Testimonio de mi creación poética

Por José Rafael Lantigua

Gracias a ustedes por estar aquí y gracias a Bruno Rosario Candelier por concederme el honor de invitarme a este programa que inicia la ADL. Y gracias también al maestro León David por sus palabras sobre mi obra. En fin, agradecerles todo lo que han dicho, me han emocionado mucho y sorprendido. He descubierto cosas en poesía que no las conocía y yo creo que le debe suceder a todo el que intenta ser poeta.

Bruno Rosario Candelier, lo he dicho en muchos escenarios, ha sido para mí un maestro durante mucho tiempo. Bruno recuerda mejor que yo la historia con Trujillo cuando el jefe, según dice Bruno, puso sus manos sobre mi cabeza. Una vez le pregunté a mi mamá y me dijo que lo que decía Bruno era verdad. Él lo ha contado otras veces: yo era el monaguillo más pequeño y él era el monaguillo mayor, y fue en el 1957, cuando Moca ya había construido su gran templo católico, que es el más hermoso de la República y no lo digo porque seamos mocanos. Vayan a conocerlo, porque no hay otro más hermoso y tiene una particularidad, que fue construido por los feligreses y por las personas pudientes de nuestro pueblo. Trujillo no puso un centavo, y cuentan que él, al ver que la construcción de la iglesia estaba concluyendo, se apareció a través del gobernador con un cheque de cincuenta mil pesos de contribución, y no sabemos hoy el costo real de ese patrimonio cultural del país, pero su costo final en el 1956 cuando se inauguró fue de seiscientos mil pesos. Hoy ese costo es de muchos millones de pesos.

Pues Trujillo mediante el gobernador dio esos cincuenta mil pesos y tomaron fotos y lo publicaron. Después envió a alguien detrás del gobernador para que recogiera el cheque de los cincuenta mil pesos, porque Trujillo nunca quedó satisfecho de que en verdad él no puso un centavo.

Los que vayan algún día al templo de Moca, verán unas lágrimas a su alrededor, casi imperceptibles. Uno se da cuenta cuando se queda observando y se dice que eso fue el cura mexicano, el padre Antonio Flores, que dirigió e ideó el proyecto, porque el arquitecto fue don Humberto Soto Castillo, a quien Moca no le ha hecho una calle todavía. Él fue el que diseñó el Santuario Nacional del Corazón de Jesús, que así se llama. Fue él mismo que construyó la iglesia Don Bosco, que si ustedes verán tiene unos vitrales parecidos. El padre Flores primero construyó la iglesia Don Bosco aquí en la capital.y luego la de Moca. Si ustedes entran ahí se darán cuenta de la similitud que tiene el altar y los vitrales con la iglesia de Moca. Él construyó la capilla del Palacio Nacional, que históricamente se llama Capilla San Rafael, en honor a Rafael Leónidas Trujillo. En verdad esas son las tres construcciones que conozco de Humberto Soto Castillo. Entonces, Trujillo no fue a la inauguración porque se descubrió conspiración, la famosa conspiración de los Cabrera y los Balcácer, y Trujillo no fue. Yo recuerdo que había un ruido estrepitoso de aviones. Tenía siete años y por eso no recuerdo los detalles. Yo sé que pasaron muchos aviones, supongo que eran P51 en esa época, los aviones que volaban, que formaban el escuadrón de caza, y Trujillo va un año después, que es cuando sucede lo que dice Bruno y que digo que él recuerda mejor que yo. Una vez le pregunté a mamá y me dijo: “Sí, fue así, tanto que yo votaba la gente de mi casa, porque venían todos a ponerte la mano porque Trujillo te había puesto la mano en la cabeza”. Algo insólito.

Cuando Bruno, lo recuerdo perfectamente, llegó a Moca luego de sus estudios en España donde hizo su doctorado en Filología, fue a mi casa y me encontró como siempre: escuchaba música y leía en mi casa, sentado en una mecedora, y me dijo: “Vamos a hacer muchas cosas aquí. Vamos a levantar el ambiente cultural de Moca”,  y realmente así fue. Bruno lideró el movimiento literario y cultural de Moca, que tuvo resonancia nacional con los famosos coloquios de Moca y prácticamente todas las grandes figuras de la literatura dominicana de ese tiempo pasaron por Moca a participar en esos importantes coloquios en el Ateneo de Moca, que Adriano Miguel Tejada y Bruno fundaran en 1969 junto a otros. Fue una época clave y que sin él saberlo influyó de alguna manera en mí para las acciones culturales que luego me tocaría comandar en distintos escenarios nacionales.

Realmente mi poesía nace cuando yo estoy entre tercero y cuarto de bachillerato; por eso mi primer libro fue el libro sobre Domingo Moreno Jimenes en el 1976, porque fue justo en el bachillerato cuando formaron un grupo literario que se llamó La Roca. Era un grupo bueno, que nos gustaba la poesía y la publicábamos en unos murales del liceo Domingo Faustino Sarmiento, donde nos educamos. Aquello se hizo y nos llamaban de pueblos, hasta a campos fuimos, a Santiago, la Vega. De todos los del grupo realmente hay tres: el líder era Ciprián Hernández, ya fallecido. Nos llevaba varios años y hacía mucha poesía.

