*DISCAPACITACIONES – VAINA – CALZAR
Nunca está de más recordar que la discapacidad es la cualidad de discapacitado, lo que obliga a repetir lo que discapacitado es. Se considera discapacitada la persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales y físicas.
Cuando los redactores del diccionario general de la lengua adoptaron el término y lo hicieron del modo que se reprodujo más arriba fue para llenar un cometido específico por circunstancias que presenta la vida de los humanos.
Aunque no se diga, el mayor cuidado fue establecer la diferencia entre la incapacidad y la dificultad que enfrenta una persona en el desempeño de las actividades diarias que se consideran normales.
Cuando se nombra a un incapacitado se hace hincapié en la falta de capacidad o aptitud para hacer algo. Este “hacer algo” se refiere a actividades específicas, ya sean físicas o intelectuales. En el discapacitado se recalca el impedimento o entorpecimiento por alteración, mientras que en el incapacitado se apunta hacia la falta de capacidad o aptitud.
Como ya se puede deducir de lo anteriormente expuesto, el nombre es la discapacidad y no la *discapacitación. Por lo tanto no hace falta que se traiga una nueva voz sin que se constate la necesidad para eso.
Se invita a los escritores a que abandonen la costumbre de salir en pos de términos más largos, por pensar que son más pomposos y que como tales llaman más la atención. Muchas veces lo más sencillo es lo que hace más agradable el ritmo de la lectura.
VAINA
La “VAINA” de la primavera.
Ese es el título que el escritor le asignó a su artículo semanal en el periódico. Con toda la precisión y malicia que le permite el espacio le colocó las comillas a la palabra vaina. En realidad el artículo se encaminaba a agotar unos párrafos acerca de las vainas de las plantas.
Vaina es un vocablo que sirve de comodín en algunos países de nuestra América Morena, mientras que en otros puede ofender castos oídos. El autor de estos comentarios durante su juventud acostumbraba a utilizar el susodicho vocablo como comodín.
En una ocasión hace alrededor de 45 años se encontraba el autor de estas apostillas en Inglaterra en una reunión en la que participaban latinoamericanos de varios países y entre ellos una señora inglesa casada con un venezolano. Después de unos tragos y en medio de la conversación, el venezolano dueño de casa llamó aparte al autor de estas líneas para pedirle que dejara de usar la palabra vaina. Al preguntarle inocentemente porqué, respondió que él no quería que su esposa una vez en Venezuela utilizara esa palabra por ser grosera.
En esta sección se verán los significados de la voz vaina en los países de la América Morena, así como especialmente el contraste que hay en el significado entre República Dominicana y Venezuela y la evolución del término en el último país. No se dejará de reflejar lo que las Academias han reconocido en el lexicón autorizado de la lengua común.
Se comienza por lo mencionado último, lo consagrado por las Academias, para sentar las bases de lo que se expondrá luego y por ser lo más sencillo.
De lo que el DRAE recoge se van a escoger las acepciones más relevantes. La primer vaina es la del arma blanca. En segundo lugar para retener son las acepciones comunes a varios países de América Central, América Meridional y Cuba: Contrariedad, molestia; y cosa no bien conocida o recordada. Esos son los significados que circulan en República Dominicana.
La otra acepción que se desea mencionar es la “cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas de algunas plantas”. De esta acepción es de donde sale la legumbre dominicana que se conoce con el nombre de “vainita”.
La vaina venezolana comienza a documentarse desde hace largo tiempo. Don Ángel Rosenblat en uno de sus libros, “Buenas y malas palabras”, 1974, califica de groserísimo el vocablo vaina. En Venezuela, refiere ese autor, se usa/ba la expresión “echar vainas”, que en ese país equivale a echar bromas; especifica él que esas bromas no tienen nada de graciosas.
No contento con lo ya escrito Rosenblat cuenta que “Caracas tenía tradicionalmente un habla vulgar, con muchas lavativas, varillas, vainas, berenjenas y otras legumbres, que hicieron afirmar a Arturo Uslar Pietri, cuando regresó del exilio, que el venezolano tenía la lengua sucia”.
