Metafísica de la revelación en la poesía de Pedro José Gris
“Cuando leve ancla,
y como quien dice lo dejé en el puerto
un sólido dolor de cabeza recorrerá
la mar niña que llevo adentro
hasta el lugar común del final
de nuestro viaje íntimo”.
(Pedro José Gris)
A Carmen Pérez Valerio,
Voz que tienta la esfera del Misterio.
La nueva creación de Pedro José Gris, por la complejidad temática y formal de su composición, es un texto de difícil comprensión porque trabaja uno de los temas más complejos de la poesía metafísica. En sí misma, la poesía es difícil de entender, porque tiene un lenguaje especializado; si se trata de poesía metafísica, más impenetrable se hace su abordaje ya que ahonda en una vertiente de la realidad a la que habitualmente no estamos acostumbrados a incursionar. Y mucho más si penetra en los meandros de la conciencia, a los que pocos llegan en virtud de su textura enredada y obtusa.
Los textos Voy hacia mi casa y El libro de los saltos conforman el volumen del segundo libro de poesía del poeta santiagués. Tiene una dimensión que requiere una especial concentración para entender lo que dice, pues se trata de una poesía para poetas o para intelectuales que entienden la poesía o para el nivel culto de la inteligencia; entonces, voy a pedirles su atención o su concentración para que podamos penetrar en una especie de laberinto poético y podamos compartir los conceptos que quiero comentar, ya que estamos ante una obra con una faceta singular, como la que suelen tener las grandes obras de la poesía universal.
Estamos, entonces, ante una obra no común, ante una obra poética como la de aquellos autores de las letras universales que plasman una dimensión que a la mayoría de los lectores les resulta extraña y, a menudo, acontece que ese tipo de obras cuenta con pocos lectores por esa cifra casi secreta de literatura. Ese nivel de creatividad precisa de lectores especializados ya que cuenta con un nivel de creatividad, que hace crecer el río de la literatura hacia una profunda contextura intelectual y estética.
Esta obra se enmarca en el Interiorismo y plasma la vertiente filosófica de esta corriente estética creada para asumir la interioridad de la conciencia y de las cosas desde el lenguaje de la intuición, que es el lenguaje de la metafísica, nivel de creatividad que confirma que el estado de creación entraña una especie de éxtasis de la conciencia en la que se sitúan los creadores adiestrados en ese plano de la interioridad en algunas circunstancias de su trabajo productivo, pero naturalmente también es el resultado gozoso y compensador del sacrificio que realizan los creadores cuando consagran su talento y su energía creativa a producir una nueva obra literaria o artística. Esta obra enfoca especiales niveles de conciencia porque asume esas singulares vivencias de la interioridad humana, de la profundidad del pensamiento y la conciencia, desde donde el poeta logra captar verdades intuidas y verdades reveladas, con las que se complica naturalmente la comprensión del texto por la complejidad y la connotación profunda que entraña, pues se trata de intuiciones de verdades metafísicas y de la belleza sutil que iluminan la percepción de lo profundo en esa dimensión espiritualizada y estética.
Al contemplar la dimensión profunda de lo real o la realidad interior de la propia conciencia, el sujeto creador recrea mediante el lenguaje de la intuición la imagen que tiene de la cosa y la imagen de la verdad intuida, dando cuenta de esa verdad subjetiva, personal y entrañable que experimenta en su interior, lo que es la aplicación de una de las vertientes filosóficas del Interiorismo:
“Cuando leve ancla,
y como quien dice lo dejé en el puerto
un sólido dolor de cabeza recorrerá
la mar niña que llevo adentro
hasta el lugar común del final
de nuestro viaje íntimo”.