Me dio mucho dolor cuando un día le pregunté que hiciste con tus poemas, y él, que ya comenzaba a perder condiciones, me dice que no recuerda de lo que le hablaba. Yo le mencionaba algunos trozos de sus poemas y él decía que no eran suyos.  Yo recuerdo que él escribió un poema muy bonito que después se transformó tanto, porque lo grabó tipo merengue el grupo Quisqueya, cuando estaba emergiendo con mucha fama. Ese y otros poemas fueron musicalizados, pero fue duro saber que aquel gran amigo no llegó nunca a publicar libros y era en ese momento el que mejor formación tenía.

Otro que yo creo que era uno de los poetas máximos del grupo, poco conocido en mi país,  es José Frank Rosario, que luego sería uno de los miembros fundadores del Movimiento Interiorista del Ateneo Insular, que creara Bruno. Creo que Frank Rosario es el poeta mayor de nuestro grupo.

El grupo literario “La Roca” fue muy activo y recuerdo que una vez Juan Aulio Ortiz vino un día a Moca con algunos más, averiguó mi dirección y fue a mi casa y vino protestando porque teníamos un grupo con el mismo nombre que el de nosotros, pero nosotros fuimos primeros. Pues nunca le quitamos el nombre de “La Roca”. Hay uno en Santiago y en Moca.

Al cabo del tiempo yo seguí escribiendo aquí y decidí publicar estos poemas en mi primer libro Sobre un tiempo de esperanzas, que quizás hoy sea el que menos se conoce. A veces algunos poetas con el paso del tiempo quieren abjurar de sus primeras poesías, yo no. Yo entiendo o comprendo que esas primeras poesías quizás eran todavía poemas no tan sólidos; sin embargo, las veces que he leído esos poemarios, es quizás de todos el que más me conmueve, porque ahí comienza a estar presente o estará luego en los otros libros. Bruno Rosario Candelier ha sido muy preciso en su valoración. Me ha gustado lo que ha dicho porque la poesía mía es la memoria biográfica, la memoria íntima, pero también la biografía de otros de la que he sido testigo en mi memoria. La historia que mucha gente no se da cuenta que habla de la historia dominicana.

Tanto León David como Bruno Rosario Candelier han descubierto el sentido de mi creación, pues que a medida que ellos iban hablando yo iba pensando que están en la línea. Son muy correctos y tienen una visión formidable para descubrir esos elementos.

Este libro de 1966, justo después de la Revolución del 65, que fue cuando fundamos el grupo “La Roca”, esos libros todavía de un muchacho de 16 a los 18 años; cuando yo vengo a la capital concluyo este libro y no había recursos para publicarlo hasta que en 1985 puedo hacer una publicación con mis propios recursos.

De ese libro quiero leer un poema que corresponde a la etapa en que estoy en la capital, por eso son 1966-1976, porque quizás sea uno de los poemas mejor construidos de esa etapa. Se llama “Tierra”:

 

Aún creces,

en medio de tus lunas

vas creciendo.

Que lo diga la noche,

que te va pariendo,

desde Génova hasta hoy,

creciendo.

En barcazas navegando,

en corpiña una silueta,

mientras el mar presiento.

 

¿A qué viendo se sorteó tu estela?

El sino de tu luz

no solo es solo acaso

el fúlgido destello de tu muerte,

o empero es tu luz

el brevísimo escarceode tu bronca suerte.

 

Aún en medio de este desconsuelo

no me extraño,

noto que te agigantas,

que vibras en tuenormidad mitológica

grande, grande, grande

en medio de tu pequeñez,creciendo.

 

Te esperará el sol de los milenios,

al estío,

o acaso achicas tu faz mineral

y además pluvial,

y por demás vegetal

para dar tiempo

al sordo ronquido del futuro.

Encima de esto no me asusto.

Me permito ver que creces.

Te tornas blanca, mortecina,

o agreste, pero creces.

 

Que lo diga la tarde,

que te está sintiendo.

 

 Espiga vibrante en la llanura hirviente,

sol de huecos intactos que dan pie

a la cólera suprema,

bastardo orín turbio del gentío

y en la latitud de la quebrada,

la urdimbre celosa de la historia,

traicionera maestra de tus trenzas,

de tus garras,

de tus órdenes amarillas,

por sobre las tapias de observantes miradas,

el estrepitoso surgir de los flamboyanes,

el veneno y la mordazaen la planta del verso

y por sobre la casaca de tu experta cresta

te veo creciendo, creciendo, creciendo.

 

No sé por qué,

pero presiento que la mañana

calla tu gigante privilegio.

