los estudios del español dominicano. No es posible nombrarlos a todos en su magnitud, pero todos tienen su impronta registrada en esta obra,  y muchos pueden consultarse en su totalidad, en sus originales, fuentes nutrientes de esta obra de investigación lingüística a favor del español dominicano.

Nos recuerda el autor de esta obra que cuando la Academia Dominicana de la Lengua (ADL) se fundó el 12 de octubre de 1927 en Santo Domingo, mediante la convocatoria del arzobispo de Santo Domingo, monseñor Adolfo Alejandro Nouel, en ese tercer decenio del siglo XX los escritores eran, entre nuestros hablantes, quienes le ponían atención al estudio de la lengua, es decir,  el estamento literario de la intelectualidad dominicana  se preocupaba por su idioma, para conocerlo y manejarlo con propiedad, belleza y corrección. Igualmente los poetas,  narradores, dramaturgos, críticos y prosadores estudiaban la lengua desde el punto de vista lexicográfico, gramatical y ortográfico para lograr un uso ejemplar de la lengua, consigna Rosario Candelier. Dice además que en la intención de dichos académicos figuraba el objetivo de que los escritores no solo se dediquen a escribir textos ejemplares, sino que también estudien la lengua y escriban sobre sintaxis, la escritura correcta y el significado de las palabras (p. 251). Explica el director de la ADL que para hablar o escribir sobre aspectos fonéticos, lexicográficos o sintácticos del español dominicano se necesita hacer un estudio especializado de nuestro lenguaje ya que identificar la identidad léxica de un vocablo, definir su significado, señalar la recta redacción de un párrafo y pautar la forma correcta de su escritura requiere un conocimiento lexicográfico, gramatical y ortográfico que debe tener quien se proponga realizar dicha tarea lingüística (p. 252).

Según Bruno Rosario Candelier fue Pedro Henríquez Ureña el primer filólogo dominicano que le prestó atención al español dominicano, como consta en su libro El español de Santo Domingo, publicado en Buenos Aires en 1940. Fue también el primer escritor dominicano en abordar el estudio de nuestra literatura, pues escribió tres libros de esa temática: Las letras en Santo Domingo colonialLas corrientes literarias en Hispanoamérica y El español en Santo Domingo (p. 252): “El humanista entusiasta y fecundo, Pedro Henríquez Ureña, escribió numerosas obras centradas en el genio de nuestra lengua. Cultor apasionado de la palabra, intérprete eminente de la literatura hispanoamericana, ensayista prolífico y profundo, se dedicó al estudio de nuestra lengua y la interpretación de nuestras letras con una consagración ejemplar.  Publicó una veintena de obras centradas en la identidad lingüística y cultural de los hispanoamericanos. En México escribió en El Universal, hacia 1923, el concepto de que la América hispana precisaba de normas y orientaciones dirigidas hacia la definición inequívoca de su propia vida intelectual, estética y espiritual” (p. 487).  Y añade: “Pedro Henríquez Ureña es un paradigma del intelectual consagrado al estudio de las letras hispanoamericanas. Producto de una corriente cultural que anhelaba el desarrollo de la propia identidad histórica, social, lingüística y cultural en su expresión intelectual y estética; una forma de anhelar la independencia no solo política, sino idiomática y literaria según la aspiración de los intelectuales y escritores de la América española. En Seis ensayos en busca de nueva expresión (Buenos Aires, 1928), el filólogo dominicano encauzó ese anhelo de los escritores hispanoamericanos para alcanzar la propia voz como signo y cauce de una sentida apelación creadora con el uso de la lengua y el cultivo de las letras” (p. 487).

