Ganas de fuñir
Decían en mi tierra, que poco a poco hila la vieja el copo. Yo, muy aficionada a las labores de aguja, pretendo hilar poco a poco el copo de los adjetivos. La semana pasada los dejé con la miel en los labios (¿?).
Entre los adjetivos distinguimos dos tipos: relacionales y calificativos. No se trata de embotellarse la información. Se trata de conocerlos mejor para saber cómo trabajan y ponerlos a funcionar correctamente en nuestro beneficio.
El rasgo principal de un adjetivo relacional es que nos sirve para clasificar personas o cosas. Lo explica muy bien la Nueva gramática básica de la Asociación de Academias. Una actividad comercial se refiere a ‘un tipo’ de actividad, frente a una actividad intelectual, deportiva, etc. Una crisis económica es un tipo de crisis distinto de una crisis sentimental, una crisis gubernamental o una crisis humanitaria. Clasificamos el tipo de actividad o de crisis al que nos referimos mediante un adjetivo relacional.
Los adjetivos calificativos suman cualidades o propiedades al significado del sustantivo al que se aplican: una alumna ejemplar, un profesor dedicado. El adjetivo no los clasifica sino que destaca una de sus cualidades.
Me encantó el ejemplo que propone la Nueva gramática básica de las Academias para diferenciarlos. Recuérdenlo como modelo. Un perro ladrador (adjetivo calificativo) frente a un perro labrador (adjetivo relacional); un gato sibilino –yo, con el permiso de las Academias, lo dominicanizaría en un gato barcino– (adjetivo calificativo) frente a un gato siamés (adjetivo relacional).
No crean que me levanté con ganas de fuñir. Cada tipo de adjetivo se comporta de una forma y esto afecta su uso. Practiquen, que para la próxima nos toca aprender a usarlos bien.
© 2015, María José Rincón.