Crónica del XVI Congreso de Academias de la Lengua Española
Por María José Rincón
Amanece en Madrid y las delegaciones apuran las despedidas. Pocas cosas pesan más que la maleta de un académico tras siete días de congreso. Las árganas van repletas de obras intercambiadas con colegas, de novedades editoriales y de notas con infinidad de ideas. No todos los libros son nuevos, en nuestra maleta de mano, junto con los enseres personales, viaja de vuelta a América una edición facsímil de la la Gramática de la lengua castellana, destinada al uso de los americanos, publicada por Andrés Bello en 1847, que se conserva en la extraordinaria biblioteca de la Real Academia Española.
Esta corporación, que ostenta la presidencia de la Asociación de Academias de la Lengua española, nuestra anfitriona este año. En el salón de actos, en cuyo techo se divisa el lema «Limpia, fija y da esplendor», las palabras de bienvenida de Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, ya confirman, como lo hacía presagiar al apretado programa, que tenemos muchas tareas por delante.
Tres programas simultáneos -académico, cultural y social- ponen a prueba nuestra capacidad de organización y nos hacen creer como nunca que gozamos del don de la ubicuidad. Los tres programas son importantes; los tres tienen relación con nuestra labor como académicos.
El programa social, que suele relegarse como una frivolidad, nos sirve para poner cara y voz a los académicos del mundo. Nuestra lengua y sus académicos son internacionales; estamos repartidos por todo el planeta y, aunque trabajamos en equipo gracias a las nuevas tecnologías, agradecemos las ocasiones en las que podemos estrechar nuestros lazos personales. Desde ese primer brindis en la RAE nuestros anfitriones nos han abierto las puertas de tesoros históricos y culturales de Sevilla y Córdoba y nos han hecho sentir orgullosos por nuestro trabajo en favor de nuestra lengua común. Nos hemos encontrado en la Real Maestranza de Caballería, exquisita y luminosa; en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, abierto y atractivo; en la Plaza de España sevillana, donde el académico José Luis Gómez nos emocionó a todos con la lectura del Cantar de Mío Cid, primera obra literaria conservada en español; en el Palacio de San Telmo, barroco y sevillano; en los Reales Alcázares, iluminados por la luna sevillana, misteriosos, sutiles y sugerentes; y en la Universidad de Sevilla, alojada en la emblemática Fábrica de Tabacos.
El XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española se ha abierto a los hablantes. Con este fin los académicos hemos desarrollado un ambicioso programa cultural que ha servido para mostrar quiénes y cómo somos, qué hacemos y para qué sirve lo que hacemos. La delegación dominicana, formada por Bruno Rosario Candelier, director de la Academia Dominicana de la Lengua, y por dos académicos de número, José Enrique García y quien les habla, ha participado activamente. Hemos presentado la labor lexicográfica de nuestra corporación, la creación literaria de nuestros académicos y nuestras obras de divulgación del buen uso de la lengua española, entre ellas mi libro De la eñe a la zeta, que recopila la columna «Eñe», publicada semanalmente en este periódico. José Enrique García, en su condición de poeta, ha participado con la lectura de sus poemas en la sesión «El turno de la poesía», en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, junto a otros académicos poetas. Bruno Rosario Candelier ha dictado en la sala Santo Tomás del Ayuntamiento de Sevilla la ponencia «Perfil del español dominicano». Los académicos nos hemos acercado también a las aulas universitarias. En la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla, mi alma mater, he impartido la conferencia «Estudio lexicográfico para el conocimiento del español dominicano». Los jóvenes alumnos, la cantera de los filólogos y los lexicógrafos del futuro, tendrán que mantener el aliento de los diccionarios que estamos haciendo hoy. Ha sido emocionante ver prenderse la chispa de la ilusión por el conocimiento en los ojos de los jóvenes. Solo esta experiencia hace que el esfuerzo merezca la pena.
Los congresos de la ASALE están pensados para la puesta en común del trabajo académico realizado, para el seguimiento del trabajo que tenemos en marcha, y, especialmente, para la propuesta de nuevos proyectos académicos. A Sevilla hemos venido a trabajar; y este es el tercer programa, el programa académico, al que solo asistimos los académicos de número y correspondientes de las veintitrés academias de la lengua. Seis sesiones plenarias dedicadas a repasar todos los proyectos panhispánicos en curso. Estamos trabajando en la segunda edición del Diccionario panhispánico de dudas, del Diccionario de americanismos o de la Nueva gramática de la lengua española. Tenemos mucho trabajo realizado y pendiente en tareas tan ilusionantes como el Nuevo diccionario histórico del español, en el que ya se han visto los frutos de la colaboración con la Academia Dominicana de la Lengua. Nos ilusiona el ambicioso y necesario proyecto Lengua Española e Inteligencia Artificial, en el que las academias colaboraremos para enseñar a las máquinas a hablar un buen español.
Hay tres proyectos académicos en los que he metido las manos en la masa en representación de la Academia Dominicana de la Lengua en mi condición de lexicógrafa. Especialmente productiva resultó la reunión técnica de los académicos responsables de la 24.ª edición del Diccionario de la lengua española, ese que cumple ya casi tres siglos y que seguimos consultando en nuestro celular; ese que queremos que honre su tradición mientras se convierte en el diccionario del español del siglo XXI. Simultáneamente estamos trabajando en el Diccionario escolar panhispánico, dirigido a estudiantes hasta los doce años, que comenzará con proyectos regionales, y en el que el área del Caribe tendrá particular protagonismo. Por si esto fuera poco, la Academia Dominicana de la Lengua se integra al grupo de academias que aportarán su propio tesoro lexicográfico a un proyecto de coordinación en línea de los tesoros lexicográficos del español de Canarias y América. Cada uno de estos proyectos combina esfuerzo, preparación y una dosis imprescindible de ilusión por lo que podemos conseguir juntos si nos lo proponemos.
Clausuramos el XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española en Sevilla con la presencia de Felipe VI, rey de España, pero, sobre todo, con la presencia de Miguel de Cervantes, esencial para nuestra lengua; la edición académica de sus obras completas es el homenaje imprescindible al escritor que supo llevar el español hacia el futuro.
Con muchas e intensas horas de trabajo a nuestras espaldas, los congresistas nos despedimos de Sevilla y ponemos rumbo a Córdoba. En su mezquita catedral, donde descansan Luis de Góngora y el inca Garcilaso de la Vega, aprendemos que el tiempo, implacable, va superponiendo nuestros logros a los del pasado, y que los logros del futuro se superpondrán a los nuestros. Córdoba nos ayuda a que la despedida sea el pórtico del trabajo que tenemos por delante. Córdoba, que siempre ha sido sabia, nos recibe con la musicalidad de la guitarra flamenca de Vicente Amigo. Ya era hora de dejar descansar un poco a las palabras.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir