Isabel la Católica, Pedro el Cruel, Diomary la Mala…
Leí recientemente en un diario el siguiente titular: “Diomary La mala, abrazada a la buena suerte en su tierra.” El artículo “la”aparece en mayúscula mientras el adjetivo “mala”, que es lo que diferencia a esa persona de las otras así nombradas, aparece en minúscula. Lo correcto habría sido: Diomary la Mala…
La Ortografía de la lengua española, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española, señala al respecto que los sobrenombres “son calificativos que siempre deben ir acompañados del nombre propio. Se escriben con mayúscula inicial y van precedidos de un artículo en minúscula.
La publicación académica pone los siguientes ejemplos: Alfonso X el Sabio, Isabel la Católica y Jack el Destripador. Ese adjetivo con su respectivo artículo delante, hace la función de apellido. A estos nombres podemos agregar los de Fernando el Católico (esposo de Isabel), la hija de ambos Juana I de Castilla quien, por su estado de salud, pasó a llamarse Juana la Loca, mientras su esposo ha sido identificado como Felipe el Hermoso.
La regla se aplica también para Herodes el Grande (rey de Israel, perseguidor de Jesús), Pedro el Grande (zar de Rusia) y el controversial Pedro I de Castilla quien asumió el trono con ese nombre, pero sus comportamientos determinaron que pasara a la historia como Pedro el Cruel, aunque sus simpatizantes lo denominen Pedro el Justo.
Los periodistas que suelen mencionar al pícher Pedro Martínez con el sobrenombre de Pedro el Grande, tienen también que observar esta regla.
En cuanto a Pedro el Cruel es título de una novela del autor de esta columna, cuyo personaje principal lleva ese nombre, en honor a la crueldad que lo caracteriza.
Hablando de novelas, tenemos el nombre Juanita la Larga, del siglo XIX, escrita por el español Juan Valera. De España nos llega también el personaje Antoñito el Camborio, poema de Federico García Lorca, de pura esencia gitana. Está basado en la muerte de Antonio Torres Heredia. Aquí reproduzco una estrofa:
“¡Ay Antoñito el Camborio
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.”
Entre los apóstoles de Jesús, al menos dos se conocen con nombres formados a partir de este modelo: Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Como todos los nombres que he citado, sin importar ocupación, categoría o rango, se escribirán los de aquellos cuya identidad esté compuesta por un sustantivo propio, un artículo y un adjetivo: Toña la Negra, Amara la Negra, Quico el Presidente, José el Calvo.
Apodos y alias
Hay diferencia entre apodo y sobrenombre. Los apodos y alias se basan muchas veces en rasgos de las personas. En unos casos se usan junto al nombre, separados por una coma, y en otros en sustitución de este. Ejemplos: Lola Flores, la Faraona; Fernando Villalona, el Mayimbe; Sandro, el Gitano; Casandra Damirón, la Soberana; Tetelo Vargas, el Gamo.
Otra forma es colocar el apodo entre paréntesis a continuación del nombre, con mayúscula, la palabra principal. Ejemplo: Johnny Ventura (el Caballo); Joaquín Guzmán (el Chapo) o Pascual Cordero Martínez (el Chino).
Es frecuente escribir apodos entre guiones a seguidas del nombre y antes del apellido: Rafael –Fafa- Taveras, Teófilo –Quico- Tabar, Fausto –Ceja-Rodríguez, Federico –Quique- Antún.
La Ortografía académica recomienda en lugar de guiones, comillas: Ernesto “Che” Guevara; Víctor “Ito” Bisonó; Eulalio “Lalo” Almonte. Hasta aquí por hoy, si alguien me fuera a tildar de necio, por favor que lo escriba así: Rafael el Necio.
© 2016, Rafael Peralta Romero.