Manuel Matos Moquete
Por Marcio Veloz Maggiolo
El reciente Premio Nacional de Literatura que otorga la Fundación Corripio al Dr. Manuel Matos Moquete, uno de los más sobresalientes académicos dominicanos, constituye un verdadero acierto del jurado de esta notable institución que convoca año por año para un concurso que ha sentado sus decisiones no solo en la obra literaria de un autor, sino también en su carrera académica.
Matos Moquete, miembro notorio de la Academia Dominicana de la Lengua Española, ha sido un novelista que comprendiendo que lo universal puede también ser local, ha proyectado en sus novelas la lucha de los dominicanos contra la tiranía, y en sus clases, una verdadera visión de la realidad cotidiana, del pueblo dominicano.
El autor de es parte de aquellos que han encontrado en el tema nacional y sus episodios, materia prima para desarrollar capítulos donde la imaginación acierta con los inventos de vidas renuentes a la dictadura, ya que la propia cotidianidad lo ha llevado al campo de batalla revelado también en su literatura- Pero Matos Moquete, cubierto por sus aciertos intelectuales con numerosos premios, es de los escritores que consideran su país como la mejor de las fuentes argumentales y que con su obra dan la razón el Premio Nobel egipcio Mahafuz, quien hace tiempo proclamaría que los temas locales son también universales cuando el autor los muestra ampliamente conformes con valores de la misma categoría ética, y estética, con los que han desarrollado los suyos quienes han mostrado que en los localismos de los pueblos subdesarrollados se esconden temáticas que tratadas como puntas de lanza y como critica al sistema corrupto, contribuyen al despertar y a la creación de valores que a veces, de manera tímida, afloran como primicias de una sociedad dormida, la sociedad que ronca, sueña con fantasmas aletargados, que aun cree en las mentiras sociales de las clases más altas, y con ofertas que envueltas en papel celofán, se cubren de un falso brillo dotado de corazón transparente.
A la obra para criticar la sociedad fantasiosa, creedora en el mito del futuro literario de las tiras cómicas, Matos Moquete agrega sus ensayos sociológicos, literato modelado en la línea de Pedro Francisco Bono, ha sido maestro, orador, descriptor de problemas sociales, y ha proyectado sus conocimientos en aulas donde fl orece el pensamiento, aclarando para sus alumnos, lo que ha pregonado como tema de sus novelas, donde apunta la necesidad de un cambio social necesariamente vivo para la juventud que aspira a transformaciones sociales partiendo de la educación familiar, para aterrizar en el concepto de educación que debería primar en una sociedad que sin ser analfabeta, aun no ha aprendido a leer, y ni siquiera conoce a los autores literarios, ni siquiera los libros fundadores de nuestra literatura.
El poeta y novelista ilustre, don Andrés L. Mateo, me dijo cierta vez, con voz de maestro –y no de ceremonias- que los dominicanos no leen a los dominicanos. Pasa lo mismo, y hoy parece que el caso se agrava. Somos un pequeño grupo los que consideramos la lectura aire del alma.
Son validos los esfuerzos del Ministerio de Educación de hacernos flotar en una tabla de salvación llamada “la literatura dominicana”, pero acontece que no todos sabemos nadar, y que necesariamente el analfabeto de ayer, si no tiene que leer, aplique y se mantenga leyendo, puesto que la lectura flota con el impulso de la creciente fuerza de brazos capaces de mover, con instrumental nuevo, los remos de la canoa donde llevamos a puerto las productos de “nuestra” civilización, incluido del civilismo. Termino con frase comercial aunque en vez de ser hombre de los que viven detrás del mostrador, terminamos tras la pluma de palote, el llamado “papel ministro” y luego la máquina de escribir, Underwood, por supuesto, donde por la ausencia de la letra “Ñ”, quedamos impedido de aquella letra que como interjección había volado del pensamiento de la máquina.
Algunas ideas sobre el particular ocurrirán si el Estado sigue preocupándose por el “hombre de la calle”, y como creemos en los libros y en el texto que los define, aun esperaremos los resultados.
No soy un desesperado, y mi fe en el logos se acrecienta como la de los jóvenes escritores que desearían Kafka más completo y un Rulfo que por rubio fuera más charro, con inmortal bigote a lo Pancho Villa, “agudizando las contradicciones”.
Manuel Matos Moquete ha expuesto con su vida y con sus obras, modelos y métodos. Nos alegramos de corazón que haya sido escogido por su obra literaria, ganador. Pero también como meritorio pensador que una vez, como dijera el poeta Miguel Alfonsea era posible que alguien fuera “la voz del fusil” convertida en palabra. Y él lo fue. Pero el dialogo, entre el arco y el fusil, quizás más antiguo que el uso de la flecha y la pólvora, se ha convertido en nueva armadura y la palabra escrita, lo mismo que la expresada oralmente, deben fundirse en acuerdos, para un día ser la misma.
También ese ha sido el modelo del profesor, y hoy académico Manuel Matos Moquete, ganador del Premio Nacional de Literatura.
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