El lenguaje del doble género

Por Bruno Rosario Candelier

   Los gramáticos, lingüistas y académicos de la lengua estudian el sistema el propio idioma para mantener la unidad del medio de comunicación y fomentar su mejor comprensión y su aplicación y, en tal virtud, refrendan el uso del buen decir, defienden la normativa gramatical y alertan a los hablantes sobre los usos contrarios a la pauta inherente a la forma establecida de la expresión. Del empleo avalado por los hablantes competentes especialistas del lenguaje infieren la normativa gramatical. Consecuentes con dicho principio, advierten la inadecuación del lenguaje de doble género porque contradice una correcta aplicación de la norma gramatical, cuyo uso califican de incorrecto porque deviene una forma redundante, antiestética y antigramatical, como se aprecia en la innecesaria duplicación de “Los y las”, “todos y todas”, etc.

Al invalidar el lenguaje de doble género, los académicos de la lengua y los buenos hablantes parten de la aplicación correcta de la norma gramatical. Advierten que no es el lenguaje el causante de situaciones adversas a la mujer, y señalan que cuando los hablantes duplican la terminación genérica para usar el masculino y el femenino suelen violentar la normativa gramatical. El uso del doble género no hace pro feminista a quien lo emplea, ni su aplicación conlleva una valoración de la mujer, sino un atropello a la gramática. Aunque el sistema de nuestra lengua establece una diferencia entre el masculino y el femenino, la norma consigna que el masculino es el género no marcado y el femenino el género marcado, por lo cual el masculino genérico no entraña un uso discriminatorio contra la mujer. Así “Los dominicanos” incluye a los hombres y mujeres de esa condición gentilicia; “los estudiantes” engloba a varones y hembras. Igual ocurre con el participio activo terminado en –ente (presidente, inteligente, indulgente, pariente, aplicables a ambos sexos). Por tanto, es improcedente aplicar la marca femenina en el participio activo de voces terminadas en –ente, pues esa terminación carece de marca de género y, por tanto, es aplicable a hombre y mujer: estudiante, adolescente, cantante, oyente, etc., forma válida para ambos sexos.

Si la pauta gramatical establece que el masculino es el género no marcado, es innecesario, redundante, improcedente, antiestético y mal fundado usar el doble género ya que la alusión a los dos sexos es fonéticamente chocante, estéticamente engorroso, semánticamente reiterativo y casi siempre violatorio de la pauta gramatical. Quienes usan en público “los y las”, en su lenguaje coloquial privado no dicen “llevo a mis niños y mis niñas, a la casa de su tío y su tía para que ellos y ellas estén con sus primos y sus primas, y así estemos todos y todas juntos y juntas”.

La RAE reconoce el uso del femenino para los oficios y profesiones desempeñados por mujeres (doctor/doctora, abogado/abogada, peluquero/peluquera); no así para aquellas palabras que designan instancias o categorías, como miembro, que carece de femenino. MIEMBRO implica el concepto de pertenencia a un grupo, una instancia o entidad sin alusión de sexo; por tanto, es aplicable a hombre y mujer, en cuyo caso es invariable, por lo cual es incorrecto decir *miembra, aplicado a una mujer. Cuando se alude a profesiones y oficios, dicho de una mujer, corresponde el femenino (médica, abogada, arquitecta). Diferente es la HETERONIMIA, es decir, palabras propias para cada género, con vocablos de distinta raíz etimológica según el sexo del referente (hombre/mujer, caballo/yegua, yerno/nuera, varón/hembra, padre/madre).

La gramática habla de SUSTANTIVOS COMUNES en cuanto al género. Algunos son masculinos (cuadro, día, árbol) y otros son femeninos (mesa, pared, ventana), pero una expresión como “las manos limpias”, en que la palabra mano es femenina (la mano), su diminutivo sigue siendo femenino (las manitas limpias, no *las manitos limpias). Los sustantivos comunes tienen una misma marca para los dos géneros gramaticales. Por eso son sustantivos comunes, como tiempo, tema, mesa. El género del sustantivo común lo señalan los determinantes y los adjetivos con variación genérica: el/la pianista, el/ la psiquiatra, el/la artista.

Diferente es el caso de los SUSTANTIVOS EPICENOS. Son los que tienen una misma terminación, con un solo género gramatical para referirse a individuos de uno y otro sexo. Por eso hay epicenos masculinos, válidos para los dos sexos, como el personaje, el vástago, el lince (“Esa mujer es un lince”), no *“Esa mujer es una lince”); y epicenos femeninos, válidos para los dos sexos, como la persona, la víctima, la hormiga, aplicable a un hombre o a una mujer (“Juan es una persona sabia”, “María es una persona sabia”). Mientras el sustantivo común admite los dos géneros (el/la pianista), el sustantivo epiceno solo admite un género gramatical, válido para los dos sexos. “Lince” es, por tanto, aplicable a hombre y a mujer. “Ese hombre es un lince”, “Esa mujer es un lince”. El epiceno puede ser masculino o femenino, pero solo uno para ambos sexos: “Juana de Arco es un personaje de la historia” o “Alejando Magno es un personaje de la historia”. El nombre epiceno tiene un solo género gramatical para los dos sexos, mientras que el nombre común admite los dos géneros gramaticales con la misma terminación (bebé, artista, dentista, poeta). La existencia de nombres epicenos masculinos (el personaje, el vástago, el lince) o de epicenos femeninos (la persona, la víctima, la perdiz) no contradice la normativa gramatical.

