Fundamentos de la novelística de Manuel Salvador Gautier
Por Bruno Rosario Candelier
A Miguel Collado
Que rescata el tesoro de nuestras letras.
“No dejes que la mediocridad limite tu horizonte, sobreponte a todas las sinrazones a las que te quieran someter, lucha por tu porvenir
y atiende al clamor de la patria, tienes el talento para conseguirlo”.
(M. S. G.)
La fuerza inspiradora de una ficción
El título de esta disertación, “Fundamentos de la creación novelística de Manuel Salvador Gautier”, es un tanto ambicioso y espero aproximarme a la sustancia de sus motivos y obsesiones de manera que nos permitan conocer y apreciar, en su esencia literaria, la obra narrativa de nuestro novelista y académico. Los buenos novelistas, y Gautier lo es, además de una cosmovisión y un fundamento conceptual, tienen especiales apelaciones y determinadas motivaciones para escribir su ficción.
Probablemente la historia de Manuel Salvador Gautier tenga cierto paralelo con la historia de la novelística dominicana. En la historia de las letras dominicanas, la novela aparece en el siglo XIX, lo que significa que desde finales del siglo XV y durante los siglos XVI, XVII, XVIII y la mitad del XIX, centurias en las cuales se publicaron obras en los diferentes géneros literarios, como poesía, cuentos, relatos, teatro y crónica, no hubo novela. La novela aparece a mediados del siglo XIX y el parangón con Gautier lo hago por el hecho de que nuestro novelista comienza a escribir novelas en su edad adulta, habiendo pasado por la juventud y la primera etapa de la adultez; de alguna manera el paralelismo es válido por la aparición tardía de ambos. La razón del retraso en Gautier quizás sea una razón del retraso novelístico en las letras dominicanas o viceversa.
En este estudio sobre la novelística de Manuel Salvador Gautier, no voy a enfocar las historias que narran las novelas de nuestro novelista, sino la razón profunda que lo mueve a escribir historias de ficción. Uso la palabra historia porque todo novelista narra hechos que conforman una o varias historias. Naturalmente, la historia de un novelista no se puede comparar con la de un historiador, porque el novelista escribe una obra de ficción, aun cuando se inspire en una realidad histórica, como lo hace Gautier.
Hay también una estrecha relación entre historia y mito. Todo novelista se vincula de alguna manera con esos dos aspectos de la cultura y la sociedad: con la historia, porque se nutre de la realidad y se alimenta de los hechos del pasado, aún más si se trata de un novelista que recrea la historia como lo ha hecho Gautier; pero al ser novelista y no historiador, el creador de ficciones tiene cierta relación con el mito, por lo que esa dimensión de la cultura antropológica comporta para la literatura.
El mito es una creación de la imaginación contrapuesta a las manifestaciones degradantes de la realidad. El mito comprende lo que la sensibilidad endiosa o idolatra movida por lo que siente; lo que la voluntad magnifica o sueña, movida por lo que desea; y lo que la mente idealiza o mitifica movida por lo que cree. El novelista crea ficciones para escapar de las manifestaciones indeseables de la realidad. Se nutre de la realidad, pero quiere escapar de sus expresiones ingratas, porque su obra se contrapone a las dimensiones nefastas de la realidad. Un personaje del Hamlet de William Shakespeare dice: “Me encerraré en una cáscara de nuez para no soñar horrores”. Es una manera de indicar la aspiración secreta de todo fabulador y novelista. ¿Por qué digo esto? Porque la novela encierra un profundo rechazo a la realidad, sobre todo a la faceta indeseable de la realidad. Ese rechazo a la realidad nefasta es lo que mueve la vocación de ficción del ser humano; por esa razón, en el fondo de todo novelista, hay un creador con vocación de mito, lo que significa que la creación mítica entraña una manera de repudiar el mundo degradado: es una forma de obviar la inclinación perversa de los hombres; una manera de condenar lo que la conciencia repudia; una vía de rectificación del comportamiento desviado de la sociedad y es también un modo de exaltar la dimensión hermosa y agradable del ideal humanizante; todo eso mueve al novelista a crear ficciones para canalizar su misión de fabulador.