(Pedro José Gris)
Las intuiciones profundas suelen metafísicas, pues nacen de vivencias y de experiencias trascendentes que experimenta el sujeto creador cuando entra en contacto con la dimensión profunda de la realidad de una manera entrañable en una conexión especial entre la conciencia y el objeto, entre la sensibilidad y la realidad circundante, entre la interioridad del creador, la subjetividad de la conciencia y el mundo circundante, que en ese momento apremia o demanda del creador su participación, como revelan los poemas de esta obra de Pedro José Gris, que parecen un producto de un proceso de arrebato, de éxtasis o de rapto de la conciencia. Si ustedes se adentran en el sentido del poemario podrán descubrir que el poeta, cuando escribió estos poemas, estaba sumido en un estado especial de la conciencia, en un estado de revelación, como si hubiese sido escogido para experimentar esa singular experiencia del espíritu que distingue a algunas personas, pero que se trata de un arrebato de los sentidos, y en ese arrebato capta y expresa verdades intuidas y verdades reveladas provenientes de la sabiduría cósmica. El arte profundo es una creación que despierta la energía interior de la conciencia y eso acontece en virtud de esa conexión profunda que una obra de arte puede establecer con la realidad íntima del Universo, para vivir esa singular experiencia y recrearla mediante el acto de la palabra (a través de la pintura entre los pintores o las notas musicales entre los músicos), pero ese acto de creación entraña un especial tributo que el creador recibe en compensación por el sacrificio que supone el ejercicio de su creación y, en tal virtud, experimenta una genuina emoción interior, que comprende una emoción estética y una fruición espiritual y, en algunos casos, una emoción metafísica cuando su espíritu se adentro en el “mundo ideal” de los planos profundos del misterio, y esa experiencia metafísica, propia de la experiencia religiosa en su sentido más pleno, supone una interacción o incorporación del sujeto creador a esos estadios especiales de conciencia porque el poeta, el creador o sujeto contemplativo, en esa situación límite de la sensibilidad, experimenta lo que se llama una singular vivencia del espíritu. La fruición no es más que un estado especial de la propia condición espiritual porque se trata de una honda vivencia interior que conlleva una experiencia estética y una experiencia metafísica al mismo tiempo:
Es de mañana y llegan las mujeres,
un coro de muchachas griegas,
algunas desposadas, nos rodean,
nos cantan felices su ofrenda carnal,
su rosa mística
Luego de largas batallas entre varones,
de abstinencia y mutilaciones,
hemos reconstruido a pedazos
la maqueta de nuestros anhelos
el plan estratégico del regreso permanente,
y para qué si en este siglo
y en todos los que acontecieron hacia el futuro,
en ningún lugar está este instante
ni estas muchachas volverán a cantar
para nosotros mismos (aunque lo intenten mil veces)
en razón del efecto progresivo del tiempo,
para decirlo con soberbia.
El acierto de Pedro José Gris radica en lograr una descripción de esa emoción interior y de ese estado singular de la conciencia cuando se instala en el interior de la cosa y en el interior de su propia subjetividad para canalizar desde su fuero entrañable las vivencias que quiere comunicarnos. Ese acierto suyo ha sido el de adentrarse, desde el ámbito poético, en ese estadio interior de sí mismo y en el sótano de esa experiencia singular que experimenta en su conciencia y entonces desarrolla el mecanismo que se opera en el creador cuando está viviendo o experimentando ese peculiar estado de creación. En ese sentido, el recurso interiorista que se aplica en esta obra, que es la interiorización en el proceso de la creación, procura identificar la certeza intuitiva que la vivencia poética genera al experimentar y entender las verdades profundas que subyacen en la conciencia. Mediante la técnica de interiorización asume el poeta esa vivencia de la conciencia, es decir, piensa y recrea el proceso interior de la creación y la esencia misma de la poesía, como lo ha hecho Pedro José Gris en esta original obra de su talento creador.
Desde luego, en la plasmación de esta obra hay el uso de símbolos arquetípicos cuyo enigma concita un torrente de vivencias en pos de la verdad profunda y la belleza sutil. No se trata de meras especulaciones metafísicas, sino de verdaderas experiencias interiores que dan cuenta de lo vivido y lo sentido por un creador que experimenta esos arrebatos espirituales. No quiere decir que escriba al margen de lo que acontece en la vida. La cotidianidad asumida como referencia también nutre y da cuenta del salto de la conciencia, como se manifiesta en este libro del poeta santiagués. Es decir, esta peculiar obra poética entraña un salto de la conciencia y comprende un viaje al interior de sí mismo, viaje que finaliza en el lector y que trata de descubrirlo en palabras poéticas:
Todo lo andado sobre la tierra
Las anclas, las conchas, la gravedad
que limita mi despegue
El imán del mundo que me siembra
en mitad del corazón el horror del universo
donde siempre es de noche y los faroles
de estrellas esparcidas en la ciudad sin dios
se apagan de alguna manera se apagan
La fumarola de los soles muertos
se alcanza a ver
desde mi Colina Interior,
de noche siempre, de noche
Donde despertaré,
se despierta en la noche antes ya concebida
¡El terrible frío disperso por el sueño!
