Nunca digas nunca jamás
Los idiomas tienen su propio carácter. Y el nuestro no iba a ser menos. Por influencia de construcciones gramaticales de otras lenguas oímos decir a menudo que una doble negación equivale a una afirmación.
Nada más lejos de la realidad. En nuestra lengua existe una estructura particular para expresar la negación que conjuga el adverbio no con otras palabras que tienen también sentido negativo. Su presencia en la misma frase no les quita ni un ápice de su significado.
Comparen estas dos oraciones: Nunca escribas con faltas ortográficas/ No escribas nunca con faltas ortográficas. Las dos frases expresan una negación; también el segundo ejemplo, aunque contenga dos adverbios de matiz negativo (no y nunca).
¿Dónde está la diferencia? En algo tan sencillo, y tan complejo, como el orden de las palabras en la oración. En la primera el adverbio nunca está antepuesto al verbo; en la segunda su posposición al verbo exige que aparezca el adverbio no antes del verbo.
Ocurre esto también con palabras como nada, jamás o tampoco. Nada de lo que lee le aprovecha/No le aprovecha nada de lo que lee.
En nuestra lengua oral usamos estas estructuras sin plantearnos su corrección. Pero nuestro aprendizaje de otros idiomas nos hace dudar a veces de nuestros conocimientos, no siempre tan firmes, sobre nuestra lengua materna.
La lengua jamás deja de enseñarnos cosas nuevas. No paramos de aprender jamás. Que concurran en la misma frase estas dos negaciones no neutraliza su sentido negativo. Como para muchas cosas en la vida, también para la corrección gramatical hay que aprender a decir que no.
© 2015 María José Rincón