Todo lo que se puede decir del mito, en consecuencia, se puede decir también de la función de la novela y de la misión del novelista; por esa razón, al hablar de la obra de Manuel Salvador Gautier, establezco un parangón con el mito por el vínculo semántico con el trasfondo de su operatividad como ficción y de su ejecutoria como novelista, porque Gautier plasma en su novela la esencia de la función mitológica: cuestiona y rechaza las inclinaciones deleznables de la condición humana; repudia y condena las manifestaciones indeseables de la realidad nefasta; reprocha y objeta las actuaciones injustas y discriminatorias de la conducta humana.
Decía George Lukács, en su Teoría de la novela, que todo novelista se opone instintivamente a la vertiente degradada de la sociedad (1). Desde luego, el novelista tiene que conocer la realidad para repudiar o rechazar las manifestaciones nefastas e indignas de esa misma realidad; o al menos tiene que tener una sensibilidad humanizante que lo induzca a rechazar las expresiones negativas de la realidad. En su libro La resurrección de Belcebú, Mario Vargas Llosa sostiene que el novelista crea un mundo imaginario para proponer una realidad ficticia ejemplarizante en la que hay una propuesta que contradice a la realidad que repudia, y es lógico ese rechazo, que se corresponde con la genuina vocación del novelista. Las primeras novelas que conoció la humanidad, las antiguas ficciones griegas, fueron escritas por historiadores que rechazaban la expresión nefasta del mundo social, al tiempo que añadían ficciosas fábulas alternativas a la realidad indeseable.
El novelista es el escritor que, al plasmar una historia de aventuras y pasiones, propone un mundo ficticio alternativo y edificante, al tiempo que desentraña el sentido último de su apelación profunda. Al decir “sentido último de su apelación profunda”, deseo consignar que la creación novelística implica un hondo reclamo que mueve al novelista a escribir. ¿Cuál es la apelación de Manuel Salvador Gautier? ¿Cuál es esa fuerza inspiradora que hay en nuestro narrador? ¿En qué consiste el reclamo profundo que a modo de impulso interior motiva y concita la creación de ficción en Gautier? (2).
En todo novelista, junto a la cosmovisión que refleja la propuesta fictiva de su invención imaginaria, hay un tema con sus variaciones y ese tema se inspira en el sentimiento de rechazo a la manifestación degradante de la realidad. En los genuinos novelistas el tema va siempre vinculado a un sentido ético profundo: un sentido de revocación, de renovación, de rectificación de la sociedad; porque siempre hay aspectos indeseables, indecorosos, indignos, es decir, negativos y perversos de la realidad social que la sensibilidad del novelista rechaza de manera instintiva, rechazo que alienta su ficción y que, de alguna manera, concita la fuerza inspiradora para emprender la exigente labor del novelar.
¿Cuál es, entonces, el fundamento de la creación novelística de Manuel Salvador Gautier? El fundamento de su novelística se finca en una fuerza vital sustentada en un aliento específico o una motivación singular: la fuerza de quien sobrevive a una historia de vejaciones, atropellos e injusticias; la fortaleza de quien atraviesa, sin menguar su dignidad, situaciones humillantes y adversas; la energía de quien supera, mediante la convicción de sus ideales y la potencia de su temperamento, las experiencias indignantes, mezquinas y agobiadoras de la realidad; y es, desde luego, la potencia de quien sabe canalizar, a través de historias apropiadas a la narración ficticia, el ideal que mueve el impulso de su creación. Esas fuerzas están subyacentes en todo lo que escribe Manuel Salvador Gautier, esté o no esté él consciente de esa presencia, de esa fuerza proveniente de su interior profundo, de esa energía que ha hecho posible que nuestro novelista y académico tenga una sólida ejecutoria novelística. El relato en torno a Graciela, que en Serenata representa a Salomé Ureña, novela en la que Gautier se inspira en la vida de nuestra insigne poeta decimonónica, presenta pasajes en los que se puede apreciar uno de los móviles centrales de su vocación de novelista, como el ejemplo ilustrado en el siguiente parlamento:
El barco esperaba en el puerto y debían tomarlo. Tito tenía órdenes de acompañarlos hasta subir a bordo, verlos partir, luego informar.
Su madre no se levantó de la cama para despedirlos.
“Hijo -dijo ella en un aparte que quiso tener con Matías-, no dejes que la mediocridad limite tu horizonte. Sobreponte a todas las sinrazones a las que te quieran someter. Lucha por tu porvenir y atiende el clamor de la Patria. Tienes el talento para conseguirlo”.
Cristian los interrumpió entonces, sin darse cuenta, pero su madre no se alteró.
