Para toda la vida

Hace algunos años presenté una ponencia en el Congreso de Historia de la Lengua acerca de los nombres de pila utilizados en la República Dominicana. Le llamamos nombre de pila por ser el que se le imponía al niño en la pila bautismal. El hecho de que la legislación dominicana no limite la elección se traduce en una absoluta libertad a la hora de nombrar.

Las múltiples influencias que estos nombres reciben desde todos los ámbitos de la realidad provocan que las posibilidades se tornen infinitas. No se restringen a un vasto repertorio de nombres propios, existentes ya o de nueva creación, sino a sus innumerables variaciones, debidas a errores ortográficos o, como es muy habitual y revelador, a errores que apuntan directamente a rasgos dialectales definidos. En mi investigación encontré a una mujer llamada Soy María, imagino que con la idea inicial de que se llamara Sor María. El gusto por la variación gráfica y la tendencia a la adición de todas las consonantes posibles, siempre que hagan que el nombre suene raro, extranjero o televisivo, son habituales.

El carácter oficial y prácticamente inamovible del nombre propio, una vez queda inscrito, y la importancia que adquiere este acto en la vida cotidiana del individuo, debe hacernos reflexionar. La creatividad siempre es bienvenida pero creo que no estaría de más evitar en lo posible faltas ortográficas que nos transformen en «Eroínas» o en «Ovispos» para toda la vida.

Envíe sus preguntas a la Academia Dominicana de la Lengua en esta dirección: consultas@academia.org.do

© 2010 María José Rincón
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