Refranero dominicano

Por Sélvido Candelaria

La lengua, aunque eslabón insustituible en la comunicación de los seres humanos, no deja de tener sus resquicios difíciles que muchas veces dificultan el uso eficaz de ella a un gran segmento de sus usuarios. Y, a quien pueda caberle alguna duda, sólo voy a referirlo a una de las especialidades que la estudian: la semántica, que en su afán de estudiar las estructuras léxicas y los contextos del habla, muchas veces complica el uso de esta herramienta comunicativa a gran cantidad de sus usuarios. Pero la misma lengua, quizás como una forma de autodefensa inconsciente, desarrolla sus propios medios para contrarrestar estas desventajas. Uno de ellos son los refranes, en sentido particular y las paremias en sentido general. Estos comodines lingüísticos han venido a jugar un importantísimo papel en la ética, la didáctica y la filosofía, desde los umbrales de la civilización, conservando aún su vigencia y demostrando su importancia al servir de auxiliares que con gracia, donaire y eficacia hacen llegar los mensajes hasta al menos instruido de los mortales.

Aunque el refrán no se considera como un género literario en sí, es indudable que ha estado ligado a todos y ha sido utilizado por los grandes escritores en todas las épocas, considerándose, inclusive, como un elemento clave en el origen de la poesía en nuestro idioma ya que, en un tiempo remoto,  la alimentaron, la ayudaron a enriquecerse con nuevas formas y aunque estacobró nuevas formas y siguió transmutándose, mientras los refranes seguían con su tradicional estructura,es indudable que ellos dieron origen a la copla, el villancico y la seguidilla y, más tarde, formaron parte de la décima.Por ello, es común que todo refrán conocido, por lo menos en nuestro idioma, sean los versos finales de una copla o el pie forzado de una décima.

Pero, aparte de este gran aporte al desarrollo de la poesía,  según la doctora Inés Ravasini, “el refrán posee un valor cultural, por la carga cultural y folclórica que conlleva; luego, un valor social por los juicios y valores morales que expresa; también un valor lingüístico, por ser frases institucionalizadas con estructuras prefijadas que los hablantes utilizan de manera versátil (y no siempre apropiada) en su discurso; y, finalmente, un valor expresivo, por la capacidad de comunicar un concepto complejo de manera sintética y, a veces, incluso críptica. Considero interesante el desfase que hay entre el significado literal del refrán, que con frecuencia remite a hechos, referentes o costumbres que ya no existen o que simplemente ignoramos, y el uso mecánico que hacemos de él, al percibir su significado metafórico pero no el literal. En este sentido, los refranes nos proporcionan un conocimiento del mundo que puede no corresponder con el actual”(1)De ahí la importancia que debemos conferirle a cualquier tratado que se haga sobre los refranes. Pero si ese estudio produce algo como el volumen que hoy presentamos, quienes nos preocupamos por mantenernos al tanto de la evolución lingüística como parte de nuestro quehacer literario, debemos sentirnos  agradecidos porque se publiquen obras como este Diccionario de refranes que viene a continuar la ingente labor que realiza el director de la Academia Dominicana de la Lengua, en pro de rescatar, actualizar y expandir el estudio del idioma, dentro del marco específico de nuestra comunidad de hablantes, así como su difusión en todo el orbe.

Esta obra, si bien no es la primera de su género en la República Dominicana, trae la novedad de asimilar las características esenciales para facilitar el estudio y comprensión de refranes junto a otras paremias que se utilizan en el habla de los dominicanos, basado en los más actualizados criterios lexicográficos y sustentados por un arduo y documentado proceso investigativo, viniendo a sumarse al Diccionario del español dominicano y al Diccionario fraseológico del español dominicano para aumentar el caudal de fuentes confiables en que puedan abrevar los investigadores y usuarios en general de nuestros recursos comunicacionales.

Como todo diccionario, esta es una obra inconclusa, pues la dialéctica del idioma así lo determina. No obstante, las casi 3000 paremias que conforman este libro, nos presentan un cuadro muy representativo del uso que se les da a estas estructuras en la cotidianidad de nuestro hablar y nos devela muchos significados no necesariamente gramaticales. Por ejemplo, en una de las entradas que se acogen bajo la palabra manteca,encontramos todo un tratado de sociología en solo cinco palabras: más manteca bota un ladrillo. (2)Aquí hay dos vocablos fundamentales en los orígenes de nuestra sociedad que, estructurados tal y como se presentan en el aludido adagio,  tipifican no solo lo vital que eran estos elementos en los inicios, sino las connotaciones que del significado original de esas palabras, se derivan.

A pesar de los tradicionales estigmas que arrastra el uso de los refranes, (como eso de que son expresiones de uso vulgar, por lo que muchas veces en el hogar, cuando en los hogares se preocupaban por la mejor formación de los hijos, te sentenciaban “aquí no me use usted refranes”) grandes investigadores lingüísticos están se ponen de acuerdo al establecer la importancia de estas expresiones en la formación de una sociedad, por lo que deberíamos siempre agradecer trabajos como este para entender con más detalles sus características, pues tal y como dice BRC, “la dimensión lingüística, sociológica y literaria de las paremias registran, perfilan y plasman lo que una comunidad de hablantes entiende usa y expresa. Porque un refrán no es solo una simple paremia del lenguaje, sino una singular forma de ver las cosas y una peculiar manera de explicar el mundo”(3).

¡Bienvenido sea este aporte a la cultura hispanoamericana y congratulaciones a su autor!

 

  • RAVASINI, Inés, revista digital paremia, no. 26, año 2017
  • ROSARIO CANDELIER, Bruno, Diccionario de refranes y otras paremias, pág. 246,Santo Domingo, Editora Amigo del Hogar, 2018
  • ROSARIO CANDELIER, Bruno, Diccionario de refranes y otras paremias, pág. XXII,Santo Domingo, Editora Amigo del Hogar, 2018

 

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