“¡Nadie, más que tú, puede, hijo! -continuó diciendo-. Yo muero sin Patria y sin amor. ¡Reivindícame!”
Cristian palideció y Matías no supo qué responder.
Cundo oyó las palabras finales.
“Yo te reivindicaré, Graciela”, dijo, acercándose a ella. Le besó la frente, los ojos, la boca. Lloraba. Era otra más de sus promesas explosivas, de sus fantasías.
La acompañante le puso una mano en el brazo. No había familiaridad en el gesto, era sólo un requerimiento de atención.
“Doctor -dijo-, hay que sedarla. Doña Graciela comienza a delirar”.
Cundo le inyectó la medicina que la esposa necesitaba.
“Mañana estará mejor”, dijo.
Se fueron, mirando el perfil de la enferma, inmóvil en la distancia, con la acompañante sentada a su lado, sin sonreír, sin saludar, ignorándolos como si ya ellos no estuvieran ahí (3).
Cosmovisión, formación intelectual y creación novelística
Hay tres dominicanos con una ejecutoria novelística ejemplar: Marcio Veloz Magiolo, Roberto Marcallé Abréu y Manuel Salvador Gautier. La ejecutoria novelística de un narrador comprende un ejercicio escritural sobre una decena de novelas, pues escribir diez novelas supone un trabajo intenso y permanente con una especial dedicación al cultivo de ese género narrativo de largo aliento. Esa consagración centrada en el cultivo de la novela, como lo ha hecho Gautier, refleja la creación de una línea específica, con una cosmovisión singular y una apelación profunda que ha superado una de las deficiencias de la tradición novelística dominicana. Una buena parte de las novelas dominicanas carecen de una cosmovisión. Los grandes novelistas inyectan, a través de sus historias y tramas con la actuación de sus personajes, la sustancia de un pensamiento, es decir, un planteamiento profundo, una reflexión sobre la vida y el Mundo, un contenido trascendente. La presencia de esa dimensión interior en la novela produce ciertos atributos en un creador que, en el caso de Gautier, reflejan temas y motivos de nuestra historia asumidos novelísticamente.
Es importante consignar que Manuel Salvador piensa como novelista, no como poeta, ni como dramaturgo, ya que posee lo que Lukács llamaba el “impulso demoníaco”, es decir, una fuerza poderosa para realizar una creación fundada en el rechazo a discriminaciones, atropellos y sinrazones. Es la fuerza que concita en nuestro creador el sentimiento de rechazo que subyace en el trasfondo de la novela y que canaliza a través de su ficción. Hay una cosmovisión presente en la novelística de Gautier con una particularidad: nuestro novelista aplica en sus ficciones los ejes de la creación novelística, que son los siguientes:
1. El eje del punto de vista y el eje de la perspectiva de la narración. En estos ejes se funda un relato coherente y armonioso. Al confundir ambos ejes narrativos se pierden los narradores mediocres por desconocimiento de lo que significa el punto de vista de un personaje, que es el enfoque narrativo desde la mirada de un ejecutante, que difiere de la perspectiva narrativa de un hecho, que alude a la posición de clase o de referentes conceptuales al narrar una acción.
2. El eje de la narración fictiva, propio de la narrativa de ficción. Aplicar el eje de la narración fictiva entraña saber cuándo se hace ficción, es decir, cuándo se narra un hecho inventado y cuándo se narra un hecho real que responde a una realidad histórica. Este eje distingue al novelista del historiador.
3. El eje de las leyes novelísticas que fundan la narrativa de ficción. La novela se construye sobre la base de ciertas leyes que los novelistas aplican en las creaciones novelísticas y que los buenos novelistas secundan en sus historias de aventuras y pasiones. Todos los géneros literarios tienen leyes propias y los creadores genuinos, aunque no tengan la disciplina intelectual para formalizar teóricamente esas leyes (4), saben aplicarlas instintivamente en virtud de los principios narrativos que han intuido mediante la lectura de novelas y en virtud de una sensibilidad dispuesta para escribir en un determinado género literario, que en el caso de la novela se distingue por su ficción. En este aspecto Gautier ha dado evidencias de que sabe aplicar los ejes de la creación novelística y sabe hacerlo con el acierto que han mostrado los grandes escritores de ficción.
