El diccionario del alma dominicana
Por José Rafael Lantigua
Miembro de número de la ADL
Orlando Gil, César Medina, Alfredo Freites y Pablo McKinney son los cuatro columnistas del diarismo dominicano que con mayor frecuencia hacen uso, en sus artículos, de la fraseología del habla dominicana. Lo demuestra la publicación del Diccionario fraseológico del español dominicano y lo confirma el propio director de la Academia Dominicana de la Lengua, Bruno Rosario Candelier. Las frases peculiares del español que hablamos los habitantes de esta media isla han sido utilizadas por escritores, periodistas y hablantes de cualquier estamento social, pero para poder construir el armazón extraordinariamente valioso de este novedoso diccionario sus autores han debido recurrir a los diarios y revistas, y a las producciones literarias, como fuentes directas para localizar las idiolexías del habla criolla, que como bien explica Rosario Candelier, constituyen “una rica veta idiomática de nuestra creatividad lingüística”.
Cuando Orlando Gil escribe en su imprescindible columna diaria en Listín Diario: “Si fueran honestos y soltaran el buche, como se dice, se conociera la verdadera opinión de las partes…”, está aprovechando esa locución del habla criolla para sugerir que se diga la verdad. Si César Medina, en otra columna de obligada lectura, escribe: “Afiló cuchillo para su propia garganta porque perdió de Leonel, que aprovechó la brecha para reelegirse en 2008”, lo que está diciendo con esa locución verbal es que la persona en referencia actuó contra sí misma. Alfredo Freites, por ejemplo, escribe: “…los miembros del Comité Político blanco y regidores santiaguenses dejaron al alcalde Gilberto Serulle más solo que la una”. Pues dejar a alguien “más solo que la una” significa que lo abandonaron en medio de un proceso. En su sabrosa columna, Pablo Mckinney apunta: “El PLD ha llegado a creer que el maco e’peje porque nada”, para explicar que no se puede confundir una cosa con otra por su apariencia. Y así las cosas. Hemos de encontrar muchas locuciones, frases, adagios y giros -que forman los idiolemas o frasemas- en este importante diccionario que acaba de producir la Academia Dominicana de la Lengua, que ha dejado para una segunda edición las paremias, o sea las máximas, proverbios y refranes. Este es el primer diccionario fraseológico dominicano, lo cual es un logro indiscutible de nuestra bibliografía lingüística, sobre todo como comentábamos con algunos escritores que le ha sucedido igual, sirve no solo para consulta, sino que uno lo lee como si se tratase de una obra literaria cualquiera, permitiéndonos de este modo profundizar en el conocimiento de las expresiones fraseológicas que se utilizan en todos los medios sociales y que tienen carácter popular por lo usual que resultan sus menciones en el habla cotidiana.
Hemos puesto los ejemplos de los columnistas citados por ser los que mayores entradas tienen en este diccionario, pero la obra está llena de ejemplos de escritores y periodistas reconocidos y de algunos que ni siquiera sospechan que aquí se colocan sus escritos como ejemplos de uso de la fraseología criolla. Rafael Peralta Romero, que es un escritor reconocido, escribe en una de sus obras lo siguiente: “Jugar con esa gente es ponerte de matojos para que los perros te meen”. Y esa frase que de seguro es común escucharla en su nativa Miches lo que significa es que una persona se ofrece para el escarnio o el abuso. Extraigo esta frase de José Báez Guerrero de su columna en El Día: “Platón, en su peor pifia, quiso legislar sobre poesía…y eso, cualquier monaguillo lo entiende”. Y lo que quiso decirnos el reconocido escritor y periodista es que cualquier persona puede comprender un asunto. Y como esta búsqueda entusiasma –ya lo comprobará el lector que decida asumir la adquisición de esta obra fundamental- me encuentro con esta locución sustantiva de Mario Emilio Pérez (que es habitué de la fraseología dominicana que bien conoce): “Esta mujer uno la mira, y como que se acaba de una vez. Otro más atrevido le gritó: Ave María, pero que chin de mujer”. Esta estampa de Mario Emilio nos muestra con palabras criollas que la mujer era de baja estatura. Ligia Minaya escribe en uno de sus cuentos: “…pero Lucía que ha sido siempre más terca que una mula cimarrona, no quiso escuchar mis reclamos…” Y lo que Ligia quiere decir es que Lucía tenía siempre una actitud obstinada. Claudio Acosta en su columna en Hoy, aludiendo a un conocido caso, escribe: “…vivirá donde se le informó al juez…que lo haría, pero que quiere mantenerse en bajo perfil”. Lo que el destacado columnista quiere dejar sentado es que esa persona de quien habla va a permanecer al margen del figureo y la exhibición. Y la lista de ejemplos es larga. Veo citas de escritores y periodistas de talla como por igual de las nuevas generaciones, tales Juan Bosch, Marcio Veloz Maggiolo, Andrés L. Mateo, Manuel Salvador Gautier, Alfredo Fernández Simó, Manuel Matos Moquete, Adriano Miguel Tejada, Franklin Gutiérrez, Miguel Guerrero, José Ramón López, Tulio Cestero, Joaquín Balaguer, Aristófanes Urbáez, Jacinto Gimbernard, José Miguel Soto Jiménez, Emelda Ramos, Francisco Nolasco Cordero, Xiomarita Pérez, Dinorah Coronado, Manuel Mora Serrano, Ubi Rivas, Roberto Marcallé Abréu, entre otros muchos. Pero, creo que este diccionario es de Orlando Gil que está citado en casi todas sus páginas. Es asombroso el empleo que este reputado columnista hace del habla dominicana en sus artículos diarios, de redacción impecable y de una destreza analítica sorprendente. El Diccionario fraseológico del español dominicano es el producto de largos meses de investigación de una tripleta formidable: Bruno Rosario Candelier, Irene Pérez y Roberto Guzmán, este último un lingüista francomacorisano residenciado en Miami que ha reunido en libro sus artículos publicados en medios digitales, bajo el título De palabra en palabra, que funciona como un diccionario porque como tal ha sido recopilado, y que descubro con sorpresa y agrado ya que no conocía la impronta de este profesional de la UASD con estudios en París y Burdeos. A los tres ha correspondido esta tarea sin igual que me refiere al formidable Diccionario fraseológico documentado del español actual, con locuciones y modismos españoles, de la autoría de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, publicado en 2004.
La gestión de Bruno Rosario Candelier como director de la Academia Dominicana de la Lengua tiene tres puntos luminosos que bastan para su consagración como tal. Primero, introdujo cientos de vocablos del español dominicano y de expresiones de nuestro lenguaje en el Diccionario de la lengua española de la RAE y en el Diccionario de americanismos, una labor sin antecedentes, facilitada sobre todo por la apertura de la Real Academia que decidió, hace algunos lustros, democratizar su dinámica y coproducir sus diccionarios junto a todas las casas que se cobijan bajo el techo de la docta corporación. En la gestión de Bruno el habla dominicana ha sido incorporada, por primera vez, al español universal. Segundo, el Diccionario del español dominicano, cuya investigación y recopilación dirigió María José Rincón y que es una pieza imprescindible en nuestra bibliografía, de uso obligado de todo escritor y lector nuestro. Y en tercer lugar, este Diccionario fraseológico que no tiene parangón en nuestra historia cultural al recoger expresiones que forman parte del “alma dominicana” y que confirman, como anota Bruno, “que el lenguaje es la mejor carta de identidad de nuestra idiosincrasia cultural” y que “la lengua es la cara visible de la cultura de un pueblo”. Debemos festejar este acontecimiento.
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