Entrevista a María José Rincón por Pinky Pintor
José Enrique Pintor (Pinky Pintor) es un reconocido director y productor de cine y televisión y ejecutivo de medios de comunicación. Es el director corporativo de producción del Grupo de Medios Electrónicos Corripio (canal 11, canal 39, canal 2 y la emisora 95.7) y su productora ha participado en los proyectos audiovisuales más importantes de los últimos tiempos.
José Enrique Pintor: María José, ¿Qué hemos heredado (en el ámbito de la lengua) de la cultura taína?
María José Rincón: Realmente en la lengua, las partes que se hereda de la cultura taina serían las palabras, fundamentalmente los vocablos. Los vocablos indígenas van perdiendo cada vez más vigencia. Muchos de los vocablos indígenas que tenemos en el español no podemos distinguir si son tainos o son pertenecientes a otras lenguas del área, porque había una familia de lenguas en el habla. Muchas veces no decimos términos tainos, sino términos antillanos, porque no sabemos distinguir si son de una lengua o de otra, pero sí, fundamentalmente son las palabras y, además tiene la importancia de que las palabras tainas fueron las que entraron al español como prestamos indígenas y, por tanto, con el español adaptado se fueron moviendo en toda América y a lo largo de otros países y otras lenguas. Eso quiere decir que son los indigenismos que más disfunción tienen en la lengua española.
JEP: ¿Cuál es la característica del español hablado en República Dominicana?
MJR: La primera característica es el rango fonético, que es relativo a la pronunciación, y lo más importante de eso es que ningunas de las que tenemos es propia de nosotros, exclusiva de nosotros; sino que la compartimos con otras variedades del español americano.
El seseo fundamentalmente, que es una distinción entre los fonemas “s” y “c”. Es la relajación de las consonantes en posición final de silabas. Es eso que nosotros decimos “comernos la “s” al final de la silaba”. Ese es otro rasgo característico.
Otro interesante y también muy antiguo es la aspiración de lo que decimos la “h”, pero realmente es la aspiración de la “f” inicial que aquí se mantiene. Eso vino ya como rasgo del español que llegó aquí, solo que aquí se mantuvieron, en otros sitios se han perdido. Esos son los rasgos fundamentales.
JEP: Todos son fonéticos.
MJR: Fundamentalmente fonética.
Morfosintaxis, o sea, lo que es la gramática es muy poco permeable a los cambios. El rasgo fundamental está en la supresión de la segunda persona del plural en el tratamiento. Nosotros no decimos “vosotros”, usamos el pronombre de segunda persona en plural y tampoco usamos la forma verbal que corresponde con esa segunda persona del plural. Entonces, nuestro sistema pronominal y nuestro sistema verbal se han visto reducidos en una de las formas. Es lo que en otras áreas del español ha llegado al voceo.
Ese es el único rasgo morfosintáctico decolado, es decir, generalizado en todo el español dominicano. Y el léxico fundamentalmente es nuestra gran personalidad, porque ahí es donde sí es un sistema abierto en el que podemos mostrar creatividad.
JEP: ¿A qué entiende que se debe el estilo popular del habla del dominicano?
MJR: Lo del estilo popular creo que es sesgada, porque se llama estilo popular a la forma coloquial de hablar, pero también hay una forma formal en el dominicano. Es un cambio de registro, lo que pasa es que quizás por nuestro carácter, por el carácter del país, por el carácter de la gente el estilo coloquial se extiende a circunstancias que en otros países, en otro contexto, en otras sociedades no utilizaría ese estilo coloquial. En el español dominicano hay los dos estilos: el coloquial y el formal, si lo queremos decir así. Quizás nosotros nos permitimos el coloquial en una amplitud de situaciones, es decir, nosotros somos menos formales a la hora de hablar, pero tenemos los dos estilos.
JEP: El dominicano es creativo con su lengua. Se inventa expresiones y palabras.