En el mismo tono usado por Rosenblat se expresa Aura Gómez de Ivashevsky. Ella afirma: “La más grosera de estas expresiones, aunque el hablante no sabe por qué, es ¡ah vaina!, ¡qué vaina!”. Se oye en medios populares y también a gente de clase media en momentos de exacerbación”. Ella cita un diálogo de Uslar Pietri en el cual el famoso venezolano utiliza el ¡qué vaina!, en el libro “Un retrato de la geografía”. Estas notas se sacan del libro de la mencionada señora, “Lenguaje coloquial venezolano”, 1969.
La documentación acerca de la vaina venezolana no termina ahí. C. Bashleigh en su obrita “The criollo way”, 1981, asegura que ese término no es para usarlo indiscriminadamente, porque esencialmente es una expresión vulgar. A pesar de ser vulgar es empleada ampliamente y tiene variedades de uso. Como exclamación, para indicar aguda molestia o sorpresa. En la expresión ¡Déjese de vainas!, vaina significa estupideces o comentarios irritantes. Asegura que la expresión “Es un gran echador de vainas”, aun cuando se la emplea de manera admirativa es extraña porque significa que la persona mentada es un gran humorista. (Traducción de RG).
Después de la revisión del concepto por los predios venezolanos se puede llegar a analizar la vaina dominicana. Quien mejor se ocupa del asunto en el habla dominicana es Carlos Esteban Deive quien ofrece las acepciones comunes, a las que añade fastidio, jeringa. Cita este recopilador que en Colombia se sirven de la frase Echarle uno una vaina para: “Hacerlo fracasar. Obligarlo a hacer una cosa desagradable”. La frase Echarse una vaina es: Verse, por su propia culpa, en disgustos, dificultades o peligros. Efectuar un acto enojoso”. Por último, Tratar de vaina a uno es “tratarle con indiferencia, al desgaire”. Esas referencias se encuentran en el “Diccionario de dominicanismos”, 2002.
Concordante con los valores anteriores son los términos que se localizan en el libro “5600 refranes y frases de uso común entre los dominicanos”, 1978, de José Antonio Cruz Brache. Él cita la frase: “Echarse uno una vaina”, para la cual él entiende que equivale a “actuar uno de tal modo que quepa esperarse le sobrevengan perjuicios a causa de ello”.
Los usos dominicanos de vaina para mencionar algo indeterminado, o en lugar de algo sobreentendido por el contexto, los enumera Lucy Gómez Marín. Esa palabra “se utiliza para hacer referencia a cualquier cosa, a todo y a nada”. Para expresar impotencia: ¡Qué vaina! Para indicar que no se logrará lo que pretende: ¡Déjate de vaina! Otra muy conocida para dar a entender que no se desean excusas, o cuentos, o historias: ¡No me vengas con vaina! Citas extraídas de “Dominicanismos”, 2009, de la citada autora.
Como puede comprobarse mediante la lectura de lo tratado más arriba existen diferencias entre la noción dominicana y la venezolana; aunque se está en la obligación de subrayar que en la actualidad la idea venezolana de la vaina se acerca a la dominicana.
Según se asegura, con la influencia del habla de las telenovelas producidas en otros países que llegan a Venezuela se ha logrado suavizar la aspereza de la voz vaina en Venezuela.
CALZAR
“. . .además de cambiar el mismísimo nombre del país por uno que CALZASE con sus afiebradas concepciones personales. . .”
El verbo calzar aparecerá enmendado en la vigésima tercera edición del DRAE. No obstante la enmienda, no se encontrarán allí algunos significados conocidos en República Dominicana y en otros países.
El uso que se hace del verbo en el pasaje citado no constará tampoco en la nueva edición del DRAE. Es más, se puede avanzar que el uso que se hace en la cita es un significado figurado de uno que no aparecerá. Una vez que se someta el asunto a escrutinio se llegará a la conclusión final que arrojará luz sobre el valor asignado por el redactor al verbo.
Para variar la forma y el orden que se sigue habitualmente en estos escritos, esta vez se comenzará por un significado empleado en República Dominicana que se conoce en el uso del español de España.
