La realidad sociocultural dominicana en la visión de Federico Henríquez Gratereaux

Por Bruno Rosario Candelier

 

La intelección de lo dominicano constituyó la motivación aglutinante de los intelectuales y los creadores de la Generación del 60, de la que Federico Henríquez Gratereaux es una de las figuras sobresalientes. Filósofo, sociógrafo, ensayista, crítico literario y comunicador, nuestro distinguido académico de la lengua tiene una teoría de la sociedad dominicana, y, con brillantez y vigor, ha hecho enjundiosos aportes a la interpretación de la realidad histórica, social y cultural del pueblo dominicano mediante el acopio y la exégesis de datos sociológicos, antropológicos, políticos, lingüísticos y literarios para explicar lo que somos, lo que nos define como nación y lo que nos distingue como cultura.

Con su intuición y su talento literario, su recia personalidad intelectual y su cultura ecuménica, Federico Henríquez Gratereaux cautiva con su pensamiento y su lenguaje, y es un maestro de la palabra y del buen decir, que usa con finura, elegancia y precisión. Su acrisolada rectitud y su firme posición respecto a asuntos cardinales de nuestra historia nacional, lo han convertido en un orientador lúcido y penetrante sobre diversos temas de interés nacional. Con su claridad intelectual y su claro sentido de edificación social, Henríquez Gratereaux participa en paneles de televisión, escribe artículos para la prensa diaria y publica libros y opúsculos en los que aflora su brillante inteligencia y su caudalosa sensibilidad. Dotado con la gracia de la palabra, la hondura de la intuición y la base de la erudición, ha enriquecido la bibliografía nacional.

   Su libro Un ciclón en una botella (1) contiene estudios y análisis que dan cuenta de sus reflexiones e intuiciones sobre el proceso social, histórico y político de la República Dominicana, el talante cultural que nos caracteriza y el fondo intrahistórico de las circunstancias y comportamientos que pautan una idiosincrasia y unas raíces vitales, orgánicas, funcionales.

La realidad ideal de la escritura compendia, cifra e interpreta lo que aporta la realidad real. Hace bien Henríquez Gratereaux en dar a conocer la obra que por años esperábamos de su pluma. Ojalá el terrorismo verbal de ciertos círculos intelectuales no lo asedie para que él siga realizando el aporte iluminador que su inteligencia privilegiada le permite. Y su vocación de historiador y cientista social lo concitan. Federico Henríquez Gratereaux no es un hombre de partido, y el intelectual independiente que finca su análisis en su propia percepción de la realidad social cuenta con el impulso de su propia convicción. Y la honda motivación de sus principios y valores.

Federico es un hombre auténtico, lúcido, culto, erudito, solidario, con vocación intelectual probada y sobre todo con convicciones profundas. Por esas convicciones ocupa en nuestro tiempo el sitial que en el suyo han ocupado pensadores como Pedro Francisco Bonó, Américo Lugo o Peña Batlle: tiene en sus manos una antorcha, la pone sobre el celemín, como dice el texto bíblico, y proclama lo que percibe para orientar en forma persuasiva, genuina y veraz. Como intelectual honesto ama la verdad, que es la primera virtud del filósofo. No se concibe a un filósofo que no sea amante de la verdad y que no esté dispuesto a luchar por su implantación en la sociedad donde vive. Federico Henríquez Gratereaux lleva en sus entrañas el temple del filósofo cuya mejor virtud es la de ser fiel a la verdad, base de la ciencia y heraldo del bien.

La inspiración para el trabajo intelectual que realiza Federico Henríquez Gratereaux tiene su base en el hecho de que efectivamente se ha enfrentado con los problemas de nuestra historia y de nuestra sociedad. Él tiene las agallas y la sensibilidad para hablar por lo que somos. Lo que necesitamos. Lo que anhelamos. Para ello ha tenido que acudir a los pensadores, historiadores y literatos dominicanos que han asumido la realidad histórica, social e imaginativa de la nación dominicana. Ha estudiado a los Trinitarios, a Eugenio María de Hostos, Emiliano Tejera, José Ramón López, Pedro Francisco Bonó, Américo Lugo, Francisco Moscoso Puello, Manuel Arturo Peña Batlle, Joaquín Balaguer, Juan Bosch, Héctor Incháustegui… Ha abordado el tema de nuestros dictadores, de los políticos liberales, el papel de la Iglesia, el problema haitiano, el pesimismo dominicano y la voluntad de sobrevivencia de la nación dominicana.

Explora en nuestro  pasado histórico, en nuestro lenguaje y en nuestra poesía los factores que explican la forma de ser y de actuar, de sentir y de pensar del pueblo dominicano, que es su preocupación esencial, porque Federico ha demostrado sentir un  verdadero amor por nuestro pueblo, que defiende, que orienta, y que trata de entender para enseñar a la clase dirigente y la clase pensante del país. Él ausculta nuestra historia, la escarba y la curcutea hasta las raíces que dan cuenta de lo que somos. Explora la convivencia entre amos y esclavos, y Federico encuentra y explica que la etapa de la colonia española estaba determinada por el desarrollo del hato, no por las plantaciones como en Haití, y esa realidad prohijó una relación armoniosa entre blancos y negros, impidió el florecimiento del racismo, que fue altamente discriminatorio en otras regiones americanas, y permitió el cruce de blancos y negros para generar la mulatía criolla con las características socioculturales que hoy conocemos y mostramos, y tuvo lugar el proceso de transculturación hispánica (lengua, religión, modos vitales). El mulato criollo se sentía instalado en la tierra (‘blanco de la tierra’), en la lengua, la religión y la cultura y las asume como propias. Federico Henríquez Gratereaux hace ver cómo la forma de producción económica, la plantación en Haití y el hato en Santo Domingo, estableció la diferencia respecto al carácter de la esclavitud, que Bosch llamaba patriarcal.