¿A quién esperabas en el lúcido sueño,
la totalidad de los átomos sumados
al imán de la tierra
al misterio de la gravedad, por fin liberado
hacia el vacío de la ciudad sin dios?
Esa es la razón por la cual al internarse en esa dimensión profunda de su vivencia o en el fuero de su intuición y su conciencia, se hace difícil y complicado entenderlo; desde luego, esta obra tiene la particularidad de que simbólicamente comporta una combinación de la realidad y la ficción, de las vivencias y las reflexiones, de la razón y la intuición, y para conseguirlo, el autor acude a la experiencia de la vida moderna y la tecnología, pues este es un dato peculiar de esta obra, que hace referencia de la realidad virtual, la realidad metafísica y la realidad real, tres realidades que se fusionan y se combinan admirablemente en esta creación poética de Pedro José Gris. Entraña, por tanto, un salto a un universo singular que explica un yo metafísico, o tal vez protomístico, ya que el poder de la creación que entraña el Logos de la conciencia reclama una inserción en el centro mismo de la interioridad del espíritu a la luz de las verdades reveladas que de alguna manera concitan su sensibilidad y su conciencia.
Cuando los poetas de las altas creaciones líricas plasman la virtualidad operativa del Logos, que Heráclito de Éfeso intuyera y en cuya virtud se activa la energía interior de la conciencia y la sabiduría espiritual de la memoria cósmica, suelen acceder a datos y ondas especiales de la cantera del infinito, para lo cual tienen que acudir a las imágenes arquetípicas y a los símbolos comunicantes que son los recursos compositivos con los cuales los creadores canalizan esas señales profundas de la sabiduría universal. Ya Martín Heidegger estaba experimentando las altas apelaciones del mundo ideal de la supra-conciencia intuyó que había una región del pensamiento trascendente a donde no puede llegar el espíritu humano, y en medio de su irradiación metafísica descubrió que efectivamente había otra forma de la inteligencia, otra zona de la conciencia, que es una dimensión irracional a la que se llega mediante la intuición o tal vez de la revelación y que le permite captar y canalizar verdades y señales provenientes de la veta infinita del Universo. Por eso entendió el pensador alemán que, además del inconsciente individual concebido por Sigmund Freud, había un inconsciente colectivo, como explicó Carl Jung, que recoge la memoria del Universo y que a esa fuente de creatividad solo la poesía metafísica o mística puede acceder. Ese es el gran misterio de la alta poesía, la dimensión profunda de la poesía compleja, metafísica y mística, las dos grandes manifestaciones de la creatividad intuitiva y perceptiva del talento creador. Por esa razón el Interiorismo y los creadores que han asumido esa vertiente trascendente de la creatividad, entre los cuales se encuentra Pedro José Gris como se evidencia en esta obra, saben que se requiere un especial desarrollo de la conciencia trascendente y de la sensibilidad profunda para asomarse a esos linderos del punto cierto del secreto:
Todo esto lo he inventado para decirte
desde que salí de mi primera casa
succionado por el imán de la tierra
y caminé sobre el planeta 50 años
iba hacia ti,
en la noche siempre del universo temible
pensando que todo era mierda y repeticiones
en el instante largo de mi sola muerte,
los átomos rabiosos
batiéndose contra la tierra
ahora lo sé, se me ha iluminado…
(Ángeles creados por mí
desciendan como aves desnudas
enciendan los faroles,
iluminen mi casa en su luz batida por las alas
Oh ángeles, oh ángeles creados por mí,
t o r n e n sus formas propicias
a mi declaración de amor)
Necesitaré ver…
(Tengo miedo de que todo sea verdad)
el mar desamado, las aguas dulces,
en el otro mundo no llueve
No sé si podré batirme en todos los mundos.