Cada persona es un pequeño universo, sostiene Rosario Candelier, y en tal virtud responde al ordenamiento de lo viviente. Afirma que con el Logos de la conciencia plasmamos nuestra capacidad de intuición, reflexión y creación que formalizamos en imágenes y conceptos.   Con el caudal idiomático de la variante de nuestra lengua recreamos nuestra percepción y valorización de las cosas, que la mente interpreta y la palabra presenta.  Formalizamos nuestra capacidad de comprensión y expresión del habla con la aplicación de la normativa establecida por la gramática, la fonética  y la ortografía de la lengua española.  La labor lexicográfica y fraseológica para los que nos ocupamos del estudio y el cultivo de las letras se ha cifrado en la confección de diccionarios y gramáticas, dando cuenta de su contenido y su formalización, como lo ha hecho al recopilar:

  • El caudal léxico de nuestro vocabulario, en el Diccionario del español dominicano.
  • Las expresiones idioléxicas, en el Diccionario fraseológico del español dominicano.
  • El caudal de nuestros símbolos, en el Diccionario de símbolos.
  • La onda espiritual de nuestras voces, en el Diccionario de mística.
  • El conjunto de nuestras paremias, en el Diccionario de refranes.
  • “Y esta obra que he titulado Perfil del español dominicano, con los atributos del habla criolla en este rincón antillano de nuestra América”.

Concluye Rosario Candelier su obra afirmando que a los académicos de nuestra lengua nos corresponde estimular el conocimiento de nuestro idioma y la valoración del español dominicano. Afirma que la ADL tiene una doble función: el estudio de la lengua y el cultivo de las letras mediante acciones concretas a favor de la comunidad, como coloquios, talleres, conferencia, edición de libros, respuestas a consultas, publicaciones de artículos de prensa, encuentros con docentes , entre otras tareas (p. 613): “Aunque el habla dominicana comenzó a gestarse desde el día en que los castellanos poblaron esta tierra, no fue sino a partir del siglo XVIII cuando el español dominicano tuvo la etapa precursora de su propio perfil. La obra del padre Antonio Sánchez Valverde, Idea del valor de la Isla Española, de 1785, es el primer texto donde aparece el vocablo dominicano, que es un anticipo de esa peculiaridad del español dominicano” (p. 55).  “La lengua se nos confirió al nacer, como se nos dio el aire y la cultura en la comunidad donde crecimos y nos criamos. Pero su posición y su dominio dependen del peculiar esfuerzo que hagamos para instalarnos real y vitalmente en sus fueros lingüísticos como lo logran los buenos cultores del idioma” (BRC).  El propósito se ha cumplido. Recordemos su tesis: Con la creación de una genuina expresión propia del español dominicano, con sus atributos o rasgos peculiares de su habla criolla, se consolida en el siglo XX el perfil de nuestra habla: Perfil del español dominicano, de Bruno Rosario Candelier.

Para terminar, leamos estos hermosos testimonios recogidos por el autor en esta obra: Uno es de María José Rincón, de la cual dice Rosario Candelier que  “es una poeta de la lengua”, no porque ella escribe versos, sino porque mediante el estudio de la lengua, en sus trabajos lexicográficos, sus ponencias y charlas, y en todo lo que ella escribe sobre nuestra lengua, hace poesía: “Y uso la palabra “poesía” en el sentido que la usaban los antiguos griegos. Para esos antiguos pensadores y estetas la palabra “poesía” significa “creación”: creación idiomática, creación de la palabra, creación de imágenes y conceptos”. Testimonia María José Rincón: Inés Aispún me preguntó en una entrevista cuál era para mí la palabra más hermosa del español dominicano. Nunca me lo había planteado, pero no lo dudé ni un instante. Tumbarrocío, le respondí. Se trata de un precioso sustantivo compuesto con el que se designa a un pequeño pajarito que vuela en nuestros campos y que, al posarse, hace caer gotas de rocío de las hojas (p. 298).

De Tomás Morel, dice Rosario que el poeta “expresa el rostro auténtico del pueblo rústico, el aliento soterrado del alma campesina, la mansa quietud del típico ambiente aldeano, con las voces de su entorno, como la casita de cana o el rancho viejo; y que asume los sentimientos de la gente del pueblo en trazos que condensan jalones de nuestra historia nacional” (p. 512):

 

Hoy he vuelto al lugar.

¡Todo ha cambiado!

¡La casita de cana,

la trilla sensitiva y soleada,

el rancho viejo, la sabana tonta

y la grimosa soledad del monte.

¡Todo ha cambiado y solo el camino

me hizo una mueca que creí cansancio…

Lo demás… lo de siempre:

¡Los viejos que se mueren en la ausencia!

 

(Bruno Rosario Candelier, Perfil del español dominicano, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Lengua, 2019).

 

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