Hay una frase reveladora de su intuición histórica que usa Federico Henríquez Gratereaux para explicar el comportamiento de una persona y apreciar lo que podemos esperar de la misma en atención a sus actitudes, reacciones y hábitos. La frase es la siguiente: “Nadie puede saltar fuera de su sombra” (2). Y es así. La historia proyecta también su propia sombra, así como sus luces, por lo cual hay que conocerla para saber lo que somos, lo que puede acontecer en función de fuerzas atávicas o corrientes subterráneas que determinan el pensamiento, la mentalidad o la emotividad, sobre todo si continúan presentes los factores que dan cuenta de hechos y fenómenos.

El alto sentido del pasado viene determinado por el impacto de lo que una vez, que tiende a repetirse cuando sus efectos siguen latentes y vigentes en nuestro comportamiento colectivo. Por eso escribió Federico: “He observado que los jóvenes de mi generación, que nacieron dentro de la Era de Trujillo, no tenían la más remota idea de la posibilidad de guerras intestinas. Para ellos eso era cosa del pasado. Los viejos sí tenían en la cabeza la imagen y los problemas del caudillismo. Y pensaban que podríamos volver a esa situación. Ahora mismo los jovencitos que no conocieron a Trujillo no saben de la posibilidad de una tiranía. Los que vivieron el trujillato creen que esa es una posibilidad social siempre al acecho” (3).

Federico Henríquez Gratereaux lamenta que Pedro Henríquez Ureña no haya vivido entre nosotros el tiempo necesario para contribuir a fraguar nuestro pensamiento porque de haber ejercido su magisterio en nuestro país, hubiera sido la fuente básica de nuestra disciplina intelectual. La disciplina intelectual no la dan sólo los datos de la erudición, el ‘saber mucho’, el estar actualizado en las diferentes manifestaciones científicas, humanísticas o artísticas. La disciplina es método, rigor, sujeción a un hábito formativo y a un procedimiento destinado a conocer la verdad. Y sobre todo, a vivir la verdad para sentirla en el espíritu y compartirla con los demás en el medio social que nos corresponde actuar. La disciplina entraña la observación de normas y pautas para ordenar y edificar, para valorar y aprender, para crecer y crear. Con razón afirma Henríquez Gratereaux: “La disciplina del entendimiento, el rigor mental, una vez se posee, sirve para todo, y no sólo para la literatura o la filosofía” (4).

A Federico Henríquez Gratereaux, que es un paradigma intelectual, que es honesto y recto, que es un hombre sabio y generoso, le preocupa, con razón, el papel del intelectual. En varios de los artículos y estudios que componen su valiosa obra comenta el rol del intelectual y la responsabilidad que le concierne en función de sus dotes de comprensión, de valoración y de expresión y de su capacidad para percibir, esclarecer, valorar, criticar y enmendar. Y le duele que a menudo el intelectual no sirva al esclarecimiento de la verdad sino a su distorsión o estrangulamiento. “El descrédito de los escritores en Santo Domingo –dice nuestro distinguido académico- se debe, en gran parte, al hecho de que su palabra no ha estado siempre al servicio de la verdad” (5).

Son muchos los problemas que plantea y afronta Federico Henríquez Gratereaux en sus formidables ensayos sobre la realidad social dominicana. Historia, cultura, religión, literatura, antropología. Todo lo explora para llegar al resultado a que ha llegado este singular hombre de letras (6).

Federico Henríquez Gratereaux es un pensador, un analista social, un estudioso de nuestra realidad histórica, sociográfica y cultural. Va al dato y lo examina, lo pondera y saca las conclusiones pertinentes para que aprendamos a conocernos partiendo de nuestro pasado, de nuestra manera de sentir para valorar lo que somos, lo que nos falta, lo que podemos remediar porque nuestro distinguido escritor y académico piensa y actúa en función del destino dominicano.

 

Notas:

  1. Federico Henríquez Gratereaux, Un ciclón en la botella, Santo Domingo, Alfa y Omega, 1996.
  2. Un ciclón en la botella, p. 128.
  3. Ibídem, p. 195.
  4. Ibídem, p. 62.
  5. Ibídem, p. 67.
  6. Entre los libros publicados por Federico Henríquez Gratereaux, además de valiosos opúsculos y folletos, sobresalen La feria de las ideas (Santo Domingo, Secretaría de Educación, 1985), Disparatario (Santo Domingo, Alfa y Omega, 2002), Pecho y espalda (Santo Domingo, Alfa y Omega, 2003), Un ciclón en una botella (Santo Domingo, 2004).
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