JALALEVA – DIAPASÓN

“. . .y en el mejor de los casos títulos de los mediocres escritores JALALEVAS del sistema. . .”

Una de las lecturas más divertidas es la que se hace de literatura en lengua llana. Llena de vocablos del pueblo, sin pretensiones de encubrimientos extraños a la sencillez de la expresión coloquial.

Más interesante aún es cuando ese lenguaje pertenece a un escritor oriundo de un país diferente al del lector. Es mucho lo que se aprende en un caso como el mencionado.

El único inconveniente de esa lectura consiste en que hay que tener buena imaginación para entender o tener acceso a un diccionario actualizado del español de ese país.

Después de esta introducción hay que entrar en materia. En República dominicana hace cincuenta años existió una “leva” que no ha podido encontrarse en los diccionarios de dominicanismos al alcance. Se usaba más bien como una interjección.

Es probable que tuviese un valor incierto. Es algo parecido a lo que en la actualidad se llama una “vaina”, que puede ser cualquier objeto, situación o calificativo.

Casi siempre se oía la expresión: ¡Qué leva! De la forma en que hoy se dice ¡Qué vaina! Se puede sostener que se entendía como ¡Qué contratiempo!

El término es de origen incierto. Se puede barruntar que como era de uso en la Era de Trujillo y en esa época existía el famoso Servicio Militar Obligatorio, era una forma indirecta de referirse a esa leva de conscriptos.

Basta con la digresión y la leva dominicana. Hay que ir al grano del asunto. La leva del compuesto “jalaleva” del título se refiere a la “americana” de la Academia. Vale la pena mencionar que en la vigésima tercera edición del diccionario de la RAE no aparecerá más esa “americana”.

Esa americana es el “saco” dominicano, la chaqueta internacional, la antigua levita. El que la jala es quien anda detrás de las personas que visten esa prenda que se entiende que prestigia a quien la lleva.

El “jalaleva” es un adulón. Todos los dominicanos entienden que en América el adulón es un “lambón”. La Academia consigna que la voz lambón es coloquial y vulgar y hasta la edición vigésima segunda del diccionario de esa insigne corporación la reconocen como de uso en Colombia y Ecuador.

El vocablo “jalaleva” parece que es de aparición lingüísticamente reciente en el habla de los cubanos porque solo la recoge José Sánchez-Boudy en su “Diccionario Mayor de cubanismos”, 1999.

DIAPASÓN

“Se mueven en un DIAPASÓN demasiado amplio, y no vale la pena el esfuerzo de buscarles algo en común. . .”

En el caso de la palabra diapasón utilizada del modo en que lo hace el periodista metido a comentarista de arte, a cronista de exposiciones, hay que buscarle el sentido para comprenderla.

El recurso al diccionario precisa también de una buena dosis de invención para que surta frutos en la interpretación de lo que intenta comunicar el redactor.

No es motivo de escándalo que haya necesidad de este ejercicio de comprensión de una lectura acerca de una exposición de arte, pues hace largo tiempo que personas sin sentido artístico son enviados a cubrir este tipo de acontecimiento social.

Como consecuencia del poco sentido acerca del arte que poseen estos comentaristas, se lanzan por la vía de “amueblar la ignorancia con palabras huecas”. Otros más afortunados consiguen recrear algunos términos con nuevas nociones.

En la cita que sirve de modelo para el comentario se emplea el diapasón de suerte que no consigue comunicar directamente el mensaje. Hay que analizar el asunto y reconocerle los créditos.

El diapasón se reconoce como un intervalo etc. Este intervalo es el que proporciona el pie. El intervalo a su vez es el conjunto de los valores que toma una magnitud entre dos límites dados.

La clave reside en el conjunto de valores entre los extremos. A eso se refiere el redactor en su reseña. No hay mal en ello. Quizás está creando una nueva imagen con esto.

Todo parece bien después de que el lector se adentra en los vocablos empleados y le extrae el sentido. Es una forma de exprimirle el zumo a la prosa. Como acontece con frecuencia, hay otra manera de expresarlo de modo más derecho.

En español durante largo tiempo se ha usado el abanico para el tipo de símil que utilizó el periodista. Se trata de utilizar la palabra abanico. Esta palabra merece una ojeada.

En el artículo enmendado para la vigésima tercera edición del DRAE las Academias reconocen el abanico así: “Serie, conjunto de diversas propuestas, opciones, etc. . .”

Antes de terminar esta sección hay que aclarar que no se trata de cerrarle el paso a la creatividad de los escritores. De lo que se trata en realidad es de ceñirse a las latitudes de los vocablos. No puede quien escribe olvidar para quien lo hace. Tiene que mantener el estilo enfilado hacia el público lector.

*PLAN PREPARADO

“Muchos refugios no aceptan mascotas y por eso lo mejor es tener un PLAN PREPARADO sobre el lugar a dónde irá.”

Aquí se comenta acerca de este frecuente error acerca de la palabra plan. Se la escribe y se la dice muchas veces acompañada de otras palabras que sobran. Es común leer frases como la del título: “plan preparado”. Otras veces es plan elaborado, plan anticipado, plan para el futuro, etc.

Es pertinente que se revise el significado propio del vocablo “plan”, para que en lo adelante no se incurra en sobreabundancia de palabras cuando se use ese término.