La experiencia metafísica y la vivencia estética y espiritual es una fuente para vivir y canalizar el sentido de lo viviente a través del arte de la creación. Esta obra de Pedro Gris, naturalmente, tiene la particularidad de que constituye una poesía de la revelación porque expresa ese estadio especial que el poeta vivió y sintió en el fuero entrañable de su sensibilidad profunda, por lo cual su obra entraña una metafísica de la revelación con aliento clásico, hondura interior y desahogo de la subjetividad, por lo cual se enmarca en la Modernidad.
Tres vocablos perfilan esta singular creación poética: misterio, iluminación y hondura. Misterio, porque penetra en algunas capas impenetrables de la conciencia; iluminación, porque esclarece algunas de las dificultades del mundo interior de la mente; hondura, porque ausculta su propio ser y lo alterna con el ser de las cosas.
Esta obra aborda la lírica metafísica y simbólica porque se centra en la descripción de esas vivencias interiores que no constituyen una especulación, ni una invención de la imaginación, sino que es el resultado de una experiencia estética y metafísica. Escribe desde las tres claves de la creatividad: la intuición poética, con la que capta esa dimensión interna y esencial de lo existente; la irradiación metafísica, con las verdades de la sabiduría universal; y la relación protomística, que supone la vivencia de la espiritualidad cuando el sujeto contemplativo entra en contacto con las cosas. Se trata, por tanto, de los niveles altos del conocimiento y de los niveles profundos de la intuición que supera el conocimiento científico y el conocimiento filosófico ya que penetra, no solo la intuición poética, sino en el conocimiento noético, es decir, en la noesis de lo intuitivo desde la dimensión especial de la irracionalidad de la mente a la que los humanos estamos llamados en alguna circunstancia de nuestra vida a experimentar y que algunas veces toca la dimensión de lo inefable. Los poetas metafísicos, como los poetas místicos, son amanuenses o interlocutores de verdades reveladas y de señales de la trascendencia, por lo que dan cuenta de un contenido no siempre consciente para los mismos creadores que a menudo transmiten señales de verdades profundas que desconocen porque canalizan esas revelaciones a través de imágenes y símbolos que corresponde al especialista en esos menesteres literarios desentrañar, como lo hace el crítico o el filólogo, para perfilar o explicar el sentido de esa revelación y la dirección de esas percepciones trascendentes. A través de profetas, iluminados y místicos habla la voz de la conciencia, la voz del ser, la voz de la sabiduría universal y, desde luego, la voz de Dios. Hay una voz interior del sujeto creador, una voz entrañable de las cosas y una voz universal del Cosmos. Es decir, hay una voz personal, una voz impersonal y una voz universal. La voz personal es aquella a través de la cual expresamos nuestras intuiciones, nuestra manera de ver y entender las cosas. La voz entrañable o subjetiva es la que da cuenta del rumor o la música de las cosas. Y la voz universal es la que no es intuida sino revelada. Entonces, podemos canalizar a través de esas voces las verdades profundas mediante la intuición de lo real y la percepción de lo trascendente, a las que los poetas metafísicos acceden para vehiculizar, en sus imágenes y símbolos, verdades de la cantera del inconsciente colectivo mediante la formalización del poder arquetípico de la palabra.
No se puede confundir la voz de la intuición con la voz de la revelación. A esta no se acude por elección del creador, sino que el creador es elegido para ser un intermediario de una determinada verdad. Pedro José Gris ha dicho que ha escuchado voces sin estar loco, sino en estado normal y estando despierto. Esto es un detalle que a veces sucede en algunos autores, como le ha acontecido al autor de Las voces, porque en algunos poemas suyos confiesa que ha escuchado voces con la clara señal de que las percibe en su propio idioma, y algunos dicen que han percibido voces en lenguas extrañas. En cualquier caso, se trata de una vivencia de la conciencia alterada, pero es una vivencia real, y hay poetas que han captado esas voces y han plasmado creaciones con la expresión del conocimiento intuitivo y el conocimiento revelado paralelamente. Nuestro poeta, como dije al principio, se instala en el interior de la experiencia y se compenetra con los elementos al modo presocrático y protomístico en una actitud de empatía y de conexión profunda con esa vivencia entrañable que experimenta en su sensibilidad y da cuenta de ese extraño nivel de la conciencia que comienza con una forma simple, ya que dice: “Linda, curiosa niña precoz que juega a ser madre…”.