El uso del doble género suele violentar la normativa gramatical. La concordancia de los epicenos se establece según el género del sustantivo, y no en función del sexo del referente. Así decimos “La víctima, un hombre joven, fue trasladada al hospital” (y no “fue trasladado”, aunque se aplique a hombre), ya que la forma lógica del predicado (“fue trasladada”) ha de adecuarse al género del epiceno, que en el caso de “la víctima” es femenino, y no según el género del referente, que en el caso del ejemplo es masculino. Se ha establecido que el masculino gramatical no solo alude a los individuos de sexo masculino, sino también designa la clase, la categoría o la especie a que aluden por una convención. Así decimos: “El hombre es un animal racional”, aludiendo con la palabra “hombre” a los individuos de ambos sexos. La inclusión atribuida al género gramatical masculino no implica discriminación de sexo, sino una convención cultural, favorecida por la economía lingüística economía expresiva sancionada por el uso y la norma de la lengua. La expresión “Los alumnos”  comprende a varones y hembras. Es innecesario y redundante decir “Los y las alumnos/ alumnas”. Esa manera de hablar, rayana en la ridiculez, va contra la normativa de la concordancia y contra el espíritu de nuestra lengua. Decir “Los y las ciudadanas” contraviene la preceptiva de la concordancia ya que aplica “los” a “ciudadanas” y “las”  a “ciudadanos”, por lo cual, además de antigramatical, es redundante y antiestético, al tiempo que desdice del genio de nuestra lengua, aunque lo usen políticos, maestros, comunicadores y sacerdotes. La incuria en el lenguaje, la vulgaridad expresiva y el uso de voces soeces, señales son de frustración y resentimiento, y su uso, como el del lenguaje del doble género, inficiona el sistema de nuestra lengua aunque se use en nombre de un supuesto avance cultural.

La exaltación de discutibles avances epocales, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, el supuesto ‘orgullo’ de la pajarería, la justificación del aborto, el cuestionamiento de los valores cristianos y el lenguaje del doble género, etc., forman parte de una presunta modernidad que promueven quienes pretenden desarticular el fundamento de una cultura establecida sobre valores morales y espirituales en los que nuestros mayores fundaron sus vidas, su conducta y sus ideales.

 Coloquio sobre el doble género gramatical

Con la participación de académicos, escritores y profesores de letras, la Academia Dominicana de la Lengua efectuó un coloquio sobre “El lenguaje de doble género” para abordar la problemática implicada en esa moda de la expresión verbal.

El uso del lenguaje de doble género, que a menudo incumple la norma gramatical, desatiende la aplicación correcta de la gramática. A esa conclusión arribaron los académicos integrantes del equipo lingüístico de la ADL.

En el coloquio sobre el lenguaje del doble género, Manuel Núñez Asencio llamó la atención ante la tendencia feminista de «chantajear» al interlocutor, cuando algunas usuarias del idioma aplican ciertos usos para evitar la discriminación que, según dicen, refleja el lenguaje. El lingüista calificó esa actitud como «la dictadura del débil». Abogó por el uso de un colectivo que evite la duplicación de formas que aludan ambos sexos mediante una marca lingüística. Recalcó que la labor de las academias consiste en refrendar las formas correctas, consignar el uso ejemplar de los buenos hablantes con los casos que se ajustan a las normas y reglas del idioma.

Al presentar el lenguaje sexista, Núñez Asencio explicó que el feminismo comienza presentando el lenguaje como una ideología y no como un medio de comunicación.  Aclaró que en la lengua existe un masculino genérico, y hay otros términos conjuntos, como el hombre, la humanidad, que mantienen una designación genérica: “Según este enfoque hay sexismo en el lenguaje porque el genérico masculino invisibiliza a la mujer, por lo cual las feministas plantean como mecanismo de justificación eliminar los sujetos masculinos, colocar colectivos alternados, como profesores y profesoras, todos y todas, etc.”, explicó el intelectual, sociógrafo y académico de la lengua.

