Manifiestos literarios de la República Dominicana
Por José Rafael Lantigua
Los movimientos literarios no siempre parten de premisas conceptuales firmes y, en muchos casos, suelen apartarse —desde la realidad objetiva del quehacer literario— de los elementos de pensamiento que les han servido de indicadores primigenios y de formulación teórica.
Ocurren ambigüedades, incoherencias y discontinuidades, entre lo que expresa una declaración de principios y lo que sostiene la práctica de los miembros de un movimiento literario. El caso dominicano reconfirma esta situación, común en otras latitudes. El Postumismo, por ejemplo, se afianzó y proyectó, a partir —y como proposición fundamental— de la obra de Moreno. El Manifiesto Postumista fue escrito por Andrés Avelino (Moreno despreciaba las normativas), y aunque posee indicadores conceptuales que subyacen en la obra de Moreno Jimenes no sirve de marco teórico referencial ni absoluto para producir un análisis ni literario ni histórico ni ideológico, sobre los alcances y los aportes del Postumismo. De hecho, Moreno no refrendó el manifiesto escrito por Avelino.
Es un caso muy sui generis, pero, de cualquier modo, el Postumismo es la obra de un hombre, de su fundador, y Avelino con su Manifiesto no logra conformar ni proyectar en su adecuada dimensión la realidad literaria objetiva de lo que fue y ha significado el Postumismo como movimiento literario. Moreno hizo con su Postumismo lo que le dio la gana. Desde luego, cuando Avelino escribe: “..no podemos seguir siendo súbditos de una aristocracia intelectual que no nos pertenece…Debemos ser tan sólo aristócratas de nuestra democracia”, retrata y advierte lo que hará Moreno con su poesía, su sentido de libertad, su estrategia distanciada de la “aristocracia” literaria, de esa “democracia” que anuncia una expresión libre de las “surrapas de Verlaine, de Mallarmé, de Tristan, de Laforgue”, que luego, constituirían —junto a otros— soles iluminados y no los “soles apagados que no nos iluminarán” que pregonaba Avelino y que, con toda seguridad, era el pensamiento de Moreno transbordado.
Antes de Moreno fue Vigil Díaz y su Vedrinismo, un pensar literario más personalizado que el de Moreno. Vigil fue un hombre solitario, con un solo acólito, Zacarías Espinal, que ni siquiera publicó libros. Moreno tuvo seguidores fieles, independientemente de la calidad de sus producciones poéticas. Vigil no constituyó un movimiento, y lo que podría calificarse como su “manifiesto”, no es más que un conjunto de citas de varios de sus escritos. Vivió con su “música íntima” y dejó que “derramara su veneno el crótalo y su baba el caracol”. Sus cabriolas verbales estaban advertidas en su pensamiento: “Por lo que toca a la estética del futuro, ésta será amétrica, astringente y wagneriana, por no decir que será la divina armonía del desorden”. Vigil fue un aeda perdido en las exquisiteces de su vivaz imaginación y no dejó elementos suficientes que permitieran considerar sus ideas literarias, si las tuvo, como conformadoras de una escuela, cosa que además él nunca se propuso como tal.
La Poesía Sorprendida y la Generación del 48 no produjeron manifiestos formales. El chileno Alberto Baeza Flores le escribió su proclama a La Poesía Sorprendida (como Avelino se la escribió a Moreno), aunque en el empeño estuvo la mano sapiente de Freddy Gatón Arce (Anotemos que Baeza siempre admiró y defendió a Moreno, lo que no sucedió con el resto de los sorprendidos, algunos de los cuales la emprendieron contra Moreno duramente, negándole reconocimientos y llamándole “poeta mostrenco y consabido”). Empero, el centro de ese manifiesto sin firmas de La Poesía Sorprendida fue adoptado religiosamente por sus integrantes, de modo que todo parece indicar que rubricaron sus sentencias: “Estaremos por una poesía nacional nutrida en la universal, única forma de ser propia…con el mundo misterioso del hombre, universal, solitario e íntimo, creador siempre”. Los sorprendidos estaban abiertamente contra los postumistas. Surgían contra “eso” que Moreno representó: el color local, el arte autóctono, el no-reconocimiento de vocablos poéticos, la perpetuación de la obra por sí misma al margen de certámenes y recitales. La Poesía Sorprendida, sin embargo, reunió al grupo más importante de creadores poéticos de toda nuestra literatura.
