CERTIFICAR

“…desea cuerpos policiales renovados, una nueva policía CERTIFICADA a nivel nacional que le otorgue confianza a la ciudadanía. . .”

Ha de mencionarse enseguida que el estilo corresponde a la realidad, esto es, que en la cita no se cambió palabra alguna y que es cierto que al leerlo se hace necesario adivinar algunas de las intenciones de quien escribió esto.

Este comentario (del párrafo anterior) se hace con respecto a lo de “certificada a nivel nacional”. Quizás quiso expresar “acreditada de modo uniforme a nivel nacional”. Esos vacíos en la redacción son huecos que el lector tiene que llenar porque el redactor demostró impericia en su arte (¿?) de la escritura.

Una vez más de lo que se trata en esta sección es de probar que el verbo del título se emplea en la cita de manera impropia. Como se hace de costumbre en estas reflexiones después de dejar al descubierto el entuerto se pasa a sugerir una o más palabras que podrían muy bien desempeñar las funciones erróneamente atribuidas al verbo criticado.

El verbo certificar está muy lejos de significar lo que se pretende comunicar en estas oraciones copiadas al principio de esta sección. Para ese verbo se acepta que vale para expresar que algo es cierto, que eso que se asegura o se alega como verdadero se hace cierto por medio de un instrumento público. Esto es, se fija o señala con certeza.

En cambio el verbo que ya se usó más arriba, acreditar, tiene el mérito de significar que algo se hace digno de crédito, reputación, y en sí da seguridad de que algo es lo que representa o parece.

De aquí puede inferirse que lo que pretendió comunicar el redactor es que esa policía debiera gozar de la confianza, a nivel nacional, de la ciudadanía; que fuera merecedora de ese voto: que disfrutara de esa reputación positiva.

Nunca desmayaran los esfuerzos que se hacen por este medio para alentar a las personas para que utilicen los términos más precisos para transmitir sus ideas y que de este modo estas se asimilen sin vacilaciones. Hay que escoger los vocablos con certeza para evitar dudas.

KAKO PELAW

No se trata de causar sorpresa sino de disfrutar de voces dominicanas que han pasado a formar parte del vocabulario de otros países. En el caso presente kako pelaw ha pasado del español dominicano al idioma haitiano.

El lexicógrafo haitiano Max Manigat en su obra Mots créoles du Nord d´Haïti al tratar acerca de la combinación de palabras del título expresa que se desconoce el origen de esta. No obstante eso luego en su explicación acerca del origen se aproxima bastante al origen cuando afirma que el verbo pelar es “hacerse cortar el pelo” y que caco para los dominicanos vale para cabeza.

Parece que faltó que alguien le soplara al oído que en el español dominicano “cacopelao” o “caco pelao” denomina a la persona que carece de cabello o que se ha hecho afeitar el cabello de forma que no tiene cabello.

La transcripción en lengua haitiana es muy acertada para ofrecer la versión en esa lengua de la manera en que los dominicanos pronuncian la combinación en su español. Más arriba se ofreció la expresión en dos palabras y en una sola porque en el habla muchas veces se toma por una sola palabra al ser pronunciada sin interrupción. En dominicano, como saben muchos de los lectores, “caco” es cabeza.

En el español general “caco” es el ladrón que roba con destreza. En el registro coloquial es el hombre tímido, cobarde y de poca resolución.

En el viejo español dominicano del siglo XIX se utilizó la voz “cacó” para denominar a algunos dominicanos que penetraron a través de la frontera haitiana para combatir a algunos gobiernos. Hacían labor de guerra de guerrillas. En el haitiano del Norte existe la voz “kako” que se lee del modo en que se transcribe entre comillas para el dominicano, con la tilde sobre la sílaba tónica.

No debe dudarse de que la voz recién mencionada procede del haitiano. Ha de hacerse constar que la voz del haitiano se utilizaba de modo despectivo al aplicársela a los dominicanos que entraban al territorio nacional pasando por la frontera con Haití. La voz del haitiano consta con esta acepción en el Haitian English dictionary de Freeman y Laguerre, 2000.

INTERVENIR

“Estos narcóticos fueron INTERVENIDOS durante la segunda mitad de este año, aunque el volumen de droga destruida durante todo el año es de 15.5 toneladas.”

Hace ya unos años que los escribientes de español internacional vienen usando el verbo del título de una forma parecida a la que se copia en la cita que figura inmediatamente debajo del título. No es una tarea ociosa preguntarse si este uso corresponde en realidad a una buena interpretación del significado y funciones del verbo en cuestión.

No resulta sorpresa alguna anunciar que se revisarán los significados reales del verbo, es decir, los que son admitidos por la generalidad de los hablantes en el uso constante de la lengua común. Eso se hará más abajo; esto se hará al tiempo que se tratará de proporcionar una explicación plausible sobre el origen del error.

Las significaciones del verbo del título hace largo tiempo que están bien establecidas en español. Solo cabezas contaminadas pueden deambular con respecto a lo que en realidad corresponde a este verbo.

Aunque parezca una ocupación vaga, se examinarán los significados que posee en español el verbo intervenir para cumplir con lo que se enunció más arriba. Intervenir es “tomar parte” en un asunto o actividad. Es usar una persona su autoridad o poder en un asunto. Es hablar o actuar en favor de una persona. Es intentar resolver una riña entre personas. No vale la pena continuar con un examen exhaustivo de las diferentes acepciones porque sería abusar de la paciencia de los lectores. Debe aceptarse como buena la aserción de que ninguna de las acepciones provee pié para que se emplee el verbo del modo en que se hizo en la cita.

