Laboratorio del lenguaje

Por Sélvido Candelaria

Miembro correspondiente de la ADL

 

A través de un enlace compartido en mi muro de Facebook, me he enterado de dos artículos publicados sobre las elecciones en la Academia Dominicana de la Lengua. Dos artículos que, a toda persona con conciencia, deben inspirar pena y vergüenza. Pena por las retorcidas almas de quienes los han prohijado, y vergüenza al ver el embotamiento de la sensibilidad a que llegan humanos taladrados por sus incompetencias o frustraciones.

Al doctor Bruno Rosario Candelier lo conozco desde el año 2005. Al ser humano, no creo que pueda ser perfecto. Lo que sí me consta es que no existe otro intelectual, en la actualidad, que se haya dedicado a la promoción y el desarrollo de las actividades literarias en este país (y posiblemente en el Continente americano), como él. Los últimos 25 años de su trajinar, mes tras mes, por todos los confines del país y parte de Hispanoamérica y España, así lo demuestran. Los cientos de escritores que en algún momento de sus carreras han buscado y obtenido sus orientaciones técnicas, lo confirman. Entonces no puede uno permanecer impertérrito ante acusaciones tramadas con toda la mala fe del mundo y expuestas con la mayor sevicia.

En uno de los artículos se dice “Los doctores Diógenes Céspedes y Andrés L. Mateo denunciaron que el filólogo y literato Bruno Rosario Candelier introduce personas a la academia a las cuales luego de otorgarles beneficios les exige apoyo para que su gestión se mantenga”. El solo hecho de que entre los últimos miembros de la ADL (motivados por su director y elegidos por el sufragio mayoritario de los miembros) se encuentren Odalís Pérez, Tony Raful, Manuel Matos Moquete y José Miguel Soto Jiménez, lo que es suficiente para desmentir esa vacuidad.

Otro desacertado párrafo de ese artículo cita a Diógenes Céspedes, quien en su turbio  modo de expresarse parece más bien alguien formado en el chismoteo, al decir: “Nosotros enfrentamos el continuismo de Bruno Rosario Candelier. Él llevaba en cada elección en unos sobres los votos de los académicos que había nombrado y con ellos nadie podía ganarle, y así se ha mantenido”. Esto es un grave dislate porque, en la Academia, sea por conciencia, inercia o agradecimiento, se vota de acuerdo a como está establecido en los estatutos: de forma personal o por medio de una carta firmada por el sufragante. Y ambas formas son legales estaban establecidas en los Estatutos de la Academia antes de don Bruno ser director de esa corporación.

Y aquí caemos en el segmento donde se denuncia como una trama infernal el que en la ADL se haga votar a los muertos. Es fácilmente comprobable que la carta donde Rubén Suro vota por don Bruno fue hecha antes de su muerte. Solo hay que ir a los archivos. Pero vivimos en la época de la “postverdad”, y mentir, si se propaga adecuadamente, deja sus réditos. Por ello se insiste en retorcimientos como el que sigue: “En todos los boletines de la academia Bruno Rosario ocupa casi el 60 por ciento de todo lo que se produce y se escribe allí…y eso está para que se publiquen los artículos relacionados con las investigaciones con respecto a la literatura”. Total falacia y malintencionada inferencia. En el último Boletín publicado bajo la dirección del Dr. Mariano Lebrón Saviñón, el número 16, de marzo de 1993, aparecen 9 artículos de fondo y 4 de ellos los calza el director Lebrón Saviñón. En el Boletín número 31, de 2016, aparecen 22 artículos de fondo y solo dos son de la autoría del Dr. Bruno Rosario Candelier.

En los doce años que tengo interactuando con don Bruno Rosario Candelier hemos tenido diferencia de criterios. He llegado hasta a cuestionar algunos de sus planteamientos, pero nunca he sentido de su parte alguna retaliación o resentimiento. Siempre lo he hecho enmarcado dentro del respeto que merece una persona entregada por completo a la noble causa del amor por las letras y el crecimiento intelectual de sus congéneres. Estas palabras buscan solo eso para este hombre: respeto. Si no a su forma de pensar o a sus lineamientos estéticos, a su persona y su obra, que no puede ser borrada por amargados ni resentidos que, en vez de sacar sus teas para alumbrarles el camino a otros, pretenden apagar las pocas que se atreven a desafiar la noche, para después, ellos medrar tranquilamente en la oscuridad.

La ADL tiene 90 años de fundada y durante ese periodo solo ha tenido 7 directores. Lo normal entre los directores ha sido que sólo la muerte o el impedimento físico interrumpen sus funciones. Mariano Lebrón Saviñón dirigió la Academia durante 18 años y, por sus limitaciones de salud, fue relevado en el 2002 por el actual director. Entonces, si la tradición en la ADL es la reelección de sus directores, ¿por qué viene tanta alharaca?

Antes de que a algún fabulador se le vaya a ocurrir incluirme entre los “beneficiarios” de la Academia de la Lengua, quiero manifestar que sí, que soy un beneficiario de ella. Y que me siento muy orgulloso de pagar el costo que conlleva recibir esos beneficios, circunscritos, única y exclusivamente, a la alimentación intelectual y espiritual, que recibo al participar en sus actividades, para lo cual debo trasladarme desde Miches a Santo Domingo bajo mi propio financiamiento. Pero, por lo menos, tengo la posibilidad de acceder a un círculo cultural que hasta hace unos años era coto cerrado. Y es aquí donde radica la diferencia entre la nueva ADL y la tradicional. Y es esto lo que parece molestarles a ciertos intelectuales elitistas. Debe hablarse de la Academia Dominicana de la Lengua, antes y después del 2002. En los quince años posteriores, la Academia ha publicado 16 boletines públicos y 180 boletines privados en cuya comunicación académica recogen las actividades. Hasta el año 2002, la ADL era un grupo exclusivo de 18 miembros de número, y los miembros correspondientes no existían, instancia creada por don Bruno. Otra más. Antes del referido año, la ADL sólo hacía eventuales reuniones y uno que otro acto en fechas especiales a los cuales se invitaba a un grupo muy selecto. Con Rosario Candelier, en su nueva política de hacer llegar sus actividades a la población, la ADL cuenta con los grupos Mester de Narradores y Juglares de la Academia, formados por escritores dominicanos que se trasladan a diferentes puntos del país a intercambiar experiencias con grupos literarios y el público en general. También se imparten talleres lingüísticos y literarios, conferencias, coloquios, seminarios, recitales en sus instalaciones, readecuadas para acoger al público en condiciones placenteras, abiertas a cualquier acto relacionado con sus funciones y objetivos. 

Comentario del poeta Leopoldo Minaya: “Estoy del lado de don Bruno Rosario Candelier. No creo que haya nadie que trabaje como él, ni que ame tanto las letras como él, ni que escriba como él, ni se dedique a los demás como él. Aquí nadie o casi nadie se interesa por las obras de los otros, salvo él; todos se endiosan ellos mismos, menos él”.