MJR: Sin duda, todos los hablantes son creativos. El dominicano es creativo porque la lengua española le permite ese rango de libertad a la hora de crear nuevos términos, pero al mismo tiempo porque suma esa misma influencia de los términos indígenas, pero también de los términos africanos y los préstamos de otras culturas. Incluso de los mismos términos patrimoniales de nuestra lengua que lo vamos mesclando, sumando y vamos creando nuevas palabras que nunca habían existido, pero que se hacen de uso común de todos los hablantes y, por lo tanto, pasan a formar parte del acervo. Sin duda la creatividad es extraordinaria.
Yo estuve consultando el diccionario de americanismos y sacando numeritos encontré dos mil acepciones que están marcadas solo de usos dominicanos. Son dos mil en exclusiva. Es difícil tener ya algo en exclusiva en una comunidad de quinientos millones, pero nosotros lo tenemos.
JEP: ¿Qué influencias externas tiene el dominicano a la hora de adoptar palabras o estilos en el habla?
MJR: Esa es una tendencia general de la lengua, el adoptar palabras de otros idiomas para contextos nuevos o a veces por desconocimientos de las que se tienen en el propio.
Nosotros tenemos un grupo fundamental de préstamos: los históricos, que son esos que hemos hablado, que son los indígenas y los términos africanos.
Hay otra parte de una historia más reciente, que es el préstamo haitiano. Eso está poco estudiado, pero lo tenemos y ya de forma más cercana, sobre todo, entre el siglo XX y siglo XXI fundamente el préstamo del inglés. Hubo una época de cultura en que fundamentalmente era el francés y eso ha dejado sitio a los anglicismos. Esas son las principales influencias para el español dominicano y no solo para el dominicano, sino para el español en el mundo.
JEP: ¿Hablan de forma distinta en distintos lugares del país? ¿A qué se debe?
MJR: Hay mucha teoría sobre eso y muy poco estudiando aún. Nos falta gente que tenga ganas de investigar todo eso que está pendiente, pero ya desde Pedro Henríquez Ureña se planteó una zonificación del país, fundamentalmente la división fue norte-sur, se hablaba del valle del cibao. Hay característica del cibao dentro de la República Dominicana que son propias del cibao y, además, que sí son casi exclusiva del país; esa famosa “i” cibaeña. Henríquez Ureña achacaba eso a que el cibao era un valle en ese entonces aislado todavía, con pocas comunicaciones y que, por lo tanto, había desarrollado rasgos que no se compartían con el resto del país. Eso es históricamente.
Después siempre se habla de unas series de rasgos que se manifiestan más o menos. No hay nada distintivo, la diferencia está en el grado. Por ejemplo, un rasgos que también es propio nuestro es la inseguridad a la hora de pronunciar la “l” o la “r” en esa posición final de silaba, define mucho si eres de una zona u otra del país. Es una cuestión de grados.
JEP: ¿Podemos estar orgullosos en cuanto a la forma de hablar del dominicano?
MJR: Debemos sentirnos orgullosos. Nuestra lengua es rica, nuestra aportación a la lengua española en la parte que a nosotros nos toca dentro de esa gran comunidad es una aportación rica, creativa y de respeto. El problema está que para que los hablantes valoren su propia variedad lingüística y la defiendan; la formación de la lengua española debe ser muy importante. Ahí es que siempre tenemos un gran obstáculo para ese desarrollo del orgullo por nuestra propia forma de hablar y por nuestra variedad lingüística.
Tenemos una variedad lingüística de la que tenemos que estar orgullosos, el problema es que si no nos forman como buenos hablantes, capaces de usar de una forma correcta esa variedad lingüística y a valorarla, nunca nos vamos a sentir orgullosos, porque el orgullo es algo que se inculca con el conocimiento. Si no conocemos de lo que tenemos que sentirnos orgullosos, jamás lo vamos a valorar. Con la lengua española pasa mucho.
JEP: ¿Qué influencia tiene la forma de hablar en los otros ámbitos artísticos?
MJR: Es mucho generalizar, pero sí es verdad que en literatura lo que se hace mucho es adaptar el lenguaje que se usa al personaje que lo está usando. El hecho de que se permita que aparezcan personajes en lo que su propia característica ese estilo coloquial de hablar, ese registro a la hora de usar el lenguaje da acceso a ese tipo de lenguaje a la novela. El reto está en que un autor llamado culto sea capaz de manejar ese registro.