Consideró el lingüista que el lenguaje del doble género se convierte en un obstáculo para el uso ejemplar de la lengua por la complejidad que implica atender el doble género, ya que entorpece la construcción adecuada, pues esa forma de expresión lleva a confundir el género -que es una categoría gramatical- con el sexo -que es una categoría biológica-. Integrantes del llamado ‘sexo débil’ tratan de imponer su presencia, a costa de la pérdida de la norma gramatical en numerosas expresiones lingüísticas», aseguró, y dijo que el lenguaje no sexista podría complicar el aprendizaje de la lengua.

El escritor alertó al público y advirtió sobre el peligro que implica asumir ideologías y formas disolventes, como la del doble género, pues atentan contra la unidad lingüística y la normativa gramatical. El rol de las academias es velar por mantener y aplicar las cualidades de la lengua. Recalcó que la imposición de cambios en la lengua no resolverá la problemática social inherente, según demostró la Revolución Francesa, cuyos líderes creyeron que eliminando vocablos, como majestad o alteza, se obtendrían las transformaciones sociales que predicó dicha gesta patriótica. Pronto se percataron de que había que realizar reajustes en los renglones estatales y sociales. Al compartir el derecho de la mujer para progresar, subrayó que es inadmisible el pedimento de los movimientos feministas sobre el lenguaje del doble género.

También subrayó que la Real Academia Española no crea la lengua, sino que es la sociedad quien la crea, y las academias se adaptan a la sociedad. En el pasado no había farmacéutica, médica, abogada, médica. Así se hablaba incluso hasta mediados del siglo XX. Insisten en que si los libros dicen que Dios creó al hombre, se diga mejor que Dios creó la especie humana: “Hasta ahora Dios es masculino; pero es probable que las feministas exijan en el porvenir que Dios sea mujer porque se le podrá acusar de sexismo. Cuando se creó la concordancia entre un nombre en masculino y otro en femenino, debió hacerse la concordancia en uno de los dos. El masculino es el género no marcado”, subrayó el escritor, por lo cual representa a los dos géneros.

En su turno, Camelia Michel dijo que el español se halla “bajo ataque”, advirtiendo que observa con preocupación la ofensiva idiomática para establecer la perspectiva de género en el idioma. El empleo de “todos y todas” y expresiones similares en documentos, actos públicos, medios sociales, instituciones oficiales y centros escolares, incurren en vicios que perjudican el sistema de expresión.

La Academia ha tenido que abordar este problema mediante aclaraciones pertinentes para salvaguardar el uso correcto del idioma: “Un ejemplo en este sentido es el opúsculo de los académicos encabezados por Bruno Rosario Candelier, nuestro director”.

Comentó que el uso del doble género invalida el criterio no marcado del masculino, no obstante las explicaciones cimentadas en fundamento lingüístico y la problemática morfosintáctica en el empleo adecuado del idioma, dijo académica.

Camelia Michel comentó que los planteamientos formulados por quienes promueven el “lenguaje no sexista” tienden a lesionar el uso correcto del castellano en aras de dar protagonismo a la mujer, en el supuesto de que el español y sus usuarios la ocultan. “Entonces, “visibilizar” a las féminas es un objetivo que se intenta alcanzar a cualquier precio, así se termine por romper estructuras morfosintácticas y pautas lingüísticas que soportan el andamiaje de nuestro idioma. Es lamentable que las fórmulas del doble género sean realizadas desde entidades que nada tienen que ver con el ámbito académico, ni con las instancias donde se estudia y regula el idioma”, comentó.

En una entrevista publicada por Carmen Junyent, esa lingüista catalana resalta que el uso del doble género ha ridiculizado el feminismo, pues al jugar con la gramática han salido “usos absurdos”, y desde hace unos años han aparecido documentos, disposiciones legales y discursos con el uso de “todos y todas”, “bienvenidos y bienvenidas”, “niños y niñas”, “los y las”, llegando a expresiones caóticas o ridículas. Se preguntó la intelectual española hasta qué punto estos desdoblamientos de los nombres genéricos hacen más visibles a las mujeres o las discriminan, y cómo afectan al lenguaje estos cambios que acaban deformando y violentando la gramática.

En Repensar el género de la lengua, Carmen Junyent recoge las intervenciones y análisis de profesionales durante unas jornadas organizadas por un grupo de estudiosos de la lengua, y subraya que hay que distinguir el concepto de sexo, que es un rasgo biológico, del de género, una categoría gramatical que afecta al sustantivo y determina su concordancia, vocablos que no se pueden confundir por una actitud derivada de una voluntad de dar mayor presencia a la mujer sin considerar el correcto funcionamiento de la lengua. Según la experta catalana hay una forma de visibilizar a la mujer, que es cambiando la sociedad, puesto que el idioma de una comunidad lingüística refleja los cambios que los hablantes ejecutan en la realidad sociocultural.

En el coloquio se abrió turno a preguntas y comentarios de los profesores y técnicos de la Regional 04 de Educación, quienes participaron en la actividad formativa con gran entusiasmo y externaron su disposición a obviar el uso indebido del doble género.

 

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