Sopa de tildes: segundo plato
La semana pasada nos dimos, en buen dominicano, una hartura de tildes. Hoy vamos a plantarles cara a las que aparecen hasta en la sopa. Nunca sobra recordar que en español los monosílabos no llevan acento ortográfico, salvo en contadísimas excepciones. Desterremos de una vez por todas la tilde de la fe, de dios, de los pies y de muchas formas verbales monosílabas que la sufren con paciencia: fui, fue, vi, di.
Las pocas palabras formadas por una sola sílaba que sí llevan tilde se lo deben a la necesidad de distinguirlas de las que tienen su misma forma pero pueden confundirse en algunas situaciones. Sirva de ejemplo la diminuta conjunción o, que lleva tilde cuando va entre dos números escritos en cifras (3 ó 4) para evitar posibles confusiones con el 0. ¡Ojo! Si los números van escritos en letras la tilde debe desaparecer inmediatamente (tres o cuatro).
Un caso curioso es el de los adverbios formados por un adjetivo y la terminación -mente. Estos adverbios se escriben con tilde o sin ella según el adjetivo de origen la lleve o no. A partir de suave obtenemos suavemente, que es llana pero no lleva tilde, a pesar de que las reglas generales así lo exigirían. A partir de única creamos únicamente, que mantiene la tilde del adjetivo del que deriva. Hay otros caprichos de la ortografía pero, para evitar el empacho, propongo dejarlos para el postre.
Envíe sus comentarios y preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do
© 2010 María José Rincón
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