La Generación del 48, que sí fue una generación, aunque sus miembros no suscribiesen una filosofía poética común y sus producciones fueran dadas a conocer casi en su totalidad en los decenios posteriores al cuarenta, constituyó un grupo muy fraterno sin haber tampoco producido manifiesto alguno. Su pensamiento literario hay que extraerlo de los editoriales que publicaban en sus publicaciones. Los del 48 son el eslabón perdido entre la fuerza gravitante del postumismo de Moreno y la grandeza proyectiva de los sorprendidos que conforman el grupo mayor de la poesía dominicana, junto con los que fueron llamados Independientes del 40 (Anoto: en medio de todas las generaciones, siempre han existido independientes). Esa generación podríamos compararla con una caminata “por la calle del medio” que produjo una poética de altos vuelos en algunos de sus integrantes —Lupo, Gatón Arce, Villegas, Valera Benítez—, pero que como resumen y mecanismo mediador, si así pueda llamársele, no estructuró una conciencia literaria de sustentación vigorosa a pesar de la variable calidad de sus componentes.
Creo que como movimientos literarios formales sólo pueden considerarse como tales, visto desde sus respectivos ángulos conceptuales, el Postumismo, La Poesía Sorprendida, la Generación del 48 y el Pluralismo. Y si reducimos la cuota, nos quedaríamos con el Postumismo y el Pluralismo, que son los únicos que producen manifiestos literarios; los únicos, además, aparte del inexistente vedrinismo, que tienen cabezas formales y definitivas, que no admitieron nunca otros liderazgos: Moreno Jimenes y Manuel Rueda. El Pluralismo es la impronta de su máximo creador y exponente. No hubo nada más. Son grupos muy similares en su composición y proyección, aunque el manifiesto pluralista fuera presentado en público con gran fanfarria y firmado por personalidades representativas de la poesía, la narrativa y la música. Moreno dejó a Avelino que hiciese su manifiesto. El poeta mayor hizo el suyo que expuso en varios de sus libros, pero especialmente en Evangelio americano (1942) y hasta en aspectos de las Bases del Instituto de la Poesía Osvaldo Bazil, de San Cristóbal (1953). Manuel Rueda produjo una extensa conferencia en la Biblioteca Nacional en la noche del 22 de febrero de 1974 que marcó el punto de partida del Pluralismo, cuya existencia fue efímera. Cada cual tomó su rumbo. Pero, esa conferencia quedó sellada como el más extenso manifiesto de grupo literario alguno en nuestra historia. El Pluralismo, obra de un hombre como el Postumismo que adversaba, es con toda seguridad el movimiento literario dominicano que, a pesar de su carácter tan controversial, posee la mayor solidez teórica y se recubre de la más dinámica y fortalecida sustentación motivacional. Aún cuando surgiese con imperfecciones, que algunos sacan a la luz de cuando en vez con propósitos mezquinos, el Postumismo es nuestra gran escuela literaria. Con Moreno se estaba a favor o en contra, pero nadie podía ignorar su evangelio poético. La Poesía Sorprendida arremetió contra sus postulados estéticos y ensambló un cuadro de principios y de creación formal que, como acción trascendente y vanguardista, repobló de luces y aciertos la poética dominicana.
