Otras quinientas
Me encanta la letra q, una aliada esencial para los aficionados a los crucigramas. Tiene personalidad propia: no puede aparecer de forma aislada. En nuestra ortografía siempre forma parte del dígrafo qu que, seguido de las vocales e, i, representa el fonema /k/. ¿Quién no disfruta de un buen queso, de un dulce quesillo o de un apasionado querer?
Los extranjerismos que tienen en su grafía original una q aislada suelen acarrear problemas de adaptación gráfica. Debemos tener en cuenta que estas palabras, una vez adoptadas, deben sustituir su q etimológica para adaptarse a nuestras normas ortográficas. Así se hizo siempre y así debemos seguir haciéndolo.
Vayamos a los ejemplos, que no son muchos pero, no por eso, debemos descuidar su ortografía.
El anglicismo cuásar (del inglés quasar) designa a un pequeño astro de gran luminosidad. El sustantivo cuórum (del latín quorum) designa al ‘número de individuos necesario para que un cuerpo deliberante tome ciertos acuerdos’; el también latinismo execuátur (del latín exequatur) se refiere al ‘reconocimiento en un país de las sentencias dictadas por tribunales de otro Estado’.
Si nos decantamos por mantener las grafías originales debemos considerar estas palabras como extranjerismos y escribirlas, por tanto, sin tilde y en cursiva o, si esto no es posible, entrecomilladas.
También tenemos ejemplos entre los topónimos. Aunque los menores suelen mantener su grafía originaria, la ortografía académica recomienda que, en el caso de los topónimos mayores, se aplique también esta castellanización: escribamos, pues, Irak y Catar cuando nos refiramos a estos dos países que tantas veces protagonizan las noticias, casi siempre para mal. Pero eso son otras quinientas.
© 2015 María José Rincón González