HABITÁCULO – BRETE – PUPITRE
La primera acepción que consta en el lexicón mayor para habitáculo es habitación, como lugar destinado a vivienda. La segunda es “recinto de pequeñas dimensiones destinado a ser ocupado por personas o animales”.
Tan pronto se llega a este punto salta a la vista que la utilización del vocablo no obedece a la significación establecida por el uso y sancionada por las autoridades de la lengua.
El recinto al cual se refiere la definición se destina a ser ocupado por personas o animales. Es de uso exclusivo de esos dos seres. Esa es la finalidad para la cual se reserva el espacio de pequeñas dimensiones.
En el pasaje se usa habitáculo para contener luces traseras de un automóvil. Eso no es posible por la definición de habitáculo que se copió.
Aquí se va a mencionar para el término la enmienda que adornará la edición próxima. Será reconocido para “en un vehículo, espacio destinado a las personas”. Se recuerda que la palabra se usa desde hace un tiempo razonable en las naves espaciales.
Una vez disfrutado del placer de leer el reconocimiento que las Academias hacen del empleo de habitáculo, solo queda insistir sobre la situación del error en que incurrió el redactor.
Para terminar se va a proponer una palabra para sustituir la desafortunada. Era posible que se empleara “elemento” que no se parece a la que apareció en la reseña, pero que debe retenerse en su sentido de “una parte de una estructura formada por piezas”.
BRETE
“Y ése es el primer ministro cubano a pie juntillas, porque cuando no tiene BRETES por batir en su cubilete mafioso. . .”
Con frecuencia sucede que la duda penetra en las seseras de los lectores. No es una sensación gratuita sino que es consecuencia de la creatividad de algunos articulistas.
Cuando se lee algo parecido a lo reproducido, las meninges entran en función desesperada por dar con el sentido de lo que algunos articulistas publican en los periódicos.
Se espera que en el caso de esta sección se logre un consenso con respecto a que el mensaje que trató de pasar el redactor de la oración transcrita resultó confuso.
Se estudiarán rápidamente las acepciones aceptadas por las autoridades de la lengua. Una vez que se compruebe que ésas no le confieren sentido a la oración se examinarán los significados de la misma voz en la América Morena. Ya en ese campo se mencionará la evolución del término en esta orilla del español.
Los académicos catalogan dos acepciones generales y antiguas acerca de lo que brete es. Una es el aprieto y la otra es el cepo. Esto se logra reduciendo a su menor expresión lo que los académicos escriben en su diccionario.
Las demás acepciones que siguen son todas originadas en la América Morena. En Argentina y Paraguay el brete es el pasadizo para enfilar ganado que se transporta. En Costa Rica, Nicaragua y Venezuela es un trabajo. En Uruguay es un corral de dimensiones y propósitos específicos. Por último, en Cuba es una discusión acalorada entre dos o más personas.
Si se procede a examinar el texto a la luz de los significados copiados hasta ahora para brete, no se logra satisfacción porque ninguno de ellos le confiere sentido al pasaje citado.
Tan pronto se comprueba la imposibilidad de entender el brete de la cita se hace necesario buscar otras vías para solucionar el asunto. Se repasarán los diccionarios de americanismos para tratar de hacer que se entienda el pasaje.
Las acepciones americanas que se mencionaron antes comenzaron por ser americanismos puros que por cansancio y persistencia consiguieron su inclusión en el lexicón mayor.
La redacción de Santamaría en su “Diccionario general de americanismos” para el brete cubano es “enredo, alboroto, trastorno”. Menciona ese lexicógrafo en su obra de 1942 que en Colombia era una “faena” en el registro vulgar.
El brete costarricense es un sustantivo masculino (trabajo, oficio) ha producido un adjetivo “breteador” que corresponde a trabajador y al verbo “bretear” que a su vez equivale a trabajar. Lo que se consigna aquí se extrajo del “Nuevo diccionario de costarriqueñismos” de Miguel A. Quesada Pacheco (1996).
Los dominicanos conocen un brete que Patín Maceo recogió en su obra “Dominicanismos”, 1940. Allí define el brete “porfía, contienda de palabras”. Emilio Rodríguez Demorizi en 1983 añadió certeramente a lo ya escrito por Patín, otros significados reconocidos por los dominicanos: “desorden, confusión, pelea”.
Tal parece que Carlos Esteban Deive no gusta de las acepciones añadidas por Rodríguez Demorizi, pues en su “Diccionario de dominicanismos” (2002) solo reprodujo lo que escribió Patín Maceo.
Las versiones recogidas en las conversaciones entre dominicanos permiten asegurar que las expresiones de Rodríguez Demorizi son acertadas para el brete dominicano.
Terminado este recorrido como se prometió al principio, se recurrirá a otro diccionario para dilucidar el valor del brete del articulista en su texto.
En el “Diccionario del español de Cuba” (2000), los autores -Haensch y Werner- aseguran que coloquialmente en Cuba brete se retiene por “noticia, verdadera o falsa, que da origen a una situación confusa y desagradable”.
Habrá que resaltar que una acepción dominicana coincide con la última cubana en cuanto a que en las dos existe la idea de confusión. De ese modo entiende el autor de estas apostillas al idioma la utilización que se hizo de brete en la cita que consta al principio de esta sección.
