Ponderación de Manuel Salvador Gautier como Premio Nacional de Literatura

Por José Alcántara Almánzar

   Es un verdadero honor para quien les habla darles la más cálida bienvenida a este acto y dirigirles unas breves palabras en nombre de la Fundación Corripio Incorporada, con ocasión de entregarse esta noche el Premio Nacional de Literatura 2018, que ha sido otorgado al escritor Manuel Salvador Gautier Castillón, “Doi” para todos, por sus contribuciones a las letras dominicanas a través de una obra narrativa de indudable trascendencia, y que él ha realizado con una entrega y una fecundidad impresionantes desde que inició su recorrido en 1993 con la publicación de la tetralogía Tiempo para héroes. En total veinticinco años de recorrido en el fascinante mundo de la creación literaria. Don José Luis Corripio Estrada, presidente de la Fundación Corripio, me ha encomendado agradecer en público a los señores miembros del jurado: el ministro de Cultura, los rectores de las seis universidades comprometidas en el veredicto y el director de la Academia Dominicana de la Lengua; a todos por su valiosísima labor de selección en bien de las letras nacionales al escoger, entre todos los nominados cada año, a quien reúna un fehaciente número de atributos literarios. Nuestro galardonado de este año, Manuel Salvador Gautier Castillón, es un hombre de una cultura vasta y exquisita, con una formación de la que pocos podrían ufanarse, ya que era un prestigioso arquitecto, urbanista y catedrático cuando dio sus primeros pasos como escritor. De manera que tenía un bagaje humanístico que le ha permitido acortar distancias para entregarse en cuerpo y alma al ejercicio de la literatura, su vocación profunda, y lo ha hecho sin detenerse ni siquiera para respirar, pero sin llevarse de encuentro a nadie ni cerrarles el paso a los demás, como suele suceder, sino más bien dotado de ese «don de gentes» que le caracteriza y le ha ganado tanta admiración y afectos en nuestro medio cultural como su propia obra, labrada con una prosa que brilla por su equilibrio y su transparencia, y por esa encomiable facultad de llevar a la ficción episodios capitales de nuestra historia para recrearlos con una mirada escrutadora y nueva que saque a relucir aspectos inéditos de gran significado para la dominicanidad.

Entre todos los géneros literarios, la narrativa tal vez sea el que requiere de mayor dedicación y tiempo. Escribir una novela pocas veces es producto de un rapto, de unos cuantos meses febriles de trabajo agotador para crear personajes y estructurar una historia verosímil y cautivante. Por lo general el narrador trabaja a fondo, creando con el lenguaje mundos imaginarios que sin embargo revelan las engañosas apariencias de la realidad, porque el cuento y la novela no intentan demostrar nada ni ganar acólitos como ocurre en el discurso político, tan dado al arte de la prestidigitación. «La literatura», como ha dicho el escritor español Javier Cercas al hablar de la responsabilidad del intelectual, «no debe proponer nada, no debe transmitir certezas ni dar respuestas ni prescribir soluciones; al revés: lo que debe hacer es formular preguntas, transmitir dudas y presentar problemas y, cuanto más complejas sean las preguntas, más angustiosas las dudas y más arduos e irresolubles los problemas, mucho mejor. La auténtica literatura no tranquiliza: inquieta; no simplifica la realidad: la complica. Las verdades de la literatura, pero sobre todo las de la novela, no son nunca claras, taxativas e inequívocas, sino ambiguas, contradictorias, poliédricas, esencialmente irónicas». Manuel Salvador Gautier conoce bien estos principios básicos del arte de novelar, muchas veces ignorados o desdeñados por quienes tienen en sus manos la responsabilidad de desentrañar las verdades de los seres y las cosas a través de las palabras. A propósito de este Premio Nacional de Literatura, el más importante que se confiere en nuestro país a un hombre o mujer de letras, me permito citar aquellas memorables declaraciones del gran poeta español y universal Vicente Aleixandre cuando recibió la noticia de que había obtenido el Premio Nobel de Literatura en 1977: «La gloria no es el premio», dijo Aleixandre, «no es el homenaje, no es el ruido. La verdadera gloria del poeta es que después de muerto todavía su voz resuene en algunos pocos corazones afines. Que después de muerto no sea un libro cerrado, sino que palpite, se oiga y se repita». Queremos, por último, expresarle al amigo Doi Gautier nuestro regocijo y nuestros más sinceros parabienes por este triunfo con el que estamos seguros no culmina su carrera de escritor, sino que marca un nuevo hito que lo estimulará a continuar su obra con renovados bríos.

  

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