Presentación de «Lumbre de la mocanidad» de Bruno Rosario Candelier
Por Eduardo García Michel
Confieso que el Dr. Bruno Rosario Candelier me ha sorprendido. Ha expuesto a mi humilde persona, sospecho que en forma deliberada, ante un reto enorme. Me ha pedido, nada más y nada menos, que realizara, en paralelo a los destacados intelectuales Alberto Peña Lebrón y Adriano Miguel Tejada, la presentación de su libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la villa heroica, que ve la luz en este acto, hoy, aquí, en Moca.
El atenuante a favor del Dr. Rosario Candelier, es que lo ha hecho con intenciones constructivas y de buena fe. En cambio yo, sin pensar en las consecuencias, engolosinado con el brillo de las candilejas, le he contestado, con fatuidad, que “para mí es un alto honor compartir la presentación de tu nuevo libro Lumbre de la Mocanidad: el arte literario en la Villa heroica. Lo haré con mucha satisfacción. Lo considero una gran distinción”.
Todo eso lo decía sin calibrar en su real dimensión el lío en que estaba metiéndome. Para el Dr. Bruno Rosario Candelier puede que presentar la obra de un autor le resulte fácil, familiar, luego de tener sobre sus hombros la publicación de más de 60 libros y una vasta participación en cónclaves literarios y lingüísticos. Hasta he visto títulos fascinantes de sus obras, referidos al mundo increíble y todavía no bien comprendido de la física cuántica.
Él está acostumbrado a enredarse entre letras, ordenarlas, domeñarlas, exprimirlas, explicarlas. Y lo hace, tejiendo con elegancia el arte del buen decir, enhebrándolo con un pensamiento en profundidad y el cultivo de la ética, la estética, metafísica y todo aquello que conecta las profundidades del ser con las fuerzas del Universo. Y, en eso, coincide con Azorín, quien decía que todas las cosas llevan un reflejo del alma universal. En mi libro Al amanecer, la niebla, me pregunto si en verdad el Universo tiene alma. Sé, o por lo menos intuyo, que las cosas vibran y sienten, ríen y padecen, pero esconden su sentimiento. En lenguaje coloquial, podría decirse que para el amigo Bruno, fundador y eje de un reconocido movimiento literario conocido como Interiorismo, estos menesteres son algo así como pan comido, no porque fuera fácil enredarse en esa complicada madeja, sino por la experiencia y los conocimientos acumulados y su sensibilidad exquisita, todo lo cual hace el milagro de que en sus manos lo complejo luzca sencillo.
En cambio, para mí, inscrito en el reino de los mortales que vive azorado por lo que ve y contempla, aprendiz de todo, a pesar de los años que ya llevo a cuestas que sí pesan por más que quisiera negarlo, es como si me pidieran escalar no el pico Duarte, que de subir puede subirse, sino el Himalaya en tiempo de ventisca y frío aterrador.
Y es que no se me escapa la dificultad que implica la participación en un acto como este, “contimás” (cuantimás), decíamos cuando muchachos, si se trata de presentar la obra de una figura tan consagrada y respetada como la del Dr. Rosario Candelier: ¡Tamaña responsabilidad!
El libro Lumbre de la Mocanidad es un significativo y monumental aporte de quien se ha convertido en un referente de las letras dominicanas. Al leerlo, el lector habrá de ir dándose cuenta de que Moca tiene una producción literaria insospechada, de enorme calidad y fuerza expresiva, sorprendente.
Concedo que yo mismo me conmoví al descubrirla tan de repente en toda su extensión, citada y analizada en el libro que se pone hoy en circulación. Conocía casos aislados, pero no tenía la visión abarcadora que poseo ahora, pues estuve alejado mucho tiempo del lar nativo y me perdí una parte significativa de esa producción.
Reconozco que me emocioné al deleitarme con algunas de sus hermosas manifestaciones, con la lectura de retazos o segmentos seleccionados por el autor. Y me llené de orgullo al comprobar la calidad y la fuerza de la obra del grupo de escritores citados en el libro. Esta obra redescubre su gran potencial.
Con este libro, el Dr. Rosario Candelier hace una gran contribución al conocimiento de la producción literaria mocana. Al compendiarla, reseñarla, analizarla, surge el deseo de conocer más en profundidad el trabajo de esos autores y el interés de leer sus obras.
