El lenguaje del buen decir

Bruno Rosario Candelier con sus aciertos literarios tiene acostumbrados a los dominicanos a hacerles, de manera bondadosa, entrega de fuentes de lectura. Algunas de sus obras ya conocidas llevan por título, Lenguaje, identidad y tradición de las letras dominicanas, El ánfora del lenguaje, La fragua del sentido.

No conforme con la labor de promotor cultural que desempeña desde hace décadas, Rosario Candelier halla tiempo para escribir. El último libro de su autoría que ha llegado hasta la mesa de lectura es El lenguaje del buen decir que vio la luz en junio del año 2014. Libro publicado por la Academia Dominicana de la Lengua con el auspicio de la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia Dominicana de la Lengua. Lleva como subtítulo, consultas y entrevistas lingüísticas y literarias.

El Dr. Rosario Candelier es un escritor prolífico y cuenta con una amplia gama de temas sobre los que ha vertido tinta. Muchos de sus estudios han pasado a ser libros de consulta permanente para los estudiosos de la literatura dominicana.

En esta entrega el Director de la Academia Dominicana de la Lengua trae un modo novedoso de enseñar. Ha incluido en la obra correspondencias mantenidas con personas amigas, conocidas o simplemente curiosas. El punto principal de estas comunicaciones son las consultas que se le hacen.

Con esa paciencia y didáctica que le caracterizan, ofrece respuesta a los planteamientos que les son sometidos a su consideración. Muchas de estas preguntas versan sobre asuntos de la lengua española en su uso diario. Otras preguntas tienen trasfondo más profundo que envuelven hasta vertientes filosóficas y que el lector incansable que él es contesta con sencillez.

Para exponer la importancia de la normativa en el lenguaje, escribe en la página 77: “. . .el espíritu humano ha de limpiar el cauce de sus expresiones, que es la lengua, para no contaminar la belleza de una frase, la hondura de un pensamiento o la pureza de una inspiración”. No cabe duda de que hay galanura en esta presentación para que se acepte la norma.

 

El libro es de una lectura entretenida, en ningún caso fatigante. A pesar de que en una sección de este se reproducen comunicaciones intervenidas entre el autor y algunos consultantes, el interés por las informaciones no decrece; al contrario, aumenta con la sencillez de las explicaciones que ofrece el autor.

Otro gran valor que debe ponderarse de este volumen es que aún cuando trata acerca de temas de profunda respuesta, el tratamiento que concede a estos es de fácil comprensión. Lograr este objetivo de explicar sencillamente puntos de difícil asimilación para los no iniciados es una de las cualidades sobre la que hay que insistir.

El Director de la Academia Dominicana de la Lengua trata en la obra una diversidad de temas que van desde la manera esmerada de expresarse, pasa por la conciencia lingüística, hasta enfatizar el modo claro y elegante de comunicar ideas. Enfoca el vocabulario apropiado, la corrección ortográfica de acuerdo con los últimos postulados de la RAE y, lo que él llama “la transparencia sintáctica”.

En El lenguaje del buen decir no se conforma el académico con enunciar las reglas, sino que las observa al aplicarlas con devoción utilizando una selección adecuada de vocabulario, al tiempo que logra comunicación efectiva con sentido lingüístico.

En el volumen hay 180 páginas de correspondencia cursada entre el Director de la ADL y amigos y desconocidos. Setenta y seis páginas las dedica el autor de la obra a sus aportes, consultas y puntualizaciones que hizo durante la elaboración del Diccionario del español dominicano. La última parte del libro la ocupa el capítulo de entrevistas y declaraciones en las que el señor Rosario Candelier expone conceptos teóricos sobre temas relacionados con sus actividades.

© 2014 Roberto E. Guzmán

 

 

 

 

En una explicación que ofrece el director de la ADL para que se entienda el profundo conocimiento que posee del léxico dominicano, el urbano y el rural, se explaya en sus experiencias vividas en el campo, y su extracción humilde.

