ALTERNATIVIDAD – ATURRULLAR – PARAPOLICIAL
El sufijo –IDAD haría de este término un nombre. En la generalidad de los casos esta terminación se añade al adjetivo. Estas palabras así formadas aceptan el género femenino.
De este tipo de nombres hay muchos en la lengua española. Van algunos a manera de ejemplos: adversidad, atrocidad, casualidad, claridad, debilidad, eternidad, ferocidad, humanidad, infinidad, morbosidad y muchos más.
Al grano. Cuando se hurga en los diccionarios para dar con el vocablo, se llega a la conclusión de que no existe porque no aparece en los mismos. Ni siquiera en los diccionarios de uso se le encuentra.
Se habla en español de la alternancia para significar que se alternan o suceden las acciones. Se usa generalmente para dar a entender que se varían las acciones diciendo o haciendo unas cosas, ya otras y repitiéndolas sucesivamente.
La sucesión que se menciona en la última línea le presta apoyo al uso que se hace en algunos países en materia política de la palabra alternancia para significar “cambio de gobierno”. En abono a este uso viene también la acepción del verbo alternar dicho acerca de varias personas que hacen o dicen algo o desempeñan un cargo por turno.
Hay muchas cosas más que se podrían añadir a lo que se lleva expuesto con respecto a la acción. Por desventura lo que no puede definirse es la “alternatividad” del título.
ATURRULLAR
El verbo aturrullar tiene un significado en el español de todos los días que recogen los diccionarios. Más allá de esa significación de “confundir a alguien, de turbarle de modo que no sepa qué decir o cómo hacer algo” posee este verbo otro significado que solo reconocen los dominicanos.
La frase favorita de muchos adultos dominicanos cuando expresaban deseos de castigar a un menor era: “cualquiera lo aturrulla”. Casi siempre la expresión iba acompañada de un gesto que amenazaba acción de golpear de modo indefinido.
El uso de la frase casi nunca iba acompañado del castigo. Significaba más bien un desahogo para el adulto. El sujeto le levantaba el brazo y profería la expresión. Eso era suficiente para que el menor supiera que “tenía la soga a rastras”.
Lo que entendía la persona contra quien se pronunciaba la sentencia era que sentían deseos de “aplastarlo”, de “golpearlo con un movimiento de arriba hacia abajo”.
Don Max Uribe trata este término en su Notas y apuntes lexicográficos (1996). Menciona ese estudioso de la lengua que se oía de boca de los aficionados a ciertos deportes. Él recordaba oírles decir: “A ese pitcher siempre lo aturrullan a palos”.
La frase que cita el acucioso tratadista del lenguaje viene a confirmar lo que se consignó antes acerca del valor del verbo. Era lo mismo que decir que al lanzador lo “acababan” a palos. Le propinaban una paliza. Eso en muchos de los casos era lo que deseaba hacer el adulto que amenazaba con una frase contentiva del verbo y algún movimiento del brazo.
En definitiva el aturrullar dominicano era un castigo, o más bien, una amenaza de castigo como se definió antes.
En el libro De nuestro lenguaje y costumbres, la señora Consuelo Olivier viuda Germán Ariza trae el verbo en cuestión, pero en cierto modo copia la definición del diccionario de la Academia. La tipificación de la acción del verbo para ella es: “Confundir a uno. Sorprender, quedar sin saber que hacer”.
La voz “aturrullado”, derivada de la estudiada en esta sección, aparece en la obra Del vocabulario dominicano de Emilio Rodríguez Demorizi (1983) en la cual el autor le atribuye el significado de: “Abrumado. Agobiado”.
El aturullado argentino es el aturdido por vanos escrúpulos, casi siempre de índole religioso, que duda por temor a caer en pecado aún en acciones nimias. Esa es la noción que manifiesta Santamaría en el Diccionario General de americanismos. Según parece ha caído en desuso, porque las obras posteriores a la de Santamaría no mencionan el concepto.
PARAPOLICIAL
“. . .por lo menos una decena de cuerpos policiales y denunciando la existencia de grupos PARAPOLICIALES que actúan sin aparente control.”
Ya la palabra tiene su lugar asegurado en el seno de las reconocidas de manera oficial. La autoridad de la lengua decidió su inclusión en la próxima edición del “Diccionario de la lengua española”. En un avance de la vigésima tercera edición, la Academia presenta un artículo nuevo que define esta organización.
La redacción oficial es esta: “Dicho de una organización: Que realiza actos ilegales y funciones propias de la policía al margen de esta. Fuerzas parapoliciales.”
También para “paramilitar” trae la próxima edición del lexicón mayor una nueva redacción. “Se dice de la fuerza armada no constitucional”. La formación de la palabra se compone de para- y militar.
Los dos vocablos son adjetivos. Téngase esto muy en cuenta, pues más adelante es probable que el uso les estire las funciones y las lleve a ambas a nombres para designar al individuo que forma parte de la organización.
RIPOSTAR
Sucede muchas veces en materia de lenguas que se rompen lanzas defendiendo algunas palabras y luego acontece que estas reciben la bendición de las academias.