Sucede que los libros de los autores reseñados fueron publicados en algún momento; puede que mucha gente, quizás no tanta, los tenga y haya leído, pero, y esto es lo triste, no aparecen en lugares de venta al público, es decir en librerías. Y si aparecieran tampoco se demandarían ni leerían en la medida de lo deseable, lo cual resulta decepcionante sobre todo para los autores, gente de singular talento. Esa es una de las grandes desilusiones. La producción literaria es para un núcleo reservado de interesados, especialistas, soñadores. Algo así como si se perteneciera a una logia, cuyos secretos se guardaran hacia adentro. No es culpa de los autores. Al contrario, es su calvario.
Las librerías (quedan pocas) no admiten cualquier libro, sino aquellos con potencial de venta. Y si lo admiten, ahora añaden o están en proceso de añadir la exigencia a los escritores de presentar factura con valor fiscal, con los inconvenientes que genera el hecho de estar imposibilitados de reflejar gastos, pues son entes físicos, intelectuales, no empresas. Es decir, sin poder reseñar las pérdidas, pues constituyen su vida misma, cuyo resultado es un balance emocional angustiante. Este es un impuesto al saber, a la creatividad, a la cultura, inhibidor de las publicaciones. Y si los libros no se muestran en físico en los escaparates, es imposible medir su potencial. Pero, aunque se mostraran, la gente cada vez lee menos y usa cada vez más las tabletas electrónicas y los artefactos llamados inteligentes, una de cuyas características es anular la inteligencia, la capacidad de introspección, reflexión, razonar y pensar por sí mismo. Este es un enorme rompecabezas para la humanidad en su conjunto, que demanda respuestas y soluciones.
La obra del Dr. Rosario Candelier, Lumbre de la Mocanidad, especie de antología (es mucho más que eso), muestra con contundencia que los autores citados no se encasillan en una escuela o en un solo género. Su producción es diversa y va desde las décimas populares al teatro, ensayo, crítica, narrativa, historia, testimonio, literatura mística o religiosa, quizás siendo la poesía la que ostente predominio numérico.
Así, surgen nombres y se citan y comentan publicaciones de hasta 35 autores mocanos. Son ellos, Juan Antonio Alix, Aída Cartagena Portalatín, Gabriel Morillo, Octavio Guzmán Carretero, Aurora Tavárez Belliard, Manuel Valerio, Julio Jaime Julia, Alberto Peña Lebrón, Basilio Belliard, Artagnán Pérez Méndez, Adriano Miguel Tejada, José Rafael Lantigua, José Rafael Vargas y el propio Bruno Rosario Candelier. Y también, Santiago Estrella Veloz, José Frank Rosario, Sally Rodríguez, Carmen Comprés, Iki Tejada, Pedro Ovalles, Camelia Michel, Eugenio Camacho, Benjamín García, Fari Rosario, Roberto Miguel Escaño, Mariano García, Gerardo Mercedes, Persio Pérez, Juan Santos, Mikenia Vargas, Rocío Santos.
Tres más se destacan en el cultivo del género sagrado, como ocurre con Monseñor Freddy Bretón Martínez, el padre Roberto Miguel Escaño y Luis Quezada. Y uno más, que soy yo, no sabe muy bien la razón de compartir espacio con tantos estelares de la literatura dominicana, salvo que fuere por mi empecinamiento en seguir emborronando cuartillas (desde muy niño se decía que tenía la cabeza más dura que una tapia) y aspirar a que se lean. ¡Qué pretensión!
En adición a estos 35 autores mencionados, puede que existan otros que en una revisión pudieran ser incorporados, así como algunos más, descendientes de mocanos, con elevada calidad en sus escritos, que bien pudieran ser integrados a este grupo si el Dr. Bruno Rosario Candelier lo considerara apropiado.
Leyendo la obra Lumbre de la Mocanidad surge con claridad una explicación de la riqueza cultural que alberga el pueblo de Moca. No es asunto de ahora; se remonta de lejos.
Bien lo refleja el Dr. Rosario Candelier cuando cita la visita a Moca, en el año 1881, del presidente Fernando Arturo de Meriño, acompañado de su secretario, Emilio Prudhomme, y las palabras de éste último al expresar que “allí encontramos sociedades literarias, biblioteca pública y gran entusiasmo por el progreso intelectual”. Y eso que se trataba apenas de una aldea, con muy pocos habitantes.