Yo creo que el pistoletazo de salida para eso lo dio La maravillosa vida de Oscar Wilde, en el que el registro es el principal personaje de la novela y creo que muchas de nuestras novelas estarían incluidas. Si eso refleja al personaje, si eso refleja la historia, el ambiente es correcto. Lo que no debe hacerse es porque esa sea la única aportación interesante de la creación. Siempre el registro coloquial es más rico que el formal, siempre es más variado, siempre es más juguetón, da más posibilidades de crear. El formal siempre está restringido a una serie de códigos que lo limitan mucho, quizás por eso es rico.
En nuestra literatura histórica se usa el registro coloquial, pero en nuestra literatura histórica se trabaja más con las diferencias de registros, por ejemplo, ciudad rural, ámbito de la ciudad, ámbito de lo rural. Pongamos a nuestros cuentos tradicionales. Siempre el personaje campesino es el que aportaba esa nota de color local. Ahora lo que se busca es las diferencias de registros sociales y culturales, porque el personaje dejó de ser campesino contra ciudad para ser distintos estrato dentro de la misma sociedad ciudadana.
JEP: ¿El dominicano tiene palabras “únicas” para ciertas cosa, ¿Por qué y de dónde nacen?
MJR: Eso en lengua es muy difícil de decirlo, sobre todo ahora, porque las palabras no están quietas, ni se atienen a fronteras, ni a límites, ni a barreras políticas, ni de ningún tipo. Yo me atrevo muy poco a decir que tenemos una palabra en exclusiva, pero sí tenemos algunas.
Fíjate ayer estaba mirando y, por ejemplo, “enllave” o “enllavar” en el sentido que lo decimos son dos verbos muy peculiares nuestros y parece que son muy exclusivos nuestros. Probablemente eso tenga un límite temporal y alguien lo adopte por ahí y se van a llevar a ser patrimonio de otros hablante. Siempre hablamos del “concón”, “concho”, “chin”, “mangú”, uno que era de nuestro patrimonio y es un afronegrismo que era la bachata, dejó de serlo. Eso es un orgullo, son palabras que aportamos. Cuando uno crea obras nuevas, exporta también la palabra como la obra, cuando tú produces préstamos para otras zonas quiere decir que estás creando.
Lo que pasa es que eso no ha sido creado. Es una forma reducida de una expresión cotidiana. Ha sido creado desde que el hablante lo dice. El hecho para que una palabra exista es nada más que se produzca y que se generalice el hecho por los hablantes. Otra cosa es que si nosotros la hemos creado, nos la hemos inventado desde cero o simplemente es derivada de otra. Yo tengo un caso muy peculiar, que es la expresión dominicana muy juvenil, muy coloquial, que es “un tro” refiriéndose a mucho. La gente piensa que “un tro” viene del inglés “truck”, otros dicen que es del francés. Pero no, el “tro” es un arcaísmo.
Para ejemplificarte lo difícil que es decir que una palabra es solo nuestra o que una palabra es un préstamo hay que hacer todo un ejercicio de estudio de una lengua en una palabra tan sencilla como “tro”.
Este “tro” juvenil que todo el mundo le critica tanto a nuestros jóvenes, no es nada más que un arcaísmo que viene desde los orígenes patrimoniales del idioma, que es el “tro”, que era el lugar donde se almacenaba el grano cuando se recogía y aquí se traslada, se mantiene en el lenguaje campesino. Esa cultura nos queda tan lejos a todos, que vamos perdiendo las palabras, sin embargo, la palabra sobrevive en la boca de nuestros jóvenes y sin saber lo criticamos porque creemos que es un préstamo del inglés o del francés. La palabra “tro” es dominicana por su aplicación, por su uso, por su registro, pero el noventa por ciento del léxico del español es compartido entre todos. Una breve onda en el océano del lenguaje es lo diferente, por eso podemos seguir la conversación aunque seamos de distintas variedades.
Santo Domingo, ADL, 29 de junio de 2017.