Un ejemplo al canto es el verbo del título. Hace unos años se había tratado el asunto por este medio para defender el idioma español contra esta intromisión inconsulta.
Todavía el viernes 11 de febrero del 2005 la colega Adela Junco en su columna bien dicho del periódico el Nuevo Herald que se publica en Miami atajaba el verbo en cuestión.
La señora Junco se expresó con mucha certeza cuando ponderó que era palabra “escuchada tanto entre personas de un alto nivel académico como en círculos menos instruidos”.
Lo que no se sabía era lo que se preparaba en un futuro muy cercano. Ya en octubre de ese mismo año, 2005, el Diccionario panhispánico de dudas resolvió el asunto. Ya no hay que limitarse a emplear “responder, contestar, replicar”, como muy bien propugnaba la colega.
El DPD considera que el verbo se usa especialmente en la zona caribeña. Que es un galicismo salido de “riposter”, con el sentido de “responder o replicar, especialmente de manera airada” y “devolver un golpe o contraatacar”.
Ese diccionario agrega: “Aunque admisible por su empleo en la lengua culta de esa zona, es preferible usar en su lugar las voces españolas equivalentes responder, replicar o contraatacar comunes a todo el ámbito hispánico”.
En resumen. Es admisible aunque no recomendable. Es de uso culto y los antillanos son los responsables de esta incorporación desautorizada.
El diccionario Petit Robert, (1993) define la riposta como una respuesta rápida, instantánea, hecha a un interlocutor, esto así en el caso del ataque verbal. Para el caso en que riposta se considera un contraataque ofrece un sinónimo que no retuvo el DPD, que es represalia.
Esta admisión que propugna el DPD traerá como consecuencia que el uso se expanda a otras zonas más amplias y que la frecuencia aumente. Como se prevé el sustantivo riposta también incrementará su frecuencia. El DPD recomienda que se use en su lugar respuesta, réplica y contraataque. Bendita sea la lengua que tiene fortaleza suficiente para asimilar estos extranjerismos.
PICHICHO
“. . .con el agregado de que también disponía de un tapadito, collar y correa para el PICHICHO de los clientes.”
No hay que sacar conclusiones precipitadas con respecto al significado del término evaluado en esta sección. La palabra es de uso en Paraguay, Chile y Argentina. Puede usarse en femenino también: pichicha.
La voz deriva -asegura Santamaría en el DGA- del quechua “pichichas”. Es el nombre cariñoso que suele darse familiarmente a los perritos mansos.
El término hipocorístico ha estado en uso durante muchos años si se considera que Santamaría lo mencionó ya en el año 1942 y todavía en el año 1984 lo utilizaba el paraguayo Bareiro Saguier en su obra Ojo por diente. El último dato se obtiene del Diccionario de hispanoamericanismos coordinado por Renaud Richard, 1997.
El Diccionario del español de Argentina de Haensch y Werner publicado en el año 2000 le añade una característica al perrito cuando asegura que el “pichicho” es “especialmente cuando es pequeño y no es de raza”.
PICÚO
“O de diáspora, como diría el PICÚO literato, espécimen producto del régimen. . .”
La primera reacción que se manifiesta ante una voz como la traída en esta sección es la de pensar que se trata de la representación gráfica de la pronunciación de la palabra picudo.
No es tan sencillo el asunto. De haber sido de esa manera no se habría tomado este espacio para estudiarla.
En algún país de nuestra América picudo puede ser una palabra desagradable. No como insulto sino malsonante, que alude a una parte del sexo masculino usada primariamente para orinar.
En la sección que se dedica al vocablo picudo en el diccionario principal de la lengua española se ha introducido una modificación que aparecerá en la próxima edición. Esa modificación no se menciona en detalle aquí porque no cambia nada esencial en cuanto al concepto mismo.
El DRAE entiende que para una persona se aplica el calificativo picudo en el español coloquial cuando “habla mucho e insustancialmente”. Anota la Academia que en Cuba se aplica a persona para denotar que es “de mal gusto”.
Como sucede con tantas otras palabras en América, en México significa “sagaz, astuto”, y así lo consigna el DRAE.
De vuelta al texto. La autora de la columna de donde se copió la cita es cubana y escribe, entre otros propósitos, con la finalidad de rescatar voces de su patria. Se expresa con lenguaje llano e introduce en su prosa con frecuencia vocablos de este género.
En el pasaje citado este “picúo” hay que retenerlo con el valor de “cursi”, como muy bien lo asientan Haensch y Werner en el Diccionario del español de Cuba. Cuando se refiere a una persona lo que se destaca es el mal gusto de ella.
No sobra que se recuerde lo que representa para la Academia el término cursi. Aplicado a un literato, como en el caso de la cita, es “cuando en vano pretende mostrar refinamiento expresivo o sentimientos elevados”.
La voz picúo tiene descendencia, en Cuba también hablan de la “picuería” que es la cursilería. Esta información se extrae del Diccionario mayor de cubanismos de José Sánchez-Boudy (1999).
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