El poemario Voy hacia mi casa entraña una revelación y, desde luego, la descripción de ese estado singular de la conciencia expresado poéticamente. Es una reflexión sobre el mecanismo de la creación para tratar de darle luz a esas vivencias interiores de la sensibilidad y la conciencia. No es fácil plasmar una poesía de ese tipo; por eso se hace difícil asumir esa temática, por lo cual a menudo las grandes obras poéticas son desdeñadas por los lectores no habituados al nivel profundo de la creación poética, porque no están acostumbrados al lenguaje de la poesía, que es un lenguaje diferente del lenguaje ordinario, aún cuando se escribe en la misma lengua, ya que el lenguaje de las imágenes tiene una especificidad expresiva y es lo que dificulta la comprensión del fenómeno poético; entonces, cuando el autor transita esa dimensión de la creatividad lo hace con esa complejidad de la escritura. Por eso dice el poeta: “Iluminad lo oculto, solo nos hiere cuando se repite…”. En otra parte dice: “Aquí entre estos hombres será la negación o el llanto, jubileo y antorcha…”.
En otra parte escribe: “La brisa fresca de siempre, la espada sangrienta…”, Una forma poética de escribir al modo homérico por cuanto, al escribir esta obra, el poeta trata de coordinar dos realidades: la realidad sensorial, la realidad viviente del mundo que nos rodea; y la otra realidad, la realidad trascendente. Entonces, va alternando la realidad real y la realidad trascendente, la realidad sensorial y la realidad metafísica, la realidad imaginaria y la realidad virtual. Juega y altera esos niveles y a veces da la impresión de que él se sitúa desde el otro lado, desde la otra esfera de la realidad y, desde allí, parece visualizar la realidad en la que estamos, aquí y ahora; desde fuera parece revivir sus vivencias y este es un mecanismo extraño de la conciencia, pues se sitúa desde fuera de esta realidad y desde allá contempla lo viviente y contempla el mundo y trata de poetizar en torno a esa peculiar situación de su estado de ánimo o de su estado espiritual o de su estado de conciencia cuando ausculta el sentido hondo de la vivencia que experimenta, de las verdades que recibe y de la experiencia metafísica que enfoca. Revela que hay muchas voces, confiesa que ha captado mensajes durante los episodios interiores de su conciencia; desde luego, de una conciencia modificada y, en algunas circunstancias, expresa verdades de vida, con la descripción de la realidad del poema y de sus vivencias entrañables, que es lo que lo hace profundo: “Ulises y yo hemos esperado un rosado amanecer en unos ojos…”.
Alude al estado de la muerte en que se encuentra el sujeto en esta particular experiencia de la condición humana. En otra parte de su poemario expresa que se sitúa fuera de nuestra realidad y quiere cantar desde ese otro ángulo de lo real, donde se ubica para dar a conocer la experiencia que lo está desarticulando, al modo de un espectador de la realidad cuántica de lo viviente, y en otros casos integrando su propio ser con ese otro mundo y usa términos como ancla, concha, gravedad, para aludir a ese estado particular de la conciencia, inserta en la realidad de las sensaciones: “Todo lo anclado sobre la tierra, las anclas, las conchas, la gravedad que limita mi despegue…”.