De una manera u otra el verbo intervenir se acepta con las funciones de “participar”, ya sea esta participación voluntaria o forzada por circunstancias o reglamentos.

Para que no haya duda con respecto al asunto se mencionarán los verbos y locuciones verbales que se tienen por equivalentes del verbo del título: mediar, terciar, participar, envolverse, interponerse, tomar parte. Una vez terminada esta enumeración se invita al lector a hacer el ejercicio que se revela útil en casos como este. Trate de reemplazar en la cita el verbo intervenir por uno de los suministrados más arriba, o, por la locución verbal. Esta acción se revela infructuosa.

Alcanzado este punto (para el lector y el comentarista) lo que les queda por exponer es el origen del error que se demostró más arriba. Hay que admitir que en este caso no existe una buena explicación para el yerro. La única explicación aceptable es que se olvidó el redactor de alguna parte de la redacción y que se trataba de decir (escribir) que las autoridades habían desempeñado algún papel con relación al decomiso con respecto de la cantidad de narcótico. En este caso hay que admitir que se trata de nada menos que de la mala digestión de un verbo en español sin intervención de fuerzas foráneas.

CONTABILIZAR

“Según los bomberos, un cuerpo calcinado fue hallado en el interior de la edificación y es CONTABILIZADO, por ahora, como la única víctima del incendio.”

No es legítimo pretender que solo los periodistas andan en pos de vocablos largos aun cuando existan en español otros más cortos que desempeñen esas funciones cabalmente con economía de esfuerzo y espacio. Todos los escribientes somos víctimas (no autores) de este tipo de desliz que impulsa al redactor a utilizar palabras pomposas, vocablos largos, para dar a entender lo mismo que puede hacerse con términos más cortos y muchas veces más precisos y mejor conocidos.

La actividad de contabilizar más que nada se enlaza con la figura del contable que ejerce una función seria en el desempeño de sus funciones. Directamente relacionada con la figura antes mencionada está la labor que este hace. Contabilizar es hacer el recuento de una cosa. No está de más hacer constar que como descripción de las labores de contabilizar esta definición o descripción es muy pobre. La RAE escribe que contabilizar es “apuntar una partida o cantidad en los libros de contabilidad”. Es mejor decir o escribir que contabilizar es poner en un libro de cuentas.

Hay que dejar sentado en estos comentarios que hay un movimiento tendente a liberalizar el concepto de “contabilizar”, pues en sus avances acerca de las enmiendas para la edición vigésima tercera del DRAE, la Academia  asienta que se aceptará: “incluir en un recuento a una persona o una cosa”.

Cualquier persona puede contar. Hasta los niños cuentan. Ahora bien, contabilizar es una actividad que requiere pericia y dedicación para asentar en un libro de cuentas, en números, la actividad de un negocio o de una persona cuando percibe y gasta su patrimonio.

El contable tiene por misión llevar las cuentas de un negocio o persona. Esta persona desempeña estas funciones de acuerdo con las normas establecidas por un sistema aceptado para estos fines. No debería relajarse el verbo hasta el punto que se señaló antes. Deberían permanecer intactas las diferencias que han prevalecido durante largos años.

No obstante lo antes expresado la última palabra la tiene el uso y según parece este ha impuesto una equivalencia entre contar y contabilizar. Quien no esté de acuerdo con esta aseveración debe referirse  a las fuentes para percatarse acerca de lo referido y protestar como se hace aquí aunque se acate lo que las autoridades de la lengua culta propugnan.

COCHE

“El Cuerpo de Bomberos necesitó de 120 miembros y 40 COCHES para controlar el fuego, que obligó a las autoridades a suspender el servicio de una de las líneas de trenes metropolitanos.”

Hace ya muchos largos años en los que los peninsulares insisten en llamar coches a eso que los hispanohablantes de América conocen con el nombre de “carros”. La testarudez es mayúscula si se piensa que en América hay más de cuatro veces más hispanohablantes de español que en España.

No se trata de lograr que en España cambien la forma de nombrar los vehículos automotores de menos de nueve pasajeros. De lo que se trata en realidad es de hacer que las autoridades de la lengua acepten que hay una equivalencia entre estos “coches” españoles y sus carros americanos. Raya en la necedad el hecho de que no se consigne en el diccionario mayor de la lengua que las dos cosas son lo mismo solo que el nombre cambia dependiendo del país, o mejor, del continente en que se use el español.

Para el dominicano y para muchos de los americanos hablantes del español un coche es un vehículo de tracción animal. Lo arrastra un caballo y puede tener como pasajeros a más de dos personas. El autor de estas apostillas para la lengua española recuerda con nostalgia cuando los coches aun existían en Santo Domingo. Una carrera de coche de la esquina de la calle El Conde con 19 de Marzo a Gascue costaba 25 centavos de pesos.

En Santiago cuando una persona “se pasaba de tragos” se le llamaba un coche que lo condujera en paz y seguridad a su morada. De ahí que la expresión “llamar un coche” tuviese valor de burla para decir a alguien que estaba borracho y que estaba para que se llamara un coche en su auxilio pues con esto se significaba que estaba en estado de embriaguez.

Hay más con respecto al “coche” de la Academia y el de la cita. El de la Academia es el que es capaz de transportar menos de nueve personas. El de la cita hace alusión a un camión cisterna que tiene por misión extinguir incendios. La capacidad y función de uno y otro (coche y camión) es muy diferente y la distancia que media entre uno y otro es muy grande.

En América se seguirá llamando a los carros del tren “coches” y a los vehículos sencillos “carros” aunque le pese a quien le pese porque esa es la tradición de la lengua. La costumbre ha establecido esas diferencias y es muy difícil cambiar lo que se “consigue” (=establece) por medio del tiempo.

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