En su etapa de formación intelectual, Gautier se ha inspirado en la lectura de las grandes creaciones del género novelístico, especialmente de las grandes novelas históricas como La Guerra y la Paz de León Tolstoy, El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas o Lo que el viento se llevó de Margaret Mitchell, entre otras obras fundamentales de las letras universales. Entre esas novelas célebres figuran Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, Los Miserables de Víctor Hugo, La montaña mágica de Thomas Mann, El Pobre de Asís de Nikos Kazantzakis, Pedro Páramo de Juan Rulfo, El reino de este mundo de Alejo Carpentier, La región más transparente de Carlos Fuentes, El nombre de la rosa de Umberto Eco, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y La casa verde de Mario Vargas Llosa.
También se ha nutrido nuestro autor en la lectura de las principales novelas dominicanas, como Enriquillo de Manuel de Jesús Galván, La sangre de Tulio M. Cestero, Guanuma de Federico García Godoy, La Mañosa de Juan Bosch, Guazábara de Alfredo Fernández Simó, La vida no tiene nombre de Marcio Veloz Maggiolo, Escalera para Electra de Aída Cartagena Portalatín, Solo cenizas hallarás de Pedro Vergés, Las devastaciones de Carlos Esteban Deive, Goeíza de Manuel Mora Serrano y Lucinda Palmares de Diógenes Valdez.
El conocimiento de las obras fundamentales de la tradición novelística, nacional e internacional, aporta no solo el dominio de técnicas y recursos narrativos, sino el soporte conceptual del tramado operativo de la novelación. En ese sentido, Gautier ha sabido aplicar leyes y principios de la creación novelística en cuya obra se halla la TRÍADA CONCEPTUAL de su escritura, conformada por los siguientes rasgos:
1. El influjo de la supervivencia del pasado en el presente, en cuya virtud se infiere el PRINCIPIO MITOLÓGICO de que, lo que acontece una vez, vuelve a repetirse.
2. El efecto del dique interior de la realidad estética, en cuya virtud se deduce el PRINCIPIO ANTROPOLÓGICO de que, lo que causa angustia o dolor, produce el deseo de escape o sublimación.
3. El impacto del fuero moral de la conciencia cósmica, en cuya virtud se crea el PRINCIPIO COSMOLÓGICO de que, lo que degenera la condición humana, postula la recreación de actitudes alternativas contrapuestas.
En atención a las leyes y principios de la novelación, Manuel Salvador Gautier ha sabido experimentar lo que califico con el apelativo de “la fruición por el pasado”, inclinación mediante la cual podemos conocer y usufructuar el legado histórico en la creación novelística cuyo conocimiento, de parte de nuestro novelista, ignoro si lo tiene de manera consciente ya que se manifiesta en su ficción, como es el de creer en la supervivencia del pasado en el presente, razón por la cual valora la historia y por esa valoración de lo que hicieron nuestros mayores, exalta y pondera el legado cultural, humanístico y espiritual del pasado.
En su creación literaria, Gautier proyecta una visión que da cuenta cabal de lo que está hablando, con la fuerza de la persuasión y la verdad intrínseca de la narración. Como narrador, Gautier crea una realidad estética en la que funda un universo propio, en el que se repliega interiormente para contrarrestar la baja autoestima que sufrió durante una etapa importante de su niñez y primera juventud. Durante muchos años nuestro escritor se debatió entre la indeterminación y el deseo de escribir y temía darse a conocer por esa baja autoestima; pero un buen día se llenó de coraje, potenció su valor y dio con la activación conceptual y emocional para convencerse de que podía lanzarse a escribir sobre aventuras y pasiones con plena fe, con absoluta seguridad y convicción de que lo haría bien, como efectivamente lo ha hecho, para beneficio de nuestra literatura.
Como persona, como ciudadano y como escritor, Manuel Salvador Gautier valora la libertad, el respeto y la dignidad del ser humano, manifestaciones de la cultura social que en algún momento sintió secuestradas de la convivencia humana bajo el régimen de fuerza que conoció en su juventud y que, por contraposición, lo llevaron a la lectura y el cultivo de la ficción. Cuando el ser humano rechaza instintivamente la realidad en que desenvuelve su existencia, automáticamente acude a la ficción, sea a partir de invenciones de la propia fabulación vividas en su intimidad o a partir de ficciones imaginarias plasmadas en una obra artística. Cuando una persona tiene la convicción de que, efectivamente, puede testimoniar su ficción mediante la escritura y que esa ficción puede ser útil a otros, entonces se anima a escribir, como en su momento lo hizo el autor que nos convoca aquí y ahora.