Un dato particular de este poemario es el hecho de que el poeta se sitúa en la Colina Interior, nombre con el que bauticé un espacio de la finca de su propiedad en la provincia de Santiago, territorio de vivencias interiores que le sirvieron para situar geográficamente su poema. En ese ámbito entrañable de la Colina Interior, un espacio que queda en entre Santiago y Puerto Plata por la carretera turística, lugar donde los escritores del Movimiento Interiorista hemos celebrado hermosas, fecundas y memorables jornadas literarias, se sitúan algunas de las escenas descritas en el poemario para darle concreción sensorial a su vivencia y ubicación geográfica al estado que experimenta cuando explora ese estadio de la conciencia para vivir la relación que lo rapta. El poeta procura darle concreción y verismo a lo que está viviendo. Ha experimentado una experiencia metafísica y quiere plasmar esa experiencia interior en términos poéticos y quiere hacerlo con el lenguaje del yo profundo, el lenguaje de la intuición o el lenguaje de la conciencia, que es el lenguaje de la metafísica. Entonces, al tratar de combinar esos dos niveles, logra dar con el sentido poético que lo pueden entender y disfrutar quienes conocen el lenguaje de la poesía. Por supuesto, quien desconoce el lenguaje poético se va a perder en la lectura porque no sabrá apercibir el nivel simbólico y, desde luego, disfrutar la vivencia estética que esa experiencia implica, porque ciertamente para tener una vivencia estética hay que sentir el encanto de lo viviente; y para tener una vivencia metafísica hay que entender el sentido y también sentir el aletazo del misterio. Si uno no entiende el sentido ni siente la belleza de lo sensible, no puede experimentar esta sensación de los sentidos interiores frente a lo que está al margen de esta vivencia.
Este poema profundo, simbólico, trascendente, supone esta condición para disfrutarlo poéticamente y esa es una de las razones que comenté al principio cuando aludí a la complejidad del poemario. Pero también es importante decir que hay creadores de alto nivel que trabajan ese estadio de la creatividad en que tienen que profundizar a niveles hondos de conciencia a la que la mayoría de los lectores no pueden llegar. Entendemos que el cauce de la literatura y el cauce de la creatividad deben seguir creciendo y deben seguir en ascenso, y entonces, aquellos poetas privilegiados por el don de la creatividad y por la capacidad de penetrar en esos estadios profundos de la conciencia son los llamados a realizar este tipo de obra, aún cuando se conviertan en una obra para especialistas o para poetas, o para el alto nivel de comprensión filológica. En ese sentido el poeta experimenta la presencia terrible y vaporosa de lo arcano y la revela en imágenes apocalípticas: “La fumarola de los soles muertos se alcanza a ver desde mi Colina Interior de noche siempre, de noche…”; y, en otra parte donde se aprecia lo que llamo el fuetazo del misterio, el poeta expresa lo que estremece su sensibilidad en esa singular situación de su conciencia, y dice: “Todo esto lo he inventado para decirte desde que salí de mi primera casa…”.
En otra parte expresa: “Tengo miedo de que todo sea verdad, el mar desamado, las aguas dulces…”. En otra parte del poemario el poeta habla de esa vivencia espiritual que conecta con Salomé, el personaje bíblico, penetra en particulares dimensiones de su sensibilidad y profundiza en la línea de creación que motiva la escritura del texto.
Voy a resumir mi participación diciendo que la disciplina científica de nuestro tiempo llamada física cuántica forma parte del trasfondo conceptual que anima la escritura de este poemario porque el poeta encarna conocimientos científicos, filosóficos y poéticos en su explicación del funcionamiento de la materia y del funcionamiento de la conciencia. A veces parece moverse en un terreno movedizo, mágico o misterioso, como el de los átomos; mucho más si hablamos de las extrañas experiencias trascendentes como estructuras comunicativas normales en las que el mensaje verbal entra al cerebro de manera inexplicable, como si una voz superior dictara el texto. Esa experiencia suprasensible las han tenido profetas, poetas y personas ordinarias que participan en su condición de visionarios ya que acceden a una dimensión desconocida en la que Dios, la Energía Superior o cualquier entidad trascendida toman la iniciativa para comunicar algún mensaje sobrenatural.