Un plan es una actitud, una intención, un proyecto de actuación elaborado con anticipación. El plan coloca las prioridades en orden para la ejecución de la actuación. El plan organiza la conducta a seguir para los casos que se contemplan. El plan es un programa de cosas que se piensan hacer y de cómo se piensa hacerlas.

No hay nada que mine más la confianza del lector que encontrar errores e incorrecciones idiomáticas en los escritos de los periódicos. Hay que tener un plan para no sufrir deslices idiomáticos.

BANDAZOS

“. . .se retiraban a sus recién fortificados edificios para afrontar los primeros BANDAZOS del huracán llamado…”

Hay muchos bandazos en la lengua española. Por equivocación el traductor hizo una mala selección cuando tradujo este artículo. Eligió la circunstancia equivocada para colocar el bandazo.

El término es muy interesante, desde su introducción en América hasta nuestros días tiene una historia digna de seguirla. Además de la historia se examinará en este apartado la evolución y los diferentes valores del vocablo. Al final se presentará una propuesta para enderezar la redacción.

Este vocablo llegó a América con las naves que trasladaron los primeros colonizadores. Durante la travesía -no siempre afortunada- los pasajeros experimentaron los movimientos de las embarcaciones que fueron el producto de los embates de los vientos en el Mar Caribe, sobre todo.

Una vez aprendido el vocablo fue adoptado hasta el punto que pasó a formar parte del habla de los colonizadores en tierra.

El DRAE desde el principio de la redacción, en la entrada consagrada a esta palabra manifiesta que es un término de marinería. Con ese vocablo se menciona el “movimiento o balance violento que da una embarcación hacia babor o estribor”. Luego en la segunda acepción está la extensión a “movimiento semejante de alguien o algo”.

No conforme con lo anterior, la voz extendió su alcance hasta el “cambio brusco de rumbo o de actitud”. Hace largo tiempo que se utiliza la frase “dar bandazos” para significar “vivir de manera inestable, sin lograr lo que se persigue”.

La pregunta viene súbitamente: ¿Dónde está el bandazo del huracán? Ese bandazo solo existe en la fantasía del traductor. En lugar de eso debió colocar otras palabras. Ejemplo de algunas de ellas son: embates, ráfagas, vientos, embestidas, acometidas.

La historia del “bandazo” no termina ahí. Hay un bandazo dominicano que registra Patín Maceo en el año 1940 en la obra que publicó acerca de los dominicanismos. Allí el sostiene que bandazo es un traspié. Es el tipo de traspié que da un borracho. Esa definición la reproduce Deive en su “Diccionario de dominicanismos”.

La experiencia de hablante y testigo del español dominicano le permitió al autor de estas apuntaciones conocer los matices que en dominicano tiene el bandazo. Hace alrededor de cuarenta años por lo menos, y así continuó durante años más, que al preguntar acerca de la vida de una persona, quien respondía decía: “Por ahí anda, dando bandazos”.

No daba traspiés. No vivía de manera inestable. Estaba andando, trabajando en la calle, recorriendo establecimientos. Lo que se manifestaba con la frase era que la persona no estaba quieta en un lugar. Las más de las veces porque el tipo de actividad a que se dedicaba requería esos traslados incesantes.

Para terminar, los mexicanos tienen un bandazo propio. En esa lengua se llama así en aeronáutica al bache, lo que en inglés es un “air pocket”. La frase “dar el bandazo” para ellos es “cambiarse de bando”. Esta información se sacó del “Diccionario bilingüe de mexicanismos de Bernard Hamel, 2002.

*VIBORESCO

“. . .inspirando el comentario algo VIBORESCO de una crítica en la exhibición a la prensa. . .”

No hay que sorprenderse si al compulsar el diccionario oficial de la lengua no se encuentra la voz que adorna el título de esta parte de estos trabajos.

Sin duda la voz la forman tomando como base la palabra víbora que consta de larga data en el diccionario y en la lengua.

La formación de la palabra está acorde con lo que se estila en la lengua para componer adjetivos. La terminación –ESCO se emplea para indicar que algo es hecho a la manera de, al estilo de, parecido a, relacionado con o que se parece a.

En la lengua española este sufijo es uno de los más fuertes en la lengua, o quizá el más fuerte, porque aprehende la esencia del nombre que le sirve de raíz.

En español hay muchos ejemplos de adjetivos formados de este modo: arabesco, caballeresco, carnavalesco, cervantesco, gigantesco, novelesco, pintoresco, quijotesco. A esta terminación del español corresponde una en francés que la adoptó el inglés, -ESQUE.

La víbora del español es una culebra venenosa. Ya se usa para designar con su ayuda a la “persona con malas intenciones”.

La lengua ya tiene un modo de expresar lo que se pretende hacer con el adjetivo “viboresco”, se trata de “lengua serpentina” que tipifica a la persona mordaz, murmuradora y maldiciente.

La lengua viperina o “lengua de víbora” es una expresión en sentido figurado que se aplica a la persona maldiciente y, como expresión calificativa, a esa persona y a su lenguaje.

El redactor utilizó un adjetivo que no consta en la lista de los autorizados por el uso ni en los reconocidos por las autoridades de la lengua común.

Hay que reconocerle que lo ha hecho cumpliendo con las normas que rigen esta materia. Además, como voz que desciende de víbora, muerde.

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