Nuestro novelista acudió a la ficción, primero como lector y después como creador de novelas, para vivir y canalizar, en sede literaria, los valores, los principios y las actitudes que su sensibilidad pondera, exalta y promueve. Para conseguirlo, acude al ánfora del lenguaje que su formación de hablante atesora, estimulado por el ejemplo de los grandes novelistas de nuestra lengua, como el testimonio narrativo del mexicano Agustín Yáñez, en Al filo del agua; del paraguayo Augusto Roa Bastos, en Vigilia del Almirante; y del cubano Alejo Carpentier, en Los pasos perdidos, obras y autores que asumen, desde el talante expresivo de un pueblo, la idiosincrasia de su talante y su cultura. Los dominicanos Alfredo Fernández Simó en Guazábara, Ramón Lacay Polanco en La niebla, Manuel Mora Serrano en Goeíza y Emilia Pereyra en Cóctel con frenesí, ilustran ese ejemplar acierto que capta y expresa, desde el lenguaje del yo profundo, el talante expresivo de un sector social cuya idiosincrasia estudian y recrean en su novelística.
Como creador de historias y aventuras novelescas, Manuel Salvador Gautier se siente interlocutor entre su mundo imaginario y su sociedad, de la que comparte sus vicisitudes, injusticias, angustias y adversidades, que su ficción retoma, contrapone y subvierte. Todo novelista es un vocero de su tiempo, de su pueblo, de su historia: en sus creaciones fictivas da cuenta, no solo de su propia percepción del Mundo, sino de los valores, las actitudes y las motivaciones que pretende inculcar a través de las historias que cuenta. En ese aspecto ningún novelista es insensible, ya que está consciente de lo que quiere, sobre todo, cuando tiene clara conciencia de que busca combatir adversidades, frustraciones y mezquindades que su ficción cuestiona.
En su obra novelística, nuestro narrador canaliza la proyección de sus obsesiones y proyectos que concitaron su inteligencia y su sensibilidad en el seno de la vida hogareña y la realidad social dominicana; por esa razón, el novelista que hay en Gautier, rechaza el ejercicio arbitrario, despótico, autoritario, impositivo e invasivo de otros, sobre todo, si ese ejercicio se ejecuta mediante el uso de la fuerza o la imposición, sea del poder del Estado o de la autoridad familiar. Y propugna por una apertura y transformación. Así lo sienten los narradores que han conocido una autoridad insoportable, razón por la cual prefieren una disciplina inducida mediante la persuasión.
El siguiente pasaje narrativo refleja algunos de los aspectos comentados en este estudio sobre la novelística de Gautier:
El pueblecito de Yabacoa estaba formado por gente buena, sencilla, humilde, simple. Todos los calificativos que se dan a los hombres y mujeres tocados por la pureza de los bienaventurados, y con sus limitaciones. Pobreza, ignorancia, superstición. La adoraban como a una santa. Lo que ella no era. Teresita suspiró. Nunca se sentiría satisfecha con el papel ambiguo que le había tocado en la vida. Poseía un don que provenía sólo de Dios, pero tenía apetencias igual que los demás. Apetencias que ella nunca pudo ni quiso controlar, como hacían los santos. Y este era el resultado. Un refugio, también ambiguo. De amor profano que compartía con Paco Encarnación, y de amor sacro que compartía con las cincuenta familias del pobladito. Fue el término medio que ella al fin aceptó, para no desperdiciar sus facultades, no contradecir su naturaleza, no desafiar a Dios. Atrás quedaron las escenas histéricas con Mamá Vicó y el padre Rogelio, los requerimientos a su santidad, la negación a su humanidad. Yabacoa era su refugio espiritual, donde ella se comunicaba con Dios. Entre aquellos pinares olorosos y aquellos riachuelos que se halagaban y volvían a formar cauce hasta fluir al río, hermoso y voluntarioso. Con la luz del Sol filtrándose entre las ramas y reverberando en el agua. Un acontecer inspirador que resumía el esplendor del Mundo. Una instancia de amor que hería la pupila asombrada y arrancaba de los labios la oración al Creador (5).