Esa tradición se ha mantenido hasta nuestros días. Dice Rosario Candelier que “Moca ha expresado a través de las letras una vocación creadora insoslayable. Los mocanos han cantado efusivamente lo que emanaba del fondo entrañable de su sensibilidad y han escrito páginas memorables con la sustancia emotiva de las pasiones al influjo de los ideales y las aspiraciones de la colectividad”.
¿Cuál es la explicación de ese comportamiento? Tiene que haber habido un sustrato educativo superior que llevara a sus gentes a hacer uso del instrumento literario con tan inusual fervor, de la misma manera, según se relata, que en esta villa hubo muchas familias que poseían piano, con cola y sin cola, y cultivaban el uso habilidoso y consagrado de diversos instrumentos musicales.
Siempre he pensado que el hecho de poseer medios propios de existencia, aun fueren precarios, daba autonomía y sentido de iniciativa a los habitantes de esta villa. Eso los dotaba de independencia hacia el poder establecido. Y alentaba la auto estima ciudadana. De ahí deriva el amor a las libertades, expresado en la participación en acontecimientos históricos fundamentales, que han conferido a Moca y revalidado el título de Villa Heroica. Y de ahí también es probable que proceda ese amor por el cultivo de las artes, letras y literatura. Y es que no hay nada que aliente más las aspiraciones de libertad y superación de un pueblo, que el tejer de los sueños, modelando y exprimiendo la música que poseen las letras cuando se las esculpe con el cincel de los sentimientos.
Bruno no se contenta con poner en evidencia esa riqueza literaria y pregonarla a los cuatro vientos. No. Va mucho más allá. Ejerce con rigor la crítica, señalando virtudes, aciertos, sugiriendo senderos a explorar, como buen maestro que alumbra el camino del porvenir.
No se trata únicamente del bisturí de un filólogo, sino de la capacidad analítica elevada a una dimensión sublime y amorosa.
Al final de la obra hay un intercambio epistolar entre el Dr. Rosario Candelier y Luis Quezada. Algo aleccionador, que llenó de gozo mi espíritu.
Al referirse al libro titulado Los tres rostros del Apocalipsis, el Dr. Rosario Candelier dice que “Luis Quezada Pérez ha dedicado tiempo, reflexión e intuición para interpretar el sentido mesiánico del texto apocalíptico de la Biblia en una obra que lo consagrará como un teólogo de alto vuelo y un pensador religioso en los estudios y exégesis del pensamiento bíblico en la República Dominicana”.
La humildad de Luis Quezada es proverbial, incluso mayor que su exuberante inteligencia. Por eso, de inmediato escribió al Dr. Rosario Candelier, lo siguiente: “Si fuéramos a poner las cosas en su justo lugar, no me considero ni un exégeta bíblico profesional ni un teólogo bíblico de recia formación académica”. Y agrega: “Te ruego que matices estas afirmaciones, pues me parecen exageradas, cargadas, eso sí, de un gran aprecio hacia mi persona”.
El Dr. Rosario Candelier martilla de nuevo, pienso yo que gozando en su interior con el reto que estaba lanzándole a Luis, penetrando su coraza de humildad, y le reitera que: “Puedes estar seguro de que, Dios mediante, procuraré ponderar tu grandiosa obra, por el contenido que en sí es relevante y por el valor del autor, que no es cualquier cosa. Eres un exégeta bíblico y un teólogo que esclarece, con tu singular pedagogía pastoral, importantes facetas de la Biblia, sobre la doctrina de nuestra Iglesia Católica y la fe que compartimos”. Y agrega: “Sin duda algo mejor tenía pautado para ti el Ordenador de lo viviente que no te fue posible ir al Bíblico de Roma. Lo que haces por nuestro pueblo vale ante Dios mucho más que un título europeo”.
En fin, una travesura del autor del libro que hoy se pone en circulación, recreada quizás con la finalidad de despertar en uno de los talentos que ha dado este pueblo, la necesidad de que termine de eclosionar, de emerger, vertiendo todo su saber a favor de la comunidad.
También así me sorprendió el Dr. Bruno Rosario Candelier. Lo que si tengo muy claro es que estamos ante una obra clarificadora, exquisita, de brazo largo divulgativo, amena, útil a la comunidad, vibrante, aferrada a las fuerzas que emanan del terruño, lúcida, de gran calidad, que viene a cumplir un cometido y llenar un vacío.
Maestro Bruno Rosario Candelier, gracias por su gran aporte y por la confianza depositada en mí.
Moca, Teatro Don Bosco, 30 de agosto de 2018.
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