PUPITRE
“. . .regresó ayer a su PUPITRE como diputada por el Partido. . .”
No se piensa que los honorables miembros de una de las cámaras legislativas se sientan muy halagados con el nombre que se le otorga a la curul que ocupan junto con sus compañeros en la noticia que se copió al principio de esta sección.
El disgusto de los diputados se considera justo si se recuerda que pupitre era el nombre que se le daba al mueble en que se sentaban los alumnos en las escuelas.
La definición que los académicos usan para pupitre es esta: “Mueble de madera, con tapa en forma de plano inclinado, para escribir sobre él”.
Naturalmente no hay nada fuera de lugar si se recuerda que el asiento que ocupa la diputada puede ser de madera, puede tener una tapa en forma de plano inclinado y que tenga como finalidad escribir sobre él.
En algunos países utilizan palabras más elegantes.Ya se mencionó curul, asiento; en otros países usan la palabra butaca para los mismos fines. En ciertos países se olvidan por completo del mueble y llaman “sitio, puesto, posición, escaño” al “lugar” que ocupan los diputados cuando desempeñan sus funciones.
La noticia la trajo un periódico acerca de algo que sucedió en Ecuador. Eso hace pensar que en ese país se acepta el empleo criticado aquí.
COSA DE
“. . .que los gobiernos miembros de la OEA especifiquen indicadores mínimos de violaciones inaceptables de la Carta Democrática, COSA DE evitar debates interminables. . .”
Al momento de leer esto le sale al lector el deseo de decir: ¡Qué cosa ésa! Parece algo de muy mal gusto, por no usar otro calificativo, eso de utilizar la palabra cosa.
En la redacción de artículos, narraciones, reseñas, noticias y columnas hay que evitar utilizar ese vocablo (cosa) porque si quien redacta se descuida se hace ubicuo. Cosa es un término muy vago que no significa nada y puede reemplazar todo lo que se quiera.
Para algunas personas el término cosa es un comodín, sobre todo en las conversaciones, para como dice el maestro M. Seco, “suplir la palabra que no se recuerda o que no quiere uno tomarse el trabajo de recordar o articular”.
De las conversaciones a las redacciones debe mediar una gran diferencia. Los gestos, la entonación, el tema, la familiaridad entre los hablantes, y el tono muchas veces relajado permiten que la palabra cosa intervenga en las conversaciones.
No debe suceder así en los escritos. La palabra impresa debe suplir con su precisión la distancia o la ausencia de contacto directo entre el emisor y el receptor del mensaje.
En esta sección se trata de la locución prepositiva “cosa de” que en España se emplea precediendo a cantidades no precisas. En ese caso equivale a “alrededor de, más o menos, cerca de, aproximadamente”.
Don Manuel Seco en su “Diccionario de dudas y dificultades de la Lengua Española”, 1998, asegura que en América esa locución se utiliza en el nivel coloquial para sustituir a “para”. De este modo lo hizo el columnista en el pasaje que se reprodujo en cabeza de esta sección.
Hay que resaltar que el académico Seco sitúa el uso en el nivel coloquial. Llevar el empleo a una columna en un periódico es de muy mal gusto, para ser benévolos al criticarlo.
El diccionario de la Real Academia no anda con paños tibios con relación a “cosa de”, para esa locución escribe: “locución prepositiva coloquial”. De nuevo se subraya el registro en que se usa.
HERIDA – LESIÓN
“Los casos de atención médica urgente son definidos como aquellas enfermedades o HERIDAS que necesitan ayuda inmediata de un médico, clínica o sala de emergencia.”
La penetración del inglés, en el habla y la redacción del español, ha llegado a tal grado que los castellanohablantes de América han olvidado las palabras legítimas precisas y de abolengo que corresponden en español para “sala de emergencia”.
Con las expresiones del párrafo anterior se alude a las combinaciones arrinconadas en el desván por la copia que se hace del “emergency room” del inglés. Vale recordar que en el español de buena cepa se decía y se escribía “sala de primeros auxilios”. Además de ésa también era de uso llamarlas “sala de urgencias médicas”. En portugués aún utilizan el vocablo socorro para esos departamentos de pronto socorro de los hospitales.
Son muchos los calcos del inglés que se han metido en el español de todos los días. La lengua no corre peligro por estos pequeños atentados. Hay que entrar en materia con las “heridas” de la cita.
El sustantivo herida no es el que desempeña mejor el papel en este caso. Herida es perforación o desgarramiento en algún lugar de un cuerpo vivo. También hace el papel de adjetivo y puede ser sustantivo abstracto para ofensa y agravio.
Para el texto citado se propone lesión porque es un término más general que tiene mayor amplitud, cubre un campo mayor.
La lesión es un daño o detrimento corporal causado por una herida, un golpe o una enfermedad. Aquí se comprueba que con esa sola palabra se logra englobar todo lo que suele presentarse en una sala de primeros auxilios. Con la voz lesión no había necesidad de mentar la enfermedad o los trastornos, todo está comprendido en ese vocablo.
El movimiento natural del pensamiento cuando se habla de heridas es pensar en algo que causa sangrado y generalmente heridas inferidas con armas e instrumentos cortantes o punzantes. No se piensa en las heridas contusas (por contusión, sin relación con el maíz).
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