Los Nuevos, de La Vega, fue un resabio provinciano para buscar tonos agudos a una orquestación vanguardista en ciernes. Sólo Rubén Suro alcanzó nombre. Su hermano Darío se ubicó en la pintura, y el resto se quedó construyendo historias comarcales. El Frente Cultural, La Isla, El Puño, entre otros, constituyeron apenas colectividades literarias unidas al calor de una coyuntura guerrera —en medio o después de la guerra— que más que manifiestos literarios produjeron comunicados políticos, y que más que movimientos literarios formales levantaron un discurso para la guerra, en el marco de un casual abrazo temático y estilístico. Todo, en el furor de una poesía comprometida que, por suerte, dejó como estela luminosa el testimonio valorado y coherente de sólidos oficiantes del verso en una época que exigió de ellos esas luces y esos compromisos, de las que algunos, seamos francos, terminaron abjurando y escondiendo sus poemas de entonces. Sus integrantes son los que conocemos como la Generación del 60, que siempre he dividido en dos: la formada antes del 65, y la que se construyó en medio de la guerra y de la posguerra. Ambos grupos se unen en un espacio temporal y en un propósito común. Un grupo que merece reconocimiento es el de la Metapoesía del psicoanalista Jorge Piña, cuyo manifiesto fue publicado en Biblioteca, el suplemento que dirigíamos entonces en el desaparecido Última Hora. La poesía como metalenguaje. Fue un grupo prácticamente de dos personas: Piña y su esposa la poeta Karina Rieke.
Luego de todos estos grupos y movimientos literarios sólo existe otro importante: la Generación de los 80. No hubo manifiesto alguno. Como casi siempre sucede, las coordenadas de ese grupo fueron diseñadas en sus escritos de prensa por su principal exponente: José Mármol. Como los sorprendidos frente a Moreno, los ochentistas marcaron la raya de Pizarro frente a los sesentistas. “Poética del ser”: un entronque vitalísimo con la filosofía. Los setenta, donde hubo un líder indiscutible, René Rodríguez Soriano, no conformaron generación. Muchos sesentistas escribieron su mejor obra en ese periodo. Tampoco después de los ochenta se han definido generaciones. Sólo voces. El Interiorismo de Bruno Rosario Candelier ha sido el movimiento literario de mayor permanencia y con mayor cantidad de adeptos. Su doctrina poética se encuentra en varios de las decenas de libros publicadas por este grupo, donde fueron a militar miembros de otras promociones literarias de distintas décadas, junto a nuevos. Las promociones, generaciones y movimientos son de especial importancia en cualquier historia literaria, pero la obra es individual, la poesía tiene nombre y apellido. Y sus alturas y descensos no llevan el doctorado de su grupo al final de cada poema. Es sólo un simple dato.
Libros
Manifiestos literarios de la República Dominicana
Andrés L. Mateo
Biblioteca Nacional, 1984. 81 págs.
Contribución al estudio del pensamiento literario dominicano y una referencia para el investigador. (Existe otra edición ampliada de 1997).
Evangelio americano
Domingo Moreno Jimenes
Librería Dominicana, 1942. Sin numeración de págs.
Moreno no escribió manifiestos. El del Postumismo fue escritura de Andrés Avelino. Parte de su pensamiento se encuentra en esta plaquette.
La Poesía Sorprendida. Colección completa 1943-1947
Editora Cultural Dominicana, 1974
Sin numeración de págs.
Reunión de todas las ediciones de la revista que llevaba el nombre del grupo, los poemarios que se publicaron en la misma y los cuatro números de “Entre las soledades”, la revista que le continuó.
La Generación del 48. Dos volúmenes
Lupo Hernández Rueda
CPFeria del Libro, 1998. 923 págs.
La historia y la poesía de los once integrantes de esta generación, publicado a los cincuenta años de formación del grupo estimulado por doña María Ugarte.
Almanaque Dadá
Richard Huelsenbeck
Tecnos, 1992. 132 págs.
El movimiento Dadá, creado en el marco de la Primera Guerra Mundial, buscaba enfrentarse a todo lo establecido. Este almanaque recoge esa revuelta negativa que hoy es solo depósito de museo.
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José Rafael Lantigua-Manifiestos literario de la República Dominicana
Diario Libre 4-1-2020.
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