Otra parte de este trabajo, que figura como prólogo del libro Voy hacia mi casa, dije que la recreación del acto danzante de Salomé tiene tres implicaciones relevantes en este poemario de Pedro José Gris: primero, asume un hecho de la historia como ilustración y soporte de un enfoque conceptual y metafísico de su cosmovisión poética; segundo, entraña una visión subjetiva en la que el poeta describe el acto del desnudo con la emoción del quien le hubiese gustado estar presente para disfrutar el placer sensorial de ver el cuerpo de una hermosa joven cuando escenificó su destape ante el rey; tercero, comporta un dolor traslaticio y simbólico ya que en la visión de Salomé como símbolo sexual cabe la posibilidad de que la gente quede atrapada en la rueda obsesiva de un acontecimiento sentimental de su predilección. En la visión lírica del poeta, Salomé repite el baile al infinito. Algo de valor o de importancia para la conciencia le fue revelado al poeta conforme el testimonio lírico expresado en este poemario, el hecho irrebatible de que Dios o una entidad sobrehumana hable a través de los poetas como lo hacía a través de los profetas, como se ha constatado en todas las lenguas y culturas, antes y ahora. En los tiempos antiguos, la Biblia registra el hecho de varios profetas que recibieron mensajes a través de la revelación, como Elías en el Antiguo Testamento o Pablo de Tarso en el Nuevo Testamento. En nuestro tiempo, el lírico boricua Francisco Matos Paoli nos dijo a nosotros (a Pedro José Gris y a mí) que él escuchaba voces del más allá, como lo testimoniara en sus libros Canto de la locura y Diario de un poeta. No es un retruécano de la conciencia decir que Pedro Gris recrea para dar cuenta del tormento interior que sacude la sensibilidad de quien ha cometido un crimen contra un sujeto inocente, como lo propició Salomé. En el poema se articulan datos de la sociedad de nuestro tiempo, por lo que Pedro José plantea: “No es un ejército de conciencia tendida…”.
Finalmente, en su compenetración empática con el Universo, con sentido espiritual, erótico y metafísico, Pedro Gris hace uso de una actitud reflexiva esencialmente cósmica, para articular una poesía a la luz del ideal interiorista de la creación. Un aspecto singular de su poemario, que subrayo con énfasis, es la armoniosa coparticipación del arte y la ciencia en la creación poética, no al modo endosado como adición artificial, sino articulados con sentido en los que los datos de la ciencia no entorpezcan la emoción estética que el genuino poema entraña, pues la implicación del arte y la ciencia son un logro creativo del poeta santiagués, ya que a menudo los que así lo han pretendido no han conseguido provocar la emoción estética ni la consecuente fruición espiritual, con lo cual menoscaban el sentido espiritual del arte, la poesía, la filosofía y la espiritualidad. En Pedro José Gris los datos de la realidad humana se suman a los datos del saber literario y el filosófico para cumplimentar la emoción metafísica y poética. A nuestro poeta no le basta el estadio sensorial, dionisíaco y festivo que el placer de los sentidos concita; no le bastan el mundo y sus placeres para aupar su vocación estética, ya que busca orillar la otra ladera, la del pensamiento metafísico que generan los fenómenos de conciencia y que explora con la hondura de la intuición trascendente, lo que le permite encauzar una reflexión con una sutil meditación sobre el tiempo, el sentido de la vida y, desde luego, sobre el ser y el devenir del mundo. Por algo tienen sus versos una profunda connotación estética, metafísica y simbólica, como se aprecia en Las voces y en Voy hacia mi casa, donde hay una disposición interna y metafísica que lo impulsa a explorar la hondura del ser, el sentido de la creación y la razón de la existencia, que nuestro poeta enfoca poéticamente mediante un doble reflejo, el espejo del ser que la conciencia reproduce con su cavilación interior y el reflejo de su interior profundo cuando enfoca el acontecer de extrañas ocurrencias en el hondón de su sensibilidad, una manera de expresar su condición de pensador y de poeta con el talante del sujeto que se ausculta a sí mismo, se piensa sabiéndose pensante y escribe lo que vive interiormente. El pensamiento es un mecanismo que al pensar el mundo lo refleja, al tiempo que el poeta se piensa a sí mismo y habita el pensamiento que canaliza en su expresión estética, disposición de su sensibilidad interior que concita la nostalgia, motor de su poesía frente a la réplica del miedo a la muerte, el sentimiento del horror vacui, tan presente en un autor, como Pedro José Gris, cuyas vivencias, a pesar de las apariencias, conjura con las voces del ser al ser que lo contiene y lo define.
En fin, al ponderar el fenómeno de una singular poesía, como la de Pedro José Gris, que asume el estado peculiar de la conciencia y lo convierte en sustancia de una creación con sentido estético, metafísico y cuántico, consigna el talento de un creador que vive el estado afrodisíaco de la creación.
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