Larga vida en la narrativa sureña de Manuel Matos Moquete
Por Gerardo Roa Ogando
Manuel Matos Moquete es un intelectual dominicano de una erudición auténtica. Su prosa es iconoclasta, sin renunciar al acervo cultural heredado de sus largos años de lectura en Cuba y en Francia. De su maestro Henri Meschonnic aprendió “la poética” como método de análisis del discurso, pero nunca lo he oído repetirla, sino para construir una crítica plural que le ha permitido hallar su propia definición como investigador de las humanidades y como creador literario.
Como lingüista y semiólogo, Matos Moquete es (junto a Diógenes Céspedes y Manuel Núñez, etcétera, pero con su marca distintiva y distintiva) quien mejor conoce y explica las teorías del signo lingüístico, en versión de sus más genuinos autores, entre quienes cuentan Ferdinand de Saussure y Charles Sanders Pierce, etcétera.
Como literato y narrador despliega un dominio sobresaliente de las teorías literarias universales y es, además, un genuino creador de mundos semánticos que se entrecruzan en las mentes de los lectores transportándolos a través de los vagones del extenso acervo cultural que exhibe mediante su pluma. En esta ocasión me centraré en sólo una de su extensa producción literaria.
La novela[1] “Larga vida” es la narrativa sureña de Manuel Matos Moquete que a mi juicio retrata con mayor propiedad la subcultura del Sur dominicano de alrededor de la década de los años sesenta. Desde los juegos de gallo, las dramatizaciones juveniles, hasta la zoofilia de los muchachos que se estrenaban con asnas, marranas y aves son recreadas sutilmente y con auténtica sublimidad a lo largo de sus ciento ochenta y cuatro páginas.
El detonante es un censo ordenado por Eljefe[2] para determinar la cantidad de habitantes de Vuelta Grande, una ciudad imaginaria del sur dominicano. El mundo semántico que Manuel Matos Moquete construye en esta novela inicia en la portada, desde donde es posible observar el símbolo más representativo de la longevidad, un árbol que alberga bajo su sombra a Felito y a Vinicio, personajes principales de la obra.
Al escuchar las conversaciones entre estos dos personajes ficticios imaginamos todo el tiempo que ha transcurrido desde que Felito abandona a su novia Hiraida Ponciano para dedicarse de lleno al censo, y desde que Vinicio decidió suscribirse a la venta de la aseguradora “Vida eterna” para guardar distancia entre las actividades relacionadas al poder. Sin dudas Vinicio es otro símbolo de vida eterna, ya que es dos veces mayor que Felito y, por lo tanto, es mejor conocedor de la vida, ya no es un imberbe soñador.
Sin embargo, al final de la narración es posible comprender la manera en que aquellos antagónicos cinco días que duró Felino en el bosque censando fueron una larga vida para su exnovia, quien decidió cambiar el amor de toda su existencia por el agrónomo Olegario Valdez, quien representaba una vida más larga y placentera, no sólo para ella, sino también para toda su familia.
El mundo semántico en torno a “Larga vida” que Matos Moquete recrea se solidifica en Vuelta Grande, lugar rural en la que las personas son antiguas, todas tienen un nombre falso y nadie sabe quién fue don Cheché, el lugareño más viejo del paraje. Asimismo, es notoria la relación entre los árboles centenarios que se describen en el lugar con el título de la obra.
Al finalizar la lectura se siente una sensación de continuidad, de larga vida, estrategia discursiva con la que el autor igualmente transmite la noción de vida eterna que lo acompaña en todas las páginas de esta interesante novela. Si el lector de estas líneas desea saber cómo se construye la vida eterna, lo invito a leer esta y otras obras de este audaz autor dominicano, Manuel Matos Moquete.
Ese deseo de vivir eternamente al estilo cuasi religioso que Manuel Matos Moquete exhibe, parece ser resultado de sus años mozos, aquellos en los que participó activamente con los grupos de una izquierda que se desplazaba movida por la ideología marxista de igualdad y libertad, a través de la cual se intentaba instaurar un nuevo orden mundial en el que las personas viviríamos en paz y tranquilidad, aunque sin vida eterna.
Filiación institucional del autor:
El autor es lingüista es investigador adjunto al Instituto de Lengua y Literatura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Desde el año 2014 hasta el presente coordina la Cátedra de Lingüística en la Escuela de Letras de dicha universidad y, en la PUCMM, es profesor de la asignatura “Nuevos enfoques en el Análisis Crítico del Discurso” del programa doctoral de Español: lingüística y literatura. Es autor de los siguientes libros académicos: Redacción, estrategias para el análisis y la producción de discursos académicos (2011); Lingüística cosmológica, una introducción a los estudios complejos del lenguaje (2013); La taxonomía del discurso, aspectos de la teoría lingüística (2016); Estrategias para el desarrollo de la competencia morfosintáctica (2016).
[1] Matos Moquete, Manuel (2010) “Larga vida”. Novela. Publicaciones Matos Moquete. Santo Domingo, RD. 184 páginas.
[2] Aparentemente, se trata de una sustantivación creada por el autor para referirse a Rafael Leónidas Trujillo.
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