Cuando un dominicano se presenta a una tienda de zapatos para comprar un par de ellos, generalmente el dependiente le pregunta: ¿Qué número calza? La respuesta no se hace esperar. La pregunta y la respuesta entablan la comunicación porque no hay duda con respecto al significado del verbo calzar en este ejemplo. Esto equivale a “tener determinada medida de calzado”, así están en el DHDA, 2008, ver más abajo.
A pesar de lo expuesto en el párrafo anterior se hace constar por este medio que el lexicón mayor de las Academias no ha bendecido esta acepción del verbo. Esto puede resultar sorprendente para un dominicano porque es tan natural, tan cotidiano, que se hace difícil aceptar que no figure en el DRAE.
Como se señaló antes este valor del verbo se conoce en España. Como prueba al canto se puede traer lo que el Diccionario Moliner expresa: “Calza un 43”. Con esto queda dicho que la persona que así dice el número o medida de calzado que le queda bien y le “sirve” lo hace con la ayuda del verbo calzar.
Santamaría en el DGA, 1942, indica que calzar es “reforzar” aun cuando no menciona el país en el que se usa con este significado. Ese lexicólogo registraba en ese año como perteneciente al habla figurada y familiar en Argentina el verbo calzar para “obtener uno o conseguir lo que pretendía”. En la actualidad eso lo reconoce el Diccionario Moliner también.
El significado que tiene el verbo en República Dominicana se conoce también en Argentina donde el verbo calzar es “quedarle bien a una persona una prenda de vestir y no ser ni estrecha ni holgada”. Los argentinos han extendido este significado para otras prendas de vestir, más allá del calzado.
Además de lo señalado ya para Argentina, allí se extiende la significación del verbo a los recipientes, para mentar la cantidad que es capaz de contener. Por extensión el verbo calzar lo llevan a los caballos para significar ponerles herraduras. Estas acepciones se extraen del “Diccionario del español de Argentina” de Haensch y Werner, 2000.
Los valores que representa el verbo calzar en Argentina no terminan ahí. Todos los lexicógrafos de ese país están contestes en que es también “asestar un fuerte golpe a una persona”. El “Diccionario del habla de los argentinos”, 2008, lo califica de coloquial, mientras que el DRAE lo asienta como “vulgar”, sin limitarlo a golpes propinados a personas.
En ese país calzar es “lograr un destino o puesto deseado”, lo que se expresa en francés se caser, décrocher (un poste), de este modo se encuentra en el “Léxico argentino-español-francés” de Verdevoye y Colla, 1992.
Muchas de las significaciones actuales que constan en el diccionario oficial de la lengua tuvieron su origen en América, pero todavía faltan algunas que son comunes a varios países de la América Morena. Entre esas están la de empastar o rellenar un diente o muela, que es común a Ecuador y Colombia. En Ecuador usaban solamente para “orificar” el diente como lo señala Santamaría.
En Costa Rica calzar es “coincidir”, que es un uso que está documentado en la literatura de ese país como lo demuestra Reanud Richard en su “Diccionario de hispanoamericanismos”, 1997. En este diccionario el significado del golpe de los argentinos se propina “con precisión”.
Una vez llegado a este punto de la exposición con respecto al verbo hay que reflexionar con respecto al significado que se le otorgó al verbo calzar en el pasaje que se citó al principio de esta sección. Como se dice en el lenguaje dominicano “hay que buscarle la vuelta” al uso.
Existe en Argentina un significado que quizá le confiera sentido al texto citado. Se trata de un uso por extensión del verbo calzar, “convenir algo a una determinada situación”. La extensión del significado es una mención a las de las medidas de ropa y calzado. Este uso está debidamente documentado en la literatura de ese país, así como en el uso por medio de la prensa escrita.
Para hacer patente lo que se sostiene aquí se modifica a continuación el texto citado cambiando el verbo por “convenir”: “. . .por uno que conviniese a sus afiebradas concepciones personales…”
O cambiándolo por el verbo de los costarricenses: “. . .por uno que coincidiese con sus afiebradas concepciones personales”. Hubo que cambiar la preposición también.
Se piensa que está debidamente servido el propósito de esta sección.
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