Cuestión de matices
La vida nos pone por delante muchas oportunidades para emplear determinadas palabras. Seguro que algún que otro lector ha tenido que echar mano de los sustantivos eficiencia y eficacia, y de sus correspondientes adjetivos, eficiente y eficaz. Lamentablemente es muy probable que con frecuencia similar, o aun mayor, hayan recurrido a sus antónimos ineficiencia, ineficacia, ineficiente o ineficaz. Aunque sus significados son cercanos, ciertos matices los diferencian y es de buenos hablantes preocuparse por usarlos apropiadamente.
La eficiencia se refiere a la capacidad de encontrar los medios que permitan lograr un objetivo. Cuando nos referimos a una persona que demuestra eficiencia, que prueba tener esta capacidad, hablamos de una persona eficiente. Generalmente relacionamos la eficiencia de una persona con un desempeño satisfactorio de su trabajo. Elegimos el sustantivo eficiencia cuando queremos poner el acento en los medios tanto como en el objetivo.
En cambio, nos decantamos por el sustantivo eficacia cuando nos enfocamos en la capacidad de lograr el objetivo por encima de los medios usados para hacerlo. La eficacia puede ser cosa de personas o de cosas por eso el adjetivo eficaz se usa referido a ambas. Las cosas eficaces producen los efectos para los que están destinadas y las personas eficaces logran los objetivos que se proponen.
Dos familias de palabras muy cercanas por sus orígenes latinos, que las hacen parecerse mucho. Los sutiles matices de sus significados le ponen la sal a la lengua y nos ayudan a expresar exactamente lo que queremos y a entender exactamente lo que nos dicen, siempre que sepamos servirnos de ellos.
© 2015, Maria José Rincón.