Vocación novelística, realidad cultural y ficción
En su novelística, Manuel Salvador Gautier refleja un rechazo a las expresiones de prejuicio, miedo y subestimación, que contrapone a actitudes positivas y progresistas para reorientar la sociedad y, desde luego, encauzar el comportamiento de los seres humanos que conforman el estamento imaginario de su ficción con los rasgos que configuran nuestra mentalidad cultural y nuestra idiosincrasia colectiva. Se trata de la encarnación de miedos, supersticiones y prejuicios que arrastramos del pasado mediante expresiones y gestos que, cuando no tenemos plena conciencia de su presencia, se manifiestan en actitudes y conductas que el novelista intuye y combate sutilmente en su ficción. Gautier sabe contraponer, a la dimensión nefasta de realidad, actitudes progresistas, comportamientos de arrojo y determinación; convicciones profundas que ponderan la armonía, la verdad y el bien, una manera edificante de exaltar valores y principios. Nuestro novelista sabe que hay que superar los moldes cerrados y atrasados de una sociedad prejuiciada o inducida mediante actitudes y expresiones negadoras de la mejor condición humana.
Como narrador de ficciones, Gautier posee una sensibilidad abierta y caudalosa: una imaginación fecunda y creativa; una capacidad de trabajo disciplinada y consciente; una disposición vigorosa para la creación de novelas que reflejen intuiciones y vivencias. Todas esas condiciones han sido determinantes para su éxito como novelista. Esa disciplina intelectual, con un horario diario de trabajo creador, es la disposición permanente que deben tener los escritores. Es una disciplina que debe comenzar por la valoración de la lengua, mediante el estudio y el respeto al propio idioma con el conocimiento del léxico adecuado y la normativa gramatical. Manuel Salvador Gautier tiene dominio de la lengua y aunque usa abusivamente el gerundio, un fallo que tiene que superar, él es de nuestros escritores que tienen un profundo conocimiento de nuestra lengua.
Las diferentes creaciones novelísticas de Manuel Salvador revelan que tiene la capacidad para auscultar la interioridad de sus personajes; para cotejar y canalizar su propia sensibilidad con las ideas y las actitudes de sus criaturas imaginarias; para darle sustancia narrativa a la realización de sus propuestas fictivas y sus proyectos narrativos. En todo novelista hay proyectos especiales con las obsesiones y angustias que mueven su creatividad a escribir novelas o a escribir un tipo específico de ficción, porque se siente concitado por el impulso de creación y una vigorosa energía creativa.
Manuel Salvador Gautier se identifica con la vertiente luminosa y creativa de nuestra cultura, cuyos valores asume y recrea con un sentido de compenetración y de edificación. Por su vocación humanizante y didáctica, también sabe auscultar los móviles ocultos que configuran el comportamiento y la idiosincrasia de nuestro pueblo, con cuyo destino se siente identificado, razón por la cual posee la fuerza interior que le aportan los principios y convicciones plasmados en sus actitudes y propuestas. Como narrador interiorista (6), exalta los valores permanentes de responsabilidad, de servicio, de trabajo honesto, de creatividad; pregona y practica genuinos sentimientos de armonía, respeto y comprensión. Revela una coherencia interna entre su cosmovisión, su creación y su palabra. Expresa los móviles ocultos que configuran el comportamiento de sus criaturas imaginarias. Posee una identificación emocional y espiritual con los valores interiores de la condición humana.
Participa militantemente en las actividades lingüísticas y literarias de la Academia Dominicana de la Lengua y en los encuentros literarios del Ateneo Insular del Movimiento Interiorista y probablemente es el más armonioso, entre otras virtudes que lo distinguen y enaltecen, como el sentimiento de tolerancia y valoración, que él aplica en su vida y canaliza en su obra. Esa manifestación de su personalidad indica que hay una adecuación entre lo que piensa, lo que hace y lo que escribe, aspecto muy importante a la hora de evaluar a un escritor. Esa coherencia interna, intelectual y ética, se manifiesta en su obra novelística y, desde luego, en su concepción intelectual y su cosmovisión literaria, lo que genera una obra armoniosa en virtud de la compenetración intelectual, imaginativa, emocional y espiritual con la verdad, la belleza y el bien.
De la lectura de las novelas de Manuel Salvador Gautier se puede inferir que nuestro novelista tiene la concepción de que la novela ha de ser un vehículo expresivo para canalizar los valores e ideales que informan y sostienen la base cultural, espiritual y educativa de la comunidad que aporta la sustancia narrativa para la ficción.