No sé por qué,

pero presumo que ahora

estás más cerca de tu cielo,

que la adorada cúspide

se siente ya el tao

de tu huraña presencia,

el hedor de tus cósmicas

y el pudor de tu semen

loco y ciego.

 

Más allá de tus selvas y tus noches,

de los dinteles de tu gloria,

de tu agrícola presencia

siento el palpitar de tu amazónicopecho.

Siento,

veo,

palpo

y quiero

tu planetario crecimiento…

 

Luego de yo haber escrito el libro Sobre un tiempo de esperanzas, pasarían casi 25 años para publicar el siguiente, porque después me di cuenta de que este libro está muy influenciado (quien lo lea tranquilamente se dará cuenta de eso). Las lecturas poéticas mías de entonces eran indudablemente limitadas: Pedro Mir, Manuel del Cabral y Domingo Moreno Jimenes. Quizás haya otro, pero yo descubro esos tres de manera gravitante en todos los poemas de Sobre un tiempo de esperanzas.

Yo decidí entonces leer poesía, me pasé mucho tiempo leyendo y sigo leyendo poesía. Casi todas las noches, aunque esté leyendo una novela o un ensayo, por lo menos leo un par de poemas. Es parte ya de mí trajinar vital como lector y creo que ella me permitió crecer y tener otra visión del poeta, que no era la de aquella juventud.

En Los júbilos íntimos, que toca mucho esas fibras que Bruno Rosario Candelier y León David han tocado magistralmente: la memoria del hogar, la memoria íntima, la memoria biográfica, el pueblo mío que siempre está presente en mis poemas. Yo voy a leer de este libro “La partida”, que describe de alguna manera el momento en que yo parto de mi pueblo.  A los 22 años me voy de Moca, estudiaba en la PUCMM, en Santiago, y le digo: “Mamá, si me gradúo en la PUCMM, me quedo en Moca y yo no quiero ser como Bruno, que se quedó allá; yo quiero irme para la capital. Yo quiero abrir caminos en la capital”.  Una tía me alojó y ya hace 45 años de eso y entonces escribí esos poemas.

José Mármol me dijo que él andaba siempre con una libreta en su carro, porque le venía un verso o una palabra y lo anotaba para luego escribir un poema. Yo nunca hago eso, me puede surgir en la memoria y la sostengo en la memoria y lo puedo escribir incluso años después, como ese poema, que lo escribí muchos años después de haber partido de mi pueblo. Quizás los que me conocen desde antes o desde hace mucho, como Bruno, podrán recordar algunos aspectos, si leen el poema, de lo que es rememorar el lugar, de lo que es la luz mortecina, que entonces alumbraba muy superficialmente la ciudad que se levantaba, el templo, ese pino que ondea tras una brisa ligera, unos pinos hermosísimos que había en la entrada de Moca, donde estaba la granja agrícola de los salesianos.

   Hay tantas cosas, por ejemplo, cuando hablo de que “Una torre de iglesia saluda mi paso y una tijera ciega, mi andadura de hierva”. Mi mamá era costurara. Y ese conductor que “acelera su habladuría infecta” era un enllave de Bruno Rosario Candelier, y fue quien me trasladaba por mucho a tiempo a Moca. Yo duré dos años en que no me acostumbraba a Santo Domingo y me iba los viernes a Moca, aunque no fuera a la universidad y regresaba los lunes temprano y quien me llevaba y traía era Miguel Gómez., un gran amigo de Bruno.

Este es un poema de Los júbilos íntimos. Luego publiqué Territorio de espejos, que creo que también es ya otra poesía diferente. Yo decía que confío mucho en mi memoria para escribir poemas sobre algunos lugares específicos, sobre situaciones específicas que mi memoria conserva y ese libro es producto de un viaje que hice con mi esposa por todo el Norte de España. Mi hijo mayor había hecho su maestría en España y me decía: “Cuando vuelvas a España no dejes de visitar a Santillana del Mar”.

Lo que hago ahí es una descripción de todo lo que pasó allí y al otro día coincidió con mi cumpleaños. Dormimos en un pueblecito donde había bacas, puercos y algunas bodeguitas pequeñas; una cosa que para mía era muy poética. Entonces en ese pueblecito escribí ese poema, porque mi mujer me decía que ella estaba segura de que yo iba a sacar un poema de ese momento por todo lo que habíamos pasado allí.

Luego vinieron dos poemarios en dos años seguidos, 2013 y 1014, que fue el último y este de La fatiga invocada fue publicado en el 2014. De tanto verme leer poesía, mi mujer ya lee también, pero de otros temas; tiene su biblioteca aparte, y un día me preguntó sobre la poesía, cómo era, cómo entenderla. Finalmente en el 2015 publiqué Cuaderno de sombras, edición para amigos poetas.

Gracias a todos.

 

José Rafael Lantigua

Presentación de mi creación poética

Santo Domingo, ADL, 19 de junio de 2018.

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