 

Despliega en su redacción el sentido humano en pasajes como del cual se extrae esto: “. . .fueron voces y expresiones que escuché en el campo cuando era un mozalbete. . .conozco la vida real…conocí la peculiar vida barrial y trabajé en pulperías y bares, y fui sastre y laboré en establecimientos comerciales. . . y fui canillita de periódicos y revistas. . .” Al terminar ese párrafo añade: “Para la vida intelectual todo ayuda, especialmente lo que nutre la sensibilidad espiritual y estética”.

 

Leer los trabajos a los que dedicó tiempo en su juventud es una fuente de inspiración para las personas que tienen que luchar algunas veces contra las circunstancias adversas. Ojalá sirvan esas revelaciones como fuente de inspiración para la superación intelectual de muchos lectores.

El libro se ocupa de despejar dudas en un estilo convincente, utilizando argumentos irrebatibles, al tiempo que ofrece lecciones amenas sobre temas controvertidos.

 

Una de las características del estilo del autor es que introduce las explicaciones en un estilo llano que logra cautivar al lector y aún cuando se trate de un tema conocido se admira por lo directo de las respuestas.

 

Critica, por ejemplo, lo que llama el “populismo verbal”, al recordar que: “el lenguaje se rige por una ley básica: la economía de la lengua, que postula el empleo de la menor cantidad de palabras para expresar la mayor cantidad de ideas”.

 

Como estas frases citadas hay muchas más, llenas de sapiencia entre las líneas escritas para dar respuestas a consultas. Muchas de estas frases merecen ser recogidas para guardarlas como tesoro de consejos que no deben olvidarse.

 

En sí, en las páginas de correspondencias el académico hace obra didáctica, aunque él no lo haya anunciado en su introducción. En varias partes el escritor actualiza al correspondiente con respecto de las últimas reglas de ortografía de la RAE.

 

En esas 180 páginas antes mencionadas el literato ofrece consejos para mejorar la creatividad literaria mediante la lectura de lo que podría considerarse como la literatura moderna en varias lenguas. Las listas que suministra de obras poéticas o narrativas constituyen una selección ejemplar de la literatura universal.

 

Es de destacar lo que consigna el animador cultural al corresponder a una consulta cuando en la página 63 escribe: “Ten presente que leer con atención, es decir, observando cómo escriben los vocablos y las oraciones los que saben hacer un uso ejemplar de la palabra, es una magnífica clave para profundizar en el conocimiento de la lengua”.

 

Con mayor autoridad aún son las obras representativas de la literatura dominicana cuya lectura recomienda en El lenguaje del buen decir. Esta lista tiene un valor inconmensurable, si se tiene en cuenta que el señor Rosario Candelier es una de las autoridades más reconocidas por su dedicación al estudio de la literatura dominicana. Como él mismo confiesa, “. . .escribo sobre la obra de varios escritores dominicanos que me han permitido plasmar esta singular vocación para el análisis de la literatura”. Este es un fragmento tomado de la explicación acerca de su labor en la ADL y su libro La fragua del sentido.

 

En algunos pasajes de la obra se encuentran síntesis de complicados conceptos, como por ejemplo, cuando describe las características de una obra para que confiera a su autor la categoría de poeta mayor. Así escribe: “. . .la riqueza del lenguaje, la belleza del estilo, la hondura del pensamiento, el tratamiento de la forma, el nivel de simbología y de trascendencia metafísica, así como el impacto intelectual y estético que su creación provoca”.

 

Con las credenciales que les confieren su condición de iniciador del movimiento del Interiorismo el escritor pone en pocas palabras lo que postula esa corriente literaria. Él escribe: “El Interiorismo postula una disposición de la inteligencia y la sensibilidad del escritor para expresar el impacto que las cosas ejercen en su conciencia. . .y canalizar mediante el lenguaje de la intuición, la connotación de la belleza sutil y el sentido trascendente”.

 

Si los lectores desean leer un libro entretenido y educativo, ahí está El lenguaje del buen decir para saciar ese deseo. Se aconseja su lectura porque es provechosa y de ella cada lector tiene una lección para aprender. Son muchas las preguntas que reciben respuestas en esta obra cuya lectura se recomienda. Esta viene a llenar un vacío en la bibliografía dominicana.