La cosmovisión intelectual y estética de la obra de Manuel Salvador Gautier, que les comento, aparecen plasmados en diferentes historias, escenas y personajes que asume como narrador para articular sus convicciones novelísticas. Esos aspectos intelectuales, espirituales y estéticos le han permitido hacer un aporte como novelista. A mi juicio, Gautier desentraña lo que ilustran sus personajes, cuyo comportamiento contrapone a la realidad nefasta: funda el sentido de su ficción en la potencia de sus convicciones profundas; alienta el relato de sus historias con un lenguaje apropiado a sus tipos y personajes; aplica técnicas y procedimientos narrativos coherentes con la estructura de los hechos y la trama de su narrativa.
Para concluir, pienso que Manuel Salvador Gautier merece que lo leamos con atención. Nuestro atildado novelista ha escrito varias novelas que testimonian su talento narrativo, que dan fe de ese talante que lo distingue, que plasma esa convicción profunda que tiene como escritor y que lo indujo a optar por la literatura de ficción para canalizar una profunda y hermosa vocación humanizante.
La obra narrativa de Manuel Salvador Gautier confirma que para canalizar la vocación literaria no importa la edad con la que se comienza a escribir, si se tiene la preparación intelectual, si hay la fuerza interior, si se cuenta con una motivación profunda, si se posee el talento y la convicción de que podemos testimoniar, desde nuestra peculiar percepción del Mundo, los valores que iluminan y edifican. En Balance de tres, el narrador formula el siguiente planteamiento, que se condice con lo que he subrayado en este estudio:
Teonil levantó el brazo para alcanzar la luna. Le parecía que tocaba el cuadro que había pintado hacía ya mucho tiempo. Era curioso. La catástrofe había vuelto a ocurrir, la sangre había corrido, su mano había sentido su viscosidad, como entonces; pero, después de varios días, todo se había regenerado y se presentaba, reluciente y fresco, sin pasado. Así lo plasmó ella en su lienzo, en aquel paisaje de cañaverales batidos por el viento, inminencia de locomotoras y sombras de negros en procesión infinita. Así transcurría la vida, entre altos y bajos que debían sortearse sin dejarse doblegar por ellos.
-¡Ah, soy de carne y hueso! -se dijo, rechazando los pensamientos negativos. Reclamaba una decisión. Se sentía completa, después de atender a los heridos durante tandas interminables, en condiciones inhumanas, una labor ardua y lacerante, que no imaginó tan cruda, por más manuales que estudió y redactó, y por más experiencias anteriores, preparatorias para manejar situaciones como estas. Prevaleció su temperamento metódico, disciplinado-. Hay cosas pendientes. Me esperan en mi casa. Angustias se preguntará por qué no estoy a su lado para ayudarla a instalar la casa de modas. Aún tengo tiempo de asistir a los últimos agasajos que le ofrecen a Maritza como Reina del Periodismo y congraciarme de nuevo con mis amigos del semanario.
No importaba nada de eso, lo sabía. Al venir, pensó que conseguiría, finalmente, lo que perseguía, poner a Nilo Gómez a sus pies. Logró otras cosas. En la Sociedad de Auxilio Hospitalario obtuvo las medicinas necesarias para atender a las víctimas, curó a los heridos y se hizo querer del personal del hospital. Era admirada por las señoras del poblado, pero no encontró a Nilo (7).
El aporte de Manuel Salvador lo sintetizo en los siguientes rasgos:
1. Retrata la realidad social a través del comportamiento de sus personajes, hechos y ambientes.
2. Desentraña lo que anhelan sus personajes, cuyas actitudes contrapone a la realidad nefasta.
3. Funda el sentido de su ficción en la potencia de sus convicciones profundas.
4. Alienta el relato de sus historias con un lenguaje apropiado a sus tipos y personajes.
5. Asume y aplica técnicas y procedimientos narrativos en consonancia con la estructura de hechos, ambientes, tramas y escenas.
Los creadores literarios que se valen de la palabra para testimoniar su percepción y su valoración de la realidad son las personas que vienen a la vida con una misión singular para plasmar una visión enaltecedora y hermosa en cuya virtud están llamados a canalizar los valores más profundos que identifican la condición humana, hecho que constituye una manera, fecunda y ejemplar, para transformar nuestra percepción de la realidad y, quizás, nuestra manera de entender y valorar la vida, la realidad y la creación, como lo ha hecho el autor cuya ejecutoria novelística es sustanciosa, edificante y ejemplar.
Bruno Rosario Candelier
Academia Dominicana de la Lengua
Santo Domingo, 14 de enero de 2010.
Notas:
1. Manuel Salvador Gautier (Santo Domingo, 1930) es un destacado novelista dominicano. Ingeniero Arquitecto por la Universidad de Santo Domingo y Doctorado en Arquitectura por la Universidad degli Studi de Roma (Italia). Fue catedrático de la Facultad de Arquitectura de la UASD (1966-1976) y de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, UNPHU (1977-2001). Inicia su carrera literaria en 1964 y en 1995 edita su primera novela. Ese mismo año ingresó al Movimiento Interiorista del Ateneo Insular, entidad cultural dirigida por Bruno Rosario Candelier y en la que coordina, desde 2002, el Círculo Literario “Francisco Javier Ángulo Guridi”. En 2008 es elegido miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua. Por la calidad de su obra literaria ha sido merecedor de los siguientes galardones: Premio Nacional de Novela “Manuel de Jesús Galván” en dos ocasiones: en 1993 por Tetralogía: Tiempo para héroes y en 1995 por Toda la vida; Premio de Novela de la Universidad Central del Este en 2001 por Balance de tres; Premio Concurso de Ensayos “Víctor Hugo” 2002 por la obra La fatalidad no está en un campanario de París; y Segundo Premio, en 2005, en el Concurso de Cuentos “Citta di Viareggio” (Italia), promovido por la Editorial Il Ha publicado: Hacia un Plan Regulador de la Ciudad de Santo Domingo (1962, en colaboración con el Ing. Ramón Báez López-Penha); las novelas Tetralogía: Tiempo para héroes (1993), Toda la vida (1995), Serenata (1999), Balance de tres (2002), el libro de relatos Historias para un buen día (2003) y El asesino de las lluvias en 2006. Ha dictado conferencias sobre temas culturales y literarios y ha publicado numerosos ensayos sobre tópicos similares en revistas nacionales y extranjeras.
2. George Luckács, Teoría de la novela, Barcelona, Paidós, 1975, p. 69.
3. Manuel Salvador Gautier, Serenata, Santo Domingo, Búho, 1998, pp. 123-124.
4. Bruno Rosario Candelier, Tendencias de la novela dominicana, Santiago, PUCMM, 1988, pp. 89ss.
5. En Manuel Salvador Gautier, Tiempos para héroes (Monte Adentro), Santo Domingo, Taller, 1993, p. 111.
6. Como creador afiliado al Interiorismo, Manuel Salvador Gautier ha dado evidencias intelectuales y estéticas que asume y practica, con particular entrega, los fundamentos del ideario espiritual y estético consignado en la propuesta del Movimiento Interiorista que respalda y promueve.
7. En Manuel Salvador Gautier, Balance de tres, pp.161-2. En El asesino de las lluvias (Santo Domingo, Cedibil, 2006, pp. 104-105), de Gautier, leemos: -Bienvenido, poeta -se dirigía a Sergio-. Precisamente hablábamos de un hecho que interesa a intelectuales como usted, inmersos en el quehacer poético: la aventura maravillosa que es profundizar en la obra de Rainer María Rilke.
-Conozco sus Sonetos a Orfeo.
-¡Ah! –exclamó don Baltasar, como si confirmara la apreciación encomiástica que había hecho de Sergio al saludarlo, y continuó explicando el delicado balance que hacía el poeta alemán entre el interior y el exterior del hombre, entre lo permanente y lo transitorio del mundo. Tomó un libro, lo abrió con parsimonia y leyó varias estrofas de las Elegías. Enseguida, procedió a explicar la manera en que Rilke enfrentaba “el fantasma de lo transitorio”, o sea, la limitación inmanente al cosmos, el ciclo de la vida y la muerte, de la aparición y la desaparición de todas las cosas en la naturaleza.
-Para Rilke el exterior, perecedero y fugaz, es el camino hacia el interior, donde el hombre puede unirse a la eternidad en una transmutación angélica.
En lo mejor de la alocución, cuando don Baltasar comenzaba a explorar el misticismo angustiado de Rilke, donde el paso del hombre hacia lo trascendente es un acto terrible para éste por su pequeñez ante la inmensidad del Misterio, un limpiabotas se acercó a Sergio.
-Hay un señor que quiere verlo –le dijo.
-¡Sssch!